Publicado
el jueves 11 de julio en Línea de Fuego
Dr.
Carlos Suero | Cesado como director del Instituto de TraumatologIa
"Un
día me llamó el director de ASSE, el doctor (Fernando)
Repetto. Me dijo: "Mirá, hay dos investigaciones que
te involucran. Si renunciás, yo prendo fuego el expediente,
o lo pierdo, y nos olvidamos del tema". (...) Lo que estaba
haciendo era un chantaje".
"En Salud Pública todo se maneja políticamente"
ALVARO
J. AMORETTI | ALVARO GIZ
El
ex director del Instituto de Traumatología, el doctor y profesor
Carlos Suero, denunció haber sido víctima de una persecución
política para removerlo de su cargo, responsabilizó
de ella a algunas de las máximas autoridades del Ministerio
de Salud Pública y advirtió que esa Secretaría
de Estado opera como "un club político", lo que
hace que "un director de servicio que no tenga padrinos políticos
está muerto".
"En
el Ministerio de Salud Pública todo se maneja políticamente.
(...) Los nombramientos se hacen por razones políticas. Los
traslados se manejan políticamente. Es un club político
especializado", dijo Suero, quien fue cesado días atrás
por el presidente Jorge Batlle luego de un largo proceso que incluyó
dos investigaciones administrativas y un sumario.
En
una entrevista concedida a El País, el médico acusó
al actual director de la Administración de los Servicios
de Salud del Estado (ASSE), Fernando Repetto, de haberle ofrecido
quemar o extraviar su expediente a cambio de que aceptara renunciar
a su cargo. "Lo que estaba haciendo era un chantaje",
afirmó.
Lo
que sigue es un resumen del diálogo que Suero accedió
a mantener con El País.
--¿Cuándo
fue designado director del Instituto de Traumatología?
--Fue
en la época del proceso militar. Me nombró (Luis)
Givogre, que por entonces era ministro de Salud Pública y
que me conocía bien porque al mismo tiempo era tesorero de
Nacional. Y permanecí en el cargo aproximadamente cuatro
años, hasta que retornó la democracia. Asumió
(Julio María) Sanguinetti y me dieron de baja.
--¿Por
qué?
--No
sé. Pero después me fueron a buscar para que volviera
a hacerme cargo del instituto.
--¿Durante
el gobierno de Sanguinetti?
--No,
ya estaba (Luis Alberto) Lacalle. Me fue a buscar (Carlos) Delpiazzo
y en 1990 volví a Traumatología.
--¿Y
cuándo comenzaron sus problemas como director de Traumatología?
--Cuando
asumió el actual gobierno aparecieron dos denuncias en mi
contra. Ahí comenzó mi calvario. Fueron dos denuncias
del diario "La República".
--¿De
qué se le acusaba?
--De
demorar dos operaciones. Y en los dos casos la Dirección
Técnica de ASSE dispuso que se investigara lo sucedido. Pero
un día me llamó el director de ASSE, el doctor (Fernando)
Repetto. Me dijo: "Mirá, hay dos investigaciones que
te involucran. Si renunciás, yo prendo fuego el expediente,
o lo pierdo, y nos olvidamos del tema".
--¿El
director de ASSE le ofreció destruir un documento público
a cambio de que usted presentara la renuncia?
--Sí.
--¿Y
usted qué le respondió?
--¿Y
a usted qué le parece que le puedo haber respondido? Que
lo que estaba haciendo era un chantaje y que si después de
veinte años de docencia en la facultad y de diez años
en Traumatología tenía que renunciar por miedo a una
investigación o un sumario, era porque estaba loco.
--Usted
le manifestó que no renunciaría...
--...
y él me dijo que si no lo hacía me suspendía.
Y yo le dije que lo hiciera, nomás. Que no tenía miedo.
--¿Lo
suspendieron?
--En
mayo de 2000 la Dirección General de ASSE designó
a un abogado, Indio Borche, para que encabezara las investigaciones.
Ese abogado le preguntó a Jurídica si era preceptivo
que yo fuera suspendido mientras se sustanciaba la investigación.
Y le respondieron negativamente, porque no se trataba de un problema
de dinero, sino de un tema estrictamente funcional. Pero igual me
suspendieron, con retención de la mitad de mi sueldo.
--¿Qué
resultados arrojaron esas investigaciones?
