TEATRO SOLIS| Gente de teatro, autoridades municipales, técnicos y periodistas visitaron las obras, que esperan terminar en agosto de 2004

Una chispa al final del penoso túnel

El Teatro Solis fue cerrado en 1998 y las obras de renovación permitirán que se inaugure el 25 de agosto de 2004

RAMON MERICA

Ayer viernes al mediodía, las catacumbas del Teatro Solís temblaron una vez más, ahora no por los marronazos y picos, sino por los temblores amedrentados de la treintena de invitados a una visita guiada organizada por la comisión encargada del salvataje del tesoro arquitectónico cerrado desde 1998.

Los invitados incluían a periodistas, gente de teatro, autoridades municipales y técnicos que no sueñan con otra cosa que no sea la reapertura del primer escenario nacional, una esperanza prometida a concretarse el 25 de agosto de 2004, fecha que no conforma a los escépticos.

Sin embargo, ayer también se tuvo la sensación de que estaba despuntando una chispa de luz al final del túnel de la desesperanza, y pese a la estremecedora situación de las vísceras del Gran Teatro, ahora convertido en una gigantesca cuenca vacía dibujada por ladrillos pelados, montones de tierra y hierros diseminados, se respiró una atmósfera de calma paciencia donde no faltó, inevitablemente, una frase: "Parece que no, pero en ese tiempo el Solís se salva".

TODAS LAS MANOS, TODAS. "Tengo la sensación de que en cualquier momento quedamos todos sepultados entre los escombros", reflexionaba la periodista Lil Bettina Chouy y agregaba: "Mañana todos los diarios van a tener material de sobra para contar la desaparición de críticos, actores, arquitectos famosos entre estas cuevas debajo del escenario".

Menos fatalista, es decir: muy optimista, la arquitecta Eneida de León, responsable de esta segunda etapa de las obras, se enorgullecía del ritmo de los trabajos y del nivel del equipo comunal que ha formado, "todos muchachos con la camiseta puesta, trabajando con una fuerza impresionante y una entrega ejemplar".

La arquitecta es consciente del impacto que causa ver al Solís así como está, pero su sentido de organización y de dirección de empresa le da las fuerzas como para asegurar que "en el dos mil cuatro vamos a estar como espectadores viendo un gran espectáculo".

De León no duda en aventurar el futuro: "Es la convicción que tengo como arquitecta y directora de obras, pero ya hay montado un cronograma que se va cumpliendo puntualmente".

La arquitecta admite que no todo es ideal en el proceso de las obras del Teatro Solís: "Nos faltan algunas ayudas, por cierto, sobre todo para el final. Pero hay cosas que ya se adelantaron, como el restauro de los palcos y de las arañas patrimoniales. Aunque eso parezca apresurado, no lo es. Porque si dentro de un año y medio queremos abrir el teatro porque ya está pronto y no tenemos los palcos, no tenemos las arañas, no se puede abrir. Ese es un trabajo ganado, porque no sabemos cómo va a estar la economía uruguaya en ese tiempo. Ahora pudimos hacer esa inversión. Todavía no sabemos quién va a restaurar el gran plafond, tampoco sabemos cuáles van a ser las butacas, pero la obra en sí, el salvataje del teatro, su estructura, va a estar terminado".

SOBRESEGURA. Esa seguridad profesional no es gratuita. La arquitecta de León tuvo mucho que ver con otros rescates y renacimientos que están a la vista de todo el mundo. Esa presencia salvadora es muy simple:

"He trabajado en otro tipo de obras así. Soy una directora de obra que hace específicamente una gestión en la cual se plantea un plazo perentorio, dinero perentorio, y buena calidad. Así pasó con la Sala Zitarrosa, que se hizo con muy poco dinero y en cinco meses. También trabajé en el Parque Hotel con un equipo muy grande cuando se reinauguró, y siempre he estado haciendo obras públicas o privadas que están trancadas, obras a las que hay que terminar, destrancar, sin perder la calidad. Es decir: obras que están trabadas y deben ser liberadas. En eso estoy ahora con el Solís".

La arquitecta no se ofende cuando se le dice que es una señora con un látigo económico que exige tomar el toro por los cuernos y hacer cumplir lo pactado. "Para nada. Me dicen que soy bastante bruja en eso de cumplir con los plazos, pero todo mi equipo me quiere, un equipo excelente, lo mismo que la asistencia técnica que me ha dado la Intendencia de Montevideo. Mi trabajo es el de terminar con la mejor calidad lo que parecía que no se iba a terminar nunca".

Medina y Larreta: dos dioses en su Olimpo

Cuando el doctor Carlos Cassina, presidente de la Comisión del Teatro Solís (futura Fundación) invitó a abandonar las catacumbas para ascender hasta la planta baja, los dos monstruos fueron los primeros en obedecer. Es natural: en ese templo neoclásico de Carlo Zucchi (1840-1856) tanto Estela Medina como Antonio Larreta dejaron gran parte de lo mejor de sus talentos (especialmente ella, que casi no ha abandonado el coliseo en medio siglo) y entre esos muros ilustres se preserva el fulgor interpretativo de Medina como algo único, de la misma manera qúe nadie puede olvidar la mano de regisseur único de Larreta.

La lista sería infinita, pero basta repasar El Cardenal de España con aquella Juana la Loca de dffícil equiparación, la María Estuardo compartida con la grande Maruja Santullo, los acordes únicos cuando se enfrenta a la poesía del Siglo de Oro, todo un universo absolutamente avaro de la diva.

