Cesáreas a presión
En Uruguay
los médicos realizan más cesáreas de las que
recomienda la OMS. Dinero, comodidad, miedo a un juicio y presión
de las madres y los familiares son elementos que influyen en esta
situación.
VIRGINIA
ARLINGTON
De los 52.720 uruguayos
que nacieron en el 2000, 12.173 lo hicieron gracias a una cesárea.
La cifra representa el 23% de los nacimientos y excede el 15% que
la Organización Mundial de la Salud (OMS) admite como máximo.
Ese 23% no se reparte
parejo entre todas las madres uruguayas. En 1999, un 19,8% de los
partos fueron con cesáreas en Salud Pública, mientras
que en el sector privado ese porcentaje alcanzó el 34%. Por
eso, las suspicacias son inevitables: son 852 pesos contra 2.150.
La primer cifra corresponde al laudo que cobra el médico
por parto normal y la segunda, al de la cesárea. Este pago
diferencial se aplica en la mayoría de las instituciones
privadas de Montevideo.
Pese a las cifras, José
Enrique Pons, presidente de la Sociedad Uruguaya de Ginecología,
descartó la influencia de factores económicos a la
hora de decidirse entre uno u otro tipo de parto, aunque reconoció
que puede haber un grupo reducido y aislado de profesionales que
busquen su propio provecho económico.
Pons propuso además,
eliminar las diferencias de pago. "Creo incluso que habría
que pagar menos una cesárea, porque esta intervención
se realiza en 20 minutos, mientras que un parto puede significar
muchísimas horas al lado de cada señora".
Además, Pons
cuestionó el 15% propuesto por la OMS. "Nadie sabe bien de
dónde salió esa cifra. No ha estado cotejada contra
realidades en el mundo. Hay poblaciones en que ese 15% es un exceso
y para otras resultará escaso. No se puede establecer una
cifra global para realidades diferentes".
Luis Cabero, ginecólogo
que ocupa el mismo cargo que Pons en España, manifestó
recientemente al diario El País de Madrid que el polémico
15% correspondería a mujeres con un cuadro clínico
normal.
Sin embargo, las diferencias
entre públicos y privados se mantiene cuando se comparan
poblaciones "normales" en Uruguay. Entre 1995 y 1999, tomando al
grupo de madres "normales" y con embarazos sin complicaciones, se
concluye que, mientras que el sector público se le realizó
una cesárea a sólo un 13% de ellas, el privado lo
hizo en más del doble, un 27%.
Con estas cifras en
la mano, Fernando Althabe, obstetra y epidemiólogo del Centro
Latinoamericano de Perinatología (CLAP), fue contundente.
"Esto da una idea de que hay una cantidad de cesáreas que
son claramente innecesarias, porque uno no puede pensar que en una
población sana, una de cada cuatro mujeres necesite parir
por cesárea".
Madres a los 30
Alejandro Bozzolo, ginecólogo
de La Española, considera que el 35% anual de partos por
cesáreas que se registra en esa institución es alto.
Claro que si se toma en cuenta el porcentaje de hace unos años
--43%-- se nota que los esfuerzos por aumentar los partos normales
dieron sus frutos. Se comenzó por instalar un consultante
de guardia permanente al que hay que referir cada cesárea;
tres semanas atrás se inauguró un protocolo en que
el especialista debe justificar todas y cada una de las cesáreas
realizadas y se empezó a seguir de cerca los porcentajes
individuales de cada profesional.
Bozzolo lamentó
que los jueces juzguen a los especialistas por no hacer cesáreas
pero nunca por exceso de ellas, e instó a aplicar protocolos
a nivel nacional. "Habría que encarar políticas nacionales
con normas preestablecidas y protocolos rígidos. Si se hace
lo que corresponde, los médicos no temerán enfrentar
una demanda", dijo.
En el Sistema Médico
Integral (SMI) se optó por equiparar la remuneración
entre ambas formas de dar a luz. Hace seis años, buscando
una baja en el número de cesáreas, se eliminó
la diferencia de pago entre una y otra. Hubo un leve descenso, pero
el porcentaje de cesáreas no bajó del 30%.
