HAY
PROGRAMAS PARA TODOS LOS GUSTOS
República Oriental de la radio
En Uruguay
hay más de 200 radios. Y más de 1.300 personas que
trabajan en ellas.
GUSTAVO
ESCANLAR
DERLY MARTINEZ se cierra
la campera, encorva el cuerpo y se enfrenta al frío de la
Ciudad de la Costa. Toma el ómnibus de Copsa y llega en poco
más de 40 minutos. Lleva el almuerzo en un tupper, en una
bolsa de supermercado.
El licenciado Orlando
Petinatti, de traje y corbata, se sube a la cuatro por cuatro bordeaux
que se compró hace poco. Son las diez de la mañana
y va a una reunión a preparar su programa televisivo. Después,
a almorzar y a la radio hasta las seis y media.
Son sólo dos
personajes de las aproxidamamente 1.300 personas que trabajan en
las radios uruguayas, según sostiene el libro La cultura
da trabajo, una investigación coordinada por el economista
Luis Stolovich, cuya segunda edición actualizada está
en preparación.
Derly
Derly Martínez
es "la" voz del Uruguay. Su locución anunciando que trasmite
"Clarín, música típica y folklórica
para la cuenca del Plata" es inconfundible, tiene casi 40 años.
Pero a Martínez, el tango le gusta, pero más le gusta
la cumbia. Los Fatales, Chocolate, Monterrojo, aunque usted no lo
crea.
Martínez es alto,
con poco pelo, algo encorvado, vestido con un vaquero y un buzo
de lana. Le avisan que le van a sacar una foto, que se ponga prolijo,
que se peine. "Me pongo la campera, entonces, no quiero salir así
medio roñoso... Lástima que estoy sin afeitar", dice.
Martínez tiene 56 años y trabaja en radio Clarín
desde 1963.
"A ver qué más
te puedo contar de mí", trata de hacer memoria mientras señala
una pila de discos. "Ahí tengo la programación hasta
las cinco y media de la tarde", dice. "Me gusta trabajar con antelación
por cualquier cosa". Es el operador, el locutor, el disc jockey,
el programador y el telefonista de la radio. Su voz se escucha en
Clarín las 24 horas, porque también graba la locución
comercial. "Hay gente que llama creyendo que no duermo nunca, pidiendo
que por favor tengan piedad y me dejen descansar un poco".
Ahora es la media hora
de Héctor Mauré. "Me esperás un segundito",
dice Derly. Prende el micrófono y aparece la clásica
voz. "Las cuarenta", de Grela y Gorrindo. Canta Héctor Mauré".
Apaga el micrófono y vuelve a contar su vida. "Estoy divorciado,
tengo cuatro hijos y una compañera. Vivo en la Ciudad de
la Costa, un lugar que recomiendo en verano pero que en invierno
es inhabitable".
Martínez viene
a trabajar a Montevideo cuatro días a la semana. Toma el
ómnibus, se baja y camina seis cuadras hasta la radio, en
18 de Julio y Vázquez. Clarín trasmite desde el noveno
piso de un edificio de lujo algo antiguo. "Es arriba de casa Sapelli",
informa su director Francisco Toureilles. Pero casa Sapelli cerró
hace más de diez años. Entrar a la radio es entrar
casi a un museo. Discos de vinilo, aparatos de los 60, fotos de
próceres y tangueros muertos. Aunque el apartamento es enorme,
siempre está vacío. Nunca hay más de cinco
personas.
Martínez posa
para las fotos como quien está acostumbrado. Cuando llega
el final del tango, pide otra vez permiso y prende el micrófono.
Anuncia otro tango. Apaga. Reflexiona. "Es todo antiguo acá".
