COMO EN 1958, 62, 70 Y 94, EN EL 2002 BRASIL SE CONSAGRO COMO EL MONARCA MUNDIAL TRAS DERROTAR A ALEMANIA POR 2 GOLES A 0

Cinco vueltas por el mundo

No se podía esperar otra cosa, el título se lo llevó quien debía llevárselo, está en buenas manos

Jorge Savia | YOKOHAMA

"Ha pasado... ha pasado... lo que tuvo que pasar..."

Así decía la letra de una conocida canción de los carnavales de antaño. Y en la final del Mundial, ocurrió otro tanto. Brasil es otra vez campeón. Como en el 58, como en el 62, como en el 70 y como en el 94. Pentacampeón del mundo. Si cualquiera se pone a repasar la historia y se pregunta qué pudo haber sucedido si en el 66 los europeos no hubiesen matado a Pelé a patadas, y qué pudo haber sido también de la final del 98 en caso de no haberse interpuesto aquella misteriosa afección que aquejó imprevistamente a Ronaldo en la mañana del partido decisivo que ganó Francia en París hace cuatro años, enseguida se dará cuenta que la tarea de impedir que Brasil consiguiera en la víspera su quinto título, era demasiado para Alemania. Estaba totalmente afuera de las posibilidades de esta Alemania, tesonera, potente, munida de una determinación y una fuerza espiritual verdaderamente impresionantes, pero ofensivamente tosca, que ataca y trata de llegar al arco rival tirando centros, tocando, pasando y hasta triangulando, en forma siempre previsible, lineal, anunciada, y que para peor, o por si fuera poco, se encontró con que le falló nada más ni menos que Khan, que hasta este encuentro con los brasileños había sido no solamente el mejor jugador del equipo, sino la razón fundamental para que los alemanes alcanzaran la trascendental instancia de la pasada jornada.

Brasil campeón. Pentacampeón mundial. Estaba cantado. Era lo que la lógica indicaba. Pronosticaba. Y aunque esa fuerza interior de los alemanes llevó a que el partido haya sido más parejo de lo que se esperaba, como también a que Alemania haya copado la cancha y a su adversario en la mayor parte del trámite, dando lugar a que en muchos momentos, y en especial en la media hora inicial de la primera parte, se pudiera llegar a sospechar que los brasileños acusaban la presión física y mental a que los sometían los germanos, todo terminó con una amplitud y una contundencia tal en favor de Brasil, que hasta parece que hubo espacio para que se concretara el sueño del pibe. Del "garoto" en este caso. De Ronaldo.

¿Cuántas veces habrá soñado, o querido soñar cuando menos, en las noches de pesadilla que tuvo en estos dos años y medio largos en los que se lesionaba, se curaba, y de nuevo se lesionaba, sin que ni los propios médicos pudieran asegurarle que algún día volvería a ser el de antes, que iba a levantar la copa como la levantó ayer, después de haberle metido dos goles a Alemania?

¿Cuántas veces habrá querido tener otra oportunidad como la que tuvo en el Stade de France, y que él vio pasar como si fuese una momia, carente de reflejos, sin atinar a nada, por culpa de aquella convulsión que hasta hoy no ha sido explicada científica y verdaderamente por nadie?

Sólo lo sabe Ronaldo. Que ayer fue enorme. Clave. Y que, incluso, de alguna manera, hasta a través de sus errores, o de su falta de acierto en las situaciones favorables que el genio de Ronaldinho le dejó servidas en sus pies en la primera parte, en medio del neto dominio de los alemanes, explica el triunfo de Brasil, la derrota de Alemania.

Es decir, hasta cuando pareció que el equipo de Vöeller le imponía su personalidad al adversario, los brasileños fabricaron, o se les presentaron, no menos de cuatro situaciones penetrantes como las que, pese a su dominio, no pudieron generar los alemanes.

En una palabra, aunque mandara Alemania, existía la casi certeza de que iba a ganar Brasil. Porque, como quedó patente desde las primeras jugadas, había veces que el fondo alemán, relativamente aliviado porque Rivaldo no aparecía por ningún lado, perdía las marcas de Ronaldinho y Ronaldo, o le costaba saber qué hacer con la pelota, tal como aconteció con Schneider cuando se demoró y perdió un balón que le robó Ronaldo y terminó yendo a parar al fondo de su propio arco, constituyéndose en el primer gol del equipo contrario.

