Los
temas de El País . El futuro de Uruguay se juega en la exportación.
Un estudio de ONU identificó los 225 rubros de mayor demanda
en el mundo. Uruguay casi no los produce . Los exportadores coinciden
en que hay que salir a aprender, aceptar las reglas y soportar fracasos.
. Algunos apuntan a países exigentes con productos nuevos.
Otros son "sobrevivientes" del Mercosur
Los
exportadores uruguayos "que se llevaron el queso"
No son los principales exportadores ni los que más pesan
en la balanza, pero han logrado los mercados más codiciados
En
los fondos de una casa de Punta Gorda ingenieros diseñan
el software de marcapasos que mantendrán latiendo el corazón
de un ruso o de un habitante de India. Una planta de San Carlos,
en Maldonado, elabora la pasta que utilizarán amas de casa
de la ciudad de Dayton, en Ohio (Estados Unidos) para cubrir sus
tortas. Un judío de Nueva York puede llevar a la mesa de
su hogar, una gelatina "kosher" fabricada en Uruguay.
Un
best seller de Spencer Johnson alertaba a los empresarios sobre
la dramática rapidez de los cambios comerciales con un título
curioso pero transparente: ¿Quién se ha llevado mi
queso? Estos uruguayos son algunos de los que se lo llevaron.
Son
ejemplos de un Uruguay exportador diferente que busca espacios en
un mundo comercial difícil.
Un
reciente informe de las Naciones Unidas identificó los 227
rubros de exportación cuya demanda creció más
en el mundo en los últimos diez años. Fuentes de los
organismos de promoción de exportaciones dijeron a El País
que sólo diez de ellos son rubros significativos en la producción
uruguaya.
Es
un mundo difícil, pero para algunos exportadores uruguayos
es un lugar apasionante en el que están aprendiendo a vender,
asociarse y sobrevivir.
Dicen
que les ha ido bien y que han aprendido "a los golpes".
Fernando
Brum tiene una pequeña oficina en una casona tradicional
de Punta Gorda sobre la calle General Paz. Por fuera parece encerrar
sólo algunas oficinas, pero en un galpón en sus fondos
está la planta de diseño y ensamblaje de una industria
de alta tecnología en servicios de ingeniería para
medicina.
Desde
allí, Brum ha aprendido a conocer el mundo de la exportación
tecnológica. Hoy vende servicios de ingeniería en
Estados Unidos, Israel y Europa y marcapasos en India y Rusia.
"Para
nosotros la salida al mercado exportador fue una salida de recibir
muchos golpes al principio y de empezar a aprender", dice.
Brum
rememora el primer intento de vender en el exterior y confiesa que
"fue desastroso".
"Era
el año 1995 y decidimos presentarnos en el congreso mundial
de marcapasos que se hacía en Buenos Aires. Llegamos con
un producto que considerábamos maravilloso, muy adecuado
para el mercado y que estaba diseñado específicamente
para países del Tercer Mundo... el problema fue que el mercado
no tenía el más mínimo interés en él".
Recuerda
que no se desanimaron "porque no había mucho remedio"
y que buscando alternativas llegaron a definir cuál debía
ser, en realidad, su negocio.
"Tuvimos
que posponer la idea de vender productos terminados porque aprendimos
que era necesaria una inversión muy fuerte --un aparato de
distribución importante, un servicio al cliente muy potente--.
Vimos que nuestro fuerte era la ingeniería, éramos
ingenieros y médicos que entendíamos de tecnología
y no de colocar productos. Entonces salimos a vender esos servicios
y la empresa dio un vuelco: hoy dos tercios de nuestras ventas son
servicios de ingeniería y no marcapasos y esos dos tercios
son exportación".
Brum
tiene hoy una idea muy definida de lo que tiene que hacer: "no
vendemos esos servicios en Uruguay porque nadie compra --son muy
caros--; no vendemos servicios de ingeniería en la región:
nuestros clientes están en Europa, Estados Unidos e Israel.
Marcapasos vendemos en Uruguay, India y Rusia".
Esa
es la primera regla de oro que dice haber aprendido: "uno tiene
que saber en qué es fuerte y hasta donde puede jugar".