Habla de la gente que lo reconoce por la voz. De Juan D'Arienzo,
que le decía "no puede ser que vos, con esa facha, tengas
esa voz. Este no es Derly Martínez. Me están jodiendo,
¿no?". Cuenta una anécdota de su hijo. "Una vez fue
a Estados Unidos y un exiliado le dijo 'mirá, te voy a poner
un casete para que te emociones... ¿Te acordás de esta
voz?'. Y le puso un casete de Clarín, con mi voz. 'Ese es
mi viejo', le dijo mi hijo, y el otro se pensaba que le estaba tomando
el pelo". Sonríe, como quien está acostumbrado a contar
mil veces lo mismo. "Esa es mi triste historia. Yo siempre quise
ser locutor. Pero era el mozo del bar de Colonia y Vázquez
y les llevaba las cosas a los de la radio. Miraba a los operadores
y aprendía. Hasta que un día faltó un operador
y alguien me preguntó si no me animaba. Largué la
túnica, me puse atrás del micrófono y no me
sacaron más. De eso hace 38 años".
Freddy
Decir de Freddy Nieuchowicz
que está contento no sería exacto. Más que
contento, habría que decir que Nieuchowicz está satisfecho.
Satisfecho por el éxito del personaje que creó hace
más o menos 15 años, el licenciado Orlando Petinatti.
Satisfecho porque, queriendo o sin querer, logró marcar un
antes y un después en las tardes de la radio. Satisfecho
porque hasta quienes lo discuten deben reconocer que domina como
casi nadie el lenguaje radial.
Hoy Petinatti es más
que un personaje de la radio. "Yo vivo para esto", dice. "Para hacer
el mejor programa de radio todos los días, y para sacar todos
los miércoles el mejor programa de televisión. La
otra vez un tachero me dijo: 'con tu programa sentí lo mismo
que la vez que el hombre llegó a la Luna. Que todo el mundo
estaba mirando lo mismo. Acá es igual: tu programa lo escuchan
en todos lados, es increíble".
Debajo de los estudios
de Océano FM está estacionada la reluciente cuatro
por cuatro de 40.000 dólares que Petinatti se compró
hace poco. "El otro día estaba en una estación de
servicio y alguien me vio y me preguntó a los gritos 'se
hace guita en la radio, ¿eh?'. Ese tipo de cosas me calientan
mucho. Me bajé de la camioneta, me acerqué y le dije,
con bronca: 'se hace guita trabajando, ¿sabés?'. Se
quedó callado, no me dijo nada".
En sus comienzos, Petinatti
no ganaba lo que gana hoy, que es coproductor de su programa. "En
una época cobraba por canje, en latas de cerveza. Fue una
inversión, por suerte me lo banqué. Yo veía
pasar la plata y a mí me decían 'estamos mal, qué
te vamos a pagar por lo que hacés".
Petinatti no es el único
que alguna vez trabajó por canje: hay radios que cobran a
sus avisadores el equivalente de la tarifa en el producto que avisan.
Pan o pizza o cerveza o libros. Y, a veces, pagan con eso a sus
empleados.
Grandes y pequeños
Los estudios de Océano
funcionan donde funcionó la boite Zum Zum, frente a la rambla.
Son modernos y lujosos, con la última tecnología,
y albergan un equipo de 30 personas. Pisos y paredes enmoquetados,
máquina de café, vista a la rambla. Petinatti trabaja
con las persianas de las cortinas bajas, para no distraerse. "No
me importa el lugar desde el que transmita, me importa transmitir.
Somos yo y el micrófono, nada más", dice.
El edificio de radio
Continente, en cambio, es una casa enorme y vieja en pleno Centro.
Parece abandonada. Hay cuatro personas y una fonoplatea desierta.
En un rincón, carteles de cuando Heber Pinto tenía
la lista Uno del Partido Colorado. Las cortinas siempre están
cerradas. Una mansión señorial, cuidada pero sin gente,
recuerdo de otras épocas.
Pinto es dueño
de radio Continente. La adquirió en 1966, luego de comprarle
su parte a Jorge Batlle. El programa de Heber, "Sea usted juez por
un minuto", hoy sale grabado. Pinto está en Punta del Este,
descansando. Los dos estudios de la radio también están
vacíos. El operador se pasea, porque todo sale de un casete
que recién comenzó a correr. La radio mantiene sus
finanzas saneadas sólo por la existencia del mecanismo de
coproducción. O sea, espacios vendidos, dependiendo del cliente
y el horario, a 50, 100, 200 dólares la hora. A Peñarol,
a una iglesia pentecostal, a la policía.
