Publicada el 31 de ocutre, cuatro días antes del fin de la coalición de gobierno

Dr. Luis Alberto Lacalle | Presidente del Directorio del Partido Nacional

"Batlle todavía tiene tiempo, aunque todo dependerá de cómo lo utilice"

"Sinceramente yo esperé del presidente Batlle una reciprocidad mayor para con el Partido Nacional. Porque acá hay que tener claro que el que está obligado es él para con nosotros. (...). Pero me parece que el doctor Batlle no llegó a calibrar nunca lo que para los blancos representó votarlo".


ALVARO J. AMORETTI | ALVARO GIZ

El presidente del Directorio del Partido Nacional y líder del Herrerismo, Luis Alberto Lacalle, dijo que al gobierno sólo le quedan "unos 14 o 15 meses" útiles para concretar reformas, y aunque estimó que si ese tiempo es "bien aprovechado" puede permitirle a la administración Batlle aprobar una reforma tributaria, sancionar la Ley Orgánica Militar y la Ley Orgánica Policial, y encontrar "un mecanismo de equidad salarial" para los funcionarios del Estado, advirtió que para ello "hay que meterle" y "estar arriba de las cosas".

Durante una entrevista que concedió a El País en su pequeño despacho de la nueva sede del Herrerismo, el ex mandatario explicó las razones que llevaron al Directorio del Partido Nacional a abandonar la coalición, y aunque cuestionó la lentitud del gobierno dijo que su gestión "ha sido buena" y que "mucho" de lo que colorados y blancos se comprometieron a impulsar juntos en el acuerdo programático de noviembre de 1999 "efectivamente se hizo".

"Yo no abjuro de lo que se hizo. Simplemente lamento que no se haya hecho más", dijo el líder herrerista.

Lacalle admitió haber esperado del presidente Batlle "una reciprocidad mayor para con el Partido Nacional" luego de que los votos blancos le aseguraran la llegada al poder y lamentó que "desde Casa de Gobierno" se hubieran abierto ámbitos de negociación directos con líderes nacionalistas y por fuera del Directorio partidario. "Fue el gobierno el que se buscó esa complicación", dijo.

El que sigue es un resumen del extenso diálogo que, mientras jugaba insistentemente con una lapicera, Lacalle mantuvo con El País.

—Hace casi tres años, el 9 de noviembre de 1999, se firmaba el acuerdo por el que el Partido Nacional sumaba sus votos a la candidatura presidencial del doctor Jorge Batlle. Ese acuerdo llevó al candidato del Partido Colorado al poder y sentó las bases de la coalición de gobierno que, hasta el pasado lunes, condujo al país. Vamos por partes. Con las cartas a la vista, ¿cambiaría algo de aquel acuerdo programático preelectoral?

—Sí. Lo haría un poco más breve y bastante más concreto.

—¿Por qué?

—Porque uno mira aquel documento, como lo hemos mirado en reiteradas ocasiones en estos últimos días, y se da cuenta que en ese texto se plantearon algunas metas de difícil cumplimiento y medida.

—¿Por ejemplo?

—Bueno, si lo leen se van a dar cuenta que hablamos mucho de "fomentar" tal cosa o de "promocionar" tal otra. Y esos son verbos a los que siempre les falta el cómo y el hasta dónde. Por eso digo que, si lo tuviera que hacer de nuevo, lo haría más breve y más concreto.

—Pero con ese acuerdo programático en la mano, en noviembre de 1999 usted recorrió el país pidiendo a los nacionalistas el voto para la candidatura presidencial de Batlle. Y los blancos, mayoritariamente, aceptaron esa opción. ¿Volvería a hacerlo?

—Sí. Si la opción fuera, de nuevo, entre Batlle y (Tabaré) Vázquez, no vacilaría en hacer lo que hice.

—¿Por qué?

—Porque en 1999 los blancos votamos al menos malo.

—¿Batlle era "el menos malo"?