También
está seguro de cómo puede competir. "Nosotros
podemos competir con aquellos productos que se fabrican en Europa
y Estados Unidos, pero no con los que se hacen en China. En el negocio
de las computadoras, por ejemplo, el control de calidad se hace
en lotes grandes, hay un alto grado de automatización en
el proceso y un bajo nivel de responsabilidad individual. En equipamiento
médico, en cambio, el control de calidad se hace sobre cada
unidad y se hace varias veces, la responsabilidad del operario se
vuelve muy importante. Ahí competimos nosotros".
A RUSIA
POR CHICAGO. Brum aclara que sólo sabe del mercado tecnológico
y dice que su experiencia le demostró que cada mercado es
diferente y cada negocio que ha logrado la empresa tiene su propia
historia.
Explica
que su compañía se ubica en medio de "empresas
que son pura ciencia y empresas que son puro comercio".
"A
Rusia y a Bahamas llegamos a través de Chicago" donde
opera una compañía comercial que les vinculó
a empresas que fabrican marcapasos. La firma uruguaya les provee
de circuitos electrónicos y software y la firma rusa los
ensambla y los vende con su marca.
En
Europa acaban de abrir dos oficinas comerciales en consorcio con
una empresa española. "Los europeos si no sos europeo
no te compran. No es que sea un mercado comercial cerrado, sino
que es un mercado cultural".
"Al
principio nos costó mucho porque uno tiene que aceptar reglas
que no son las de uno. Tiene que aceptar, por ejemplo, firmar un
contrato que dice: 'este contrato está regido por las leyes
del Estado de Nueva York'. A uno no le gusta, consulta con los abogados
y le dicen que no firme. Y, bueno, nosotros decidimos firmar igual.
Hoy nos manejamos un poco mejor y, por suerte, no hemos tenido ningún
problema".
Conocer
las reglas -y aceptarlas-es otra de las lecciones que Brum dice
haber aprendido en estos años.
Para
su empresa, Internet ha sido una importante fuente de oportunidades.
"En promedio llega una propuesta o una consulta cada dos meses,
el 95% termina en nada y, a veces, se concreta un negocio. Hay toda
una etapa de coqueteo previo donde hay consultas, ensayos, pero
nadie da a conocer detalles de lo que puede hacer. En general, lo
que se hace es un acuerdo de confidencialidad, de que uno no va
a hablar con nadie lo que hace el otro. Entonces se puede comenzar
a intercambiar tecnología".
RENDIR
EXAMEN. En ese lento proceso, Brum y sus socios admiten que tuvieron
que aprender mucho y liberarse, en algunos casos, de modos de ser
muy uruguayos.
"¿Qué
aprendimos? Aprendimos que el tema de aseguramiento de la calidad
es fundamental y que si no se hace estás fuera del mercado,
porque no sólo es una medida objetiva de calidad sino que
además te permite mejorar y generar credibilidad internacional".
"Otro
tema fundamental es que aprendimos a evaluar y a ser evaluados.
Nosotros, los uruguayos, no estamos acostumbrados a rendir examen,
cae mal cuando alguien nos empieza a preguntar. A mí me ha
pasado estar sólo en una sala de juntas frente a cinco representantes
de una empresa que no sólo preguntan todos, sino que te preguntan
varias veces lo mismo para evaluarte. Yo lo llamo el tiroteo. Ellos
te toman examen y vos tenés que darlo".
La
lección es que esa forma de evaluar también tiene
su ventaja: "Como las empresas uruguayas no gustan de los exámenes
entonces no aprobás nunca y en lugar de evaluar tu trabajo
evalúan quién sos. Yo tengo que lograr que evalúen
mi proyecto, porque si hace cuatro años me preguntaban ¿quién
sos? estaba frito".
La
última lección que recibieron tuvo que ver también
con las reglas.
"Tendemos
a no aceptar la realidad. Nos parece que las reglas están
mal o que son injustas, cuando ni siquiera las aprendimos. Nuestro
cambio fue salir al mundo a aprender las reglas y no a opinar sobre
cómo debían ser".
Renunciaron
a la marca y ganaron EE.UU.
Carlos
Fábrega y Juan Antelo también tienen una pequeña
oficina, pero del otro lado de Montevideo, en la Ciudad Vieja. "Siempre
tratamos de mantener una estructura chica. No hay telefonista, ni
quien prepare un café", dice, convencido de que esa
es una ventaja que tiene su empresa "Blue Bird".