Por su parte, Larreta destiló sobre el Gran Teatro todo lo que es posible, desde el drama a la comedia, desde el vaudiville a la tragedia, en una carrera única en la historia del teatro del Río de la Plata.

MANO A MANO. Abordados por Ciudades en un brindis posterior a la visita guiada, la Medina se dolía: "Quiero pensar que todo este derrumbe, esta destrucción, va a dar paso a algo hermoso. Pero verlo hoy, así, me horroriza. Me da un sobrecogimiento de algo horrible, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que va a quedar divino. Será porque este teato es mi casa. He pasado más de cincuenta años aquí, aquí está mi vida"...

Ahora veo como un aire de esperanza, pero cuando vine no hace mucho, antes de que tomara este impulso, me quise morir ante lo que estaba viendo. Me fui a mi casa desesperada, creo que hasta lloré. Vi que todo estaba horrible, pero lo peor fue ver que no había obreros, que nadie hacía nada, que el Solís era como un barco abandonado. Peor: a la deriva".

Durante la visita guiada, Antonio Larreta prefirió abrir su propio camino, una vía de recuerdos que se le deberían venir encima, sobre todo cuando en las catacumbas levantaba la mirada para ver la parte de abajo de ese escenario sobre el que hizo deambular a los magníficos Gigantes de la montaña, el heroico Bolívar y albergó los terrores de Ana Frank entre mil y una imaginerías dramáticas de primerísimo orden.

Recostado contra una de las columnas del sottopassaggio del teatro que también durante años fue su casa, Larreta pensó en alta voz, ante la disyuntiva de sentir derrumbe o esperanza: "Sensación de derrumbe, de ninguna manera. Sí una esperanza cauta. Porque sé que las cosas en este país, tradicionalmente, son más lentas de lo que se espera. Pero parecería que está muy encaminado. Tengo muy buena impresión. Además, parece que la arquitecta que tiene en sus manos el teatro es una mujer sumamente ejecutiva y sumamente apta, absolutamente empeñada en sacarlo adelante. Hago un voto de confianza por Eneida de León".

La historia accidentada del templo

En 1840 se creó una Sociedad de Accionistas para la construcción de una sala teatral en Montevideo, ciudad de 40 mil habitantes. Eran tiempos de guerra civil, que había comenzado hacía dos años y duraría 11 años más, pero llegaban compañías extranjeras a la ciudad, que contaba en esa época con una única sala, la vieja Casa de Comedias.

La sociedad, integrada por personalidades destacadas entre las fuerzas vivas montevideana, comienza las tareas con la elección del terreno, de acuerdo a las sugerencias del arquitecto italiano Carlo Zucchi, quien realiza ese año el primer proyecto para la construcción, que fue rechazado por su costo elevado (229 mil pesos).

Luego se encarga el proyecto al arquitecto Francisco Javier Garmendia, quien adapta las ideas de Zucchi al dinero que tenía la sociedad, que eran 125 mil pesos. Las obras comienzan en 1842 y se interrumpen un año después, cuando se estrecha el sitio de Montevideo por parte del Ejército de Oribe.

Los trabajos se reinician en 1851, una vez concluida la Guerra Grande. Hasta ese momento se había realizado los cimientos y los muros se elevaban dos varas sobre el nivel del terreno.

El teatro se inauguró el 25 de agosto de 1856, en conmemoración de la Cruzada Libertadora de 1825, con la representación de la ópera Ernani, de Giuseppe Verdi. El teatro no estaba terminado. Faltaban los cuerpos laterales, que se construyeron entre 1869 y 1874, de acuerdo al proyecto del arquitecto francés Víctor Rabú.

Durante los años siguientes el teatro experimentó varias reformas complementarias. En 1881 se le cambia el techo de madera por uno de estructura metálica y en 1882 se ensancha el escenario.

El 26 de enero de 1937 se firma el compromiso de compraventa a favor de la Intendencia de Montevideo, que en los años sucesivos introduce una serie de mejoras y de instalaciones que aumentan la seguridad, sobre todo en el año 1943, bajo la dirección de los arquitectos municipales Altamirano y Che.

Las actividades se reanudan en 1946, luego de varios años de cierre. En 1965 se procede a la renovación del alhajamiento del teatro y se cambian las butacas de la platea.

En 1998, cuando se decidió su cierre total, todo era optimismo. En ese momento se contaba con un informe técnico elaborado en la Facultad de Ingeniería y las autoridades municipales hablaban de un plazo máximo de dos años para la reapertura del principal escenario nacional.

En esa primera etapa se consideraba que el costo de la etapa inicial de las obras ascendería a cuatro millones de dólares.

Ya en 1999 la comuna presentó el diagnóstico edilicio del teatro y anunció que las obras demandarían dos años de trabajo y entre siete y ocho millones de dólares. En ese año se comenzó el proceso de "desmantelamiento" del Solís.

En 2001 se empezaron a manejar las fechas que hasta hoy se espera sean las definitivas para la reapertura parcial del Solís: mediados de 2004. Los costos volvieron a subir y se mencionó la cifra de 13 millones para reparar solamente el edificio central. Los arquitectos encargados del proyecto llegaron a decir que la obra completa y con todas las ambiciones, insumiría 35 millones de dólares.