Para
el director de la BCG el Carnaval uruguayo está manejado
por "roscas" de poder y se extiende muchos más
días que lo necesario. Este año la murga abandonó
los tablados y presenta su espectáculo en Sala Zitarrosa.
Nacidos
para perder
GUSTAVO
LABORDE
Este
año la Antimurga BCG hizo rancho aparte. Disconforme con
la forma que se organiza, la murga decidió no participar
del Carnaval oficial, pero sí del espíritu de la fiesta.
Para ello se presenta todos los sábados de febrero en Sala
Zitarrosa con un espectáculo que repasa los mejores momentos
de su trayectoria de 20 años. Hoy, que comienza el concurso
oficial en el teatro de Verano, Jorge Esmoris, director de BCG,
expone sus críticas a la organización del Carnaval
uruguayo.
--¿Cuándo
tomaron la decisión de no participar del Carnaval oficial?
--Promediando
el Carnaval de 2001 sentimos ganas de abandonar, por la falta de
escenarios y porque nos sentimos manejados como un trapo. En Carnaval
hay una cosa que se llama la venta semanal, y ahí había
una persona que sistemáticamente contrataba a la BCG en varios
horarios, lo que le quitaba la posibilidad de que otros nos contrataran
y cuando se acercaba la actuación, nos borraba del programa.
Eso era un método. Pero como ese escenario era parte de un
circuito la cosa quedaba por ahí. Ese fue uno de los motivos.
Pero nosotros creemos que desde el inicio la BCG no fue aceptada,
aunque se la terminó asumiendo.
--Usted
dice que no fue aceptada, pero la BCG es una de las murgas más
populares.
--Sí,
por eso bancábamos muchas cosas en favor de los tablados.
Pero eran tantas las irregularidades que al final te sacaban la
energía que necesitás para una buena actuación.
Creo que se ha perdido la alegría de hacer Carnaval por ese
'stress' que provoca el concurso, que cada año está
más competitivo y, según mi forma de entender las
cosas, competitivo de la peor manera.
--¿El
reglamento del concurso atenta contra la innovación o las
posibilidades expresivas de la murga?
--En
primer lugar creo que tendría que existir la alternativa,
como siempre abogamos, de que aquellos que quieran concursar lo
hagan y los que no lo quieran hacer, no lo hagan. Hasta que nosotros
estuvimos en Daecpu, si vos no concursabas estabas impedido de hacer
tablados populares, salvo aquellos dúos cómicos o
Bafo da Onça, que hace tiempo que está habilitado
para hacerlo. Para nosotros el concurso siempre fue el trámite
que teníamos que cumplir para poder hacer tablados. Además
nos obligan a ir a un concurso en el que no somos juzgados, sino
prejuzgados. En el inconsciente de todas las personas del Carnaval
está que la BCG no puede ganar. Cuando se formó la
liguilla también supimos que íbamos a quedar excluidos
de la liguilla, porque pasar a la liguilla es como ganar un concurso.
Durante dos años entraban ocho, y durante esos dos años
quedamos novenos. Luego entraban once, nosotros salimos decimosegundos.
El que no lo quiera ver que no lo vea, pero es una cosa evidente.
A mí no me interesa el concurso, pero tampoco me interesa
que me juzgue un patán. A mí me lo dijo un jurado:
"podrás venir con lo que vengas, pero a mí no
me gusta". Una vez tuvimos el máximo puntaje en letras
y canto y ese jurado no volvió a pisar el Teatro de Verano.
En la gira Esmoris presidente me enteré que muchas capitales
del interior venían a pedir la BCG y acá les decían
que estábamos ocupados cuando no teníamos escenarios,
o le decían que la BCG no iba al interior, cuando era precisamente
lo que queríamos hacer.
--¿Quiere
decir que un sistema, al menos corporativo, domina el Carnaval?
--Corporativismo,
que es la realidad del Uruguay. Acá si no entrás en
la rosca no te dejan trabajar y yo no quiero entrar en un círculo,
no quiero poder, quiero hacer un espectáculo y punto. No
vibro con internas administrativas u organizativas. Lo que quiero
es estar arriba de un escenario, para eso me formé y para
eso sigo estudiando. Y si me llaman a una asamblea voy a decir lo
que pienso, pero eso también molesta, te tildan de anticarnavalero
y anti todo. Que el Carnaval dure 40 días es un disparate.
Se ha llegado al paroxismo de proponer la postergación del
inicio de las clases para que continúe el Carnaval, porque
llovió algunas noches y no se terminó el concurso.
Es un disparate. Postergar la educación para seguir pintados
no tiene sentido. Llega marzo, yo diría que ya a fines de
febrero, y el ambiente cambió, la gente ya está en
otra. Vas al tablado y ves al público de bufanda, es una
locura. Que esto está mal lo marcan los escenarios municipales
que funcionan 16 días. Si la Intendencia no pusiera los 400.000
dólares que pone, el Carnaval hace tiempo que hubiera desaparecido.
Hay 18 tablados de los cuales 11 son municipales. La mayoría,
además, están a media campana casi todos los días.
--Es
curioso que el Carnaval tan crítico y acostumbrado a la denuncia,
silencie estas manipulaciones que usted denuncia, y, según
sus palabras, castigue la divergencia.
--Nuestros
espectáculos siempre fueron por otro carril que el resto.