La
firma nació hace dos años cuando una multinacional
conformada por dos grandes de la alimentación de Estados
Unidos (Best Foods y General Mills) decidió abandonar una
planta, totalmente automatizada, que había instalado en Maldonado.
Sus planes eran abastecer desde allí a toda América
Latina con una línea de productos de repostería, pero
la devaluación de Brasil fue un golpe mortal.
"Nosotros
vimos la oportunidad de un negocio nuevo: fabricar alimentos bajo
marca de terceros, algo que en el mundo se utiliza mucho y que en
Uruguay recién comienza a desarrollarse", explican.
Hoy
están entusiasmados. La pasta para cubrir tortas que ellos
fabrican, se vende en muchas ciudades de los Estados Unidos. Además
han descubierto un mercado interesante fabricando gelatina "kosher"
para la comunidad judía de los Estados Unidos y estudian
extenderse a otra gama de productos similares.
Los
panqueques con que se desayunan uruguayos y argentinos en los Mc
Donald's también salen de su fábrica y están
intentando ingresar a los mercados de Chile, Paraguay y Brasil.
El
secreto de su negocio es ser una "marca privada", es decir,
fabricar productos que salen al mercado con otra marca, generalmente
de grandes compañías distribuidoras, como cadenas
de supermercados. En Argentina lo hacen para Exquisita, en Uruguay
para Devoto.
"Los
productos de marca privada tienen que ser de primera calidad, para
poder competir en las góndolas con los líderes del
mercado y tienen que tener un precio inferior".
SOLOS
EN LA FERIA. Salir al mundo también fue complicado para ellos:
"al comienzo salimos a aprender sobre el tema. Sabíamos
que el negocio estaba por ahí, pero no cómo se hacía.
Para
el "aprendizaje" eligieron presentarse en la mayor feria
de marcas para terceros del Mundo, que tiene lugar en Chicago.
"Había
miles de expositores y se encontraba de todo: desde nuestras cubre
tortas hasta cepillos de diente". En ese momento fueron concientes
de que en el mundo "nadie nos estaba esperando".
"Teníamos
un stand de tres por tres. Cuando uno llega a esos lugares siempre
hay alguien, al lado, que hace algo parecido y tan barato y tan
bueno como lo tuyo. No es fácil, uno tiene que buscar cuáles
son los caminos posibles y hay que moverse mucho".
Allí
contactaron a "Purity Foods" una distribuidora de productos
alimenticios que los introdujo a Estados Unidos.
"Nosotros
jugamos a ser los más eficientes en marcas para terceros
y eso tiende a caer bien porque no competimos con ellos. Esa es
una ventaja comercial. Por otro lado, su hubiéramos querido
vender con una marca nuestra hubieramos demorado años en
entrar en Estados Unidos. Aquí ellos lo que hicieron fue
meternos en su línea, con su distribución, con su
marca".
Su
última movida, asistir a una feria internacional en Amsterdam,
les dejó como resultado contactos y expresiones de interés
de catorce países diferentes, también de Medio Oriente.
"En
las misiones (oficiales) que se realizan quizá no encontramos
un espacio para nosotros. El Uruguay, cuando sale a vender, trata
de colocar los productos que siempre vendió: lanas, carnes,
las cosas que cifran mucho y que son competitivas. Al propio Uruguay
le cuesta ver que esta empresa es competitiva.
Creen
que tuvieron la fortuna de "comenzar de cero" y no tener
el pesado lastre de reconvertir una industria tradicional a una
realidad demasiado dinámica y cambiante.
"La
nuestra es una industria diferente, más tecnificada, con
menos personal del que se acostumbraba a trabajar antes. Una empresa
que se anima a salir a buscar. Es mucho más difícil
que como se trabajaba antes, con un mercado interno conocido, protegido,
seguro. Pero de haber seguido así ahora esta planta estaría
cerrada y vacía como tantas".
Fernando
Brum tiene su propia teoría de cómo funciona el mercado
de la tecnología, la llama "la teoría del palo
enjabonado".
"Si
uno trata de ver el mundo tecnológico se va a encontrar con
dos planos. Uno, que es la capa de arriba --apoyada en los palos
enjabonados-- es el primer mundo. Allí la distancia entre
dos puntos es tan pequeña como uno quiera. La distancia para
trasladar una idea o para conseguir capital no existe".
