QUINTA
ENTREGA
Entre
febrero y junio el Parlamento no enfrentó la situación,
negociando o luchando
En un reportaje
concedido al diario El Día en 1982, el ex Presidente Pacheco
justificó el golpe de Estado de Bordaberry
César
di Candia
En
el libro aparecido hace pocos días Antes del silencio, única
biografía autorizada del ex Presidente Juan María
Bordaberry, éste explica al escritor Miguel Angel Campodónico
los muchos puntos de similitud entre la disolución de las
cámaras del 27 de junio de 1973 y la ocurrida casi cuatro
décadas antes en ocasión del Golpe de Estado del Presidente
Gabriel Terra. "Se repitió lo que me contaba mi padre
de la época de Terra"cuenta "Cuando
se dispuso que se ocupara el Palacio Legislativo no quedó
nadie. Se habían ido todos. Y eso mi padre me lo decía
como una demostración del poco valor de los parlamentarios.
Hicieron grandes discursos y se fueron. No quedó ni uno solo
para defender sus ideales. Y en 1973 pasó lo mismo. Hubo
muchos discursos, se habló de lo que llamaron "la noche
negra" pero no se quedaron. Yo todavía no había
firmado el decreto pero ellos ya estaban enterados de lo que iba
a pasar porque ya había mandado el mensaje a la Asamblea
General. Yo le decía a Chiappe Pose que dejara que hablaran
que cuando terminaran de hacerlo se irían, de modo que cuando
los militares llegaran ya no habría nadie.Y fue así.
Por eso me acordaba de lo que me decía mi padre. Salieron
del Palacio Legislativo y nadie los detuvo. Además es bueno
recordar que los únicos políticos que no se quedaron
en el país fueron Wilson Ferreira Aldunate, Zelmar Michelini
y Héctor Gutiérrez Ruiz. Erro ya no estaba porque
se había ido antes. (...) (A los demás) nadie los
molestó. Hasta me mandaron en 1974 una carta diciéndome
que era hora de rehabilitar los partidos políticos. Se reunieron
para mandarme la carta y no tuvieron problemas".
Habría
que hacer algunas elementales precisiones en detrimento de las pasiones
que aún parece conservar el ex Primer Mandatario. De acuerdo
al testimonio del secretario de la Asamblea General Mario Farachio
(ver Historias Coleccionables del sábado 4 de julio) las
Fuerzas Armadas ocuparon el Palacio Legislativo en la madrugada
del 27 de junio cuando ya estaba aclarando, es decir pasadas largamente
las seis de la mañana. Si los legisladores hubieran decidido
quedarse en sus legítimos puestos de trabajo aguardando hasta
esa hora la irrupción de los militares y asumiendo el riesgo
de ser expulsados a empellones, esa actitud habría carecido
de todo sentido. Si bien algunas personas que también conservan
intactas sus pasiones piensan que debió haber sido una actitud
más digna que los legisladores aguantaran el malón
hasta ser expulsados por la fuerza, otros creen más sensato
que hayan evitado esa confrontación personal que exponía
a hombres desarmados contra miembros del Ejército. Por otra
parte, Bordaberry hace expresa mención a los únicos
tres parlamentarios que se fueron como si eso fuera desdoroso. No
está de más recordar, para tener presente las peligrosas
circunstancias que se vivían en esos momentos, que tres años
después, Michelini y Gutiérrez Ruiz fueron secuestrados
y asesinados en Buenos Aires y Wilson Ferreira Aldunate, según
lo han detallado su viuda y su hijo Juan Raúl, escapó
del mismo destino milagrosamente. Ninguno de estos crímenes
ni tampoco los cometidos simultáneamente contra ex miembros
del MLN, fueron jamás aclarados.