Pero este tipo de cosas las decimos, y así no va y así
nos fue. Nosotros tenemos el récord de haber hecho 5.000
escenarios en nuestra trayectoria y 5.000 escenarios cobrados. No
hacemos paquetes de siete tablados y cobrar cuatro. Parece que tener
respeto por uno mismo y por su trabajo molesta.
--¿Cómo
ve el Carnaval desde el punto de vista artístico, meramente?
--No
veo grupos con personalidad. Todo depende de quién les escriba
o les haga la puesta. Son como veletas. No ves grupos con sello
propio. Puede quedar Falta y Resto, que más allá de
que haya años que te guste más o menos, siempre tiene
el sello del Flaco Castro. Unicamente se apuesta al concurso.
--El
Carnaval tiende a parecerse mucho al fútbol, hay liguillas,
hay barras de aliento, hay mucha competencia. ¿Le parece
una mentalidad más propia del deporte que del arte?
--Se
parecen cada vez más, con todo lo que implica el ambiente
fútbol. Hay como una farándula externa que alimenta
ciertas rencillas. Claro, hay que hablar todo un año de Carnaval.
Se predica que hay que ir con la hinchada. No sé, es raro,
a mí no se me ocurriría salir a hinchar por el Circular.
Veo un espectáculo y si me gusta me gusta y si no me gusta
no me gusta, y ya está. Creo que esas cosas dependen de otros
valores. Nosotros con la BCG nos cuidamos de no alimentar hinchadas
ni una barriada, ni nunca dijimos que nos acompañaran al
Teatro de Verano ni nada de eso. No lo sentimos así y siempre
quisimos que el público nos exigiera. A la BCG es a la única
murga que se le exige que sea diferente, que lo sorprenda, que no
haga lo mismo que hacen los demás. Eso nosotros se lo propusimos
a la gente y la gente lo tomó. Es un desafío que nos
resulta interesante cumplir todos los años.
--Quizá
el propósito de Daecpu y la Intendencia sea profesionalizar
el Carnaval aunque su naturaleza se vincule a la espontaneidad y
el amateurismo.
--A
mí me parece bien que se profesionalice el Carnaval y que
la gente viva de él. Pero no hay que confundirse; algunos
ganan mucho y otros no ganan nada en Carnaval. Me parece que también
tiene que haber instancias alternativas: la pregunta que me hago
es por qué el Carnaval no se abre a quien quiera hacerlo.
Si Rada quiere salir, que salga, si Roos quiere, si la Vela Puerca
o la Abuela Coca, si El Galpón quiere, que salgan. Si es
una fiesta de todos. Se dice que es un encuentro con el artista
nacional; que yo sepa el Chole es un artista nacional. Sería
bárbaro que las 300.000 personas que mueve el Carnaval tuvieran
contacto con otras músicas, con otros estilos. El tema es
que coexistan y convivan diferentes formas. Lo que siento es que
el aspecto lúdico del Carnaval quedó eclipsado por
el concurso.
--La
tendencia es que el Carnaval dure todo el año, incluso como
un atractivo turístico.
--Yo
creo que el Carnaval tiene su momento. Quizá estirarlo pueda
ser matarlo. Que las murgas salgan a hacer giras por el exterior,
que vayan a Argentina, a Australia o a Europa me parece muy bien,
pero en Uruguay creo que los proyectos del Carnaval terminan en
Carnaval. Es como si alguien propusiera que el Sambódromo
abriera sus puertas toda las semanas. Son esos tres días
y ya está. Yo creo que siendo generoso el Carnaval no puede
durar más allá del mes de febrero. En esto están
de acuerdo varios escenarios, porque concentrar las actividades
redunda en que el tablado esté lleno varios días y
no a media campana durante cuarenta días. Además los
espectáculos no se verían tan desvencijados, porque
al final de los 40 días la gente está disfónica,
aburrida, cansada y los espectáculos no tienen gracia.
La
Antimurga BCG hace rancho aparte
Todos
los sábados de febrero a las 22 horas la BCG se presenta
en Sala Zitarrosa. Realizar este espectáculo paralelo al
del Carnaval parece casi un desafío al oficial que se realiza
en los tablados y el Teatro de Verano. "Nosotros queríamos
marcar nuestra vocación carnavalera desde el punto de vista
estético", argumenta Esmoris. "Nos interesó
hacerlo en una sala de teatro porque creo que en el Carnaval se
puede desarrollar una estética que quizá en el teatro
falte y que nos gusta".
Presentarse
fuera de todo reglamento le permite a la BCG realizar un show sin
límite de tiempo y sin ceñirse a la instrumentación
que se exige en el reglamento. "Tenemos una banda muy fuerte,
con batería, varios set de percusión, saxo, trompeta,
clarinete, bajo y guitarra. Hay que amplificar 45 micrófonos.
Cuando empezamos los ensayos nos sorprendimos nosotros mismos con
el potencial que teníamos".
Según
el director de la murga esto también le permite otras libertades
para armar el espectáculo. "En ese trabajo de hilar
una cosa con la otra, puedo desarrollar más mis escasos a
dotes de actor, porque acá no estás con el reloj que
te está presionando. Acá se pueden hacer las cosas
en el tiempo que precisás. El surrealismo lleva su tiempo,
el absurdo lleva su tiempo. Y nosotros estamos muy contentos y además
muy tranquilos. Es una fiesta que termina en la Plaza Libertad y
vemos que la gente disfruta mucho", asegura.
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