Asentamientos irregulares .Las viviendas ubicadas en ellos en todo el país son 36.933 y representan el 5,73% del total de hogares, casi seis de cada 100, según datos del INE

Un mundo en la otra cuadra

Sus habitantes hablan con orgullo del lugar en el que viven, pero reconocen que son marginados por "los de afuera"

EDUARDO BARRENECHE

Viven en una especie de "guettos". Aunque no se sienten marginados por vivir en un asentamiento, desprecian a los habitantes de los barrios cercanos, llegando a cercar una plaza para que "los de afuera" no ingresen a la misma.

No es fácil visitar un asentamiento irregular. Las casas son construidas sin un orden lógico y, en determinados lugares, en los pasajes entre una y otra construcción, apenas puede pasar una persona.

Ese desorden tiene un propósito: los habitantes de los asentamientos no quieren que los pobladores de otras partes de la ciudad se acerquen o pasen a poca distancia de su barrio. Por eso, se esfuerzan por impedir el corte de aquellos arbustos que ocultan sus casas.

Aunque sus relaciones afectivas son más inestables, hay más parejas con hijos en los asentamientos que en el resto de la sociedad, dijo a El País la socióloga del Programa de Integración de Asentamientos Irregulares (PIAI) del gobierno, Julia Elizalde.

Los asentamientos irregulares también tienen otras diferencias con el resto de la población. El tamaño medio de los hogares es superior; en las viviendas no se usan materiales pesados para construir los techos, paredes y pisos; hay mayor nivel de hacinamiento; mayor índice de mujeres jefas de hogar; menor cobertura de salud y presencia significativa de jóvenes con bajo nivel de instrucción y fuera del circuito educativo.

Pese a que se puede considerar a estos elementos como desventajas, las personas domiciliadas en esas zonas los califican como "un buen lugar para vivir", dijo Elizalde.

Sin embargo, cuando los técnicos del PIAI, organismo dependiente de la Presidencia de la República, preguntan a los habitantes de los asentamientos cómo perciben a su barrio "los de afuera", la respuesta ya no es tan positiva.

Muchos habitantes de estas zonas no quieren ser estigmatizados por el resto de la sociedad, lo que contribuye a acentuar aún más su tendencia a aislarse. Por eso, reclaman que las guarderías y los centros de salud se instalen dentro de los límites del asentamiento.

Una de sus principales demandas es la del transporte. Sin embargo, los ómnibus no pueden ingresar al asentamiento por las estrechez o la falta de calles. Ahí surge una polarización con los habitantes del entorno, acusándolos de pretender marginarlos.

ESPERANZA. En Montevideo y Canelones, la mayoría de los habitantes de los asentamientos irregulares posee la expectativa de regularizar el predio donde viven.

Ganarse el pan de todos los días es una lucha constante en un asentamiento. La mayoría de sus habitantes son trabajadores por cuenta propia y el segundo grupo está constituido por obreros no calificados que no cuentan con cobertura de la previsión social.

En tanto, la mayoría de las mujeres son amas de casa. Aquellas que trabajan, realizan tareas que no requieren demasiada instrucción: son empleadas domésticas, lavan ropa o cuidan niños. Muchas de estas tareas las efectúan dentro del propio asentamiento.

"Son gente muy pobre. En los asentamientos relevados por el PIAI, el ingreso promedio del núcleo familiar con jefatura masculina es 4.000 pesos. Depende de la cantidad de trabajadores zafrales u obreros existentes en un asentamiento. Esa cifra todavía es fluctuante", dijo la socióloga Elizalde, quien remarcó las dificultades que deben afrontar los técnicos para alcanzar guarismos exactos sobre las retribuciones de los habitantes de esos núcleos habitacionales.

Además, las diferencias de ingresos entre ambos sexos "es muy grande", dijo Elizalde; las mujeres trabajadoras ganan considerablemente menos que los hombres, alcanzando cifras que promedian los 2.000 pesos. Sin embargo, esos números fluctúan de un asentamiento a otro y remarcó que esos datos "aún no son extrapolables" a todas las zonas marginales del país.

Citando un estudio del Instituto Técnico para la Promoción del Desarrollo Integral, realizado en un asentamiento de Montevideo, Elizalde dijo que el ingreso promedio de los asentamientos se ubica dentro del segmento del 20% más pobre de la población.

¿Cómo se mantienen aquellas familias donde la mujer es la jefa de hogar y sus ingresos no superan los 1.500 pesos? La conclusión a la que llega Elizalde, luego de años de investigar esta problemática social, es que estas madres se ven obligadas a expulsar a sus hijos de sus casas para que salgan a trabajar en la calle.

"Se trata de aumentar el número de receptores de ingresos. Ahí está el tema de la fecundidad de estas mujeres, quienes tienen muchos hijos", dijo la especialista del PIAI.