Mucho más
fiel al expuesto razonamiento de Bordaberry es el hecho de que en
setiembre de 1974, se publicó en toda la prensa una carta
abierta al Gobierno en la cual un grupo grande de políticos
de primer orden reclamaba por el funcionamiento de los partidos,
ya que se había producido un anuncio por parte del Ministro
de Relaciones Exteriores Juan Carlos Blanco según el cual
se estaría proyectando una Reforma Constitucional que sería
plebiscitada a la brevedad. Tanto la reforma como la esperanza de
una reactivación de la vida política murieron antes
de nacer. Un par de días después, Bordaberry hizo
uso de la cadena de radio y televisión y rodeado por todos
los integrantes de su gabinete y por los Jefes de las tres armas,
que le servían de aval para sus conceptos, aseguró
que el tiempo que se vivía era el de la Nación y no
el de los políticos. "Por eso todos los que invocan
el plazo constitucional de noviembre de 1976 soñando con
volver a la caza de votos, pensando que van a volver a utilizar
su desnaturalizado aparato político para prevalecer, esperando
que van a torcer esta revolución nacida en el más
hondo anhelo popular, utilizando los mismos medios y las mismas
formas para desviar los anhelos del pueblo, que hoy, que esta noche,
pierdan toda esperanza".
Sin emplear
subterfugios, utilizando una dialéctica absolutamente categórica,
Bordaberry comenzaba a esbozar los lineamientos de la filosofía
que iría a desarrollar en los años siguientes y que
le costaría finalmente ser desplazado del poder por las propias
Fuerzas Armadas a las que había ayudado a encaramar. 1) Los
políticos profesionales no tendrían la oportunidad
de repetir sus viejos esquemas electorales que iban contra la propia
Naturaleza. 2) El movimiento que se acababa de iniciar era una revolución
que no contaba con ellos. 3) La opinión ciudadana no tenía
la menor posibilidad de volver a ser consultada.
Tres meses después,
en ocasión de los saludos protocolares de fin de año,
el Presidente de la República que gobernaba ya con prescindencia
del Poder Legislativo, volvió a referirse a la vida partidaria
como si estuviera extinguida para siempre. "La conducta de
las Fuerzas Armadas no puede entrar en la zona de lo opinable, no
puede ser expuesta al juicio de la ciudadanía, porque no
es un Partido Político que asumió determinada conducta
sino que es la Institución Armada cumpliendo con su deber".
Bordaberry ha
admitido que el punto de partida de su descreimiento de los partidos
políticos y de la manera tradicional de actuar de éstos,
tuvo dos orígenes: el abandono a que lo condenaron el 9 de
febrero de 1973 dejándolo solo ante el acoso de los militares
y su comprobación de la manera como todos o casi todos quisieron
en ese momento sacar sus réditos políticos intentando
por uno u otro camino pactar con las Fuerzas Armadas. Estas habían
afirmado un poder autoritario que violaba la Constitución
e imponía sus condiciones, pero eso no impedía a los
partidos políticos que hacían ostentación de
su legalismo, asegura Bordaberry, acudir a ellas para intentar sacar
alguna ventaja. Según éste tanto Julio María
Sanguinetti en nombre de la lista 15, como Wilson Ferreira como
Líber Seregni procuraron un acuerdo con las Fuerzas Armadas
para un llamamiento a nuevas elecciones prescindiendo de su nombre
e incluso de la persona del Vicepresidente Jorge Sapelli. Sanguinetti
lo ha negado y el mismo Bordaberry no tiene para probar este hecho
otro testimonio, que el de su memoria. Pero tampoco duda en afirmar
que si no fue el ex presidente quien lo hizo, fue otro importante
líder colorado de aquel mismo sector. De las reiteradas gestiones
de Wilson y Seregni en cambio, hay documentación y testigos
diversos. Bordaberry no está solo en esta interpretación
del total fracaso y aún en la hipocresía de algunos
de los grupos políticos de aquellos años. Jorge Pacheco
Areco, quien lo había designado su delfín, lo acompañó
desde el primer momento y compartió sus argumentos. El mismo
27 de junio le envió desde España donde se encontraba
con el rango de embajador, un telegrama en el que más allá
de su redacción un tanto oscura, se podía deducir
