LOS CINES DE AYER .Montevideo todavía conserva algunos testigos de lo que fue el espectáculo cinematográfico en el "país de las vacas gordas". La mayoría ya no son cines.

Esplendores de antaño

El 'gigantismo' fue la nota dominante en la expresión de las salas creadas hacia fines de los '30

OSVALDO SARATSOLA (*)

Aunque es conocido, conviene reiterarlo. Se dice que en nuestro medio nunca se ha visto tanto cine como en la actualidad. Y se dice bien, porque es sabido que el espectáculo hogareño de películas es cada vez más variado: la oferta por TV abierta, cable o vía satélite, el auge de videos y discos DVD, la continua mejora en la calidad de imagen y sonido de los equipos domésticos, todo lleva a que diariamente cientos de miles de montevideanos prefieran hoy la comodidad, seguridad y economía de quedarse en casa sin privarse del todo de aquel gusto.

Pero "ir al cine" siempre fue otra cosa. Lo fue en los albores de la proyección pública de imágenes, cuando a comienzos del siglo XX tenía mucho de curiosidad y de atracción exótica, y era presentado en salones comerciales con mejoras elementales para un público variopinto poco exigente. Lo sigue siendo a comienzos del XXI, en que normalmente forma parte de una abigarrada oferta de centros comerciales en recintos pequeños e impersonales que privilegian la calidad de la exhibición, el lujo del sonido y las butacas anatómicas. Y ni que decir que lo fue en la larga época "de multitudes" en la centuria pasada, cuando se llegaba a decir con gruesos argumentos que la cinematografía podía ser tanto un séptimo arte como un opio para los pueblos con una amplia gama intermedia de opiniones, y las salas tenían clientes propios y rivalizaban por los demás en apariencia, calidad y ubicación, intentando atraer a los millones de espectadores que buscaban su cuota diaria de imágenes. Esto, moneda corriente en las grandes capitales occidentales, sucedió también aqui, acaso un poco "a la uruguaya", en una dimensión más reducida y siempre unos años después que en otros lados.

En general lo que más se recuerda y llama la atención en estos días es la capacidad en butacas de aquellos grandes espacios, que hacía que nuestra ciudad (centro y barrios) contara en 1955 con 103 salas de cine promediando los 780 asientos, tan necesarios como que en ese año se vendieron más de 17 millones de entradas en una población de 850.000 personas. Sin embargo en las décadas del 20 y el 30 el luego pujante mercado local de exhibición aún no existía, y su desarrollo no comenzó con el tamaño de los salones sino con una persistente mejora en la calidad de las prestaciones (inmobiliarias y de equipamiento) ayudada por las inversiones que exigió desde 1929 el novel cine sonoro.

Los ejemplos de notables salas estrictamente de cine abundaron en Montevideo, por suerte dos de ellas todavía apreciables hoy, el Rex Theatre y el Metro, antes que los nuevos recintos desde fines de los 30 (y durante dos décadas) dominaran el panorama a fuerza de gigantismo aunque con un nivel menos refinado de presentación.

SOBREVIVIENTES. El Rex Theatre, magnífico edificio del arq. Jones Brown en la esquina de 18 de Julio y Herrera y Obes, inaugurado en 1928, ha sido considerado históricamente uno de los hitos arquitectónicos de la zona céntrica montevideana, con un lucimiento mayor desde 1934 cuando se abrió la calle Agraciada hasta la principal avenida a través de la actual Plaza Fabini que lo enfrentó a la distancia con un reluciente Palacio Legislativo. La sala que incidía sobre 18, hermosa y llena de detalles interiores que sorprendieron por su fineza y la calidad de sus materiales, fue hasta 1941 (inicio del Trocadero) la principal de la dominante empresa exhibidora Glücksmann, aunque desde 1937 compartió con el enorme Radio City la distinción. Luego de largos años de decadencia edilicia y de funcionamiento que habían llevado a su cierre como cine en 1980, la compra del inmueble en la década pasada por parte de la Intendencia Municipal permitió una cariñosa reconstrucción que se ha podido disfrutar desde noviembre de 1999, sólo que con nuevos nombre (Zitarrosa) y destino.

