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Nota del
editor
Breve introducción a un año tormentoso
Por
cuarto año consecutivo, El País digital entrega este
resumen que refleja los hechos ocurridos durante 2002.
Es un trabajo del equipo periodístico y técnico de
EL PAIS que año tras año ha obtenido la creciente
aceptación de nuestros lectores. Esta y no otra es la razón
principal del retorno anual; es el estímulo decisivo para
reprocesar la información y entregársela a Ud. ordenada
y sintetizada, con la jerarquización temática que
posibilita la perspectiva mayor.
2002 fue qué duda cabe- un año angustioso para
el Uruguay y la región.
El estado uruguayo cerró el ejercicio en medio de una severa
crisis económica que debilitó profundamente al sistema
financiero, contrajo por cuarto año consecutivo la producción,
elevó la inflación al 25%, y el desempleo al nivel
histórico de 19,8% en noviembre.
El epicentro de la crisis económica se situó entre
el 30 de julio, cuando el gobierno tras modificar la integración
del equipo económico decretó un feriado bancario,
hasta el 5 de agosto en que después de negociar con el FMI
un crédito de salvataje autorizó la reapertura
de los bancos con excepción de cuatro instituciones suspendidas.
Los principales titulares los acaparó la economía,
pero la crisis sigue siendo principalmente política. Más
de una de las noticias que seleccionamos para este anuario y en
las que abundó EL PAIS durante el año, ilustra las
dificultades del Estado en diversas dependencias nacionales y municipales
para contener y ordenar el gasto. En abril, por ejemplo, se informó
que una misma familia carenciada puede estar siendo atendida por
más de diez programas con superposición de recursos
de ministerios, organismos, iglesias y organizaciones privadas.
Si algo evidenció el año 2002 fueron las dificultades
de la sociedad uruguaya para acordar y articular caminos de salida
a la crítica situación del país.
Como suele ocurrir, aún en los peores escenarios no todas
son malas, aunque las malas hayan prevalecido. En las páginas
que siguen, usted encontrará algunas buenas, otras tristes,
éxitos y frustraciones; en definitiva, la vida de una comunidad
en un momento muy particular de su existencia.
Por eso me gustaría cerrar esta breve presentación
con una referencia a algo que ocurrió durante 2002 y sin
embargo no figura en forma concreta en ninguna noticia.
Si por algo quizá sea recordado 2002 será por un hecho
sin precedentes y que, por su enorme dimensión e inmediatez
cuesta aquilatar en su verdadera magnitud: el acercamiento entre
Argentina y Brasil. El hecho se vincula con los orígenes
del Uruguay y es por eso que adquiere relevancia histórica.
El territorio uruguayo históricamente tenía
tres cauces de contacto señaló días atrás
el pensador Alberto Methol Ferré a un cronista de El País.
El primero era la Provincia Oriental como unidad política
dentro de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que
era la visión de Artigas. El otro era volcarse sobre la otra
frontera y ser la Provincia Cisplatina del Brasil. Y por último,
la vía oceánica que implantó Inglaterra. Ni
Argentina, ni Brasil. El famoso ni, ni.
La salida oceánica contó con sólidos consensos
nacionales a lo largo del siglo XX; era una manera de eludir el
desgaste a que sometía al país, la puja sostenida
entre Brasil y Argentina con breves y poco representativas interrupciones.
El enclave y el tamaño del país lo condenaron al difícil
equilibrio entre los dos grandes de América del Sur.
Por eso este reacercamiento de Brasil y Argentina, que el próximo
gobierno argentino deberá ratificar, crea un nuevo escenario
histórico para el Uruguay. Es un nuevo escenario para toda
la América del Sur, pero probablemente sea en el Uruguay,
donde la novedad incida con mayor gravitación. El Uruguay
del futuro podrá deberá- ser pensado en su escenario
regional. Y esto no es una noticia menor para los habitantes del
país. Sobre todo para las generaciones más jóvenes.
Un gran filósofo alemán, Hans-Georg Gadamer, que murió
en marzo de 2002 a los 102 años de edad dijo a uno de los
últimos periodistas que intentó reportearlo, mientras
declinaba la entrevista, que sólo le diría la última
frase que quería subrayar, la que más merecía
en su concepto ser recordada: el hombre no puede vivir sin
esperanza.
Ese breve testamento de un grande del pensamiento universal contemporáneo
parece un buen punto final para este año tormentoso.
Daniel
Mazzone
Editor de El País digital
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