su apoyo al Golpe de Estado. "Habiendo asumido usted responsabilidad
histórica preservación valores fundamentales democracia
uruguaya y defensa proceso que garantice vertiente trabajo y progresos
efectivos en pos supremos objetivos nacionales vida segura, respetada
y feliz del pueblo, exprésole mi anhelo de que le acompañen
la comprensión y cooperación de los orientales levantándose
los puntos de mira para el mejor destino de la Patria". Nueve
años después, en diciembre del 82, entrevistado por
el diario El Día, Pacheco asumió como propios los
cargos que Bordaberry imputaba a algunas fracciones mayoritarias
de la política. "En febrero de 1973, el ex Presidente
Bordaberry estuvo a punto de caer no sólo por la presión
militar sino por falta de apoyo de la mayoría del frente
político que por motivos diversos prefería la intervención
de las Fuerzas Armadas a la obvia defensa de la institución
presidencial, fuera quien fuera su titular. Algunos porque creyeron
que las FFAA iban a desplazar al presidente y a llamar anticipadamente
a elecciones generales o porque querían la renuncia de Bordaberry
para que asumiera la primera magistratura el vicepresidente. Otros
porque creían que se trataba de un proceso inevitable de
irrupción de las Fuerzas Armadas en la vida política
del país y cuanto antes se produjera, mejor sería.
Sin olvidarse de los que podían esperar en una nueva situación
de poder, tener algún protagonismo importante que las urnas
no les habían otorgado. Frente a ese panorama de ceguera
política mi actitud fue clara: el apoyo a la institución
presidencial como tal aunque ésta tuviese que cogobernar
de hecho con las Fuerzas Armadas. (...) Luego vienen los acontecimientos
de junio de 1973. ¿Pero qué hace la mayoría
del frente político o si prefiere de la clase política
dirigente entre febrero y junio? ¿Negociar con el presidente
y las Fuerzas Armadas una solución adecuada, aún posible,
para superar la crisis? ¿Denunciar en el Parlamento el pronunciamiento
militar interpelando al Ministro de Defensa Nacional e incluso promoviendo
un voto de censura y dar lugar así a una anticipada disolución
de las cámaras pero al menos en una actitud digna y democrática?
Tampoco. Ni la transición ni la lucha política. El
Parlamento uruguayo es disuelto porque durante meses no supo ponerse
de acuerdo para votar el desafuero de un senador probablemente vinculado
a la organización sediciosa y terrorista. Encontré
por todo ello explicación a la actitud del ex Presidente
Bordaberry".
A partir del
27 de junio de 1973 y durante casi exactamente tres años,
Juan María Bordaberry gobernó bajo la permanente tutela
de las Fuerzas Armadas. Muy pocas veces, como en el caso de la destitución
de Eduardo Peile del Instituto Nacional de Carnes por haber desobedecido
una orden presidencial, tomó determinaciones por su sola
voluntad. Y aún en este caso fue severamente reprendido por
la Junta de Comadantes en Jefe. Asimismo en ese período fue
dejando deslizar en alocuciones y documentos, el esbozo de su nueva
filosofía de gobierno mediante la cual pretendía eliminar
el sufragio popular y sustituir a los partidos políticos
por estructuras gremiales. Aunque probablemente creyera que pueblo
y militares serían fáciles de convencer, el primero
ni se enteró de su proyecto y los segundos lo rechazaron
abiertamente. El 12 de junio de 1976, a diez días de cumplirse
tres años exactos de la propuesta de Bordaberry a las FFAA
para disolver el Parlamento, los militares le enviaron una carta
en la cual le retiraban su confianza y dejó de ser presidente.
Aunque durante aquel lapso un poco por reflejo del descontento generalizado
hacia el autoritarismo sin control de las Fuerzas Armadas, otro
poco por la resistencia política que despertaba su propia
imagen, se hizo muy palpable que no disponía de la simpatía
popular, treinta años después de los sucesos que lo
convirtieron en Presidente de facto, un término que no le
gusta nada, sigue creyendo que su gestión se había
hecho acreedora del calor de la gente. En el mencionado libro Antes
del silencio él mismo aporta varios ejemplos al respecto.
