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TOMAS
DE MATTOS | ESCRITOR
Jesús
como verbo inspirador
El
novelista tacuaremboense partió de la teología para
realizar su ambiciosa novela en la que indaga en la naturaleza humana
y divina del Mesías. Redactar "La puerta de la misericordia"
le demandó diez años y mil páginas de escritura.
GUSTAVO
LABORDE
Tomás
de Mattos acaba de publicar una obra monumental. Concebida mucho
antes de que escribiera las novelas que lo convirtieron en uno de
los mayores novelistas uruguayos y escrita a lo largo de una década
y media, La puerta de la misericordia es, según su propio
redactor, un proyecto de vida. Pero también es una obra de
fe. Si Bernabé, Bernabé fue una revisión del
pasado histórico y acaso una respuesta al Tabaré de
Zorrilla y La fragata de las máscaras una reescritura de
Benito Centeno de Melville, en La puerta de la misericordia de Mattos
se propone un reto en extremo peligroso: se propone nada más
y nada menos que releer la Biblia e indagar en la naturaleza de
Jesús de Nazareth. Por lo mismo, a lo largo de las mil páginas
que conforman la novela, de Mattos edifica una catedral de palabras
consagrada a la búsqueda de Dios. Este dato debería
aliviar a ese genio universal que es George Steiner, quien sostiene
que desde que el hombre al menos el occidentaldejó
de buscar a Dios sólo produce un arte menor, ingenioso pero
no genial.
El
novelista tacuaremboense deja en manos de un doctor en ley sagrada
la magna tarea de recrear la vida del hombre más influyente
de la historia de Occidente. Este es Nakdimón, verdadero
nombre en arameo de Nicodemo, quien aparece, con este nombre helenizado,
en el evangelio de San Juan. La novela está estructurada
en grandes bloques temáticos jalonados por pequeños
capítulos. Conforme se avanza por las páginas, el
temor inicial del lector, sustentado en tan imponente bloque literario,
se diluye rápidamente cuando comprueba que la lectura es
dinámica y fluida. A la belleza literaria del libro, hay
que agregarle la elegante edición que Alfaguara le otorgó
a esta novela insólita en varios sentidos. Para acercarse
mejor a ella, nada mejor que la palabra de su propio autor.
¿Cuándo
empezó a concebir esta novela?
Todavía
no había ni pensado ninguna novela y ya tenía intención
de hacer una sobre Jesús. Pero me daba cuenta que me desbordaba,
que tenía que adquirir mayor conocimiento formal para escribir
una novela y más conocimientos para abordar el tema. También
tenía que combatir contra dos problemas. Por un lado, Jesús
tiene una imagen muy estereotipada. Por otro, como en todas las
actividades, quien se especializa se aleja de la masa. Por eso digo,
es un proyecto de vida que se fue nutriendo de lecturas. Y en ese
proceso advertí que la teología, por aspectos de su
propio método, está empantanada en un punto que a
mí me parece fundamental y que es qué conciencia tenía
Jesús de sí mismo. En cada libro que leía me
encontraba con el mismo planteo: los seres finitos no pueden comprender
a un ser infinito y mucho menos abordarlo. Para escribir esta novela,
yo necesitaba una armazón en función de la cual armar
la historia, necesitaba una figura que la sostuviera. Confieso que
no demoré en encontrarla: para mí era Sócrates,
el Sócrates de los Diálogos de Platón. Por
eso la novela tiene mucho de diálogo socrático, pero
también de tragedia y de epopeya. Es decir, el perfil socrático
del maestro me parecía el ideal para el abordaje de la figura
de Jesús, porque es alguien que habla, pero que en realidad
lo que busca es extraer conocimientos de sus discípulos.
Me interesaba un personaje que fuera agonista, en el sentido de
diálogo, de Jesús.
¿Nunca
pensó en abordar el tema desde otro género literario
como el ensayo, quizá la oratoria?
Bueno,
no. Aunque en cuanto a la oratoria, creo que la Iglesia logró
dar una imagen cercana al Jesús que a mí me interesa
en la homilíada, a a través de los sermones de los
grandes sacerdotes, de esos que en Uruguay hubo tantos. Así
como digo que me sirvió el diálogo socrático,
también me sirvieron las visiones que se daban en la homilíada.
El ensayo, si bien es mi lectura favorita, es un género que
no es accesible, no tiene impacto. Otras posibilidades eran el teatro
a mí me hubiera encantado ser dramaturgo o el
cine. Pero bueno, prefería la ficción y particularmente
la novela, porque soy un novelista. A mí me fascina el Antiguo
Testamento por todo el sentido de gran espectáculo que tiene,
y dentro de él, me impacta particularmente Moisés,
por su profundidad simbólica y porque prefigura a Jesús.
No se puede entender a Jesús si previamente no se entiende
a Moisés. Y bueno, para alternar narración con reflexión,
la forma más amena que encontré fue la de los Diálogos
de Platón
¿Cuándo
la comenzó a escribir realmente?