"Yo no puedo hacer la
programación que me gustaría", dice Pinto. "No tengo
más remedio que vender espacios. Gracias a eso mi personal
cobra el 1° de cada mes. Acá trabajan sólo 14
personas, esto es una familia, un paraíso".
La primera y la última
"A diferencia de la
audiencia televisiva, el público radial es fiel", dice Javier
Massa, gerente de El Espectador y Urbana Fm. "El zapping radial
no es tan común como el televisivo. La radio se escucha mientras
se hacen otras actividades, con el receptor lejos. Aunque la fidelidad
no es tan fuerte como antes, todavía se mantiene".
Massa es escribano y
tomó las riendas de la radio en 1994. Desde entonces, El
Espectador ha cambiado su imagen y pudo consolidarse, según
las encuestadoras, como líder en el segmento de audiencia
de mayor poder adquisitivo. Sobre todo en horas de la mañana,
gracias a Emiliano Cotelo y su programa "En perspectiva". "Es verdad
que desde 'En perspectiva' tratamos de generar toda la imagen corporativa
de la radio. Porque una radio es un universo, y el universo que
propone a sus oyentes tiene que ser coherente", dice Massa.
Andrés Tulipano,
gerente de programación de Metrópolis FM coincide:
"una radio es como una persona, tiene que mantener su personalidad".
Pero ni siquiera una
radio que cuide su imagen y la coherencia de su programación,
como El Espectador, puede estar ajena a abrir sus estudios a las
coproducciones: de 2 a 6 de la mañana, una congregación
religiosa transmite por el 810. "Es algo ajeno a la radio. Aporta
lo que aporta un buen cliente", reconoce Massa.
Otras radios han
hecho de estas coproducciones la razón de su existencia.
Miguel Racciopi es el
dueño de radio Fénix, que trabaja hace años
con coproducciones. "Fuimos la primera radio que emitió la
audición de una iglesia evangelista", dice Racciopi casi
con orgullo. A él le gustan las coproducciones "porque amplían
la oferta de la radio y el público que la escucha". Es como
hacer zapping sin cambiar de emisora. Por eso el eslogan de Fénix
dice que su programación es "pluralista". Además,
las coproducciones permiten el ingreso de dinero seguro y que la
radio funcione con bajo número de empleados. En Fénix,
por ejemplo, son solamente ocho.
Ranciopi vive casi todo
el tiempo en Mercedes, donde es propietario de un hotel, una panadería,
una galería, una inmobiliaria y tres radios más. Tiene
79 años y quiere dejar la radio montevideana. Lo primero
que dice es "esta radio está en venta", mitad en broma, mitad
en serio.
Como en Clarín,
como en Continente, en Fénix hay carteles luminosos que ya
no funcionan: "en el aire", "estudio 2", "radio Fénix".
Desde que Racciopi se hizo cargo de la radio, es tiempo de gente
que entra, emite su programa y se va. Una vez por mes pasan por
administración. No para cobrar, sino para pagar los 500 o
1.000 dólares que, según el día y el horario,
les cuesta mantener en el aire su programa. "Estudiamos todas las
alternativas", cuenta Racciopi, "y terminamos dándonos cuenta
que el mejor mecanismo es el de la coproducción, el menos
complicado. No se pueden hacer inversiones grandes en la radio,
es todo para lío".
Zapping
Hubo una época
en la que CX 32 era Radiomundo y pasaba canciones melódicas
viejas en inglés, que por entonces se empezaron a llamar
"oldies". Hoy, CX 32 se olvidó de los "oldies". Los religiosos
dominan su programación casi todo el tiempo. Invitan a asistir
al culto del pastor Waldemar, en el templo de la calle Ibicuy de
la iglesia pentecostal Dios es Amor. Invitan a orar escuchando la
radio. "Cuando las personas consagren su santo diezmo la prosperidad
será doblada en miles de personas a través de la mediación
del santo dios de la prosperidad", dice el pastor Ruben de Souza.
