Cosas de la crisis

CUANDO se atraviesa por una crisis como la que se instaló entre nosotros desde principios del año que afortunadamente se nos va, no pueden extrañar demasiado los resultados de una encuesta de intención de voto que trascendió días atrás, y que vamos a dar por conocidos. No es de extrañar que la oposición crezca en la cresta de la ola de las adversidades cuando al país le va mal. No es de extrañar tampoco que el Partido Colorado haya perdido respaldo, porque el sector al que pertenece el Presidente de la República se ha debilitado luego de una sucesión de acontecimientos en los que la popularidad del mandatario se resintió seriamente. Y menos es de extrañar que el Partido Nacional siga drenando adhesiones en beneficio de la izquierda, que de su seno come a cuatro carrillos de tiempo atrás, luego de decidir la ruptura de la coalición. No es este un pronóstico de resultados de futuro sino un diagnóstico de estados de ánimo del presente que todavía pueden cambiar de aquí a la instancia electoral. Pero lo que sí extraña, es que lo que se puede hacer para rebajar la crispación y el malestar de la gente, no se haga. Veamos un par de ejemplos.

COMO es sabido, en determinados bancos se ha decidido otorgar la posibilidad de pagar con bonos estatales de cotización por debajo de su valor facial, o sea en condiciones francamente favorables, a deudores que están en mala condición (categorías 3, 4 y 5). Ello excluye a aquellos que se hayan esforzado en no atrasarse en el pago de sus compromisos. Al parecer y a estar a las explicaciones que se dan informalmente, se partiría de la premisa según la cual el que cumple puntualmente es porque tiene solvencia como para seguirlo haciendo, por lo cual el salvavida hay que tirárselo a los que se ahogan. Pero no siempre es así. Un industrial que se endeudó para importar una maquinaria que en su momento le permitió fabricar un producto que tuvo muy buena receptividad, y que venía amortizando su deuda en base a determinado volumen de facturación, hoy no solo factura la cuarta parte sino que además tiene que competir con una firma extranjera en el mismo rubro de actividad, que goza de la declaración de interés nacional con las franquicias fiscales correspondientes. Pues bien, ese industrial uruguayo que hoy está trabajando con márgenes cada vez más estrechos, por el pecado de haber sido puntual en el cumplimiento de sus obligaciones no tiene acceso a la posibilidad de cancelar su deuda con las condiciones beneficiosas que se les da a los débiles. Así, para alimentar la expectativa que algún día lo atiendan con esa gracia, tendrá que esperar a debilitarse. De esa manera se llega a la nivelación, pero para abajo.

OTRO ejemplo de cosas que pasan y no debieran pasar es la insensibilidad que se refleja en el tratamiento que se da a quienes no pueden pagar en tiempo sus gastos o sus deudas. En la actualidad muchas empresas no pueden pagar, como ha sido habitual, los sueldos de sus dependientes en fechas predeterminadas, porque la cadena de pagos está rota y los recursos ingresan con atraso, y con ese mismo atraso, que es indefinido, se van pagando los salarios. Mucha gente no sabe entonces en qué día del mes va a cobrar, si no tiene que esperar al mes que viene. Pero lo que sí sabe es el día exacto, de inexorable llegada, en que vencerá su factura de luz, de teléfono, de agua, de gas, y tendrá que pagar esos importes, o el de las tarjetas de crédito, o las obligaciones con BPS o DGI. Así se vive en permanente angustia, porque los salarios que se pagan con atraso no adicionan intereses ni son objeto de actualización, mientras un día de atraso en el pago de esas otras obligaciones del asalariado, le descarga severas multas y recargos a su deuda. ¿Cómo no va a estar la gente desconforme? El empleo se sostiene a duras penas, el sueldo no puede acompasar la suba del costo de vida que en determinados rubros —alimentación, especialmente la carne y medicamentos por poner algunos ejemplos— está en las nubes. El poder adquisitivo del salario es cada vez más estrecho y el trabajador que no cobra y no puede pagar en fecha debe afrontar sanciones económicas por ello.

ESTOS son momentos en que el Estado debe poner de lo suyo. Tanto a nivel nacional como municipal habría que, si no exonerar de multas y recargos por un tiempo a los atrasos, por lo menos dar algún mes adicional de gracia y rebajar las tasas punitivas, al tiempo que ser tolerante en los cortes de los servicios.

Lo que se está sugiriendo es repartir con otra equidad los efectos de la crisis entre administradores y administrados.

No parece que sea tanto pretender.