"Después
hay otro mundo, donde estamos nosotros, en que la distancia entre
dos puntos cualesquiera es infinita. Para vender un marcapasos en
Argentina te ponen tantas condiciones que es imposible".-
"La
idea es: no muevas un dedo para vender en Uruguay o en la región.
Andá al primer mundo, porque a Argentina se llega por Madrid,
y para eso hay que subir por el palo enjabonado".
"¿Cómo
se sube? Con certificaciones, con mejor calidad, siguiendo todas
las reglas, estudiándolas, aprendiendo cómo funciona
el mercado. Nosotros no estamos arriba, algún día,
si tenemos suerte, podremos llegar".
La
historia de su empresa es un ejemplo de cambio constante.
Todo
comenzó en la década de 1960. El profesor uruguayo
Orestes Fiandra había integrado el equipo internacional que
diseñó el primer marcapasos que fue implantado, sin
éxito, en Suecia a fines de los '50. El primer aparato que
funcionó se implantó en 1960 en Uruguay.
Diez
años después la tecnología recién comenzaba
a moverse. Era muy difícil conseguir marcapasos en países
del Tercer Mundo y eran muy costosos. En ese momento Fiandra crea
el Centro de Construcción de Cardioestimuladores del Uruguay
(CCC) . En los años 70 CCC diseñaba y fabricaba marcapasos.
En
los años '80 hay un salto tecnológico, la empresa
no lo sigue y en su lugar opta por licenciar tecnología norteamericana.
CCC pasa a ser una empresa "ensambladora" lo que igual
requiere dominio tecnológico.
A fines
de los 80 llega un nuevo cambio: los marcapasos pasan de ser dispositivos
electrónicos a incluir microprocesadores. Entonces en 1990
la empresa decide formar un grupo de desarrollo y en 1994 implanta
el primer marcapasos de la nueva era, totalmente diseñado
y ensamblado en el país.
En
1995 comienzan a intentar exportar servicios llegando a Estados
Unidos e Israel. En 1997 deciden fabricar partes para otras marcas.
En 2002 abren sus primeras oficinas en Europa en un consorcio con
empresas españolas.
"El
día que asumió de la Rúa nos pararon cuarenta
camiones"
El
13 de enero de 1999 quedará grabado para siempre en mi memoria.
Yo creo que para los industriales, esa fecha fue una especie de
11 de setiembre. Cada uno se acuerda dónde estaba en ese
momento", dice Marcos Stiglitz, director de Laja S.A. recordando
el "impacto directo" que fue para su empresa la devaluación
de Brasil.
Laja
es una empresa exportadora que eligió el mercado regional
para crecer. Consideran que su estrategia fue exitosa, pero reconocen
que se han graduado de "sobrevivientes" del Mercosur.
Primero fue el golpe brasileño, más tarde le llegaría
el turno a Argentina.
Tras
la devaluación del real tuvieron que elegir entre dejar el
mercado brasileño o absorber la crisis.
"Nosotros
logramos absorberla, tuvimos que empezar de nuevo con gran sacrificio,
con un real que pasó de 1.20 a 1.90 y con muchos compromisos
pendientes".
Les
aconsejaban dejar de vender en Brasil pero consideraron que eso
era lo peor que les podía pasar "una vez que uno sale
del mercado es muy difícil volver a entrar, si dejás
de vender un producto va a haber otro que lo haga".
El
verano siguiente, cuando las aguas parecían estar más
tranquilas y Brasil se encaminaba, Laja se enfrentó a otro
cimbronazo que también recuerdan con una fecha precisa: el
10 de diciembre de 2000.
"Ese
día asumía la presidencia argentina Fernando de la
Rúa y en ese momento nos pararon más de cuarenta camiones
en la frontera", dice Luis Goliger, otro de los directores
de la empresa.
"Nos
hicieron una historia de reliquidación de impuestos, estábamos
en pleno diciembre con entregas comprometidas. No había con
quién hablar porque los que dejaban el gobierno no decidían
nada y los que llegaban no habían tomado posesión
de sus cargos. Había una laguna de poder, pasamos un calvario",
recuerdan.