—Y... los blancos considerábamos que nuestro candidato era el mejor. Y ese candidato era Luis Alberto Lacalle. Pero el sistema de balotaje tiene estas cosas. Yo no puedo votar al que más me gusta, porque quedó fuera de la carrera. Y entonces después tengo que elegir, con una independencia ciertamente mucho mayor, entre dos candidatos que no son los míos. Y para optar uno tiene que comparar. Nosotros comparamos, encontramos un punto de coincidencia y votamos a Jorge Batlle.

—¿Y hoy sigue pensando que Batlle era "el menos malo" de los dos candidatos?

—Sí, de eso no tengo ninguna duda. Y cuanto más veo la forma en que el Frente Amplio gobierna Montevideo y la manera en que se conduce en la generalidad de los temas, más me reafirmo en mi opción. Entre Batlle y Vázquez, me sigo quedando con Batlle.

—Pero en noviembre de 1999 ustedes no salieron públicamente a pedir el voto de los nacionalistas por "el menos malo" de los candidatos a la Presidencia de la República, sino a defender un acuerdo programático por el que el doctor Batlle se comprometía a asumir algunas de las ideas fuerza del Partido Nacional si finalmente llegaba al poder. ¿Cree que Batlle, tras su triunfo en el balotaje, cumplió con el compromiso asumido con el Partido Nacional?

—Estamos por estos días preparando un documento que le vamos a presentar a la Convención del Partido Nacional y que, a nuestro juicio, demuestra que mucho de lo que se comprometió, efectivamente se hizo.

—¿Pero eso no equivale a decir que Batlle ha hecho, hasta ahora, un buen gobierno?

—Es que yo pienso que la gestión del gobierno en estos 32 meses ha sido buena. El problema es que creo que no ha sido tan buena como podía haber sido. Pero ha sido buena. Yo no abjuro de lo que se hizo. Simplemente lamento que no se haya hecho más.

—¿Y entonces por qué el Directorio del Partido Nacional ha resuelto esta semana abandonar la coalición de gobierno?

—Bueno, como en todas las cosas humanas, nunca hay una sola causa. Hay varias causas que determinan un resultado.

—¿Pero cuáles han sido las diferencias fundamentales que justifican esta decisión del Directorio?

—Y... una de las principales diferencias que tenemos con este gobierno radica en el ritmo de la gestión.

—¿Se iba más lento de lo que ustedes pretendían?

—Claro. Y hay mil ejemplos de eso. Fíjense que en abril de 2001 el Partido Nacional le planteó al Poder Ejecutivo la necesidad de otorgar incentivos tributarios a la construcción como instrumento para reactivar el país. Y el gobierno aceptó la idea. El presidente Batlle me dijo que estaba de acuerdo. Pero después tuvimos que esperar 16 meses para que el Poder Ejecutivo enviara el mensaje al Parlamento. Y no se puede esperar 16 meses para implementar una medida en la que todos estamos de acuerdo.

—Pero uno tiene que suponer que el presidente Batlle tiene que estar tan o más interesado que usted y que el Partido Nacional en reactivar la economía. ¿Por qué cree entonces que se demoró tanto tiempo en implementar una medida en la que ambas partes estaban de acuerdo?

—Porque evidentemente el presidente y nosotros tenemos una noción distinta del tiempo y de las urgencias.

—En el último año usted insistió fuertemente con la necesidad de que el gobierno apretara el acelerador y apurara el ritmo de los cambios que se reclamaban, pero siempre dejó en claro que el que manejaba el auto era el presidente Batlle, y que el Partido Nacional iba en el asiento del acompañante. ¿Por qué cree que, a pesar de esa demanda constante del nacionalismo, el presidente mantuvo su marcha y no apuró el paso?

—Eso tendrían que preguntárselo a él. Porque el que maneja y ordena es el presidente. El que va al lado es su aliado, pero no marca el paso.

—Pero ustedes, que estaban sentados al lado, ¿qué sienten que pasó?

—Sentimos simplemente que el auto del gobierno no fue tan rápido como podía.

—¿Pero por qué? ¿Por falta de decisión del presidente?

