POR PRIMERA VEZ, UNA MUJER NEGRA GOBIERNA RIO DE JANEIRO

De la favela al palacio

Fue vendedora callejera, empleada doméstica, enfermera y asistente social. Ahora, Benedita da Silva gobierna Rio de Janeiro.

EL PAIS DE MADRID, ANSA

PERSONAJES COMO Benedita da Silva no abundan en el panorama político brasileño: mujer, negra y nacida en una de las favelas más pobres de Rio de Janeiro, esta militante del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) se ha convertido, con 60 años recién cumplidos, en la primera mujer que gobierna el tercer estado más poblado de Brasil.

Durante los próximos ocho meses, da Silva gobernará Rio de Janeiro desde el palacio donde vivía la emperatriz Isabel cuando, en 1888, firmó el decreto que abolió la esclavitud en Brasil. Nada más diferente de la favela del Morro de Chapeu Mangueira, donde nació y vivió durante 57 años.

Da Silva compartió su infancia en la favela con 13 hermanos, hijos de una lavandera y un albañil, fue violada a los 7 años por un pariente y vendía limones en medio del tránsito carioca. La niña, que no tenía dinero ni para comprarse ropa interior, que improvisaba con bolsas de nylon, fue luego empleada doméstica y más tarde enfermera. Contrajo el primero de sus tres matrimonios a los 16 años y enviudó dos veces antes de casarse con Antonio Pitanga, un popular actor, negro como ella, su actual esposo que en este momento aparece en la telenovela más famosa de la Red Globo, El clon. Con él se mudó al barrio de clase media de Jacarepaguá.

La vida de da Silva había comenzado a cambiar en 1982, cuando tenía 40 años: entonces empezó a ir a la Universidad, donde más tarde se recibiría de asistente social, se casó con su segundo esposo (muerto cinco años después), candidato a vicegobernador por el PT, y fue electa edil de Rio. El eslogan de su campaña la presentaba como "negra, mujer y favelada", tres atributos poco frecuentes en un candidato. Cuatro años después fue electa diputada, y en 1994 se convirtió en la primera mujer negra en obtener un escaño en el Senado, un reducto tradicionalmente reservado a los clanes familiares que hasta hoy dominan la política en muchos estados brasileños.

Su llegada al gobierno de Rio de Janeiro es consecuencia de la renuncia del gobernador Anthony Garotinho, que dejó el cargo la semana pasada para dedicarse a su campaña presidencial como candidato del Partido Socialista. Da Silva, que había sido su compañera de fórmula en virtud de un acuerdo electoral suscrito por el PT, ocupará su lugar hasta las próximas elecciones.

En los ocho meses que faltan hasta entonces, deberá hacerse cargo de un estado de 15 millones de habitantes que ostenta los mayores índices de violencia y criminalidad de los últimos tiempos, con una epidemia de dengue que afecta a 150.000 personas y ya ha dejado más de un centenar de muertos y un déficit público de 43.000 millones de dólares, según el PT, aunque Garotinho asegura haber dejado las cuentas en orden.

Profundamente religiosa, la flamante gobernadora apeló a su fe para hacer frente al desafío. "Jehová, tú eres mi fuerza", cantó al micrófono durante la ceremonia de asunción del cargo, en la que pidió a todos los ciudadanos del Estado un día de meditación y de ayuno por la paz.

Asumir el gobierno de Rio supone un acotecimiento decisivo para el PT, que tiene en la mira las elecciones presidenciales de noviembre. Tan es así que para la toma de posesión de Benedita da Silva aterrizó en la capital carioca la plana mayor del partido. Allí estaba Luiz Inacio "Lula" da Silva, que disputará la presidencia por cuarta vez consecutiva (por ahora es el favorito según las encuestas, pero ya lo fue otras veces y perdió), junto al presidente del PT, José Dirceu, y la alcaldesa de San Pablo, la sexóloga Marta Suplicy.

"Cuando estés angustiada, acuérdate de Nelson Mandela", le dijo Lula a la gobernadora, tras lo cual añadió: "No sé si tienes conciencia completa de lo que esto significa para nosotros y para millones de personas que como tú fueron y son tratados como personas de tercera categoría. Tú eres una niña nacida en una favela que ha demostrado a Brasil que la responsabilidad ética no se aprende en la Universidad".

Por su parte, Suplicy, proveniente de una rica familia paulista, aseguró: "Hoy deberían estar aquí todas las mujeres y todos los negros del estado de Rio. Esto es objeto de orgullo nacional".

La nueva gobernadora, para evitar que el acto se convirtiera en un acto de su partido, insistió en que quiere "gobernar de la mano de todos". De hecho, estará obligada a hacerlo ya que el PT tiene una escasa minoría en la asamblea legislativa estadual. En los últimos días mantuvo larguísimas negociaciones con otros partidos para asegurar la gobernabilidad, y estudia un acuerdo con sus adversarios del Partido del Movimiento Democrático Brasileño a cambio de la entrega de cuatro ministerios.

Por lo pronto, la gobernadora ya ha anunciado una "revolución cultural": su gobierno, afirmó, apostará a la ética y dará preferencia a mujeres y negros. Las primeras filas del público que asistió a su asunción de mando constituían ya de por sí una revolución: negros, discapacitados, representantes de las favelas y militantes homosexuales se dieron cita allí para aclamarla.

También su esposo aprovechó la ocasión para expresar públicamente su orgullo: "Reverencio a Benedita", afirmó. "Esta ciudad se va a transformar en una ciudad madre y yo seré el primer soldado de su nuevo ejército".