Los ginecólogos
consultados argumentaron que la edad de las madres es diferente
en el sector público y privado y que ese dato es decisivo
a la hora de evaluar el mayor número de cesáreas en
ambos sectores. Las mujeres de niveles socioeconómicos más
altos posponen su maternidad hasta llegar a la treintena, edad en
que son más propensas a complicaciones de la presión,
diabetes y otras afecciones. Cifras de 1999, proporcionadas por
el MSP, revelan que el mayor porcentaje (29,7) de madres del sector
público se concentra en el grupo de entre 20 y 24 años,
mientras que en el privado la mayor cantidad (26,7) se ubica en
aquellas que tienen entre 25 y 29 años, seguidos de cerca
(25,4) por el grupo de entre 30 y 34. En este último grupo,
el porcentaje de mujeres del sector público es solo del 13,5%.
Medicina defensiva
Pero además de
la edad es claro que hay otros factores en juego. Todos los especialistas
entrevistados dijeron sentirse presionados a realizar cesáreas
por la posibilidad de una demanda. Es cada vez más frecuente
que los pacientes, ante lo que ellos consideran un error del especialista,
los demanden judicialmente. Frente al incremento de este tipo de
procedimientos, algunos médicos practican lo que podría
denominarse como una medicina defensiva y la cesárea suele
ser una de las tácticas empleadas.
Actuar por temor a las
consecuencias judiciales resulta inadmisible para Pedro Montano,
profesor de derecho penal en la Universidad y especialista en temas
de responsabilidad médica. "Ante el argumento del temor a
las demandas, hay que decir que los médicos no tienen que
buscar lo que es más seguro para ellos, sino lo que es más
seguro para el paciente; de hacerlo estarían incurriendo,
según el artículo 288 del Código Penal, en
violencia privada".
El exceso de cesáreas
es un problema de falta de información de la mujer, de conveniencia
económica de los médicos y, en algunos casos, de temores
por parte de la madre, concluyó Montano.
Pero a lo que le tendrían
que tener temor las mujeres es precisamente a las cesáreas.
En el trabajo que reveló las cifras uruguayas mencionadas
--realizado por Bremen de Mucio, director del Programa Materno Infantil
de Salud Pública-- se revela que el riesgo de muerte materna
prácticamente se triplica cuando se realiza esta intervención.
Natalio Blankleider,
directivo del SMI, neonatólogo y presidente del Plenario
de Instituciones de Atención Médica Colectiva (Iamc),
descartó --al igual que todos los ginecólogos consultados--
la conveniencia económica para elegir una u otra forma de
nacimiento y encontró otra explicación para la brecha
existente entre el sector público y privado. "Salud Pública
desarrolla una tarea cuyo cometido es fundamentalmente pautar determinados
actos bajo condiciones estrictamente científicas, eso hace
que el resultado no siempre sea el mismo que el que ocurre en la
salud privada, donde los actos se pautan en función de resultados,
no de valoraciones de índole científica".
Para ejemplificar los
mejores resultados, Blankleider manifestó que las cifras
de mortalidad infantil son sensiblemente más bajas en el
sector privado que en el público.
Esta es una justificación
que siempre se utiliza, pero que los números no confirman,
afirmó De Mucio. "Existe la confirmación por estudios
hechos a nivel mundial, como en Estados Unidos, Inglaterra y Canadá,
que por encima del 7% de cesáreas no hay cambios detectables
sobre la mortalidad infantil".
El experto alemán
en cesáreas, Wolfgang Kunzel coincidió en un reportaje
publicado por El País de Madrid el 30 de octubre. "Hasta
1990 el aumento en el número de cesáreas ha propiciado
una disminución paralela de la mortalidad perinatal. Pero
a partir de esta fecha, la tasa de cesáreas ha seguido incrementándose,
sin que haya registrado una disminución en la mortalidad
del neonato".
Ante la duda: cesárea
Las razones para realizar
una cesárea son varias y dependen del feto, de la madre o
de ambos. Puede haber sufrimiento fetal, desproporción entre
el tamaño del feto y el de la pelvis de la madre, que se
anticipe un parto de nalgas o que la madre haya pasado por una cesárea
anterior, entre otras indicaciones.