—No sé, porque yo no puedo estar en la cabeza del presidente y porque además no quiero presumir intenciones. Pero hay ejemplos tan o más graves que el de los incentivos para la construcción. ¿Quieren uno? En setiembre de 2001 propusimos al presidente encarar con tiempo la elaboración de la siguiente Rendición de Cuentas, porque el Presupuesto de 2000, en virtud de lo que había pasado en el mundo y en la región, ya no se compadecía con la realidad. Pasaron octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo, abril, mayo y junio. Pasaron nueve meses, que es el tiempo que lleva gestar un ser humano, y nunca pudimos sentarnos con el gobierno a analizar cómo adecuábamos la Rendición de Cuentas a la realidad.

—¿Y por qué cree que pasaban cosas como esa? ¿Porque el otro socio de la coalición, el Foro Batllista, empujaba al gobierno en sentido contrario?

—Yo tengo que pensar que el problema radica en el presidente, porque el que manda es el presidente. Y eso no quiere decir que yo no sepa que el Partido Colorado tiene graves problemas internos. Pero el que tiene que dar la orden es el presidente. Y si el presidente no dio la orden, él sabrá por qué no la dio.

—¿Pero ustedes, que viajaban con el presidente en el auto de la coalición pidiendo que se apretara más el acelerador, percibían que en el mismo vehículo viajaba otro socio, el Foro Batllista, que reclamaba que se acelerara menos?

—Es que uno sabe, por la experiencia, que el Foro Batllista es un movimiento mucho más conservador, que se maneja con una mayor cautela y que tiene una manera diferente de la nuestra de encarar la acción política. Eso es notorio, no es un misterio para nadie. Lo que yo no puedo saber es qué influencia pueda haber tenido ese sector en el presidente de la República y en el ritmo.

—Lo que usted sí sabe es que, cuando asumió Batlle, muchos pensaron que sobrevendría un tiempo de cambios profundos y acelerados, en el que reformas estructurales largamente postergadas se verían finalmente concretadas. ¿Usted tenía la misma expectativa?

—(se ríe) ¿Ustedes vieron esas carreras de "picadas" que hay en Estados Unidos, donde unos autos con ruedas gigantescas esperan la señal de largada con el acelerador al máximo y a la mínima señal de partida salen como bólidos? Bueno, yo pensé que así iba a salir este gobierno. Y lo pensé por los antecedentes del doctor Batlle y porque lo conozco.

—¿Y cuándo se dio cuenta de que las cosas no serían como usted había imaginado?

—Cuando empezaron a pasar los meses. Y más que nada, cuando vi cómo se había consumido el primer año, que para un gobernante es "el año de oro", porque es cuando tiene que hacer lo que va a marcar su gobierno. Pero uno se dio cuenta de que ese primer año, más allá de lo que se hizo con la Comisión para la Paz, transcurrió sin que se adoptaran grandes medidas de gobierno.

—Está claro que usted esperaba mucho más...

—Yo esperaba que se hicieran cosas. Acá vimos un día que el presidente publicaba en la página web de la Presidencia de la República los sueldos de todo el Estado. Y ese sí que fue un acto de coraje cívico. Porque poner en blanco y negro la diferencia que hay entre un chofer de un ente autónomo y un coronel del Ejército o un docente de Secundaria, que es gente que tiene años de estudio y responsabilidades muy grandes, es un acto de coraje. Y cuando el presidente dio ese paso, yo me imaginé que atrás de ese acto de coraje venían las medidas. Pero no vinieron y resulta que recién ahora, por iniciativa mía, se incluyó en la Rendición de Cuentas un artículo que dice que se estudiará el sistema salarial del Estado procurando que tenga cierta justicia y equidad.

—¿Y por qué un presidente que es capaz de un acto de coraje como el que usted reconoce no toma las medidas para corregir de inmediato la inequidad que se atreve a denunciar?

—No lo sé, porque conozco al presidente y lo sé un hombre capaz y lleno de experiencia política y capacidad personal.

—¿Es posible que la magnitud de los problemas que ha tenido que enfrentar desde su asunción hayan incidido?

—Yo tengo claro que le ha tocado bailar no con la más fea, sino con la feísima. Pero bueno... así es este oficio de ser presidente. Uno tiene un día un Hospital Filtro, otro día una huelga policial y otro día pierde un plebiscito por la ley de empresas públicas. Siempre hay adversidades.