Creo
que los primeros intentos datan de finales de la década de
1980. Después de escribir Bernabé, Bernabé
y antes de terminar La fragata de la máscaras. Son tres novelas
que para mí están muy juntas en el proceso de escritura:
Bernabé la escribí interrumpiendo La fragata de las
máscaras y mientras estaba en elaboración también
ésta. Lo que hice en esos tiempos fue hacer ensayos: primero
escribí las escenas claves para ver si las podía resolver,
antes de largarme con todo el resto. Yo trabajo como si fuera cine,
escribo las escenas de acuerdo a mis necesidades y sin orden, y
si una escena me plantea dificultades imprevistas, la abandono y
sigo con otra. Luego hago el montaje, la etapa última siempre
es unir del principio al fin. Es particularmente importante la primera
escena, porque le da el tono a la novela. Pero luego, lo fundamental
es que los personajes se me vayan de las manos.
¿Pudo
al menos aproximarse a una respuesta a la cuestión sobre
la conciencia que tenía Jesús sobre sí mismo?
Para
mí lo central era partir de un Jesús que no tuviera
otra evidencia que la de ser hombre. Su madre, un ser de una avanzada
espiritualidad, le enseña a rezar la oración mental,
contemplativa. Luego, Jesús comienza a tener arrebatos místicos,
y es ahí cuando la madre le revela su origen. Luego pasan
30 años y muere su padre y su abuela, sin que él se
sienta capacitado para sanarlos. Cuando su madre lo lleva al templo
para el rito de rescate del primogénito, dos mendigos le
profetizan su origen. Luego Jesús comienza a leer la Biblia
y se interesa por el destino que tuvo cada profeta, todos terminaron
maltratados, apedreados o mutilados. Cuando el tiene 12 años
todo esto siempre desde la perspectiva de la novela
va al templo a plantearle ciertas dudas a los doctores, quienes
se asombran de que sea un niño tan profundo, tan reflexivo
y a la vez tan original: él les plantea una prefiguración
del Mesías en el siervo de Yahvé. La primera iluminación
la tiene con Juan el Bautista, que es, según los Evangelios,
una revelación objetiva, contemplada por todos. A partir
de ahí tendrá revelaciones cada vez más intensas.
A mí siempre me quedó flotando la duda. Jesús
no será Dios, pero es la figura más cercana a la perfección
que ha parido la humanidad. Para mí es muy importante que
el punto de partida, para el lector no creyente, sea el mito solidario
de Jesús, del hombre que se realiza entregándose a
la masa y no buscando el rescate individual. Yo fui formado en la
espiritualidad de los jesuitas y, al igual que en la de los carmelitas,
el punto de partida es Jesús hombre. Entonces, la única
forma de Dios que uno puede emular es Jesús. Yo tengo la
certidumbre de que Jesús, aparte de hombre es Dios.
En
la novela queda clara la humanidad de Jesús. A veces se irrita,
tiene incluso arrebatos de violencia. No es un resumen de bondad.
No
es un manso cordero, aunque en la Pasión termina aceptando
la ejecución. Pero eso está en los Evangelios, no
es invento mío. El mayor arrebato de ira es la expulsión
de los mercaderes, y los improperios a los fariseos tampoco son
de un cordero, y son seis.
Jesús
lee la ley sagrada y discute con los doctores en el templo. Desde
la perspectiva histórica, que Jesús sepa leer es una
prueba concluyente de su divinidad.
Esa
es una pregunta que se hace mucho la teología, en especial
la que busca al Jesús histórico. Pero no creo que
Jesús haya sido analfabeto.
Es
el hijo de un carpintero, nacido en un arrabal de una provincia
súbdita del Imperio Romano.
Ojo,
porque la Galilea era una zona muy helenizada, a diferencia de Jerusalén,
que tenía un impacto romano muy fuerte. Pero además
de eso, como en la Edad Media, se podía aprender a leer en
la sinagoga, que eran centros de irradiación de cultura.
Y en la novela se destaca la vinculación de Jesús
con el rabino de Nazaret. Pero nunca se podrá saber si era
analfabeto o no, porque de todas formas los orientales tenían
un sistema mnemotécnico que les permitía recordar
con mucha precisión. De todas formas, Jesús demostraba
un conocimiento muy profundo de las escrituras.
Desde
luego, eso lo puede hacer siendo analfabeto.
Claro
que no tenía un conocimiento enciclopédico. La cantidad
de información que un muchacho de 12 años tiene hoy,
Jesús no los tiene. Yo incluso lo imagino como un individuo
inhibido frente a una mesa suntuosamente servida. Hay un episodio
en Jericó, en el que él va a cenar a la casa de un
expoliador del pueblo. En esa casa abundan las riquezas y los cubiertos
y él pone a su lado a Mateo. Juan, cuando le cuenta el episodio
a María, le dice que Jesús lo postergó. Y María
le explica que no lo postergó, sino que puso a Mateo a su
lado porque es el único que sabe manejar los cubiertos. Esas
son cosas que traté de manejarlas en la novela.
¿Cómo
mantiene la tensión en una novela no sólo de esta
extensión, sino de esta dimensión filosófica?
