Publicado el jueves 11 de julio en Línea de Fuego

Dr. Carlos Suero | Cesado como director del Instituto de TraumatologIa

"Un día me llamó el director de ASSE, el doctor (Fernando) Repetto. Me dijo: "Mirá, hay dos investigaciones que te involucran. Si renunciás, yo prendo fuego el expediente, o lo pierdo, y nos olvidamos del tema". (...) Lo que estaba haciendo era un chantaje".


"En Salud Pública todo se maneja políticamente"

ALVARO J. AMORETTI | ALVARO GIZ

El ex director del Instituto de Traumatología, el doctor y profesor Carlos Suero, denunció haber sido víctima de una persecución política para removerlo de su cargo, responsabilizó de ella a algunas de las máximas autoridades del Ministerio de Salud Pública y advirtió que esa Secretaría de Estado opera como "un club político", lo que hace que "un director de servicio que no tenga padrinos políticos está muerto".

"En el Ministerio de Salud Pública todo se maneja políticamente. (...) Los nombramientos se hacen por razones políticas. Los traslados se manejan políticamente. Es un club político especializado", dijo Suero, quien fue cesado días atrás por el presidente Jorge Batlle luego de un largo proceso que incluyó dos investigaciones administrativas y un sumario.

En una entrevista concedida a El País, el médico acusó al actual director de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), Fernando Repetto, de haberle ofrecido quemar o extraviar su expediente a cambio de que aceptara renunciar a su cargo. "Lo que estaba haciendo era un chantaje", afirmó.

Lo que sigue es un resumen del diálogo que Suero accedió a mantener con El País.

--¿Cuándo fue designado director del Instituto de Traumatología?

--Fue en la época del proceso militar. Me nombró (Luis) Givogre, que por entonces era ministro de Salud Pública y que me conocía bien porque al mismo tiempo era tesorero de Nacional. Y permanecí en el cargo aproximadamente cuatro años, hasta que retornó la democracia. Asumió (Julio María) Sanguinetti y me dieron de baja.

--¿Por qué?

--No sé. Pero después me fueron a buscar para que volviera a hacerme cargo del instituto.

--¿Durante el gobierno de Sanguinetti?

--No, ya estaba (Luis Alberto) Lacalle. Me fue a buscar (Carlos) Delpiazzo y en 1990 volví a Traumatología.

--¿Y cuándo comenzaron sus problemas como director de Traumatología?

--Cuando asumió el actual gobierno aparecieron dos denuncias en mi contra. Ahí comenzó mi calvario. Fueron dos denuncias del diario "La República".

--¿De qué se le acusaba?

--De demorar dos operaciones. Y en los dos casos la Dirección Técnica de ASSE dispuso que se investigara lo sucedido. Pero un día me llamó el director de ASSE, el doctor (Fernando) Repetto. Me dijo: "Mirá, hay dos investigaciones que te involucran. Si renunciás, yo prendo fuego el expediente, o lo pierdo, y nos olvidamos del tema".

--¿El director de ASSE le ofreció destruir un documento público a cambio de que usted presentara la renuncia?

--Sí.

--¿Y usted qué le respondió?

--¿Y a usted qué le parece que le puedo haber respondido? Que lo que estaba haciendo era un chantaje y que si después de veinte años de docencia en la facultad y de diez años en Traumatología tenía que renunciar por miedo a una investigación o un sumario, era porque estaba loco.

--Usted le manifestó que no renunciaría...

--... y él me dijo que si no lo hacía me suspendía. Y yo le dije que lo hiciera, nomás. Que no tenía miedo.

--¿Lo suspendieron?

--En mayo de 2000 la Dirección General de ASSE designó a un abogado, Indio Borche, para que encabezara las investigaciones. Ese abogado le preguntó a Jurídica si era preceptivo que yo fuera suspendido mientras se sustanciaba la investigación. Y le respondieron negativamente, porque no se trataba de un problema de dinero, sino de un tema estrictamente funcional. Pero igual me suspendieron, con retención de la mitad de mi sueldo.

--¿Qué resultados arrojaron esas investigaciones?