El procedimiento incluye
aplicar anestesia peridural o general. Después se procede
a realizar una incisión, la mayoría de las veces horizontal,
sobre el pliegue del pubis. Una vez abierto el abdomen, se retira
la vejiga hacia abajo para no herirla y se abre transversalmente
la pared anterior del útero. Luego de aspirar el líquido
amniótico para evitar su entrada al abdomen de la madre,
el obstetra introduce su mano para elevar la cabeza del feto o engancharlo
de la ingle, al tiempo que un asistente empuja el fondo del útero
hacia abajo. Cuando el niño está siendo revisado por
el neonatólogo, el médico extrae la placenta y se
dedica a coser, comenzando por la pared uterina y siguiendo con
las siguientes capas, sin olvidar colocar la vejiga en su ubicación
inicial.
No es una operación
sencilla. Por eso, para Carlos Cuadro, profesor grado cinco de ginecología
y obstetricia, es imposible que un médico la realice a cambio
de unos pesos de más. "La diferencia en los laudos, de ninguna
manera está influyendo en los porcentajes. Una cesárea
implica abrir la cavidad peritoneal, abrir el útero que queda
en contacto con la vagina. Hay riesgos de infección, de hemorragia,
de lesionar alguna víscera. El médico sabe muy bien
cuáles son las complicaciones de este tipo de intervención
y sabe que eso de ganar unos pesos más, le puede salir muy
caro".
Pese a todo, Pons explicó
que, ante la duda, prefiere hacer una cesárea. "Cuando empiezo
a tener una duda muy importante, aunque no esté cien por
ciento convencido de que la cesárea sea la mejor solución,
muchas veces he decidido hacerlo porque prefiero quedarme con la
duda de si no apresuré la cesárea y no después
quedarme con la comprobación de que debí haberla hecho
media hora antes".
Ética de la resistencia
Dicen los ginecólogos
que las pacientes son también responsables de ese porcentaje
aumentado de cesáreas. Muchas veces es tal la ansiedad que
sienten por parir que se apuran por llegar al sanatorio. "Entonces,
ya que vino antes, en el sanatorio le inducen el parto porque la
mujer no puede más de ansiedad y el médico termina
la situación rápidamente y se va", relató Denis
Defey, profesora de psicología médica de la Facultad
de Medicina.
También hay otras
creencias que consisten en considerar que la cesárea es un
buen sacrificio por un hijo o las hay que sienten vergüenza
de tanta exposición y prefieren solucionarla con una discreta
cesárea. Pero Defey advirtió que "cuando termina el
nacimiento la cosa no termina ahí, la mujer es una postquirúrgica
y, como tal, está concentrada en su dolor, necesita tiempo
para establecer un vínculo con el niño y la relación
se complica".
Defey quebró
una lanza por la comunidad médica y explicó lo difícil
que debe ser ocupar los zapatos de un ginecólogo a la hora
de un parto. "Para los que trabajan bien, decidir una cesárea
no es fácil, es tener la vida en tus manos y eso es muy duro.
Recuerdo que un médico me contó que la ética
de ellos es una ética de la resistencia. Deben resistir la
presión de los pacientes, de los laboratorios, entonces es
muy difícil mantenerse en una línea recta".
Esa línea recta
también puede torcerse cuando el ginecólogo está
apurado, es víctima del pluriempleo o tiene demasiados pacientes.
Un parto puede ocurrir a las tres de la mañana del día
menos pensado, pero una cesárea puede agendarse con meses
de anticipación. "Tienden a organizarse mejor cuanto menos
eventos inesperados sucedan y a la larga esto sucede a costa de
realizar actos quirúrgicos innecesarios", explicó
Althabe.
A esto se agrega el
cansancio del médico, agregó Ricardo Topolanski, ginecólogo
retirado y editor de la revista Ginecología y obstetricia.
"No lo hacen de mala fe y tampoco sé en qué medida
influye, pero los ginecólogos se ven venir una policlínica
o una operación y prefieren terminar antes. Pienso que hay
un porcentaje muy grande de comodidad, de deseo de terminar la cosa
que se divide entre la parturienta, sus familiares y quien atiende
el parto".
La nena está
sufriendo
Aún así,
el factor tiempo y organización está presente en los
médicos del sector público y privado a la vez, por
lo que en sí mismo no explica las diferencias en las cifras
entre ambos. El tema pasa entonces por la diferencia en la modalidad
de atención a las parturientas.