De todas formas, Elizalde indicó que los habitantes de los asentamientos no son marginales y explicó que la gran mayoría sabe leer y escribir y conoce las reglas matemáticas simples.

La escuela es valorizada por las familias radicadas en estos barrios y no sólo por la educación de sus hijos. El comedor escolar suministra alimentos a los niños, una tarea que muchos padres no podrían afrontar día a día.

En cuanto al acceso a los servicios de salud, en los asentamientos hay un claro predominio de la asistencia del Ministerio de Salud Pública, el cual alcanza a casi el 60% de la población de todo el país. En el caso del interior, el porcentaje de población con este tipo de cobertura es significativamente mayor que en Montevideo, ubicándose en el 70%.

No obstante, hay un porcentaje importante de la población de asentamientos atendida por el sistema mutual (14,7%), lo que podría indicar ciertos grados de "formalización laboral", en la medida que este tipo de cobertura está sustentada por trabajos que generan derechos a asistencia a través del sistema DISSE. En tanto que el porcentaje de personas que carecen de cobertura de salud alcanza el 16% de la población de estos barrios.

FLAGELOS. El alcoholismo, la drogadicción y la delincuencia, en ese orden, son los principales problemas existentes dentro de los asentamientos, según un estudio elaborado por el PIAI. Los siguen la violencia juvenil y la prostitución.

El documento, al que tuvo acceso El País, sostiene que una de las estrategias que puede adoptar el PIAI para resolver o mitigar estos problemas sociales sería a través de convenios con organismos idóneos para focalizar acciones concretas.

Las instituciones que podrían realizar un trabajo social en los asentamientos, según la socióloga Elizalde, serían la Junta Nacional de Drogas, la Comisión Nacional de Prevención de Delitos, la Comisaría de la Familia y la Mujer, la Comisaría del Menor; el Instituto Nacional del Menor (INAME), el Ministerio de Salud Pública y Alcohólicos Anónimos.

Respecto al nivel de instrucción, hay un claro predominio de la población que alcanzó la enseñanza primaria (53%).

Sólo el 20,3% llegó al liceo. Alrededor del 8% de la población de los asentamientos no tiene instrucción alguna.

El ocio, el hastío, la falta de oportunidades laborales, empujan a muchos jóvenes de los asentamientos a incurrir en la droga, el alcoholismo y la delincuencia, dijo la experta del PIAI.

Estos problemas se agravan porque la población de los asentamientos es sensiblemente más joven que la del total del país.

Así la población menor de 17 años representa el 46% del total del asentamiento y los más pequeños son cadas vez más.

El problema social se agrava cuando los niños terminan la escuela e ingresan a la enseñanza secundaria. "Es muy difícil que entren al liceo y que luego se mantengan estudiando", dijo Elizalde.

Muchos salen a trabajar en la calle a temprana edad, y otros se dedican a "hacar nada".

El círculo vicioso comienza con la vagancia del adolescente al abandonar el liceo y dedicarse a andar en la calle.

Y finaliza con su incursión en el mundo de la droga y la delincuencia, un fenómeno que los expertos coinciden en señalar se repite en todos los asentamientos.

Mujeres más fecundas y gente que llega

Julia Elizalde, socióloga del Programa de Integración de Asentamientos Irregulares (PIAI), estimó que la tasa de crecimiento anual de los asentamientos en todo el país es de un 10 por ciento.

Uno de los objetivos del organismo es disminuir esa tasa a un 5%.

"Ese crecimiento se debe a dos factores: a una fecundidad de las mujeres superior al promedio nacional y a una importante movilidad de personas hacia ese tipo de barrios", dijo. La alta tasa de natalidad en esos lugares se debe, entre otras causas, a la escasa información de los métodos anticonceptivos por parte de las mujeres y a la baja instrucción.

En cambio la movilidad de personas hacia el asentamiento se agudiza con el incremento de la crisis social del país.

"Este programa apunta a la prevención de los asentamientos. Este tipo de barrio son un oasis para una cantidad de gente. Está estudiado que cuando caen los indicadores de empleo, aumenta el volumen poblacional de los asentamientos. Mucha gente se traslada a un asentamiento porque no puede pagar un alquiler. Y no lo puede hacer porque antes tuvo problemas con su trabajo", indicó Elizalde.

El tamaño promedio de los hogares de los asentamientos es de 4,37 en todo el país. En Montevideo el promedio por persona por hogar de estos barrios es levemente superior que en el interior (4,37 y 4,33 individuos respectivamente).

Las cifras muestran que se está ante la presencia de hogares más grandes que el promedio nacional (3,3 personas por vivienda).

Posiblemente exista una fuerte asociación entre el tamaño promedio del hogar y la presencia de niños y adolescentes. En esta situación operan múltiples factores, entre los cuales se destacan la previsible mayor juventud de los jefes de hogar y niveles de fecundidad más altos que el promedio.