Luego habla el pastor Wilmer, contando la revelación al misionero
David Miranda, invitando a un culto. "Vayan todos con su santo diezmo".
Ahora es mediodía.
Hay pastores también en radio América. Un hombre habla
contra los "umbandistas", que "hacen sus cultos malévolos"
e "invocan al diablo". Cada vez que el pastor termina una oración,
una "hermana" dice "amén". "Estamos orando para que el fin
de semana haya buen tiempo", dice el pastor. "Amén", dice
la muchacha. Pero Dios decidió no acompañarlos con
el clima ese fin de semana, a pesar del culto que estaba programado.
Mientras el pastor predica
la palabra, en el patio de América dos gauchos esperan y
afinan sus guitarras. Están aprontándose para su programa,
"Entre ponchos y fogones", que sale una vez a la semana por esa
emisora. También una vez a la semana sale un programa de
coros, y uno de jubilados, y uno de tarotistas, y uno de recetas
de cocina.
En Continente hay un
programa de la policía y uno de Peñarol.
En Imparcial hay un
programa de Nacional y uno de Peñarol.
Los viejos estudios
de Fénix parecen un ascensor con gente que entra y sale,
que sube y baja, todo el tiempo. La radio "de programación
pluralista" y "musicalización popular" es un desfile de gente
que tiene su programa y de casetes que envían algunos conductores.
Al mediodía,
una mujer conduce el programa "Cómo comer natural". Tiene
un médico extranjero como invitado. El médico "coloca
avisos" de su instituto Ying Yang, y eso ayuda a la conductora a
pagar los 200 dólares semanales y financiar el resto del
programa. La mujer da recetas y sugiere alimentos balanceados. Mujer
y hombre se acomodan en dos sillas viejas en el estudio y se hacen
gestos, turnándose para hablar. El tiene su discurso escrito.
No domina del todo el idioma.
Tampoco domina del todo
la lectura el pastor que viene después a leer un fragmento
de la Biblia. Lo lee mal, se tranca en algunas palabras --cuando
cierra los ojos como orando y pierde la lectura. Su saco y su corbata
desentonan con la informalidad de la radio.
Sale el pastor y entra
otro hombre de traje, Francisco Palermo. Conduce, con vehemencia,
"La voz del ruralismo", un espacio que sale una vez por semana y
que rescata la prédica de Benito Nardone. Palermo habla contra
"los políticos del Frente Amplio", contra Couriel, contra
Arana. Golpea la mesa, que tiembla y casi se cae cuando habla del
estado de la ciudad.
Luego, una señora
llamada Nancy conduce "A fuego lento", un programa dedicado a la
mujer que ya se paseó por varias radios. "Estuvimos en la
44, en la 46 y ahora en la 40. Y la audiencia nos busca y nos sigue
por todos lados". Nancy recibe en un momento de su programa a Blanquita,
la tarotista. Blanquita habla como quejándose. Pero sabe
mucho. Cuando Nancy protesta por la generalización del IVA
a ciertos productos, Blanquita hace revelaciones sorprendentes.
Nancy: A mí me
gustaba el presidente Batlle, por la tradición, por la familia...
Pero ahora que le puso el 19% de IVA a la leche y al pan ya no me
gusta tanto...
Blanquita: El sabe lo
que hace, Nancy... Todo lo hace por algo... Vas a ver que al final
todo termina bien...
Nancy: ¿Todo va
a salir bien, entonces, Blanquita?
Blanquita: Sí...
El presidente es un hombre muy sabio... Está luchando mucho
con la enfermedad que tiene y va saliendo de a poco....
Nancy: ¿Está
enfermo?
Blanquita: Sí,
está muy enfermo... Pero va a salir, ya va a salir...
Blanquita recibe llamadas
de los oyentes, que le hacen preguntas sobre su situación
familiar y amorosa.
Una oyente pregunta
por su hija.
Blanquita le responde:
"no anda muy bien en los estudios. Lo sentimental de ella anda más
o menos. Ella tendría que buscar ayuda".