—En una entrevista que concedió hace algunas semanas a El País el asesor presidencial Carlos Ramela reconoció que el gobierno pasó el primer año tratando de ordenar la casa, el segundo soportando el impacto de la aftosa y el tercero manejando una crisis financiera, lo que le impidió imprimirle un mayor ritmo a las reformas planteadas durante la campaña electoral.

—Con toda la simpatía que tengo por el doctor Ramela Regules, con cuya familia tengo una gran amistad, creo que eso es algo que no se puede decir. Porque si algo tiene de fascinante y complejo la gestión de un gobernante es que uno tiene que atender varios temas al mismo tiempo. Eso es justamente lo tremendo de ser presidente. Si uno sólo puede atender un tema a la vez, entonces tiene que entender que no puede ser presidente. Pero además, Ramela Regules habla de que en el primer año se dedicaron a ordenar la casa, pero yo no vi que el gobierno impulsara un ajuste fiscal o un programa de contención del gasto, que era lo que había que hacer.

—A la hora de explicar los inconvenientes que en estos tres años debió enfrentar el gobierno, Ramela agradecía el "apoyo incondicional" del Foro Batllista al gobierno, y aunque reconocía que el Partido Nacional había aportado sus votos en los momentos más difíciles también llamaba la atención acerca de lo complejo que resultaba para el gobierno negociar con una colectividad como la nacionalista, que parecía dividida en varias fracciones de partidos. Como presidente del Directorio del Partido Nacional, ¿considera que esa crítica es de recibo?

—Yo creo que fue complicado, y que lo complicaron desde Casa de Gobierno.

—¿Por qué lo dice?

—Porque hay un solo Directorio del Partido Nacional. Y eso quiere decir que bastaba con que me hablaran a mí, para que yo consultara con el Directorio y pudiera dar una respuesta en nombre del Partido Nacional. Porque el Partido Nacional es un partido que estaba organizado. Pero si desde el gobierno se generaron otros interlocutores del nacionalismo y otros ámbitos de negociación, fue el gobierno el que se buscó esa complicación.

—¿Está diciendo que fue un error del gobierno abrir instancias de negociación con líderes de sectores del Partido Nacional en lugar de concentrar el diálogo a través del Directorio?

—Estoy diciendo que cuando el doctor Ramela Regules dice que ellos tienen problemas porque tienen en frente a más de un Partido Nacional, no sólo incurre en una falta de respeto, porque uno podría decir lo mismo del Partido Colorado pero yo no me meto en los problemas internos de las otras colectividades, sino que no advierte que ese problema lo crearon ellos mismos cuando generaron otras vías de negociación. Porque hay un único Directorio del Partido Nacional.

—¿Pero no tiene razón Ramela cuando advierte que dentro del Partido Nacional hay diferencias entre los diferentes sectores que pueden hacer sentir a quien tiene que negociar con su colectividad que, más allá de que hay un órgano único de conducción, hay más de un Partido Nacional?

—Sí. Pero también hay varios Frente Amplio y también hay varios Partido Colorado. ¿O no? Porque en el Frente Amplio yo veo al menos tres tendencias. Y en el Partido Colorado hay dos y capaz que hasta tres tendencias. Y eso es parte de lo que le pasa a un partido multitudinario. Pero cuando un partido tiene un órgano de conducción único, como el Partido Nacional, me parece que quien quiera negociar con ese partido tiene que aprovechar esa ventaja. Y el gobierno no la aprovechó como yo creo que hubiera tenido que aprovecharla.

—El apoyo del Partido Nacional fue decisivo para que Batlle llegara al gobierno. ¿Esperaba otro trato del presidente para con los nacionalistas?

—Sinceramente yo esperé del presidente Batlle una reciprocidad mayor para con el Partido Nacional. Porque acá hay que tener claro que el que está obligado es él para con nosotros. El Partido Nacional votó no solamente a un candidato del Partido Colorado, aunque sin lema, sino también a una persona que lleva un apellido que para nosotros es muy importante en la historia y que los nacionalistas no asociamos precisamente con recuerdos gratos. Pero me parece que el doctor Batlle no llegó a calibrar nunca lo que para los blancos representó votarlo.