El Metro es la primer gran sala de cine montevideana. Ubicada en San José y Cuareim y con más de 1.000 localidades, fue además una muestra lujosa de hacia adonde apuntaba el negocio de exhibición en 1936 por parte de la Metro-Goldwyn-Mayer, poderoso sello norteamericano que la construyó a su gusto y medida con planos originales provenientes de Estados Unidos. En nuestro medio el clásico edificio de tres plantas, la importante marquesina que rodeaba la esquina, el amplio y cálido foyer alfombrado con poltronas de espera, la salita del entrepiso, el más de un millar de butacas originales de cuero granate oscuro y un sinfín de detalles de ornamentación e iluminación fueron un acontecimiento para la época. Luego, el paso del tiempo hizo su obra. Con otros nombre (Cinemetro) y propietario, aunque pocos cambios en su estructura general, sufre hoy los efectos de la decadencia de la zona céntrica para el cine comercial y de la falta de inversiones en conservación del edificio y sus mejoras, con las dudas inevitables sobre el futuro. Pero el material original era muy noble, por suerte, y eso se sigue notando sesenta y cinco años después, cuando poco queda de la original MGM, con sus antiguas salas en todo el mundo llevadas por la piqueta o divididas en varias pequeñas.

LOS DEMAS. Aunque hoy desaparecidos, en el recuerdo montevideano han quedado más cines de la misma época, de inusuales características, y un breve repaso sobre los más notorios bien vale la pena.

Al Ariel la gente madura lo recuerda como una sala de Glücksmann que en la década del 40 exhibía cortos de la casa Disney en continuado y que se incendió en 1953. Pero la empresa Glücksmann lo regenteó recién desde fines de los años 30, y antes fue mucho más que eso. Inaugurado como Teatro Ariel (así decía en la fachada) en octubre de 1923 con una fiesta organizada por una Comisión de veinte distinguidas damas, mechó desde el principio funciones cinematográficas y teatrales con espectáculos musicales y reuniones sociales, y tenía en paredes, techos y palcos cuidados detalles de ornamentos que hicieron que los responsables de la construcción del futuro Grand Splendid, ubicado enfrente, debieran esmerarse para no quedar atrás en la competencia. Luego del incendio que destruyó el antiguo local, el del nuevo Ariel que se conoció en 1955, más funcional de acuerdo al momento, tenía poco que ver con el anterior.

Con la inauguración del Grand Splendid Theatre en mayo de 1924 la empresa Glücksmann tiró la casa por la ventana, tanto que el mismo Max vino especialmente desde Buenos Aires para el evento, en medio de una propaganda que la señalaba como la mejor sala de América del Sur por sus adelantos en ventilación, calefacción e iluminación. Al planear el llamado Edificio Santos los arquitectos Rocco y Vásquez Varela realizaron un diseño ecléctico, ocupando el cine los dos primeros niveles, bien diferenciados del resto superior dedicado a viviendas de apartamentos. El hall y la tertulia eran pequeños, como correspondía a un recinto de su capacidad, pero esta última tenía una presentación muy curvada y atractiva que ampliaba visualmente el entorno del interior. Y tampoco aqui se escatimaron gastos para los detalles de la ornamentación, con especial remarque en ocho lujosos vitraux redondos en las paredes de la platea. Por lo menos hasta 1928, cuando comenzó el reinado del Rex Theatre, fue el recinto principal de Glucksmann para sus estrenos de cine silente. El local fue dedicado a menesteres comerciales de variado pelo entre 1962 y 1986, reabriendo sorpresivamente casi un cuarto de siglo después otra vez como cine, hasta que en 1992 se le recicló con cuidado para ser utilizado desde entonces como sucursal bancaria.

En insólita demostración de poderío, en agosto de 1928 la casa Glücksmann inauguraba en el Paso del Molino el Alcázar, un día después del Rex Theatre y uno antes del también céntrico Colonial. Y no menos insólito era su diseño. Ya en los años previos el cine Splendid Theatre de los arquitectos Gimeno y Muñoz Dulio, ubicado no muy lejos de allí, había llamado la atención con originales frente y hall de reminiscencias árabes. Pero en el Alcázar los arquitectos Muracciole y Gori Salvo llevaron los detalles moriscos al máximo, no sólo por su fachada tantas veces fotografiada y todavía apreciable en la actualidad, sino por el hall que pretendía copiar un patio del Alcázar de Sevilla con fuente de estilo al centro, las escaleras a la tertulia que daban una amplia perspectiva desde sus balcones hacia el propio hall, la platea que intentaba evocar una sala de palacio con sus recargadas paredes esculpidas, sus vitraux de corte árabe, sus ocho panneaux (creación de Enrique Albertazzi) que representaban una aldea de un lado y un cortejo principesco del otro, las arañas y artefactos de luz al tono. En Montevideo no hubo otro igual.