Y da su teléfono.
Otra oyente pregunta
por su situación amorosa.
Blanquita le responde:
"ese hombre no es para ti".
Otra por su situación
económica.
Blanquita: "va a haber
escasez de plata como en todos lados. Todo va a ir saliendo bien
de a poquito".
Otra sobre la situación
laboral de su hija.
Blanquita: "Mal no está.
Pero bien tampoco. Va a tener que tener mucho cuidado si quiere
conservar. Hay mucha contra..."
"¿Será alguna
compañera que le está haciendo algo?"
"Y... tendré
que hablar con ella... O con usted".
Y da su teléfono.
Llega "La hora de Central
Español", que en realidad dura media hora por semana dedicada
al club. "Un espacio apolítico", dice el conductor. Y despotrica
contra la decisión de la Intendencia de derribar las obras
a medio construir que dejó la institución. Cuando
faltan tres minutos para el final del programa, el conductor Héctor
Tucci se queda sin letra. El operador le avisa que no termine y
él entra a repetir otra vez todo lo que ya dijo. Los resultados
de la cuarta y la quinta de Central, la fiesta del fin de semana
en que regalarán camisetas "solamente a los niños,
eh, a los mayores no, que no venga ningún mayor a decirme
que tiene al hijo enfermo. Si está enfermo mala suerte, se
queda sin camiseta. Que vaya". Pasan los tres minutos. Se escucha
el himno de Central. Cambio de programa.
A la una y media, todos
los días, un hotel de la Ciudad Vieja presenta la media hora
de "música española". El programa no tiene quien lo
conduzca. Los dos locutores habituales de la radio presentan las
canciones y nada más.
A veces hay tensiones
entre los que salen y los que entran. Que alguien le deja a alguien
algo en el estudio. Que la mesa queda con pegotes. Que hay demasiado
olor a incienso. Y esto no pasa solo en Fénix. Lo saben,
por ejemplo, los que llegan a trabajar de mañana a El Espectador
y encuentran los restos (mal olor, bolsas de Mc. Donalds) que quedaron
del programa religioso.
La personalidad
Las radios se dividen
entre las que compiten por los grandes avisadores y las que sobreviven
anunciando a pequeños comercios. Este último es el
caso de Continente, que a pesar de tener un programa muy escuchado
como "Peñarol verdad", no tiene, como Océano, grandes
avisadores en las tandas. O de una FM que, según una fuente
de su departamento comercial "le ofreció a alguna empresa
importante, algún banco, figurar gratis en la tanda, para
poder convencer así a algún otro cliente para que
apareciera".
Muchas radios hacen
lo mismo. Y casi todas las radios tienen una tarifa pública
y unos precios reales de publicidad muy inferiores.
En Clarín trabajan
12 personas. La radio funciona las 24 horas. Y también eligió
la lógica de los pequeños anunciantes. "Es mejor tener
100 clientes que paguen 100 cada uno que uno sólo que pague
10.000", reflexiona Heber Pinto. Por eso, las tandas de Clarín
o Continente pueden estar llenas de avisos de comercios pequeños
y barriales. Carnicerías, gomerías, pizzerías
que pagan lo que pueden y no tienen agencia de publicidad que se
quede con un porcentaje de lo invertido. "Con 100, 200 dólares
por mes, les redactamos el aviso, se lo grabamos y lo pasamos cuatro
veces por día", dice Heber.
Pinto, además,
asegura que su radio nunca tuvo, ni tiene, publicidad del Estado:
"Sólo en la época de Lacalle, que no es de mi partido,
la torta se repartió parejo".
Para Massa "es difícil
hacer que una radio sea rentable. Algunos lo van a lograr, y la
gran mayoría no".
Para Juan José
Palermo, gerente comercial de Metrópolis, la publicidad
en la radio bajó debido a la crisis y a la gran rebaja en
las tarifas de la televisión operada en los últimos
tiempos. "Con la tarifa que tiene hoy la televisión, ¿cómo
convencés a un avisador que vale la pena pautar en radio?".
