Migración . Las cifras oficiales indican que de enero a marzo fueron concedidas 120 residencias a argentinos, contra doce aprobadas en el mismo período del año pasado

Argentinos que cruzan el charco

Algunos tienen propiedades en Uruguay y otros fueron enviados por sus empresas a dirigir oficinas locales

LUIS ROUX

Uruguay fue un paraíso para quienes pensaron en empezar de nuevo, lejos de su tierra. Durante el siglo pasado fueron cientos de miles los que llegaron en busca de la prosperidad que les negaba Europa. Las cosas cambiaron, y durante la segunda mitad del siglo XX comenzó el éxodo, con Canadá, Australia, Estados Unidos, Europa, Venezuela y Argentina como destinos preferidos.

En lo que va del siglo XXI ya son decenas de miles los uruguayos que se van para no volver. Sin embargo, una información aparecida en La Nación el domingo 30 de junio, habla de una tendencia contraria, en pequeña escala. La noticia refiere que en los primeros tres meses de 2002 el número de residencias definitivas concedidas a argentinos se multiplicó por 10 con respecto a 2001: de 12 a 120.

La Dirección Nacional de Migraciones confirmó a El País esa información. Las cifras comparativas de los primeros seis meses del año pasado y el corriente, en lo que se refiere a solicitudes de residencia, hablan de un aumento del 76 por ciento en comparación con el año pasado: los números variaron de 324 solicitudes en 2001 a 573 en 2002. El comisario Cáceres, director de Migraciones, estimó que la tendencia apunta a que a fin de año la relación será de dos a uno.

Los argentinos que solicitan residencia en Uruguay son personas que tienen intereses en ambos países, o jerarcas que fueron enviados por sus empresas a dirigir las oficinas de Uruguay, o quienes tienen propiedades de este lado del río.

Un caso atípico es el de Eduardo Venturino y Alejandra Alliaud, quienes legaron a establecerse en Punta del Este y no cumplen con ninguno de los requisitos. Ellos llegaron el diciembre del año pasado, en pleno estallido social en toda Argentina, y más de veinte muertos en los disturbios que se produjeron en Buenos Aires, y que provocaron la renuncia del presidente Fernando de la Rúa.

Venturino y Alliaud entregaron el apartamento que alquilaban en Buenos Aires, hicieron la mudanza a casa de amigos y llegaron a Punta del Este decididos a quedarse a vivir con sus hijos Valentín (8) y Micael (4).

Alliaud es antropóloga social y Venturino se dedica al shiatzu y a otras técnicas terapéuticas chinas. Ambos quieren vivir en un ámbito natural donde desarrollar su trabajo y educar a sus hijos.

El matrimonio ya había decidido emigrar antes del estallido social. "Lo pensamos desde hace años: salir de ese lugar en donde sobra gente y venir a un lugar donde se puede caminar por el bosque, juntar piñas, hacer fuego". Ellos pasaron el verano en el balneario Buenos Aires, un lugar que recuerda a algunos balnearios de la Costa de Oro, con grandes extensiones arboladas por todos lados, terrenos generosos y casas que no producen el impacto de las de Punta del Este.

Lo fundamental para tomar la decisión es la calidad de vida: "Buenos Aires es una ciudad que perdió el control y es necesario estar permanentemente alerta. Las cosas están muy mal desde hace años", explica Alliaud.

En marzo alquilaron un apartamento en Punta del Este e inscribieron a sus hijos en la escuela pública. Están muy conformes con la calidad de las maestras que les tocaron a sus dos hijos, y tienen que sobrellevar el tema de los paros y las aulas superpobladas, "pero ya estamos acostumbrados a eso", explica Alliaud.

Venturino atiende a pacientes uruguayos y argentinos, pero Alejandra todavía no pudo conseguir trabajo en los colegios, como esperaba. "A mí me decían 'te vas de Guatemala y metés en Guatepeor' pero nuestra elección fue salir del agobio de esa situación asfixiante y tratar de salir adelante en este lugar, que es hermoso y tranquilo", sentenció Alliaud.

GERENTES. Fernando Ferreyra llegó hace tres años y medio y dice que como el Uruguay no hay. Lo compara y explica que en Buenos Aires para tener la misma seguridad que en Montevideo hay que vivir en barrios encerrados. Pero tampoco cree que sea mejor Estados Unidos, un lugar donde hay una amenaza constante, ni otros países de América Latina, donde existe siempre el peligro de secuestro, rapiña, asesinato.

Su hijo nació el 4 de enero de este año en Buenos Aires, en medio de una crisis extraordinaria. Ferreyra está orgulloso de que su hijo crezca en Montevideo, "un lugar donde se puede andar en bicicleta por la vereda".

Ferreyra viajó a Buenos Aires el 21 de diciembre, el día en que renunció De la Rúa, luego de los disturbios callejeros, y el cambio del clima fue apreciable.

Las ventajas en Uruguay son muy claras: "El sistema institucional es brillante, comparado con cualquiera de la región. Acá todavía existe la vocación política", se asombra.

Eso le hace pensar que "hay muchas cosas que hacen que éste sea un país interesante para vivir, para criar chicos, para tener una familia".

La dimensión es parte de la explicación: "Un poco también se trata del tamaño del país: eso te protege de cosas como las drogas, que están, como en todos lados, pero en una dimensión aceptable. Además hay actividades deportivas por todos lados, los padres tienen más tiempo y espacio para estar con sus hijos, sin necesidad de estar en barrios cerrados. Acá hay barrios abiertos con las mismas condiciones de seguridad; te pueden robar una bicicleta, pero lo mismo te puede pasar en un barrio cerrado", expone.