Cuando se trajeron al país los restos del coronel Lorenzo
Latorre para ser inhumados en el Cementerio Central, el interés
de los militares era que el Presidente se uniera al cortejo y acompañara
la cureña luego que ésta pasara frente a Casa de Gobierno.
Bordaberry que se había negado a hacerlo recién cedió,
convencido por el general Esteban Cristi, cuando se encontraba parado
en la puerta. "Cristi era una persona leal y patriota, él
realmente quería que me fuera bien. Y como yo le tenía
confianza, como creí en la honestidad de sus intenciones,
acepté su sugerencia. Me sumé al cortejo con mi esposa.
Recorrimos toda la avenida 18 de julio y después doblamos
por Yaguarón para ir al cementerio. La gente me aplaudía
y me vivaba. Parecía que la manifestación se había
olvidado de Latorre y me atendía a mí, ya que se sabía
que yo estaba en conflicto con los militares".
En otras dos
oportunidades, según el mencionado libro biográfico,
recibió un caluroso apoyo popular: cuando visitaron el Uruguay
el presidente argentino general Juan Domingo Perón y el dictador
chileno general Augusto Pinochet. Perón vino a Montevideo
fugazmente en noviembre de 1973 al solo efecto de firmar el Tratado
de Límites del Río de la Plata. Al llegar a Carrasco
fue trasladado a Casa de Gobierno en un auto blindado argentino
traído expresamente, al que en Montevideo colocaron la chapa
número 1 y el escudo nacional. "El día de la
llegada de Perón se decretó feriado" recuerda
el ex Primer Mandatario uruguayo "La caravana fue por
la rambla hasta el centro de la ciudad. Como era un día hermoso,
muchas personas que estaban disfrutando de la playa se acercaban
a la vereda para saludar y aplaudir el paso de la comitiva".
El arribo de Pinochet y su esposa tuvo lugar en abril de 1976, oportunidad
en que Bordaberry vuelve a recordar que el público uruguayo
manifestó su simpatía tanto a él como al visitante.
"Se trató de una adhesión popular espontánea.
Difícil de imaginar hoy que solamente se repite lo de la
oscura dictadura represora. Entonces hubo una manifestación
entusiasta que Pinochet recibió con mucho agrado".
Seguramente
fue 1975, el año en el que Bordaberry afirmó definitivamente
su nueva concepción de la vida institucional. "El país
estaba en orden" afirmó haber pensado "además
estaba trabajando bien, la gente no vivía mal ¿para
qué íbamos a cambiar todo eso? En ese momento no había
partidos políticos ni elecciones ni un poder parcelado. Había
sí una cabeza dirigente con autoridad y un poder único
y nacional". Fue entonces que de acuerdo a un memorándum
preparado por el secretario de la Presidencia Alvaro Pacheco Seré,
ambos imaginaron la creación de un órgano ejecutivo
que no tuviera que ser electo por el voto popular. Lo llamaron provisoriamente
Consejo de la Nación y lo imaginaron integrado por personalidades
tales como ex presidentes de la República, miembros de la
Suprema Corte de Justicia, figuras de gran relevancia nacional y
además, los mandos de las Fuerzas Armadas que no podían
ser dejadas de lado. Había que prescindir de las elecciones
porque precisamente son éstas las que corrompen a los hombres.
¿Y cómo se integrarían los futuros Consejos
de la Nación? Por cooptación, es decir por la libre
elección de quienes componían el corporativo anterior.
Unos consejos elegirían a los otros hasta el fin de los tiempos.
¿Y a quién estaría entonces sometido el nuevo
órgano de gobierno al ser independiente de la soberanía
popular? Naturalmente a Dios, no cabía otra alternativa.