Creo
que las novelas extensas tienen que tener un principio con una gran
fuerza centrífuga con cierta tendencia a la dispersión,
y uno tiene que aceptar eso, a condición de mantener relaciones
intertextuales donde un texto dialogue con otro. La novela se va
armando en bloques y dividiendo esos bloques en escenas que yo intento
alternar, una de tensión con otra de distensión. Todas
las escenas son figuraciones: están las escenas cruentas
de las batallas y las ejecuciones, y por otro la de los banquetes
con detalles como el de los cubiertos o María diciendo sobre
Judas: "siempre dije que este muchacho no me gusta". La
ironía es un recurso que me gusta mucho.
La
novela está compuesta por pequeños capítulos.
¿Acepta que cada uno de ellos se pueda leer, como sucede
con la Biblia, con cierta independencia del total?
A
eso me refería con la dispersión, que cada escena,
cada capítulo, valga por sí mismo, aunque obviamente
en la unión adquieren otro sentido, tiene otra estructura.
La estructura no es ni el todo-suma ni el todo-fusión. En
un médano de arena cada grano suma, pero su propiedad se
adquiere en el todo. En las aleaciones los metales se fusionan para
formar el todo, pero cada metal pierde sus propiedades individuales.
En la estructura, en cambio, las partes mantienen sus funciones
en favor de un todo. Eso es algo que aprendí en la facultad
de derecho y nunca más lo olvidé. Todo está
en que la parte funcione en sí misma, pero que si se la junta
con otras entonces se activa el todo.
¿Qué
lector imagina para esta novela?
Al
mismo lector de todas mis novelas. Es como aquello de Eco con la
obra abierta y cerrada. Pero en vez de una referencia culta propongo
que sea como alguien que recibe a un huésped en su casa y
le pregunta si quiere tal cosa, si quiere tal otra. Esa es una alternativa.
La otra es que le de la llave de su casa y le diga a su invitado
que está en su casa y que tome lo que quiera de ella, que
está todo. El huésped, en este caso, debe buscar la
llave general, el destapador, las frazadas. Yo busco eso, un lector
activo, y que confíe que en la casa están todas las
cosas. Yo tengo la certeza de que el verdadero autor final de la
obra es cada lector.
¿Luego
de semejante esfuerzo narrativo de muchas maneras filosófico,
está conforme con el resultado?
Todavía
tengo miedo de haber perpetrado un terreno sagrado, de haber humanizado
una figura sacra, que además creo en ella. Por otro lado
pienso que es esencial transitar por ese proceso para todo creyente,
aún con errores y defectos, sirve para potenciar la fe. Es
fundamental reflexionar sobre la vida de Jesús para poner
en práctica la fe. Creo que si uno quiere llevar una vida
a imitación, si quiere ser su discípulo, tiene que
imaginar cómo vivió Jesús. Para mí la
novela cumpliría su objetivo si llevara al lector a discutir
dilemas éticos no de nuestro tiempo sino de todas las épocas.
Esto no lo digo para generar un debate en torno a la novela, como
pasó con Bernabé, que el debate que generó
le facilitó la venta, pero la ancló en la historia,
y yo seguiré diciendo que no es una novela histórica,
sino que la historia es la excusa para plantear temas de hoy. Ahora,
lo que yo quiero rescatar es la idea del proyecto existencial. La
idea de que tenemos una libertad y la tenemos que asumir y ser lo
más posible fruto de nosotros mismos y, por supuesto, entrando
a saqueo en ese único ser del que habla Borges, que es ese
magma de literatura y filosofía.
Entre
la ley, la literatura y el fútbol
Tomás
de Mattos nació en Montevideo el 14 de octubre de 1947, pero
pertenece a esa especie que algunos han dado en llamar "homo
tacuaremboensis", ya que se crió y formó culturalmente
en la ciudad de Tacuarembó, ciudad donde todavía reside.
Es abogado de profesión y novelista por convicción.
La puerta de la misericordia es su cuarta novela luego de Bernabé,
Bernabé que lo volvió terriblemente famoso hacia
fines de la década de 1980, A la sombra del paraíso
y La fragata de las máscaras.
Su
vocación literaria fue temprana, así como la ponderación
crítica que recibió. A los 18 años Angel Rama
incluyó dos textos suyos en la antología Aquí,
cien años de raros. Antes de sus novelas dio a conocer tres
volúmenes de relatos: Libros y perros, Trampas de barros
y La gran sequía. Fue distinguido con varios premios como
el Bartolomé Hidalgo, el Municipal, el del Ministerio de
Educación y Cultura y el Fraternidad, de la BNai Brith.
También
es fanático del cine y lector voraz, en especial del género
ensayo, además de tener gran admiración por Dostoievski
y Melville. Fue educado en la congregación jesuita y profesa,
según ha declarado al periódico Batovi, una esquizofrénica
fe deportiva: hincha desde siempre del Club Atlético Peñarol,
también adhirió, cuando éste se forma, al Tacuarembó
Fútbol Club, lo que lo ha sumido en profundas dudas partidarias,
cada vez que ambos equipos se han enfrentado.
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