—¿Se lo dijo alguna vez al presidente?

—No se lo dije. Y si se lo hubiera dicho no lo diría, porque no cuento mis conversaciones con otra gente. Siendo discreto me ha ido mucho mejor.

—¿Y ahora qué? El rompimiento de la coalición de gobierno, ¿deja algún margen para que el gobierno pueda impulsar, en lo que le queda de gestión, algunas de las reformas estructurales que están pendientes?

—Cuando le llevé al doctor Batlle la resolución del Directorio le dije al presidente que si se lee bien su texto se puede advertir que hay en ella mucho para aprovechar. No es, como mucha gente cree, un "no" a todo lo que viene. Es un "reformulemos", aunque a partir de un descenso en el grado de relacionamiento que tenemos con el gobierno. Y una lectura detenida de la resolución del Directorio por parte del presidente y de su equipo de gobierno le va a revelar que se trata de un verdadero y nuevo plan de gobierno, porque no solamente se le ofrece al gobierno lo que no tiene, que son mayorías parlamentarias, sino que hasta se indican cuatro, cinco, seis temas de primordial importancia para desarrollar en el Parlamento.

—¿Y hay margen para hacer esas reformas?

—Yo pienso que sí. El ministro (Alejandro) Atchugarry nos ha convocado para analizar el tema de la reforma tributaria, que es una idea que personalmente lancé en un almuerzo de ADM en abril de este año. Pasaron siete meses, pero finalmente la idea se ha puesto en marcha.

—¿Qué tiempo útil diría que le queda a este gobierno para hacer las reformas antes de que el ruido electoral termine por dominarlo todo?

—Yo diría que dispone de unos 14 o 15 meses.

—No es mucho tiempo.

—No crean. Bien aprovechados, 14 o 15 meses es mucho tiempo. Por eso hemos pedido que se levante el receso. Creemos que con que el Parlamento descanse desde el 20 de diciembre hasta el 15 de enero es suficiente. Y después hay que meterle.

—¿Qué debería plantearse el gobierno como meta posible de acción para esos 14 o 15 meses útiles de gestión que a su juicio le restan?

—Si le metemos, podemos sacar en ese tiempo la Ley Orgánica Militar, la Ley Orgánica Policial, la Reforma Tributaria, un mecanismo de equidad salarial para los funcionarios del Estado y alguna cosa más. Y ese es un lindísimo programa para encarar de aquí al final. Pero para que eso sea posible hay que meter "palo y palo", y estar arriba de las cosas...

—... y aceitar los mecanismos de negociación parlamentaria, porque de los acuerdos o disensos que se registren en el Palacio Legislativo dependerá si esas reformas tienen o no los votos para ser aprobadas.

—Eso es cierto. Y también es cierto que este nuevo relacionamiento nos va a obligar a poner en marcha todos los mecanismos de la Agrupación Parlamentaria del Partido Nacional para garantizar la disciplina de nuestros legisladores. Porque cuando uno pone el eje de un relacionamiento en el Parlamento, al mismo tiempo tiene que saber que tiene que ser muy disciplinado. Si somos tantos legisladores, somos tantos legisladores. Y vamos y venimos juntos. Así funcionan los partidos.

—¿Y qué papel va a jugar el Directorio en ese relacionamiento? ¿Se va a hacer a un lado y dejar que los temas se negocien exclusivamente en el Parlamento o va a dirigir a distancia?

—El Directorio va a seguir siendo la autoridad más importante del partido. Y hay que entender, además, que el Directorio y la Agrupación Parlamentaria no son compartimentos estancos. Está claro que el senador (Guillermo) García Costa me comunica lo que está haciendo y está claro que yo le doy mi opinión y la del Directorio.

—Al apoyar en el Parlamento este nuevo esquema de relacionamiento entre el gobierno y el Partido Nacional, ¿no se corre el riesgo de que algunos legisladores, sabiendo que su voto se vuelve decisivo, comiencen a "cotizarlo" de otra forma, complicando más la obtención de las mayorías necesarias para procesar determinadas reformas?