--El informe final del doctor Borche establece que yo no tenía nada que ver con las carencias del instituto, porque en numerosas oportunidades le había llamado la atención a Salud Pública acerca de la falta de recursos con los que nos veíamos obligados a trabajar, y concluye que se debe cerrar la investigación y archivar el expediente.

--¿Archivaron el expediente?

--No. El director de Jurídica apoyó las conclusiones del doctor Borche y coincidió en que correspondía archivar el expediente. Pero el expediente pasa a ASSE y el director de Montevideo deja constancia en él de que la situación del Instituto de Traumatología es insostenible y que hay que buscarle rápidamente una solución.

--¿Pero dice que es insostenible por responsabilidad suya?

--No. Pero lo curioso es que se le pide al director de Jurídica, el doctor (Feliciano) Mauvezín, que redacte un nuevo informe.

--¿Sobre la misma investigación?

--Sí. Y Mauvezín, de una página a la otra, cambia completamente su informe y afirma que se han constatado "omisiones" tales que merecen la constitución de un sumario. Y sobre ese segundo informe, Repetto me inicia el sumario y me suspende en el cargo.

--¿Y tiene idea de qué pudo haber pasado entre el primer y el segundo informe para justificar ese cambio?

--No, porque conmigo nunca nadie habló. Lo que me dijeron era que me querían sacar.

--¿Quién lo quería sacar?

--Repetto, el director de ASSE

--¿Y cómo lo sabe?

--Porque él me lo dijo. Incluso en determinado momento me dio a entender que la cosa venía de más arriba.

--¿Quién era el ministro de Salud Pública en ese momento?

--El ministro era (Horacio) Fernández Ameglio y el subsecretario (Luis) Fraschini.

--¿Y quién cree que lo quería afuera del Instituto de Traumatología? ¿Fernández Ameglio o Fraschini?

--No sé. Repetto no me quiso decir.

--¿Usted llegó a hablar con ellos?

--Hablé con Fraschini. Me dijo que no tenía nada contra mí. Hablé dos veces con él y también me dijo que la cosa venía "de arriba". Y me quedé pensando que el que no me quería era Fernández Ameglio. Pero evidentemente estaba equivocado. Porque Fernández Ameglio se fue, pero mi problema no desapareció.

--¿Qué conclusión arrojó el sumario?

--Declararon una docena de personas y todos, incluyendo a los representantes del gremio, me apoyaron. La abogada sumariante concluye su trabajo exonerándome de toda responsabilidad y aconsejando el archivo del tema. El director de Jurídica está de acuerdo con ese dictamen, pero una tercera abogada, a la que se le pide de palabra que intervenga en el tema, determina que hubo "omisiones" de mi parte y que lo que corresponde es que se me sancione con 90 días de suspensión sin goce de sueldo. Y resulta que la Dirección General de ASSE toma en cuenta esa tercera opinión y me suspenden por tres meses. Pero como me tenían que descontar la suspensión preventiva, en realidad casi que me tenían que restituir en el cargo de inmediato, por lo que en Traumatología la gente se puso muy contenta.

--¿Y lo restituyeron?

--No. En ese momento la Sub Dirección de ASSE entiende que soy responsable por un presunto caso de mala praxis en Traumatología. A un hombre se le había caído un árbol encima en Rocha y le había destrozado la pierna. Durante cinco días se trató de salvarle esa pierna, pero finalmente hubo que amputar.

--¿Le responsabilizan a usted de esa situación?

--Sí. El Ministerio de Salud Pública inicia una investigación, interroga a todos los profesionales que actuaron en el caso y nombra a un perito médico para estudiar el caso. Ese perito concluye que no hubo omisión alguna y que se actuó correctamente. Pero la Sub Dirección de ASSE entiende que sí, que hubo omisiones y que yo era el responsable por esas omisiones. Y se me anuncia que se va a seguir el sumario que ya se me había cerrado por los otros dos casos.

--¿Es posible vincular un sumario ya cerrado con otro derivado de un nuevo caso?

--No, es ilegal.

--¿Y le iniciaron efectivamente ese segundo sumario?