Pero en el mismo 1928, menos de dos meses después del trío espectacular de novedades, la empresa Glücksmann pegaba fuerte de nuevo en la zona céntrica con el Cervantes, ubicado en los dos primeros niveles de un edificio con fuerte influencia de la arquitectura italiana destinado a hotel, diseñado por el Arq. Leopoldo Tosi y declarado en la actualidad "Patrimonio Histórico". La sala, que fue cine y también teatro en algunos períodos, tenía un decorado interior en estilo español-renacimiento, con detallados trabajos en mármol y bronce y en la cobertura de sus columnas, hermosos vitraux y notables artefactos de luz. La afectación posterior a otras actividades comerciales (al final un garage de alquiler) trajo el salón principal a una situación lamentable, al insertársele una suerte de techo bajo a la altura del piso de la tertulia que degolló infamemente su espacio aéreo. Para el recuerdo de los viejos esplendores han quedado en esa tertulia ampliada la riqueza de su mampostería en las paredes y techo originales, ahora visibles en un espacio teatral no convencional inaugurado en julio de 2001.

El París fue otra pequeña e impar sala, con un hall demasiado chico pero un estilo en su interior denso, muy definido y diferente al de todas, que además fue la única que en Montevideo diseñó el Arq. Julio Vilamajó "con una composición integral Decó de planos ondulados y espectaculares efectos de luz que resaltan la profundidad y simetría del espacio de múltiple altura" al decir textual del tomo N° 7 de la Guías Elarqa. Con ubicación en la planta baja de un edificio esquina propiedad del Centro de Almaceneros Minoristas, frente a donde veinte años después estaría el gigantesco Censa, fue en mayo de 1932 el primer cine que se inauguraba en Montevideo con equipos apropiados para las exhibiciones sonoras y desde entonces una permanente referencia en textos de arquitectura sobre el Art-Decó en nuestro país. Salvo en los años 30 en que realizó decenas de estrenos, la aparición de las grandes salas relegó al París a un segundo plano en las carteleras por su reducida capacidad.

LOS GIGANTES. Pero los tiempos cambiaron. Desde 1937 hasta la década del 50 la oferta de localidades en las salas de Montevideo aumentó permanentemente, con nuevos cines céntricos y barriales que para destacarse priorizaron el tamaño antes que los detalles exquisitos de equipamiento o la originalidad arquitectónica.

Los "chicos" pasaron a tener entre 700 y 900 localidades, pero dominaron los gigantes: en 1937 el Ambassador (1.235 butacas), el Radio City (1.236) y el Astor (1.400); en 1941 el Trocadero (1.241); en 1943 el Coventry (1.013); en 1945 el Liberty (1.012), el Arizona (1.300) y el Miami (1.002): en 1946 el Grand Palace (1.300), el Copacabana (1.245) y el Princess Theatre (1.030); en 1947 el Casablanca (1.253); en 1949 el Cosmópolis (1.284), el California (1.248) y el Eliseo (1.990); en 1950 el Central (1.284) y el Plaza (2.319); en 1953 el Censa (2.715) y el Intermezzo (1.000); en 1957 el Cordón (1.200); y en 1959 el 18 de Julio (2.000). De ellos, sólo permanece hoy el Plaza exhibiendo cine, aunque mechado con otro tipo de espectáculos.

(*) Saratsola es el responsable de "Cinestrenos en Montevideo desde 1929", catálogo que contiene una base de datos sobre más de 27.150 films sonoros exhibidos localmente, que se puede consultar desde el portal Uruguay Total (www.uruguaytotal.com) o la página web de Cinemateca Uruguaya.


DATOS PARA COLECCIONISTAS

ALCAZAR. Agraciada 3759 entre Raffo & Lucas Obes. Arquitectos Gori Salvo y Muracciole. Período 23/08/1928 a 01/10/1975. 899 butacas.

ARIEL. 18 de Julio 1215 entre Cuareim & Yí. Período 11/10/1923 a 05/10/1953. 700 butacas. Con el mismo nombre, otra sala funcionó en el lugar entre el 07/07/1955 y el 04/02/1980.

CERVANTES. Soriano 886 entre Andes & Convención. Arquitecto Leopoldo J. Tosi. Período 19/10/1928 a 02/07/1962. 888 butacas.

GRAND SPLENDID THEATRE. 18 de Julio 1226 entre Michelini & Quijano. Arquitectos Daniel Rocco y Jacobo Vásquez Varela. Dos períodos: 16/05/1924 a 11/11/1962 y 14/03/1986 a 21/07/1991. 487 butacas.

METRO. San José 1211 esquina Michelini. Arquitecto Francisco Lasala, aparentemente sobre diseño del Ingeniero Harry Moskowitz de la MGM. Período 26/09/1936 a 24/02/1988 con este nombre, y Cinemetro desde entonces. 1051 butacas.

PARIS. 18 de Julio 1701 esquina Magallanes. Arquitecto Julio Vilamajó. Período 05/05/1932 a 25/10/1961. 578 butacas.

REX THEATRE. 18 de Julio 1012 entre Río Negro & Herrera y Obes. Arquitecto Alfredo Jones Brown. Período 22/08/1928 a 31/08/1980. 735 butacas.