Después que falló Khan y llegó la apertura de Ronaldo, en una jugada que marcó la resurrección de Rivaldo, cuyo remate no pudo ser retenido por el arquero germano, no extrañó que también llegara el segundo gol brasileño, ahora gestado por una genialidad de Rivaldo, que clavó a media zaga contraria al dejar pasar para Ronaldo un pase que metió Kleberson, y que todos los alemanes esperaban que lo recibiera Rivaldo.

Brasil es campeón. Pentacampeón mundial. Con dos goles de Ronaldo. Es el sueño del pibe. Del "garoto" en este caso.

Festejo brasileño .El Clube Brasileiro congregó a cientos de personas con canilla libre de cerveza hasta la caída del sol. El samba tomó la avenida 18 de Julio.

La locura de los penta en Uruguay

Funcionarios de la embajada y el consulado lo vieron por TV brasileña entre globos, serpentinas y papelitos

SOLEDAD ACUÑA LUIS ROUX

"O penta é nosso". Es una frase que sólo se puede decir en portugués, con cualquiera de los acentos que van desde Rio Grande do Sul hasta Roraima. Fue cantada con música triunfal ayer, en 18 de Julio y Julio Herrera y Obes, frente al Clube Brasileiro, por los residentes en Montevideo que llegaron desde todos lados para festejar algo que será un orgullo exclusivo durante mucho tiempo.

Es la tercera vez consecutiva que Brasil disputa la final del mundo. Las dos anteriores fueron vistas en el propio club, pero esta vez, por causa de la hora y de la mala experiencia del Mundial de Francia hace cuatro años, cuando Brasil fue pasado por arriba por los dueños de casa 3 a 0, se decidió que cada uno lo veía en su casa y después iban a festejar al club. Funcionó.

En casa de Celso Nascimento (64), funcionario de la Embajada, la fiesta estaba preparada. El apartamento se distinguía entre sus vecinos de Pocitos, porque colgaban globos verdes y amarillos de la ventana. Adentro había más de cien globos y también serpentinas, verdes, amarillas y azules. Una gran mesa que ostentaba mantel amarillo y verde estaba repleta de frutas, jugos, café, leche, refrescos, tortas y sandwiches.

El partido se veía de dos televisores. Uno de 29 pulgadas con la transmisión de la Red Globo, por antena parabólica, y el otro, de 20 pulgadas, mudo, con la transmisión del canal de Tenfield. La platea estaba formada por una docena de torcedores, con las camisetas amarillas con cuatro estrellitas, que para la próxima tendrán que cambiar por otras que tengan cinco.

Las más entusiastas eran las mujeres. Los hombres, dicho sin ánimo de crear polémica, tenían una actitud más bien alemana de ver un partido de fútbol: sentados y callados, salvo que Ronaldo hizo dos goles y entonces todo fue un delirio.

La más fervorosa era Livonete Marinho (59), que animaba a sus jugadores: "Vamos la, Ronaldinho, vai la, meu filho (a Ronaldo), mas chuta esa bola (a Kampf, que hacía tiempo), ta pintando, vamos embora".

Cuando el partido estaba por comenzar llegó un equipo de Canal 4 a registrar las emociones de los torcedores. El único indiferente al jolgorio de Brasil, que conseguía su pentacampeonato, era el chofer, instalado en medio de la platea.

El entretiempo fue usado para desayunar y comentar las impresiones del partido para la televisión. El marcador estaba cerrado, pero nadie quería penales. La mayoría apostaba al 2 a 0, lo que finalmente se cumplió.

Al comienzo del segundo tiempo, Alemania entró con fuerza y logró arrinconar por unos minutos a Brasil, a lo que el camarógrafo del 4 profirió: "Vamo Uruguay" y fue festejado por la platea. Pero la fiesta se desató con el primer gol de Ronaldo.

"Eu sou brasileiro, con muito orgulho, con muito amor". Brasil: pentacampeao, a copa do mundo e nossa". La fiesta era incontenible. Para colmo llega el segundo de Ronaldo y ya el partido dejó de tener sentido. Cinco minutos antes de que terminara llegó otra fanática totalmente embanderada, apareció el papel picado y el spray verde.