--El
informe final del doctor Borche establece que yo no tenía
nada que ver con las carencias del instituto, porque en numerosas
oportunidades le había llamado la atención a Salud
Pública acerca de la falta de recursos con los que nos veíamos
obligados a trabajar, y concluye que se debe cerrar la investigación
y archivar el expediente.
--¿Archivaron
el expediente?
--No.
El director de Jurídica apoyó las conclusiones del
doctor Borche y coincidió en que correspondía archivar
el expediente. Pero el expediente pasa a ASSE y el director de Montevideo
deja constancia en él de que la situación del Instituto
de Traumatología es insostenible y que hay que buscarle rápidamente
una solución.
--¿Pero
dice que es insostenible por responsabilidad suya?
--No.
Pero lo curioso es que se le pide al director de Jurídica,
el doctor (Feliciano) Mauvezín, que redacte un nuevo informe.
--¿Sobre
la misma investigación?
--Sí.
Y Mauvezín, de una página a la otra, cambia completamente
su informe y afirma que se han constatado "omisiones"
tales que merecen la constitución de un sumario. Y sobre
ese segundo informe, Repetto me inicia el sumario y me suspende
en el cargo.
--¿Y
tiene idea de qué pudo haber pasado entre el primer y el
segundo informe para justificar ese cambio?
--No,
porque conmigo nunca nadie habló. Lo que me dijeron era que
me querían sacar.
--¿Quién
lo quería sacar?
--Repetto,
el director de ASSE
--¿Y
cómo lo sabe?
--Porque
él me lo dijo. Incluso en determinado momento me dio a entender
que la cosa venía de más arriba.
--¿Quién
era el ministro de Salud Pública en ese momento?
--El
ministro era (Horacio) Fernández Ameglio y el subsecretario
(Luis) Fraschini.
--¿Y
quién cree que lo quería afuera del Instituto de Traumatología?
¿Fernández Ameglio o Fraschini?
--No
sé. Repetto no me quiso decir.
--¿Usted
llegó a hablar con ellos?
--Hablé
con Fraschini. Me dijo que no tenía nada contra mí.
Hablé dos veces con él y también me dijo que
la cosa venía "de arriba". Y me quedé pensando
que el que no me quería era Fernández Ameglio. Pero
evidentemente estaba equivocado. Porque Fernández Ameglio
se fue, pero mi problema no desapareció.
--¿Qué
conclusión arrojó el sumario?
--Declararon
una docena de personas y todos, incluyendo a los representantes
del gremio, me apoyaron. La abogada sumariante concluye su trabajo
exonerándome de toda responsabilidad y aconsejando el archivo
del tema. El director de Jurídica está de acuerdo
con ese dictamen, pero una tercera abogada, a la que se le pide
de palabra que intervenga en el tema, determina que hubo "omisiones"
de mi parte y que lo que corresponde es que se me sancione con 90
días de suspensión sin goce de sueldo. Y resulta que
la Dirección General de ASSE toma en cuenta esa tercera opinión
y me suspenden por tres meses. Pero como me tenían que descontar
la suspensión preventiva, en realidad casi que me tenían
que restituir en el cargo de inmediato, por lo que en Traumatología
la gente se puso muy contenta.
--¿Y
lo restituyeron?
--No.
En ese momento la Sub Dirección de ASSE entiende que soy
responsable por un presunto caso de mala praxis en Traumatología.
A un hombre se le había caído un árbol encima
en Rocha y le había destrozado la pierna. Durante cinco días
se trató de salvarle esa pierna, pero finalmente hubo que
amputar.
--¿Le
responsabilizan a usted de esa situación?
--Sí.
El Ministerio de Salud Pública inicia una investigación,
interroga a todos los profesionales que actuaron en el caso y nombra
a un perito médico para estudiar el caso. Ese perito concluye
que no hubo omisión alguna y que se actuó correctamente.
Pero la Sub Dirección de ASSE entiende que sí, que
hubo omisiones y que yo era el responsable por esas omisiones. Y
se me anuncia que se va a seguir el sumario que ya se me había
cerrado por los otros dos casos.
--¿Es
posible vincular un sumario ya cerrado con otro derivado de un nuevo
caso?
--No,
es ilegal.
--¿Y
le iniciaron efectivamente ese segundo sumario?