Efectivamente, a la
mayoría de las emisoras los números no les cierran.
Setiembre FM envió
recientemente trabajadores al seguro de paro. Quedan 12 personas
trabajando. Aunque sus planteles tienen más de 50 personas,
Carve y Sarandí despidieron gente. El Espectador rebajó
los sueldos de su personal.
Hay quienes dicen que
el número de radios es demasiado grande. Por un volumen publicitario
cada vez más pequeña, en Uruguay compiten 94 estaciones
en AM y 137 en FM.
"Hay un exceso del número
de radios en función de la inversión publicitaria
que se realiza en ellas", afirma el economista Stolovich. "Esto
se ha agudizado en los últimos años, en función
de las nuevas adjudicaciones realizadas por el gobierno. Hay más
radios para repartirse una torta publicitaria más chica".
Así, las radios
ven cómo año a año disminuye su facturación.
En 1999, según el estudio de Stolovich, la facturación
total de las radios uruguayas fue de 20,3 millones de dólares.
En el 2000, la facturación cayó a 12,4 millones.
"Uruguay es uno de los
países con densidad de radios per cápita más
grande del mundo", dice Massa. Emiliano Cotelo agrega que "la cantidad
de emisoras atenta contra la calidad de la producción periodística
que puedan realizar. La publicidad se tiene que dividir entre varias
bocas, y es difícil contar con los recursos humanos que una
AM requiere. Una AM es una radio cara porque tiene que comunicar
todo el tiempo. Por otro lado, en Uruguay ha sido muy difícil
desarrollar cadenas informativas. Las radios montevideanas de mayor
producción propia deberían funcionar en cadena con
emisoras del interior, lo que les permitiría darle más
escala al negocio. Otro factor es el hecho de que no existen cadenas
nacionales de noticias de información. Si existiera alguna
agencia de noticias, que cubriera conferencias de prensa, actividades
del estado, noticias policiales, las radios y los diarios podrían
organizar a sus periodistas de otra forma. El despliegue de gente
dando vueltas es ilógico. Al final, los diarios terminan
siendo las agencias de noticias para las radios y la televisión".
Es así: radios
como El Espectador, Sarandí o Nuevotiempo
mantienen departamentos de prensa de cierta envergadura, aunque
muchísimo más chicos que los diarios. Pero a la mayoría
de las radios les alcanza con una persona que recorte y fotocopie
las noticias principales de los diarios para que el locutor las
lea. A veces, a esa persona, hasta llegan a llamarle "productor".
Y al locutor le dicen "periodista".
Leyes ignoradas
La ley establece que
una misma persona no puede ser propietaria de más de una
radio en AM y una en FM. Pero no se cumple, y así ciertos
grupos y oligopolios son dueños de más radios de las
que la ley permite. La ley establece que las ondas radiales no pueden
ser vendidas. Sin embargo, hay radios que cambian de dueños
y de permisarios sin que se les señale la ilegalidad.
Y quien no tiene el
dinero para comprar una radio puede sentarse y esperar el próximo
fin del período de gobierno. Cuando se estaba por ir, en
febrero del 2000, el presidente Julio María Sanguinetti concedió
33 ondas radiales, en un procedimiento cuestionado por Andebu y
la mayoría de los operadores radiales.
En una carta dirigida
a las autoridades nacionales, la presidenta de Andebu, María
Celia Fontaina, dijo que "no se hace un estudio de la zona geográfica,
de la población, de las posibilidades del mercado", previo
a la adjucación de ondas radiales. Fontaina consideró
que estas decisiones "desequilibran mercados ya exhaustos" y ponen
en riesgo "de quiebra" a pequeñas empresas existentes y a
las nuevas que reciben habilitaciones "sin estar preparadas".
"El gobierno otorgó
muchas radios, y eso conspira contra el funcionamiento de las demás",
dice Heber Pinto. "A veces veo que algunas radios anuncian grandes
programaciones, con planteles de periodistas enormes, y me pregunto
¿cómo van a bancarlo? ¿cuánto tiempo? ¿un
mes? ¿dos meses?".
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