—Y bueno... eso tendría que haberlo calculado antes el gobierno, ¿no les parece?

—El presidente ya ha anunciado que, si la Convención nacionalista refrenda lo resuelto por el Directorio blanco, él enviará un proyecto al Parlamento para eliminar algunos ministerios y reducir el número de directores de las empresas públicas. ¿El Partido Nacional dará apoyo legislativo a esas iniciativas?

—Primero tenemos que ver la ley. Cuando la veamos, diremos si estamos o no de acuerdo. Pero bueno... si había que dar este sacudón para que el presidente empezara a hacer cosas, entonces estaremos viendo el primer efecto positivo de la resolución del Partido Nacional.

—Usted, al término de su tercer año de gobierno, sufrió su propio "sacudón" cuando más de siete de cada diez uruguayos rechazaron la Ley de Empresas Públicas, que para muchos era el buque insignia de su administración. Y muchos pensaron que esa derrota le dejaría sin margen para encarar reformas de fondo en los dos años que tenía de gestión. Sin embargo, su gobierno se rehizo, aceleró el paso en 1993 y el último domingo de noviembre de 1994 terminó perdiendo las elecciones nacionales por apenas 16 mil votos. ¿Siente que este "sacudón" que ustedes ahora le dan al gobierno colorado puede impulsar al presidente Batlle a relanzar su administración de la misma forma que usted lo hizo?

—Lo que pasa es que en aquel entonces había un presidente duro de matar (se ríe a carcajadas).

—¿Y el actual presidente no lo es?

—No lo sé. Batlle todavía tiene tiempo, aunque no demasiado. Todo depende de cómo lo utilice.

La izquierda y la inmediatez

—¿Cómo observa el Partido Nacional el conflicto que la Intendencia de Montevideo mantiene con los trabajadores municipales nucleados en Adeom?

—Con mucha alarma.

—¿Por qué?

—Porque gobernar Montevideo es gobernar medio país y porque los problemas de Montevideo son mucho más chicos que los del país. Fíjense el Frente Amplio se ve en figurillas para gobernar Montevideo, pero ha aumentado la presión tributaria sobre el contribuyente, no tiene que pagar Fuerzas Armadas, Policía ni maestras, nos cobra casi un millón de dólares diarios a los vecinos y dedica menos de 20 millones de dólares al año a hacer obras. Y si a todo eso uno le unimos la dependencia que el Frente Amplio tiene respecto de los sindicatos, está claro que lo que está sucediendo con Adeom es una señal fea para Montevideo y para todo el país.

—¿Manejó mal la administración Arana la relación con los trabajadores municipales?

—Creo que no calculó debidamente lo que se le daba a los trabajadores y ahora hay un compromiso, pero no hay cómo cumplirlo. Y ese es el problema de la izquierda. A veces piensa con demasiada inmediatez. Y cuando uno piensa con inmediatez, pierde la perspectiva de las cosas.

"No soy jugador de mediocampo. Juego en el área chica, de nueve"

—En los días previos a que el Directorio del Partido Nacional se reuniera para decidir si se mantenía o no dentro de la coalición, algunos dirigentes herreristas se manifestaron en favor de que el acuerdo se extendiera todavía por algún tiempo más, y otros, como el intendente de San José, Juan Chiruchi, y el sector de su señora, la senadora Julia Pou se inclinaron por abandonar ya el gobierno. ¿Fue difícil de procesar el tema dentro del Herrerismo para que, finalmente, todos estuvieran de acuerdo y asumieran la misma postura?

—Primero que nada, nuestro sector, en el Herrerismo no hay sectores. Hay dirigentes, pero no hay sector de mengano, ni de zutano, ni de mengana. Hay compañeros que hacen confianza en mí. Y yo decido en función de la confianza que me dan los compañeros. El Herrerismo es un movimiento que está muy fuertemente basado en esa confianza hacia mi persona, que yo mucho agradezco.

—Pero usted, antes de tomar una decisión como la que acaba de tomar, consulta a esos compañeros. ¿Fue duro aunar esas posiciones que, al menos en el papel, aparecían como divergentes?