Althabe destacó
como causa principal el hecho de que en el ámbito hospitalario
las mujeres son atendidas por un equipo, mientras que en los sanatorios
cada paciente tiene su ginecólogo, estableciendo una relación
más personal y afectiva. La presión que estas últimas
realizan resulta, a la larga, en un aumento de cesáreas.
Al respecto, Topolanski agregó: "el conocido 'la nena está
sufriendo doctor' repetido por los familiares de la madre, es una
exigencia realmente perentoria en los sanatorios, mientras que en
los hospitales hay como una especie de fatalismo, de aceptar que
los partos a veces vienen bien y otras mal".
El pedido de cesárea
por parte de las mujeres que ya no soportan más el dolor
fue mencionado varias veces por los ginecólogos como uno
de los factores a la hora de tomar una decisión. Pero generalmente
ellas prefieren los partos vía vaginal. "Hay quienes dicen
que hacen cesáreas porque es lo que la madre pide y esto
habría que basarlo en buenas evidencias científicas.
Pensamos que esto es una justificación un poco liberal con
respecto a las cesáreas, más que una causa real",
argumentó Althabe.
Para enfatizar sus dichos,
el especialista citó dos investigaciones. La primera fue
publicada en el British American Journal de noviembre de 2001, donde
entre el 70 y 80% 1.136 mujeres brasileñas consultadas, contestaron
que preferían partos vaginales. El segundo, aún no
publicado y realizado por el Clap y el Centro de Estudios de Estado
y Sociedad de Argentina, encuestó a 3.612 mujeres que habían
padecido una cesárea en Argentina, Cuba, Brasil, Guatemala
y México. Un 74,6% dijo preferir el parto vaginal.
Para la ginecóloga
Ana Lima, la solución, entre otras, pasa por la compañía
de la paciente. "Tendría que haber alguien al lado de ella,
una partera o el mismo ginecólogo que la tranquilice, que
le vaya explicando cada uno de los pasos y que todo está
saliendo dentro de lo programado".
Maestros del fórceps
En 1954, cuando Topolanski
comenzó su carrera como ginecólogo, la cesárea
era una operación riesgosa y difícil. Los únicos
antibióticos existentes eran el sulfatiazol y la penicilina,
difícil de conseguir y muy cara. A eso se agregaba las dificultades
de la anestesia. En el Pereira Rossell, por ejemplo, la experta
era una monja que con diligencia echaba gotas de éter en
la máscara de la madre. Los riesgos de infección y
hemorragia eran tan grandes que los ginecólogos intentaban
resolver todos los imponderables sin salirse de la vía normal.
"Eramos unos expertos en atender esa vía, sabíamos
manejar muy bien el fórceps. Los porcentajes de cesáreas
no sobrepasaban el 3 o el 4%", recordó el obstetra.
Pero con el perfeccionamiento
de las técnicas quirúrgicas, de las anestesias y de
los antibióticos, la indicación de cesárea
fue ampliándose en desmedro de los partos vaginales. A eso
se agregó, según los entrevistados, la onda del parto
sin dolor; cada vez más las mujeres exigen no sufrir y si
para ello es necesario realizar una cesárea, no dudan en
solicitarla. También la ansiedad de los familiares y el parto
por elección en el ámbito privado --aquel en que la
paciente elige a su ginecólogo y le paga una tarifa que oscila
entre 500 y 1.500 dólares por asistirla en el parto--hicieron
lo suyo para reducir la cifra de partos naturales.
Pese a todo, los ginecólogos
dicen que prefieren realizar partos vaginales. "En el espíritu
de cualquier obstetra prima el placer por atender un parto normal,
sin una episiotomía, ni absolutamente nada. A todos nos cuesta
trabajo decirle a una paciente: 'tengo que hacerte una cesárea'",
dijo el ginecólogo Ricardo Pou Ferrari.