Después de todo, en algunos países europeos ya existían
cuerpos ejecutivos similares a los que se denominaba Consejos del
Reino.
El 1º de
junio de 1976, luego del envío de varios memorándums,
Bordaberry efectuó una extensa exposición antes las
FFAA, posteriormente entregada a éstos en veintinueve carillas.
En éstas condicionó su permanencia en el cargo a la
aceptación de sus propuestas. Estas eran la culminación
de una ideología política que muy resumida, abarca
estos conceptos: a) En lo sucesivo, la presencia de los militares
en la conducción de la República debe ser permanente
e institucionalizada por una reforma constitucional. Las FF.AA.
sustituirán a los partidos políticos. b) La soberanía
nacional será ejercida por plebiscitos o indirectamente por
el Consejo Nacional de la Nación integrado por el Presidente
de la República y los Comandantes en Jefe. c) El marxismo
es incompatible con el nuevo régimen. d) Las formas tradicionales
de la democracia deben dejar de existir porque no son eficaces para
la defensa nacional. e) El Presidente de la República será
electo por el Consejo Nacional de la Nación. Si es el actual,
lo será por tres años, de ser otro, por cinco.
La propuesta
desagradó a las FFAA cuyos integrantes, criados en las tradiciones
republicanas, jamás habían pensado en sacar a los
políticos de la escena pública y mucho menos eliminar
el acto eleccionario, seguramente el más respetado por todos
los orientales. Tampoco dos aclaraciones posteriores del Presidente
lograron sacarlas de su desconcierto. "El Presidente no quiere
terminar con los partidos políticos para siempre ni es partidario
de que nunca más se realicen elecciones en el país.
Propone institucionalizar lo que hoy hay y en la realidad de hoy
no hay ni elecciones ni partidos políticos". Los militares
discutieron las bases de Bordaberry y las rechazaron. Era un fardo
demasiado pesado para echárselo por encima a perpetuidad.
El 11 de junio se produjo en Suárez Chico el último
intento conciliatorio aunque ya las decisiones estaban tomadas.
La reunión fue muy áspera. Ni los generales aceptaron
el planteo presidencial ni éste aceptó firmar varios
cientos de proscripciones de hombres vinculados a la política.
Si para las FFAA el tema se centraba en la mala praxis de algunos
políticos, para Bordaberry los hechos tenían un fondo
que iba más allá de ellos. Alfonso Lessa en su libro
Estado de Guerra recoge seguramente de boca del propio Bordaberry
detalles de su discusión con el general Zubía.
Zubía:
¿Por qué no renuncia, presidente?
Bordaberry:
No voy a renunciar.
Zubía:
Pero usted nos quiere dejar como golpistas.
Bordaberry:
Yo no los quiero dejar, ustedes son golpistas, quieren dar un golpe,
asúmanlo. Quieren que yo quede mal ante la historia por salvarse.
Zubía:
Si no renuncia, usted va a sufrir.
Bordaberry:
Estoy preparado.
Zubía:
También va a sufrir su familia.
Bordaberry:
También está preparada.
Resulta por
lo menos curiosa, la actitud de Bordaberry y las FFAA, corresponsables
de las violaciones de febrero y junio del 73, atribuyéndose
culpas mutuamente ante la situación institucional de 1976.
Al día
siguiente, la Junta de Oficiales Generales bajo la firma del Comandante
en Jefe del Ejército Julio César Vadora, le envió
una carta al Primer Mandatario advirtiéndole que le había
perdido la confianza y retirado el apoyo y dando cuenta del hecho
al Vicepresidente Alberto Demicheli. En el estricto sentido de las
palabras, ni los militares destituyeron a Bordaberry ni éste
renunció. Tampoco lo hizo Demicheli dos meses después
al ser sustituido por Aparicio Méndez. Hasta el 1º de
marzo de 1977, fecha en la que debía terminar el mandato
constitucional de Bordaberry, coexistieron tres Presidentes de la
República.
Sexta
parte
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