—¿Saben algo? A veces no se entiende que en política no hay decisiones que son en blanco o negro. La mayor parte de las veces hay que manejarse con los matices del gris. Por lo demás, parte del encanto de esta profesión es tener que adoptar decisiones. Y yo no soy jugador de mediocampo. Yo juego en el área chica. Y de nueve.

—¿No terminó siendo arrastrado el Herrerismo por la ofensiva lanzada por el senador Jorge Larrañaga, que después de una larga prédica pública reunió las firmas necesarias para que su propuesta de abandonar la coalición fuera considerada por la Convención partidaria?

—No sé. Lo que hizo el doctor Larrañaga, que me parece muy legítimo desde el punto de vista político, fue ejercer una facultad que le da la Carta Orgánica del partido. Pero esa misma Carta Orgánica es la que dice que es el Directorio el que debe opinar sobre las coaliciones.

Por eso el Directorio se reunió y se pronunció antes de la Convención. Porque si no, la Convención se iba a reunir y nos iba a preguntar "y ustedes, ¿para qué están?". Y los diarios hubieran titulado "Lacalle omiso". Por eso nos pareció que era mucho más legítimo que la Convención supiera lo que opina quien, por Carta Orgánica, está obligado a opinar sobre estos temas.

—Hay quien puede pensar que, en realidad, el Directorio nacionalista adelantó un pronunciamiento para evitar que la Convención partidaria le dijera lo que tenía que hacer, lo que podía haber supuesto una desautorización.

—Se pueden decir tantas pavadas...

Al cambiar "le hicimos un bien al gobierno"

—Cuando su cuestionamiento terminó con el reemplazo del contador Alberto Bensión en el Ministerio de Economía y Finanzas, desde varios sectores políticos se disparó contra usted y se le acusó de poner en riesgo la estabilidad del país y su imagen internacional. Ahora, que el tiempo ha pasado, ¿sigue pensando que hizo lo correcto promoviendo aquellos cambios en el equipo económico?

—Y... el estar en la punta de la carrera siempre atrae más fuego que el estar en el fondo del pelotón. Por eso a mí la crítica no me asusta. Porque soy una persona seria, que mide las consecuencias de sus actos. Y a mí, durante tres días seguidos, el presidente Batlle me había asegurado que el ministro Bensión iba a ser sustituido Pero resulta que se mencionaban los nombres, se hablaba de gente, pero el cambio no se producía. Y bueno, me pareció que era el momento de actuar.

—¿Cree que el tiempo le dio la razón?

—Creo que el tiempo ha demostrado que le hicimos un bien al propio gobierno.

—¿Está conforme con la gestión del ministro Atchugarry?

—Sí, por supuesto. Estoy conforme con lo que ha hecho y fundamentalmente con la manera en que lo ha hecho, porque es un ministro que escucha. Y eso es muy importante.

—¿Se siente el Partido Nacional representado por la conducción económica de este gobierno?

—No. El presidente excluyó expresamente al Partido Nacional de la conducción económica desde un primer momento. Y no sólo estoy diciendo con eso que no nos tuvo en cuenta para los principales cargos, sino que ni siquiera se nos ha consultado acerca de las decisiones económicas. Fue su forma de interpretar la coalición.

—¿Y usted cree que, a la hora de evaluar la actual gestión económica, la gente puede distinguir entre colorados y blancos?

—Yo espero que puedan distinguir entre nosotros y ellos, porque no somos lo mismo.

Los cargos, el presidente y Aparicio

—Los ministros blancos se van del gabinete. ¿Por qué no siguen el mismo camino los dirigentes que, en representación del Partido Nacional, integran directorios de entes autónomos u ocupan otros cargos de confianza política?

—Los cargos de confianza político hay que abandonarlos, todos ellos. Los cargos que tenemos en función del control constitucional no se abandonan, ninguno de ellos.

—¿Quiere decir que los dirigentes blancos se van a mantener, por ejemplo, en sus cargos de directores de las empresas públicas?

—Claro. Y se van a quedar porque se tienen que quedar. Y se tienen que quedar porque es una conquista del Partido Nacional que viene de las revoluciones saravistas, y no un gesto de buena voluntad de un presidente.