EL
DAÑO YA ESTABA. Los empresarios se movieron, pelearon, la
embajada intercedió, les hicieron depositar una garantía
por la "presunta" diferencia de impuestos que les devolvieron
ocho meses después. Pero aseguran que "el daño
ya estaba hecho",
La
firma logró una importante presencia directa en Argentina,
con depósitos y red de distribución propia, pero el
ambiente sigue siendo hostil.
"Fue
un gran sacrificio, porque arrancarle en el exterior una porción
de mercado a un competidor es muy difícil".
No
ocultan que las dificultades que enfrentaron no fueron sólo
comerciales. "Estás sometido a todo tipo de presiones,
constantemente somos inspeccionados por la Aduana y por la impositiva
argentina. El lobby de la competencia nos trancaba y no lo hace
sólo con nosotros, sino con otros colegas".
APUESTAS.
Laja tiene 70 años de vida, pero se ha ido reconvirtiendo
tomando decisiones y haciendo apuestas que el tiempo demostró
que eran viables. Da empleo a 300 personas y cuenta con una planta
robotizada que produce muebles y equipamientos plásticos,
caños sanitarios, tuberías y cobertura para cables
eléctricos, compuestos plásticos para abastecer otras
industrias. En ese ramo fabrican, por ejemplo, envases y suelas
sintéticas para la industria del calzado.
En
1989, plena época de elecciones presidenciales en Brasil
cuando la alternativa eran Collor de Mello o Lula, y con una situación
de nerviosismo similar a la actual, Laja se instaló en Brasil.
"Nos decían que estábamos locos", pero aseguran
que el tiempo les dio la razón: "una clave para exportar
es estar".
En
Argentina, eligieron también la fórmula tradicional
de contar con sus propios depósitos y un completo sistema
de distribución, con lo que han logrado captar no sólo
grandes cadenas de supermercados, sino cientos de pequeños
comercios.
Para
ellos un 80% del éxito o fracaso de un emprendimiento está
en rodearse de gente honesta y confiable. "Nosotros hemos logrado
un buen equipo de trabajo y ese es el gran capital de la empresa".
Dicen
que encontrar representantes confiables es mucho más eficaz
que contar con muchas auditorías. "Nosotros contamos
con auditorías externas e internas, pero cuando un auditor
te dice que parece que hay un problema, puede ser tarde y a uno
le puede haber costado miles de dólares".
El
año pasado trabajaron muy bien en Argentina. Cartas de crédito
mediante y seleccionando a sus clientes, el cobro funcionó.
Vendieron por un valor de 5 millones de dólares y compartieron
el liderazgo con la principal empresa de muebles argentina. Pero
de nuevo, este diciembre, la crisis argentina los golpeó.
Hoy
su principal competidora en el rubro en Argentina está casi
en quiebra, pero dicen que ser el número uno de un mercado
"totalmente paralizado" sirve de poco consuelo.
"Ahora
hay que esperar de nuevo y ver qué pasa". "Hay
momentos en que a uno le toca perder. El trabajo de exportar es
un trabajo de mameluco, uno no puede esperar nada de nadie. Hay
que estar, hay que conocer, hay que luchar, no hay otra".
Pescadores del Mercosur
Alentados
por el potencial mercado consumidor que ofrece el Mercosur, tres
capitalistas de Europa del Este se instalaron en Uruguay para desarrollar
una planta donde procesan bastones de pescado con gustos. En el
2000, cuando se instaló Arteva S.A., el producto era nuevo
en la zona. Horacio Basso, gerente de la empresa cuenta que el año
pasado lograron una franja del mercado argentino del 30% de consumo
de ese producto. "Eso fue en julio, en diciembre la debacle
argentina nos sacó de ese mercado", señala. En
Brasil están bien posicionados, venden con su propia marca
y de terceros, y en poco tiempo ya están en Chile y se dirigen
a República Dominicana, México y Estados Unidos.
Aprender a vender
Embajador
Carlos Brugnini
La
coyuntura actual que viven las exportaciones no es sólo nacional,
es regional y mundial. La globalización ha cambiado las reglas
de juego. El mercado es tirano, exige y compra lo que pide y no
lo que le ofrecen.
Hay
que salir a vender, pero antes hay que aprender a vender. El productor
no debe plantar cualquier cosa en cualquier momento, sino lo que
pide el mercado en el momento preciso. La diferencia de clima en
los hemisferios provoca la "contra- estación".
