Vandalismo
.El equipamiento urbano de Montevideo registra índices de
destrucción que van del 3 al 7% de su mobiliario. Las empresas
planean más vigilancia nocturna
La
furia urbana entre ceja y ceja
Los
teléfonos públicos son los más castigados.
En dos años se multiplicaron por cinco los destrozos en todo
el país
CARINA
NOVARESE
Es
posible que algún experto en la intrincada geografía
de la mente pueda explicar por qué romper satisface a algunas
personas. Con o sin explicación, sin embargo, son miles los
elementos públicos que sufren la fuerza bruta de la gente.
Desde una simple papelera hasta un teléfono de Antel, no
hay mobiliario urbano que se salve del destrozo.
En
los últimos tiempos el vandalismo se ha convertido no solo
en un problema para las autoridades municipales y empresas privadas
que se encargan de diversos aspectos de la ciudad, sino también
en un costo obligado que puede llegar a ser muy alto.
J.C.Decaux,
la empresa de origen francés que se encarga de instalar mobiliario
urbano en Montevideo, registra actos de vandalismo en un 3% del
equipamiento, un porcentaje similar al que se registra en Europa.
Tal como dijo Phillipe Lecuyer, director de la empresa para América
Latina, "Montevideo es una ciudad de características
europeas", en este aspecto.
De
las casi 2.400 piezas de equipamiento actualmente instalado, las
más afectadas son aquellas que incluyen vidrio. Un equipo
técnico de 15 personas patrulla la ciudad para realizar el
mantenimiento y adoptó la estrategia de arreglar sobre lo
roto de manera inmediata.
La
empresa estudia en estos días la posibilidad de agregar vigilancia
privada en algunas zonas. Además está llevando adelante
un estudio para conocer cuáles son los barrios en los que
existen mayores problemas de vandalismo, así como las fechas
clave. "Hemos llegado a la conclusión de que hay momentos
del año, como año nuevo, los días de clásico
en el fútbol y otros eventos en los que el vandalismo se
dispara".
DESPUES
DEL BAILE. Heres, otra de las empresas que se encarga del mobiliario
urbano por licitación con la Intendencia, registra un 7%
mensual de vandalismo en sus refugios peatonales, de los que hay
cerca de 1.000 en todo Montevideo. Según informó el
subgerente general de esta empresa, Juan Carlos Paradizo, el vandalismo
afecta a casi todas las zonas de la capital, pero sobre todo se
registra los fines de semana, en áreas cercanas a locales
bailables.
Es
común que los mayores destrozos se realicen sobre todo en
el display publicitario y no tanto en las estructuras de los refugios.
Lo más usual es encontrar los acrílicos rotos y no
faltan los casos en que los afiches desaparecen, sobre todo los
estéticamente más atractivos, dijo Paradizo. La empresa
se encarga de reparar los daños en las 24 horas posteriores
a la rotura, para lo cual dispone de equipos que patrullan la ciudad
diariamente.
En
la Intendencia, en tanto, los destrozos son cosa de todo los días
y no se salvan ni las estatuas de los personajes más insignes.
El nivel de vandalismo ha llegado al punto de que ciertos monumentos
son arreglados o limpiados y el mismo día aparecen nuevos
destrozos, explicó la directora de Espacios Públicos,
Rosario Fosatti.
La
comuna realizó recientemente un relevamiento de espacios
públicos. De un total de 320, un 65% estaba en "buen
estado" o "muy buen estado" y el 35% se determinó
que "requiere atención". En esos lugares se contabilizaron
200 elementos como fuentes, monumentos y placas, muchos de los cuales
presentan daños derivados de la acción humana. Tal
como dijo Fosatti, la cantidad de los actos vandálicos y
su frecuencia, "supera toda posibilidad de respuesta inmediata".
En
particular los monumentos parecen ser objeto seguro del destrozo,
la escritura y hasta el insulto. De los 200 relevados por la Intendencia,
el 50% se encontró sucio. "Hemos limpiado hasta dos
o tres veces el mismo monumento en pocos meses. Inmediatamente después
se produce un nuevo acto vandálico. Tenemos que cambiar la
forma en que estamos actuando. Limpiar por demanda no sirve pero
tampoco podemos tener cuadrillas limpiando todos los días
las mismas cosas", agregó Fosatti.