--No,
porque a quien ocupaba en ese momento la Sub Dirección de
ASSE lo tuvieron que sacar del cargo. El problema es que mi expediente
quedó parado en ese momento y ya nunca más supe nada
de él. Y estoy hablando de hace un año.
--¿Qué
quiere decir, que nunca más supo nada de él?
--Que
en el último año nadie me llamó ni a mí
ni a mis abogados. No supimos más nada del expediente ni
de mi restitución o no al servicio.
--¿Y
nunca lo reintegraron al cargo?
--Nunca.
Debieron hacerlo en forma automática, porque a los seis meses
de iniciado un sumario hay que reintegrar al sumariado o echarlo,
pero no lo hicieron. Y en el medio pasaron cosas terribles.
--¿Por
ejemplo?
--La
gremial de funcionarios fue a buscar mi expediente para interiorizarse
de mi situación y resultó que había desaparecido.
--¿De
dónde desapareció?
--No
sé. Empezaron a buscarlo y resultó que en Traumatología
no estaba, en ASSE decían que allí no estaba y en
Sumarios tampoco estaba. Desapareció.
--¿Habló
con alguien para interiorizarse de su situación?
--Con
nadie. ¿Por qué tenía que hablar con alguien
cuando dos sumarios habían demostrado que yo no tenía
responsabilidad alguna y cuando quienes sí me responsabilizaban
eran dos abogados que nunca habían hablado conmigo, y a los
que ni siquiera le conocía la cara? Yo no tenía que
hablar con nadie.
--¿Y
qué pasó con el expediente? ¿Nunca apareció?
--Apareció
hace un par de meses y en Traumatología hubo una gran alegría,
porque casi simultáneamente se supo que el ministro (Alfonso)
Varela había firmado finalmente mi suspensión de 90
días y que, terminado ese plazo y descontada la preventiva
que ya había cumplido, se me reintegraría al cargo.
Y yo también pensaba que me reintegrarían. Pero cuando
esperaba que me anunciaran que volvía, me enviaron una nota
del Ministerio de Salud Pública en la que se comunicaba que
había decisión oficial de que el cargo de director
de Traumatología debería cubrirse por concurso.
--Pero
usted no había accedido al cargo por concurso.
--No.
En los sesenta años de historia del instituto el cargo nunca
se cubrió por concurso. Siempre lo ocupó el profesor
con mayor antigüedad y yo no fui la excepción. Pero
la repentina decisión de llamar a concurso postergaba todo
el proceso. Había que preparar las bases del llamado, concretar
el llamado, formar el tribunal y esperar a que hubiera un fallo.
Y eso iba a demorar vaya a saber uno cuánto tiempo.
--Tiempo
en el que usted permanecería a cargo del instituto.
--No,
porque paralelamente a esa decisión el presidente Jorge Batlle
firma mi cese.
--¿Habló
el presidente con usted antes de firmar su cese?
--No.
Y eso que me conoce bien. Lo único que recibí fue
un papel para firmar en el que se me notificaba de que había
sido cesado por el presidente.
--¿Se
notificó?
--Y
sí, ¿qué iba a hacer? Si ya me habían
liquidado. Incluso me amenazaron con que si no lo firmaba me iban
a mandar un telegrama colacionado.
--¿Y
qué siente ahora?
--Que
durante dos años fui manoseado.
--¿Por
qué?
--Primero
que nada porque no respetaron la ley, porque mi sumario no duró
seis meses, como marca las normas, sino mucho más. Y fundamentalmente
porque siento que me faltaron el respeto. Porque no están
hablando de un paracaidista. Están hablando de un profesor
que estuvo quince años al frente de un servicio.
--¿Qué
piensa hacer? ¿Reclamar o resignarse?
--Yo
no pienso hacer nada. Lo único que quiero es que se sepa
que a mí me echaron y que la gente se entere cómo
me echaron.
--¿Y
por qué le parece que lo cesaron? ¿Por razones políticas?
--Miren,
en el Ministerio de Salud Pública todo se maneja políticamente.
--¿Está
de acuerdo entonces con aquella afirmación del ex ministro
Fernández Ameglio, que a poco de asumir dijo que trabajaría
para que el Ministerio de Salud Pública dejara de ser un
club político?
--Totalmente
de acuerdo. En cantidad de cosas el Ministerio de Salud Pública
es un club político. Los nombramientos se hacen por razones
políticas. Los traslados se manejan políticamente.
