FINAL. Los tricolores tuvieron que pelear los dos partidos de atrás y los remontaron con fútbol y rebeldía

Los goles no se merecen, se hacen. Y los títulos se logran

Nacional fue una cosa de locos

A LO CAMPEON

Al equipo de De León le costó mucho, un disparate, doblegar a Danubio. Pero lo que cuesta, vale

GOLAZO. Richard Morales de espalda al arco, metió la pelota para la entrada de Sebastián Abreu y el minuano convirtió el primero de los tricolores, el del empate

MALDONADO | JORGE SAVIA

Ganó Nacional y el Campus es la locura. Ganó Nacional y el Campus entra en la historia: es la primera vez que un campeón uruguayo se consagra en el interior de la República.

Ganó Nacional y la hinchada de Nacional se vuelve loca: salta, grita, canta que "el Hugo no se va", y el Hugo la saluda reverente, sacándose el gorro, y después de haber salido disparado para festejar tanto o más que los que que disfrutan frenéticamente el bicampeonato tricolor en las tribunas.

Ganó Nacional y, tal vez, hay que detenerse en ese detalle por un segundo: esta vez "el Hugo" no se fue a beber fríamente un refresco en el banco de los suplentes, casi ajeno al festejo de sus futbolistas, como ocurrió en alguna otra jornada consagratoria como la de anoche; en esta ocasión, cuando Feldman pitó por última vez, celebró como, incluso, no se le vio celebrar en sus tiempos de jugador, en sus épocas de mayor gloria.

Quizá lo de "el Hugo" venga por aquello de que "lo que cuesta vale". Porque, como lo prueban los trámites de las dos finales, y muy especialmente la última, a Nacional le costó; le costó mucho, un disparate, doblegar a Danubio. Si es que se puede decir que lo doblegó. Más bien, si acaso, lo superó en el score. No en el fútbol. Pero, aunque parezca una redundancia, el fútbol --precisamente-- es así: de la misma forma que hay una sentencia no escrita que dice que "los goles no se merecen, se hacen", con los títulos, por ahí, tal vez, pasa lo mismo: no se merecen, o no es necesario justificarlos, se consiguen, se ganan, se logran. Y eso es lo que --de una manera absolutamente legítima-- hizo Nacional, después de todo. Empató de atrás la primera final, después de irla perdiendo por dos goles. Ganó de atrás, también, la otra; la decisiva, la que más importa. De ahí, entonces, que se entienda la conmovedora locura de la hinchada. Y que se adivine la razón de la de "el Hugo".

Es que, en el fondo, ganó Nacional. Con los pelotazos largos y altos para el "Chengue" y Abreu que volvieron a ser un problema casi insoluble durante gran parte del partido --como se vio, justa y fundamentalmente en las jugadas de los goles-- para el triángulo final de Danubio, y a despecho de lo que hizo un rival que en la mayor parte del trámite manejó mejor, y por momentos hasta monopólicamente, la pelota. Pero ganó. Es más. Después de un comienzo que fue --tan o más que en la primera final, incluso-- todo de Danubio, que se puso 1 a 0 con un golazo de Olivera y lejos de quedarse siguió desplejando un fútbol seguro y lujoso que se sustentó en los pases del "Polillita", la habilidad del "Pollo" y la personalidad de Gaglianone, el conjunto tricolor consiguió sacarse el lazo del cuello con el sumario procedimiento de meter presión en el medio y buscar insistentemente por arriba a sus dos torres. Así empató por intermedio del oportunismo --o la ejecutividad-- de Abreu y, también, pudo no solo emparejar las acciones, sino llevar --con la complacencia de Feldman, que dejó pegar más de la cuenta sin distinción de colores-- la temperatura del cotejo a un nivel totalmente opuesto al de la frialdad del toque de Danubio. Y no le alcanzó. Porque para el complemento, otra vez Danubio volvió a lo del principio. A lo de la primera final y la de anoche. Entró nuevamente a gobernar la cancha y a manejar la pelota. Pero... ni los goles ni los títulos se merecen o se justifican: se hacen y se logran. Es lo que cuenta. Es lo que importa. Y así lo hizo Nacional. Y "el Hugo". Porque cuando De León preparaba dos cambios para tratar de sacarse de encima al rival con la pausa de Coelho y la velocidad de Núñez, Varela peinó un foul que ejecutó Gutiérrez desde la izquierda, y chau. Cambió la historia. Para siempre. Porque Danubio siguió atacando cada vez más, pero no pudo. Nacional defendió bien. Y cuando sus jugadores de cancha no lo consiguieron hacer de la misma forma, surgió Munúa.

Ganó Nacional, entonces. De una manera hasta dramática, incluso. Que es lo que debe haber "descompuesto" a "el Hugo". Lo que cuesta, vale. Y así fue como Nacional volvió a salir campeón. Al menos anoche. Sin haber sido superado en el fútbol, Danubio se quedó con su dominio, con la pelota. Nacional, en cambio, se quedó con el triunfo. Con el título. Los campeones son así: la gloria no les exige ningún otro certificado que el de las victorias.

Flor de pelotazo

Como en la primera final, también anoche los envíos largos, altos, y la mayoría de las veces frontales, que metió Nacional desde su campo para que, por lo general, el "Chengue" peinara para Abreu, sin que Lucas y, fundamentalmente, Báez y Moas consiguieran anticipar a las torres tricolores y a la pelota, tuvieron mucho que ver con la victoria. Así se produjo el primer gol de Nacional, que fue el que dio vuelta el curso de la historia en el mejor momento de Danubio.