--No, porque a quien ocupaba en ese momento la Sub Dirección de ASSE lo tuvieron que sacar del cargo. El problema es que mi expediente quedó parado en ese momento y ya nunca más supe nada de él. Y estoy hablando de hace un año.

--¿Qué quiere decir, que nunca más supo nada de él?

--Que en el último año nadie me llamó ni a mí ni a mis abogados. No supimos más nada del expediente ni de mi restitución o no al servicio.

--¿Y nunca lo reintegraron al cargo?

--Nunca. Debieron hacerlo en forma automática, porque a los seis meses de iniciado un sumario hay que reintegrar al sumariado o echarlo, pero no lo hicieron. Y en el medio pasaron cosas terribles.

--¿Por ejemplo?

--La gremial de funcionarios fue a buscar mi expediente para interiorizarse de mi situación y resultó que había desaparecido.

--¿De dónde desapareció?

--No sé. Empezaron a buscarlo y resultó que en Traumatología no estaba, en ASSE decían que allí no estaba y en Sumarios tampoco estaba. Desapareció.

--¿Habló con alguien para interiorizarse de su situación?

--Con nadie. ¿Por qué tenía que hablar con alguien cuando dos sumarios habían demostrado que yo no tenía responsabilidad alguna y cuando quienes sí me responsabilizaban eran dos abogados que nunca habían hablado conmigo, y a los que ni siquiera le conocía la cara? Yo no tenía que hablar con nadie.

--¿Y qué pasó con el expediente? ¿Nunca apareció?

--Apareció hace un par de meses y en Traumatología hubo una gran alegría, porque casi simultáneamente se supo que el ministro (Alfonso) Varela había firmado finalmente mi suspensión de 90 días y que, terminado ese plazo y descontada la preventiva que ya había cumplido, se me reintegraría al cargo. Y yo también pensaba que me reintegrarían. Pero cuando esperaba que me anunciaran que volvía, me enviaron una nota del Ministerio de Salud Pública en la que se comunicaba que había decisión oficial de que el cargo de director de Traumatología debería cubrirse por concurso.

--Pero usted no había accedido al cargo por concurso.

--No. En los sesenta años de historia del instituto el cargo nunca se cubrió por concurso. Siempre lo ocupó el profesor con mayor antigüedad y yo no fui la excepción. Pero la repentina decisión de llamar a concurso postergaba todo el proceso. Había que preparar las bases del llamado, concretar el llamado, formar el tribunal y esperar a que hubiera un fallo. Y eso iba a demorar vaya a saber uno cuánto tiempo.

--Tiempo en el que usted permanecería a cargo del instituto.

--No, porque paralelamente a esa decisión el presidente Jorge Batlle firma mi cese.

--¿Habló el presidente con usted antes de firmar su cese?

--No. Y eso que me conoce bien. Lo único que recibí fue un papel para firmar en el que se me notificaba de que había sido cesado por el presidente.

--¿Se notificó?

--Y sí, ¿qué iba a hacer? Si ya me habían liquidado. Incluso me amenazaron con que si no lo firmaba me iban a mandar un telegrama colacionado.

--¿Y qué siente ahora?

--Que durante dos años fui manoseado.

--¿Por qué?

--Primero que nada porque no respetaron la ley, porque mi sumario no duró seis meses, como marca las normas, sino mucho más. Y fundamentalmente porque siento que me faltaron el respeto. Porque no están hablando de un paracaidista. Están hablando de un profesor que estuvo quince años al frente de un servicio.

--¿Qué piensa hacer? ¿Reclamar o resignarse?

--Yo no pienso hacer nada. Lo único que quiero es que se sepa que a mí me echaron y que la gente se entere cómo me echaron.

--¿Y por qué le parece que lo cesaron? ¿Por razones políticas?

--Miren, en el Ministerio de Salud Pública todo se maneja políticamente.

--¿Está de acuerdo entonces con aquella afirmación del ex ministro Fernández Ameglio, que a poco de asumir dijo que trabajaría para que el Ministerio de Salud Pública dejara de ser un club político?