Como
consecuencia del aumento de este tipo de acciones --así como
del robo de plantas y hasta de adoquines en ciertas zonas de la
capital-- la Intendencia habilitó un número telefónico
(9010006) para realizar denuncias, así como un servicio especial
para atender los casos denunciados. La Intendencia también
evalúa la posibilidad de instalar rejas alrededor de los
monumentos.
Para
el director de Areas Verdes de la Intendencia, Jaime Igorra, todo
se resume en un término: cultura (o falta de ella). "La
cultura de Estados Unidos y de la Comunidad Europea es muy diferente
a la nuestra en este aspecto. La nuestra es más agresiva".
MULTIPLICADO.
En el caso de Antel, el vandalismo contra aparatos de telefonía
instalados en la vía pública ha aumentado sistemáticamente
en los últimos dos años, hasta el punto de que se
multiplicó por cinco. Según los registros de la empresa
estatal, en lo que va del año 2002 hubo 610 atentados en
todo el país, aunque las zonas más afectadas son Montevideo
y Canelones, con el 82% de los casos. En los hechos Canelones es
el departamento más proclive a la acción de los vándalos,
mientras que en Río Negro y Soriano no se constata ningún
destrozo en los teléfonos públicos.
El
pico de vandalismo se produjo en el último trimestre de 2001,
cifra que con pocas variantes se mantuvo en lo que va del año
2002. Los destrozos van desde la rotura de tubos, aparatos y cabinas,
hasta el robo de monedas, el daño de instalaciones eléctricas
y los dibujos o pegatinas en la cúpula y el propio aparato.
En
términos económicos, las roturas y sustracciones significan
para Antel un gasto anual de 120.000 dólares. Pero además
del costo económico, explicó el gerente de teléfonos
públicos de Antel, Gerardo Addiego, "pesan los elementos
intangibles, imposibles de cuantificar, a la hora de superar una
emergencia o salvar una vida, especialmente en lugares en que la
única comunicación posible es a través de un
teléfono público".
Antel
recibe muchas denuncias de los propios usuarios, a través
del teléfono gratuito 08002233, pero también advierte
los problemas en cada aparato por un sistema de alarmas que avisa
casi inmediatamente que algo anda mal. La empresa también
realiza inspecciones periódicas y contrata los servicios
de una empresa de limpieza, que se hace cargo de los numerosos stickers,
hojas pegadas, pintadas de graffiti y otros dibujos que inundan
los aparatos públicos.
Las
autoridades de Antel analizaron las posibles "motivaciones"
detrás del impulso que lleva a algunas personas a destruir
propiedad pública. Se estima que en algunos casos los teléfonos
se rompen por beneficio personal, ya que muchas personas intentan
hablar sin pagar, para lo cual rompen las instalaciones eléctricas
o simplemente, quieren apropiarse de monedas y en algunos casos
hasta del aparato entero.
También
están quienes rompen para "liberar su furia. Algunos
se enojan mientras hablan, cuelgan con fuerza y luego golpean con
el tubo lo que tienen a su alcance", explicó Addiego.
Entre los vándalos se cuentan quienes rompen por "enojo
con Antel" o "simplemente por romper". Estos últimos
"son los peores, no hay motivos. Es por una tentación
irresistible de ver algo que está bien y poder dañarlo.
O sea, para dejar una marca personal que otros vean".
El
padre pagó el pato
En
octubre de 1998 se comenzaron a instalar los nuevos teléfonos
públicos en Treinta y Tres. Uno de los primeros aparatos
fue colocado en la plaza y a los pocos días se registró
la alarma correspondiente a la falta del tubo. Cuando llegó
el funcionario de Antel para repararlos, una vecina se acercó
y le dijo que el tubo lo tenía en su casa, ya que había
visto como un joven lo había arrancado. La mujer relató
que tras lograr su cometido, el adolescente parecía desconcertado,
hasta que huyó corriendo. Luego guardó el tubo, sin
saber que el sistema de Antel los hace inutilizables luego de ser
desprendido del aparato principal. La historia terminó con
una denuncia policial realizada en base a los datos de la testigo.
Luego de encontrar al joven el juez dispuso que su padre pagara
los daños.
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