"Acabou, acabou". Los globos empezaron a pincharse, las banderitas volaban y las cornetas sonaban como la última vez. Era hora de cerveza y samba. Y todos para el clube brasileiro.

SIN CERVEZA. Mate, café con leche y pan con grasa fueron la compañía de un grupo de integrantes de la comunidad alemana que ayer, con la seriedad que los caracteriza, se ilusionó, aplaudió y casi lloró al perder dos a cero con Brasil. Alrededor de 27 personas se juntaron en el Club Alemán para mirar a través de una televisión la gran final del Mundial. En Uruguay la comunidad germana esta compuesta por 10 mil personas.

Con la posibilidad de ser campeones del mundo y con la cabeza en el próximo campeonato, que se realizará en Alemania dentro de cuatro años, los teutones miraron un partido que les dejó un sabor amargo. Sin embargo, al finalizar el juego, aplaudieron a sus rivales.

Antes de comenzar el partido, la comunidad alemana sabía que el número nueve de Brasil, Ronaldo, era un dolor de cabeza. Durante todo el primer tiempo, abuchearon, silbaron y se rieron cada vez que el goleador del campeonato mundial tocaba la pelota o erraba un gol.

Durante los primeros 45 minutos los alemanes aplaudieron los ataques de sus jugadores y sudaron cada vez que Brasil se acercaba a su área. Para los presentes, fue una "sorpresa" estar en la final ya que, a su entender, Alemania tiene un grupo con poca experiencia y la "gran batalla" la darán en el 2006.

De todas formas la idea de ganar la copa los acompañó casi hasta el final de partido. Durante todo el encuentro los germanos hablaron en alemán y pocas palabras se escaparon en español. De todas formas se rieron en varias oportunidades de la pronunciación que realizaban los relatores uruguayos al decir el nombre de los jugadores de su país. Cuando comenzó el segundo tiempo, la comunidad alemana todavía tenía la ilusión de ganar. La esperanza de realizar el primer gol del partido se incrementaba cada vez que los jugadores se acercaban al arco brasileño. El episodio que protagonizó Edmilson, el jugador de Brasil que debió cambiarse la camiseta en medio del partido, fue un momento de distensión para los germanos que rieron a carcajadas y aplaudieron la poca habilidad del brasileño, que no encontraba la forma de que encajar la camiseta en su cuerpo.

Minutos después, las risas quedaron en el olvido. El primer gol de Brasil cambió el clima en el club alemán. El silencio reinó en toda la sala. Por varios minutos algunos de los presentes quedaron con las manos en la cabeza sin levantar la mirada.

"Es difícil o casi imposible que Alemania pueda revertir esta situación", sentenció Jorge Da Silveira desde el lugar de los hechos. El comentario del periodista uruguayo no le hizo gracia a nadie el Club Alemán, pero tampoco hubo quien se atreviera a refutarlo.

Pero la esperanza estuvo hasta último momento. Casi faltando 60 segundos del final del partido, una jugada cerca del arco brasileño hizo que se levantaran de sus asientos. De todas formas, las caras pintadas de negro, rojo y amarillo ya no tenían sentido.

Alemania 2006 será la revancha

Alemania perdió ayer la final del Mundial. De todas formas, para los germanos, el segundo puesto es ocasión de festejo, de acuerdo a las expectativas que tenían. Además, ya piensan en la próxima copa, a disputarse en su casa.

En ese sentido, varios funcionarios de la embajada ya comenzaron con los preparativos y antes de comenzar el partido repartieron calcomanías alusivas al Mundial Alemania 2006.

Según explicaron, las insignias fueron traídas por el ex jugador alemán, Franz Beckembauer cuando visitó Uruguay.

Para algunos de los 10 mil alemanes que viven en Uruguay, el equipo que jugó ayer con Brasil tiene "poca experiencia" y estará en mejor forma dentro de cuatro años.

En esa instancia algunos de los que en esta oportunidad vieron el partido por televisión en el club Alemán, esperan estar en su tierra natal para poder alentar a su equipo y quedarse con la copa.

Ayer, al finalizar el partido, la comunidad alemana con tristeza aplaudió al ganador seguros de que cuando sean anfitriones tendrán una segunda oportunidad.