--Totalmente de acuerdo. En cantidad de cosas el Ministerio de Salud Pública es un club político. Los nombramientos se hacen por razones políticas. Los traslados se manejan políticamente. Es un club político especializado. ¿Quién es el director de ASSE, el doctor Repetto? ¿Qué formación tiene? Ninguna. Lo que tiene Repetto es poder.

--¿Poder político?

--Poder político. Lo metieron ahí sin ningún mérito.

--¿Y cómo opera ese poder político en Salud Pública? Un médico que no tenga una determinada militancia política, ¿tiene problemas?

--Un médico que no tenga vinculaciones políticas puede tener o no problemas. Pero un director de servicio que no tenga padrinos políticos está muerto.

--¿Usted no lo tenía?

--En un momento lo tuve. Mientras estuvo Julio Macedo, que era mi amigo, o (Conrado) Bonilla, que era mi amigo, lo tuve.

--¿Y cómo lo beneficiaba ese apoyo político?

--Y... yo les pedía y ellos me trataban de dar a mí, y de no darle a los demás. Pero yo pedía lo que necesitaba para trabajar. Y no puede ser que para que a uno le den lo que pide para trabajar mejor haya que tener un amigo. Pero lo que yo le digo que pasa en Salud Pública, no pasa solamente en Salud Pública. Pasa en toda la Administración Pública. Toda la Administración Pública está echada a perder por la misma causa.

--¿Sí?

--Claro que sí. ¿Y saben por qué? Porque siguen habiendo clubes políticos, y porque siguen habiendo compromisos que hay que pagar de alguna manera. Y eso es lo que hace que a mí no me nombren a la enfermera que les pido, sino al auxiliar contable que a ellos les interesa meter.

--¿Y no incurre en omisión de asistencia el Estado cuando no atiende los reclamos de un director de un servicio de Salud Pública y, en lugar de brindarle los recursos para atender a sus pacientes le asigna funcionarios que no necesita para cumplir con compromisos políticos?

--Es más que eso. Si usted sabe que en un centro de salud hace falta un enfermero y usted manda un auxiliar contable por razones políticas, usted es un delincuente.


Entre Focoex y los caníbales


--¿Qué impide al Instituto de Traumatología funcionar correctamente?

--Es muy fácil. El instituto tiene cien camas y la mitad de ellas están ocupadas por pacientes que llegan del interior.

--¿Y qué solución existe?

--La solución se la planteamos en su momento a (Guillermo) García Costa, en sus tiempos de ministro, y a Julio Macedo. Le propusimos crear seis centros regionales en el interior. En ellos se atenderían las cirugías primarias y las secundarias que surgieran en el interior, dejando sólo los casos graves para operar en el instituto en Montevideo.

--¿Había recursos para dotar a esos seis centros regionales del equipamiento necesario?

--El equipamiento se compró en el marco del acuerdo con Focoex. Y cuando los equipos llegaron a Montevideo, derivamos a cada centro la tecnología que necesitaba para trabajar.

--¿Llegaron a funcionar esos centros regionales?

--No. Justo cuando llegaron los equipos, se fue Macedo de la Dirección de Agudos del Interior y vino (Jorge) Caresani. Y Caresani era un traumatólogo, por lo que pensé que todo marcharía sobre ruedas. Pero me equivoqué. En seis años Caresani nunca hizo funcionar esos centros. Y el equipamiento comenzó a ser canibalizado. Se llegó al colmo de que en esos centros de Salud Pública y con el equipamiento de Salud Pública se operaban, por convenio, pacientes de las mutualistas. Pero a los de Salud Pública se los derivaba a Montevideo. Y los siguen derivando. Y así está el Instituto de Traumatología. No da abasto.

Trece ejemplos para un caos


"Me traían un paciente de Artigas y yo terminaba de operar a un paciente de Tacuarembó. El de Tacuarembó ya tenía el alta, pero la ambulancia del Hospital de Tacuarembó estaba rota. Entonces, cuando llegaba la ambulancia de Artigas, le pedimos al chofer de Salud Pública que en el viaje de vuelta llevara a Tacuarembó al paciente ya operado. Era una forma de aprovechar el viaje. Pero se negó. Me dijo que no tenía una orden y que no lo haría. Y eso pasaba siempre. Un día no aguanté más. Una ambulancia que volvía vacía a Mercedes se negó a llevar a un hombre a Cardona. Y se fue. Yo me enojé tanto que llamé a Caminera y, aprovechando que trabajaba en el Hospital Policial, les pedí que detuvieran a la ambulancia. Lo pararon en Santa Lucía y lo hicieron volver. Pero eso no lo puedo hacer todos los días".