En todo caso, las causas
de esta explosión sostenida de cesáreas parecen repetirse
a lo largo y ancho del mundo. En España, por ejemplo, ostentan
el mismo porcentaje que en Uruguay y también hay diferencias
entre el sector público y privado. En un intento por explicar
el fenómeno, Joan Ramón Villalbí, de la Sociedad
Española de Salud Pública, manifestó en el
ya citado reportaje de El País de Madrid: "Los motivos por
los que un médico decide realizar una cesárea son
muy variados. En algunos casos, la medicina defensiva, el miedo
a una denuncia, puede influir, ya que ante cualquier complicación,
es más fácil justificar por qué se hizo una
cesárea que por qué no se hizo. Pero otras veces,
la cesárea obedece al deseo de planificar el parto y adaptarlo
al horario del médico en lugar de esperar a que la dilatación
siga su curso y concluya en un parto natural. No es casualidad que
muchos estudios hayan señalado que es el viernes el día
en que más cesáreas se llevan a cabo. Además,
en los centros privados, las deficiencias técnicas y la falta
de una segunda opinión hace que los médicos no se
arriesguen y terminen decantándose por la cesárea".
*
¿UNA MERA COINCIDENCIA?
Incidencia del acto
médico
A PARTIR DE 1993 y luego
de una fuerte movilización, los médicos del sistema
mutual de Montevideo lograron que los ingresos derivados del pago
por acto médico tuvieran un mayor peso en su remuneración
total. Para comprobar si los profesionales aumentaron sus actos
médicos desde la implementación de esta nueva modalidad
de pago, los economistas Pablo Fleiss e Inés Urrestarazú
realizaron una investigación.
El trabajo fue presentado
como tesis de egreso de la carrera en la Facultad de Ciencias Económicas
y de Administración de la Universidad de la República
y, además de ser aprobada, se presentó en la Jornada
de Economía del Banco Central, en noviembre de 2000. Actualmente
Fleiss se desempeña como profesor de la cátedra de
economía y gestión de la salud en la mencionada facultad.
"Lo que pudimos comprobar --dijo Fleiss--es que, a partir del cambio
en el sistema de remuneración, hubo un aumento en las cirugías
de menor complejidad en Montevideo. Ese aumento no se dio en el
interior y, casualmente, allí no se aplicó la nueva
modalidad. A su vez, se produjo un aumento en el promedio de los
ingresos de los médicos".
Fleiss aclaró
que la investigación no constituye en sí misma un
cuestionamiento a la ética médica porque no demuestra
si los actos fueron necesarios o no; simplemente, o no tan simplemente,
revela un disparo en las cifras.
Entre 1990 y 1997 en
Montevideo, las cirugías corrientes --incluyen actos quirúrgicos
simples como la extracción de várices, lunares, hernias--
aumentaron un 45%, mientras que en el interior bajaron un 2%. Así,
en 1990 se hacían 20 cirugías por cada 1.000 afiliados,
mientras que en el 97 la tasa llegó a 33.
Las cirugías
mayores --entre las que se incluye la cesárea, intervenciones
de vesícula, estómago y colón-- aumentaron,
en el mismo período, un 17% en Montevideo. En el interior,
el aumento fue de un 9%. "Con respecto a las cesáreas individualmente,
el aumento fue muy leve, hay otros factores muy importantes que
influyen en ese fenómeno. Además las cifras ya eran
altas, no había mucho margen para seguir aumentando", explicó
Fleiss
En el caso de las cirugías
altas --actos quirúrgicos de mayor dificultad--, tanto en
Montevideo como en el interior, entre 1991 y 1997, aumentaron un
26%. En estas intervenciones, la escalada tecnológica puede
explicar su aumento.
El promedio salarial
de los médicos también subió en el período
estudiado. Mientras que en 1991 percibían lo que hoy serían
13.710 pesos, en 1998 pasaron a ganar 17.913. Obviamente, hay médicos
que están muy por debajo de estas cifras y otros muy por
encima.
Pese a que el aumento
del gasto en salud per cápita anual fue significativo --en
1991 era de 261 dólares y en 1998 creció a 697--Fleiss
manifestó que no se aprecian los resultados que deberían.
"No afirmo que haya una mala administración, es más
complejo que eso. Pero en Uruguay se destina un 10,26% del producto
bruto interno a salud, en Francia, un 9,6% en Suecia, un 9,3%. Y
aquí las condiciones de salud no son las mismas que las que
uno puede ver en esos países".
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