Es un club político especializado. ¿Quién es
el director de ASSE, el doctor Repetto? ¿Qué formación
tiene? Ninguna. Lo que tiene Repetto es poder.
--¿Poder
político?
--Poder
político. Lo metieron ahí sin ningún mérito.
--¿Y
cómo opera ese poder político en Salud Pública?
Un médico que no tenga una determinada militancia política,
¿tiene problemas?
--Un
médico que no tenga vinculaciones políticas puede
tener o no problemas. Pero un director de servicio que no tenga
padrinos políticos está muerto.
--¿Usted
no lo tenía?
--En
un momento lo tuve. Mientras estuvo Julio Macedo, que era mi amigo,
o (Conrado) Bonilla, que era mi amigo, lo tuve.
--¿Y
cómo lo beneficiaba ese apoyo político?
--Y...
yo les pedía y ellos me trataban de dar a mí, y de
no darle a los demás. Pero yo pedía lo que necesitaba
para trabajar. Y no puede ser que para que a uno le den lo que pide
para trabajar mejor haya que tener un amigo. Pero lo que yo le digo
que pasa en Salud Pública, no pasa solamente en Salud Pública.
Pasa en toda la Administración Pública. Toda la Administración
Pública está echada a perder por la misma causa.
--¿Sí?
--Claro
que sí. ¿Y saben por qué? Porque siguen habiendo
clubes políticos, y porque siguen habiendo compromisos que
hay que pagar de alguna manera. Y eso es lo que hace que a mí
no me nombren a la enfermera que les pido, sino al auxiliar contable
que a ellos les interesa meter.
--¿Y
no incurre en omisión de asistencia el Estado cuando no atiende
los reclamos de un director de un servicio de Salud Pública
y, en lugar de brindarle los recursos para atender a sus pacientes
le asigna funcionarios que no necesita para cumplir con compromisos
políticos?
--Es
más que eso. Si usted sabe que en un centro de salud hace
falta un enfermero y usted manda un auxiliar contable por razones
políticas, usted es un delincuente.
Entre Focoex y los caníbales
--¿Qué impide al Instituto de Traumatología
funcionar correctamente?
--Es
muy fácil. El instituto tiene cien camas y la mitad de ellas
están ocupadas por pacientes que llegan del interior.
--¿Y
qué solución existe?
--La
solución se la planteamos en su momento a (Guillermo) García
Costa, en sus tiempos de ministro, y a Julio Macedo. Le propusimos
crear seis centros regionales en el interior. En ellos se atenderían
las cirugías primarias y las secundarias que surgieran en
el interior, dejando sólo los casos graves para operar en
el instituto en Montevideo.
--¿Había
recursos para dotar a esos seis centros regionales del equipamiento
necesario?
--El
equipamiento se compró en el marco del acuerdo con Focoex.
Y cuando los equipos llegaron a Montevideo, derivamos a cada centro
la tecnología que necesitaba para trabajar.
--¿Llegaron
a funcionar esos centros regionales?
--No.
Justo cuando llegaron los equipos, se fue Macedo de la Dirección
de Agudos del Interior y vino (Jorge) Caresani. Y Caresani era un
traumatólogo, por lo que pensé que todo marcharía
sobre ruedas. Pero me equivoqué. En seis años Caresani
nunca hizo funcionar esos centros. Y el equipamiento comenzó
a ser canibalizado. Se llegó al colmo de que en esos centros
de Salud Pública y con el equipamiento de Salud Pública
se operaban, por convenio, pacientes de las mutualistas. Pero a
los de Salud Pública se los derivaba a Montevideo. Y los
siguen derivando. Y así está el Instituto de Traumatología.
No da abasto.
Trece
ejemplos para un caos
"Me traían un paciente de Artigas y yo terminaba de
operar a un paciente de Tacuarembó. El de Tacuarembó
ya tenía el alta, pero la ambulancia del Hospital de Tacuarembó
estaba rota. Entonces, cuando llegaba la ambulancia de Artigas,
le pedimos al chofer de Salud Pública que en el viaje de
vuelta llevara a Tacuarembó al paciente ya operado. Era una
forma de aprovechar el viaje. Pero se negó. Me dijo que no
tenía una orden y que no lo haría. Y eso pasaba siempre.