* "Yo tenía que atender a todos los bichicomes de Montevideo. Gente que se alcoholizaba, se caía, se fracturaba y terminaba en Traumatología. Llegaban con una mugre de 25 años sin bañarse, llenos de pulgas, de piojos, de sarna. La ropa la quemábamos. Y a ellos los bañábamos con agua caliente, los curábamos y los alimentábamos. ¿Sabe qué pasaba? Después no se querían ir, porque en ningún lado iban a estar mejor que en el instituto. Pero además, yo no tenía dónde mandarlos, porque vivían bajo un puente y no podían caminar. Y hasta que no caminaban no los podía echar".

* "Un día yo pasaba con el auto por frente al instituto y veo que del tercer piso caía una enorme cosa blanca. Paré y bajé a mirar. ¿Saben lo que era? Una sábana llena de sábanas. Como había un guardia de seguridad en la puerta, para robarse las sábanas las tiraban por la ventana".

* "Los presos que se fracturan van a parar a Traumatología. Y los recibíamos sin tener las condiciones de seguridad necesarias para hacerlo. Así pasaban las cosas que pasaban. Si eran muy peligrosos los esposábamos a la cama. Pero alguno igual se escapaba, pese a que tenían un policía a cargo. Y el que era un asesino estaba al lado de una persona de bien, que miraba para el techo y se encomendaba a Dios".

* "Hay reclusos que no quieren volver a la cárcel. Entonces, uno los opera y ellos se abren deliberadamente la herida. Y siguen ocupando una cama".

* "El instituto es una mugre. Siempre lo ha sido. El personal limpia, pero la gente tira la yerba al lado de la cama, los papeles y los puchos al piso".

* "Teníamos una empresa de limpieza que era buena, pero llegaba el momento de la licitación y de repente ganaba una que sabíamos que era la misma que acababan de echar del Pasteur. Para entrar de vuelta se cambiaban el nombre y chau. Yo avisaba, pero nada. Ganaba el que no tenía que ganar y uno se pasaba dos meses enseñándoles cómo tenían que limpiar".

* "Traumatología se fundó con 23 nurses. ¿Saben cuántas nurses tenía yo en 1998? Una. Después tuve tres. Y cuando me estaba por ir me mandaron cuatro más. Siete nurses para cubrir todos los turnos y para atender tres pisos. ¿Cómo puedo dar asistencia si no tengo nurses?".

* "En algún momento hubo 73 enfermeros. Durante mi gestión tuve sólo 36, y una decena eran limpiadores que de tanto mirar habían aprendido el oficio y se diplomaron. ¿Qué pasaba? Operábamos a una persona y después la mandábamos a la habitación, que era como mandarla a un páramo. Porque algunas noches había un enfermero por piso. Y llegamos a trabajar con un enfermero para los tres pisos. ¿Me quieren decir cómo hacía ese hombre para repartir la medicación?".

* "Durante mi gestión impermeabilizamos las tres azoteas. El concurso lo ganó una empresa y le adjudicamos la obra. Cuando terminaron, pensé que se habían terminado las humedades. Pero el primer día que llovió fuerte, me llamaron del instituto. "Venga, que está todo inundado", me dijeron. ¿Qué había pasado? Fácil. La empresa que impermeabilizó no le hizo los desagües a la azotea. Hicieron una piscina. Tuvieron que hacer los desagües de apuro. Y cuando abrieron, filtró humedad".

* "Hicimos los baños a nuevo. Una noche me llaman y me piden que vaya. Resulta que cuando fueron a conectar el calefón se dieron cuenta que en ese baño no había enchufe. Y buscando el enchufe, fueron a prender la luz y se enteraron que a ese baño no tenía luz, porque se habían olvidado de hacerle la instalación eléctrica. Eso es este país".