Como gerente de Manpower, empresa de selección de personal, Ferreyra ha recibido consultas de sus compatriotas sobre las condiciones de trabajo. Ha recibido curriculum, sobre todo en enero y febrero, pero la tendencia continuó hasta ahora. El perfil de esas personas es de clase media alta y alta.

MICROSOFT. Fabián Crivaro llegó en noviembre del año pasado, un mes antes de que se desatara al crisis de Argentina, pero sus motivos no tienen nada que ver con esa situación. Crivaro trabaja en Microsoft desde 1993. Su profesión es ingeniero en sistemas. Empezó como gerente de productos y antes de venir a Uruguay era gerente de marketing y atención al cliente.

"Mi jefe era el gerente general de la compañía, por lo que yo podía esperar un desarrollo horizontal o emigrar, en materia de avanzar en la carrera".

Microsoft está en Uruguay hace siete años. Cuando el negocio en Uruguay se atendía desde Argentina, Crivaro se ocupaba. Luego lo dejó a partir de que se abrió la oficina en Uruguay, y ahora vuelve por sus fueros, a dirigir la oficina en Montevideo, que se ocupa de los negocios de Microsoft en Uruguay, Paraguay y Bolivia.

Trabaja con una serie de microempresas que emplean el software de Microsoft y realizan una serie de servicios, como instalación y soporte técnico.

Crivaro llegó con su esposa, María Marta, y sus dos hijos, Catalina (5) y Franco (3). En Buenos Aires vivía en Olivos, y en Montevideo, eligió Punta Carretas: "A mí me gusta tener un fondo, donde patear una pelota con mis hijos, y lo encontré. Además está a cinco minutos de mi lugar de trabajo. A mí me decían que fuera a Carrasco, pero acá conseguí todo lo que a mí me gusta, que es una casa con fondo, donde poder patear una pelota, y también tiene una pileta, en un barrio abierto, cerca del trabajo".

Más ventajas, todavía: "Si llega mi suegra, tengo el shopping a la vuelta, y además a mí me gusta ir a la rambla y la tengo enseguida".

Las playas en plena ciudad son un capítulo aparte: "No sólo porque voy a la playa los fines de semana, sino que cuando voy a visitar a un cliente, me cruzo con un bañista: eso me hace sentir bien".

Crivaro se entusiasma: "Hay seguridad, hay tranquilidad: la diferencia en términos de violencia es importante: no sólo lo que aparece en la prensa, sino la violencia que sentís, cuando te enterás que robaron a un amigo de un amigo, después a tu propio amigo y después a vos".

El gerente general de Microsoft es incapaz de encontrar algo que extrañe de Buenos Aires, salvo la familia. Puesto a encontrar algo, no lo logra. "La familia sí, pero estamos a media hora de avión, tres de Buquebús y siete de auto. Además chateamos y hablamos por teléfono".

En Uruguay eligió a Wanderers como equipo favorito. "Yo soy hincha de River y en Uruguay busqué un equipo chico, porque quería ver qué se sentía". Y es interesante: "Estar en una tribuna y ver que los del otro cuadro son una multitud. Yo me reía porque escuchaba por radio que en determinado sector de la tribuna estaba el grueso de la hinchada de Wanderers, y no era muy grueso, pero es apasionante, porque vos sabés que podés ganar. Me hubiera encantado que le ganáramos a Boca, y estuvimos muy cerca".


Después de 30 veranos se quedó

Hace treinta años que el entrerriano Rody Blinder aprovecha cada verano en Uruguay. Desde 1999 dirige el Apart Hotel Punta Azul y, por ese motivo, trabaja en Punta del Este la mayor parte del mes. Sus tres hijos y seis nietos permanecen en Buenos Aires. En esa ciudad, a cuyo ritmo agitado nunca logró acostumbrarse, Blinder tiene una empresa constructora que maneja uno de sus hijos. Dice ser "un enamorado" del Uruguay, de su gente y de su forma de vida "retrasados con respecto a la mala evolución de la Argentina". Por eso afirma que ganó años de vida al radicarse la mayor parte del tiempo en este balneario, junto a su esposa.

"Uruguay tiene una ingenuidad que la Argentina perdió. Hoy cada argentino es un economista y prácticamente un presidente. Acá todavía se cree en la persona, en la posibilidad de mejorar. Cuando estoy en Argentina me transfiguro, me vuelvo escéptico y no veo la hora de volver aquí".

En Punta del Este --lugar que destaca por sus bellezas naturales, sus servicios de gran ciudad y la rutina casi pueblerina-- Blinder recupera la ilusión y hasta el optimismo. Pero no lo suficiente para afirmar que el balneario es una buena opción de residencia para otros argentinos, atemorizados y cansados de la inseguridad en su propio país. La falta de trabajo, inevitablemente ligada a la falta de turistas, resulta un factor determinante para alejar esa posibilidad, dice.

El empresario afirma, además, que el elevado costo de vida en Punta del Este hace que su cartel de ciudad segura y bella, con buenas ofertas educativas y excelente infraestructura, sea insuficiente para atrapar nuevos residentes vecinos.

"Quien venga a radicarse debe tener rentas en el exterior o una mensualidad suficiente para subsistir, porque es muy difícil o imposible encontrar trabajo aquí".