Un día no aguanté más. Una ambulancia que volvía
vacía a Mercedes se negó a llevar a un hombre a Cardona.
Y se fue. Yo me enojé tanto que llamé a Caminera y,
aprovechando que trabajaba en el Hospital Policial, les pedí
que detuvieran a la ambulancia. Lo pararon en Santa Lucía
y lo hicieron volver. Pero eso no lo puedo hacer todos los días".
* "Yo
tenía que atender a todos los bichicomes de Montevideo. Gente
que se alcoholizaba, se caía, se fracturaba y terminaba en
Traumatología. Llegaban con una mugre de 25 años sin
bañarse, llenos de pulgas, de piojos, de sarna. La ropa la
quemábamos. Y a ellos los bañábamos con agua
caliente, los curábamos y los alimentábamos. ¿Sabe
qué pasaba? Después no se querían ir, porque
en ningún lado iban a estar mejor que en el instituto. Pero
además, yo no tenía dónde mandarlos, porque
vivían bajo un puente y no podían caminar. Y hasta
que no caminaban no los podía echar".
* "Un
día yo pasaba con el auto por frente al instituto y veo que
del tercer piso caía una enorme cosa blanca. Paré
y bajé a mirar. ¿Saben lo que era? Una sábana
llena de sábanas. Como había un guardia de seguridad
en la puerta, para robarse las sábanas las tiraban por la
ventana".
* "Los
presos que se fracturan van a parar a Traumatología. Y los
recibíamos sin tener las condiciones de seguridad necesarias
para hacerlo. Así pasaban las cosas que pasaban. Si eran
muy peligrosos los esposábamos a la cama. Pero alguno igual
se escapaba, pese a que tenían un policía a cargo.
Y el que era un asesino estaba al lado de una persona de bien, que
miraba para el techo y se encomendaba a Dios".
* "Hay
reclusos que no quieren volver a la cárcel. Entonces, uno
los opera y ellos se abren deliberadamente la herida. Y siguen ocupando
una cama".
* "El
instituto es una mugre. Siempre lo ha sido. El personal limpia,
pero la gente tira la yerba al lado de la cama, los papeles y los
puchos al piso".
* "Teníamos
una empresa de limpieza que era buena, pero llegaba el momento de
la licitación y de repente ganaba una que sabíamos
que era la misma que acababan de echar del Pasteur. Para entrar
de vuelta se cambiaban el nombre y chau. Yo avisaba, pero nada.
Ganaba el que no tenía que ganar y uno se pasaba dos meses
enseñándoles cómo tenían que limpiar".
* "Traumatología
se fundó con 23 nurses. ¿Saben cuántas nurses
tenía yo en 1998? Una. Después tuve tres. Y cuando
me estaba por ir me mandaron cuatro más. Siete nurses para
cubrir todos los turnos y para atender tres pisos. ¿Cómo
puedo dar asistencia si no tengo nurses?".
* "En
algún momento hubo 73 enfermeros. Durante mi gestión
tuve sólo 36, y una decena eran limpiadores que de tanto
mirar habían aprendido el oficio y se diplomaron. ¿Qué
pasaba? Operábamos a una persona y después la mandábamos
a la habitación, que era como mandarla a un páramo.
Porque algunas noches había un enfermero por piso. Y llegamos
a trabajar con un enfermero para los tres pisos. ¿Me quieren
decir cómo hacía ese hombre para repartir la medicación?".
* "Durante
mi gestión impermeabilizamos las tres azoteas. El concurso
lo ganó una empresa y le adjudicamos la obra. Cuando terminaron,
pensé que se habían terminado las humedades. Pero
el primer día que llovió fuerte, me llamaron del instituto.
"Venga, que está todo inundado", me dijeron. ¿Qué
había pasado? Fácil. La empresa que impermeabilizó
no le hizo los desagües a la azotea. Hicieron una piscina.
Tuvieron que hacer los desagües de apuro. Y cuando abrieron,
filtró humedad".
* "Hicimos
los baños a nuevo. Una noche me llaman y me piden que vaya.
Resulta que cuando fueron a conectar el calefón se dieron
cuenta que en ese baño no había enchufe. Y buscando
el enchufe, fueron a prender la luz y se enteraron que a ese baño
no tenía luz, porque se habían olvidado de hacerle
la instalación eléctrica. Eso es este país".