* "Hice a nuevo tres salas de operación, pero me fui sin haber podido hacer funcionar una de ellas. ¿Saben por qué? Porque pasé un año pidiendo una lámpara y una mesa de operación que jamás me mandaron. Y la sala terminó oficiando como depósito".

* "Una vez me quedé sin subdirector técnico. Y le fui a pedir al doctor (Miguel) Dicancro que me nombrara a uno. Le di un nombre, pero me dijo que estaba loco, que era demasiado buena. Me ofreció a un muchacho. Averigué quién era y me dijeron que era un tipo conflictivo. Pero Dicancro me convenció. "Llevátelo, te lo mando en comisión. Cuando te peleás con él, me lo mandás de vuelta y se terminó", me dijo. Al principio todo marchaba bien. Pero a los seis meses se sacó la careta. Y empecé a pedir que me lo sacaran. ¿Sabe lo que me dijeron? Que no podían, porque el hombre tenía dos clubes políticos de no sé quién. Yo me fui y él se quedó. Hace unos meses la gremial le advirtió a las autoridades que o lo sacaban o ellos no lo iban a dejar entrar. Y Salud Pública no lo quería sacar, porque el hombre, que se llama Pérez Ramírez, tenía banca. Y tuvieron que mandar al más forzudo del gremio para que el jerarca entendiera el mensaje. Y lo sacaron al otro día. Lo mandaron a una policlínica".

CARENCIAS

"Es ilegal, pero tenía que hacerme el tarado"

--En su momento se denunció que el espectáculo que ofrecían los pasillos del Instituto de Traumatología era lamentable.

--Miren, en el instituto se atienden personas que en su enorme mayoría provienen de sectores carenciados. Muchas vienen del interior y lo natural es que no lleguen solas. Algunos vienen con el padre o la madre. Otros llegan con la esposa o con un hijo. Y ese familiar no tiene ni un peso, por lo que no puede alquilar ni una pieza durante los días en que el paciente permanece internado en el instituto. ¿Y qué querían que hiciera con esa gente? ¿Que los echara? No podía echarlos. Yo vivo en un país donde hay mucha gente pasando necesidad y no puedo dejar en la calle al que no tiene nada.

--¿Y qué hizo?

--Cerré los ojos y les permití que durmieran, como pudieran, en los pasillos del instituto. Algunos se conseguían una silla de playa y dormían en ella, como podían. Otros lo hacían en el piso, tapados con una frazada que le arrimábamos. Y eso no es nada. A la mañana siguiente todos esos acompañantes estaban muertos de hambre. Yo me tenía que hacer el gil y decirle a las enfermeras que dejaran caer un vaso de leche o un pan, para que esa gente pudiera comer algo. Al mediodía, dejábamos que los acompañantes compartieran el almuerzo con los enfermos. Y eso sigue pasando.

--¿Y había pacientes en los pasillos como se denunció?

--Cuando tenía las cien camas ocupadas y venían siete ambulancias a traerme más pacientes del interior, ¿qué querían que hiciera? ¿Que los rechazara? No. Los ponía en camillas en el pasillo hasta que liberaba una sala. Y ojo, que yo tengo claro que muchas de las cosas que hicimos y que se siguen haciendo eran ilegales. Lo eran. Es ilegal darle de comer a los familiares. Es ilegal permitir que duerman en el pasillo. Pero me tenía que hacer el tarado.

--¿Estaban al tanto de esa situación las máximas jerarquías de Salud Pública?

--Les informé de esta situación unas cuatrocientas veces. Los llamaba y les pedía que vinieran a ver el desastre que era el instituto. ¿Saben que en el piso de hombres tengo a mujeres y que tengo a mujeres en el piso de hombre porque no tengo más remedio? ¿Saben que tengo que permitir que los familiares laven la ropa, porque vinieron con lo puesto y tienen que pasar varios días en el instituto, y que me veo obligado a autorizar que cuelguen la ropa en la azotea? Yo se los decía, pero ellos nunca hicieron nada por solucionarlo. ¿Por qué quieren mostrar que yo era el responsable de que esas cosas siguieran sucediendo?