Este fenómeno define la fruta y verdura que necesitan otros
países. Si unifican la producción en la demanda del
mercado, tendrán la posibilidad de comercializar toda la
producción a mejor precio.
La
OMC determinó en una lista de 225 productos el comportamiento
de cada rubro en el mercado mundial en los últimos diez años.
A partir de esta información la Cancillería está
realizando un estudio que se complementa con un convenio firmado
el 6 junio entre la Cancilleria y las cinco universidades del país.
El acuerdo tiene apoyo del INEA, LATU, Conicyt, Dinacyt, y la Corporación
Nacional para el Desarrollo.
El
convenio establece que todas las ideas para solucionar los problemas
de empresas o empresarios de todo el pais, se presenten al respectivo
intendente quién, a través de su departamento de desarrollo,
determinará la seriedad de la inciativa. Esta se trasladará
a la Cancillería, luego a las universidades para instrumentar
un proyecto en coordinación con las instituciones y, al final
de la cadena, se encontarán soluciones. Se junta el Uruguay
académico con el Uruguay real.
La
Dirección de Promoción Comercial de la Cancillería
brinda a todo productor y empresario las demandas que llegan a través
de las embajadas, los consulados, los consulados honorarios y las
oficinas comerciales de Uruguay en el mundo. Cuenta con una base
de datos de 3400 empresarios. Cuando los empresarios viajan, las
misiones en el exterior confeccionan una agenda de posibles empresas
compradoras. También se apoyan las misiones empresariales
que organiza la Cámara de Industrias y el envío de
muestras.
Actualmente
las exportaciones de Uruguay representan el 0,003 del comercio internacional.
Uruguay no cuenta; es un esfuerzo permanente en un mundo cambiante.
* Director
de la Dirección de Promoción Comercial del M.R.R.E.
Decada
perdida
Cr. Julio A. Franco
Las
exportaciones han estado cayendo desde 1999 y el descenso se ha
consolidado especialmente en los últimos doce meses terminados
en abril de 2002. En cifras anualizadas hemos regresado a valores
de una década atrás. Esta es nuestra década
perdida.
Como
en la mayoría de los fenómenos económicos,
las causas son múltiples pero tienen algún denominador
común en: modificación de las pautas cambiarias y
condiciones macroeconómicas en los dos socios y vecinos (1999
Brasil y 2001 Argentina); pérdida de competitividad por costos
internos elevados; caída en el volumen de producción
(lanas principalmente, luego carne, etc); baja de precios internacionales
(ídem). Estas esconden una realidad más grave, la
pérdida de masa crítica.
En
condiciones de caída persistente del Producto y caída
de exportaciones en volumen y valor, se requieren políticas
activas, no horizontales, sino que den prioridad a aquellos sectores
o empresas que tengan viabilidad de desarrollarse en condiciones
particulares para productos o mercados. Se requieren cambios drásticos
de enfoque que maximicen la relación costo-beneficio de los
recursos asignados. Hay que recomponer la oferta exportable en términos
de productos, servicios y empresas.
Hay
que establecer una política comercial externa y reorganizar
todos los esfuerzos promocionales en términos de organismos,
recursos (humanos y materiales) y acciones. Muchos de los que actúan
hoy en promoción proporcionan datos, pero las empresas necesitan
información, que no es precisamente lo mismo. El mundo comercial
del Siglo XXI necesita más de Internet y de agentes itinerantes,
que de tráfico de datos sin analizar, y menos oficinas permanentes
situadas en un mundo cambiante. Es necesario crear o recrear, una
imagen país. De la misma forma que desde hace años
nos perciben por los productos más tradicionales, se debe
promocionar un país donde se puedan apreciar los servicios,
la madera, los vinos, la miel, los productos farmacéuticos,
tecnológicos, los lácteos y otros.
Por
último, pero no menos importante debemos cambiar la mitología
de lo bueno que podamos haber hecho en el pasado, por lo mejor de
crear una cultura productiva exportadora de lo mejor. Sin olvidar
que no debemos menospreciar ni a nuestros vecinos, ni nuestra ubicación,
ni nuestra historia.
* Consultor
y Docente de Comercio Internacional
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