* "Hice
a nuevo tres salas de operación, pero me fui sin haber podido
hacer funcionar una de ellas. ¿Saben por qué? Porque
pasé un año pidiendo una lámpara y una mesa
de operación que jamás me mandaron. Y la sala terminó
oficiando como depósito".
* "Una
vez me quedé sin subdirector técnico. Y le fui a pedir
al doctor (Miguel) Dicancro que me nombrara a uno. Le di un nombre,
pero me dijo que estaba loco, que era demasiado buena. Me ofreció
a un muchacho. Averigué quién era y me dijeron que
era un tipo conflictivo. Pero Dicancro me convenció. "Llevátelo,
te lo mando en comisión. Cuando te peleás con él,
me lo mandás de vuelta y se terminó", me dijo.
Al principio todo marchaba bien. Pero a los seis meses se sacó
la careta. Y empecé a pedir que me lo sacaran. ¿Sabe
lo que me dijeron? Que no podían, porque el hombre tenía
dos clubes políticos de no sé quién. Yo me
fui y él se quedó. Hace unos meses la gremial le advirtió
a las autoridades que o lo sacaban o ellos no lo iban a dejar entrar.
Y Salud Pública no lo quería sacar, porque el hombre,
que se llama Pérez Ramírez, tenía banca. Y
tuvieron que mandar al más forzudo del gremio para que el
jerarca entendiera el mensaje. Y lo sacaron al otro día.
Lo mandaron a una policlínica".
CARENCIAS
"Es
ilegal, pero tenía que hacerme el tarado"
--En
su momento se denunció que el espectáculo que ofrecían
los pasillos del Instituto de Traumatología era lamentable.
--Miren,
en el instituto se atienden personas que en su enorme mayoría
provienen de sectores carenciados. Muchas vienen del interior y
lo natural es que no lleguen solas. Algunos vienen con el padre
o la madre. Otros llegan con la esposa o con un hijo. Y ese familiar
no tiene ni un peso, por lo que no puede alquilar ni una pieza durante
los días en que el paciente permanece internado en el instituto.
¿Y qué querían que hiciera con esa gente? ¿Que
los echara? No podía echarlos. Yo vivo en un país
donde hay mucha gente pasando necesidad y no puedo dejar en la calle
al que no tiene nada.
--¿Y
qué hizo?
--Cerré
los ojos y les permití que durmieran, como pudieran, en los
pasillos del instituto. Algunos se conseguían una silla de
playa y dormían en ella, como podían. Otros lo hacían
en el piso, tapados con una frazada que le arrimábamos. Y
eso no es nada. A la mañana siguiente todos esos acompañantes
estaban muertos de hambre. Yo me tenía que hacer el gil y
decirle a las enfermeras que dejaran caer un vaso de leche o un
pan, para que esa gente pudiera comer algo. Al mediodía,
dejábamos que los acompañantes compartieran el almuerzo
con los enfermos. Y eso sigue pasando.
--¿Y
había pacientes en los pasillos como se denunció?
--Cuando
tenía las cien camas ocupadas y venían siete ambulancias
a traerme más pacientes del interior, ¿qué
querían que hiciera? ¿Que los rechazara? No. Los ponía
en camillas en el pasillo hasta que liberaba una sala. Y ojo, que
yo tengo claro que muchas de las cosas que hicimos y que se siguen
haciendo eran ilegales. Lo eran. Es ilegal darle de comer a los
familiares. Es ilegal permitir que duerman en el pasillo. Pero me
tenía que hacer el tarado.
--¿Estaban
al tanto de esa situación las máximas jerarquías
de Salud Pública?
--Les
informé de esta situación unas cuatrocientas veces.
Los llamaba y les pedía que vinieran a ver el desastre que
era el instituto. ¿Saben que en el piso de hombres tengo
a mujeres y que tengo a mujeres en el piso de hombre porque no tengo
más remedio? ¿Saben que tengo que permitir que los
familiares laven la ropa, porque vinieron con lo puesto y tienen
que pasar varios días en el instituto, y que me veo obligado
a autorizar que cuelguen la ropa en la azotea? Yo se los decía,
pero ellos nunca hicieron nada por solucionarlo. ¿Por qué
quieren mostrar que yo era el responsable de que esas cosas siguieran
sucediendo?
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