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Cuidado
con la pesificación
EL
ministro Atchugarry debió concurrir en estos días
al Parlamento y allí se encontró con sus antiguos
pares. Pero no es lo mismo ocupar una banca en el Palacio de la
Leyes, que estar del "otro lado del mostrador".
Los
regímenes democráticos se sustentan sobre la separación
de los tres poderes que lo componen, el judicial, el ejecutivo y
el parlamentario, como sabiamente lo visualizara Montesquieu y luego
lo plasmaran en su Carta Magna los padres fundadores de la nación
norteamericana, inspiradora de la mayoría de las constituciones
del resto del continente.
Una
función primordial del Congreso era el control del Ejecutivo,
para evitar que éste cayera en despilfarros o manejo arbitrario
de los dineros públicos. Sin embargo, con el pasar del tiempo,
el estado de cosas es contrario a lo que originalmente se había
pensado y generalmente se da que desde el Ejecutivo, se intenta
poner frenos a las proposiciones que vienen desde el Parlamento,
porque muy a menudo significan gastos que van más allá
de lo prudente y sensato. Fue lo que pasó cuando se aprobó
el presupuesto, al principio de este período presidencial.
SIN
embargo, en la última rendición de cuentas, el Partido
Nacional, a través de sus legisladores, presionó para
que la coalición de gobierno sancionara una ley que contribuyera
a una rebaja concreta del gasto público, estimada en 250
millones de dólares, lo cual significó volver a su
cometido original de controlador del uso del erario. Si bien está
lejos de ser suficiente, porque la reducción debería
haber llegado al doble y no por vía de la devaluación.
Pero al menos se trata de un paso importante en esta dirección
correcta.
Pero
ocurre que el Palacio Legislativo es la caja de resonancia de la
sociedad y los legisladores son continuos receptores de pedidos,
quejas, denuncias y exigencias, transmitidos por los diversos sectores
que componen al país, tanto de modo individual como colectivo.
En momentos de crisis tan aguda como la que atraviesa el Uruguay
en estos tiempos, los planteos se han multiplicado y agigantado.
SENADORES
y diputados desean responder de alguna manera a los múltiples
requerimientos y es comprensible que demuestren sensibilidad ante
los serios problemas que les plantean.
Nuestro
país tiene una arraigada costumbre que es la protección
al que debe. El historial de suspensión de ejecuciones es
muy vasto, el de perdón a los morosos es una constante. Son
políticas que desestimulan y hasta castigan al buen pagador
y promueven un círculo perverso, al no premiarse al que se
esfuerza por cumplir, sino al que no lo ha hecho, al mismo tiempo
que se incentiva la falta de compromiso. Otras decisiones de este
sino, como la famosa ley de alquileres, no sólo lesionaba
los derechos de propiedad, sino que desactivó al mercado
inmobiliario y de la construcción, perjudicando también
a los propios inquilinos al promover con estas medidas, una contracción
de la oferta.
En
el caso que nos ocupa, se trata de los deudores en dólares,
a menudo en crítica situación. Pero quienes están
al frente de un gobierno, no pueden dejarse llevar sólo por
los sentimientos humanitarios, sino que se deben en primera instancia,
a su responsabilidad de gobernantes. Y este es un duro cometido.
POR
esta razón, Atchugarry se muestra muy preocupado y con razón,
sobre los riesgos que entraña una posible ley de refinanciación
con la banca, de la que están hablando algunos legisladores,
en respuesta a las presiones y reclamos de esta gente, que sin duda
se ha visto muy perjudicada por la devaluación. Aunque también
debe tenerse presente, que cuando recibieron el crédito,
el banco les dio dólares y si bien el deudor tiene ahora
más dificultad para pagar, también la tiene el acreedor
para cobrar.
A su
vez, si el banco no puede cobrar, no le podrá responder a
los depositantes. Como dijo el Ministro, "sería muy
grave y se podría destruir todo lo que el gobierno trata
de hacer para estabilizar la plaza financiera". Según
el titular de Economía, pesificar las deudas sería
comparable a la cesación de pagos de la Argentina y debe
tenerse en cuenta que la banca privada ha honrado hasta el día
de hoy los depósitos. Si se cambian las reglas de juego y
en este país no se le da valor a lo pactado, difícilmente
puedan llegar los capitales que desesperadamente se buscan desde
hace meses, para poder recomponer los bancos suspendidos y evitar
las negativas consecuencias de un crac absoluto y generalizado,
que involucra a gran parte de la actividad económica del
país.
LOS
acuerdos de reestructuración deben hacerse de manera voluntaria
entre las partes y según los casos. El gobierno por su lado,
piensa aprobar ciertas medidas, como la baja de los impuestos a
los Activos Bancarios Imaba, en proporción a la extensión
de los plazos y una flexibilización en las normas de clasificación
de los créditos, de forma de facilitar las negociaciones,
autorizando a los deudores a pagar no el 100% de los intereses como
hasta ahora, sino un menor porcentaje.
Una
imposición en forma general y por ley, que impulsa a no respetar
los compromisos, puede ser un error con serias secuelas para el
país.
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