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Después del martes 11
La dimensión
de los problemas que afectan al Uruguay trasciende el plano de lo
económico y de la formulación de diagnósticos
CARLOS
STENERI
DESDE WASHINGTON D.C.
Luego del profundo aturdimiento
provocado por el reciente golpe terrorista, la nación norteamericana
comienza a ponerse en pie y mirar hacia el horizonte.
No puede ser de otra
manera, pues es el resultado natural para una nación cuyo
espíritu se ha plasmado por aluviones inmigratorios, que
huyendo de miserias políticas, religiosas o económicas,
han ido a construir el sueño de una vida nueva.
Aún reconociendo
numerosos errores cometidos en la arena doméstica e internacional,
esa sociedad resume lo mejor de valores enancados en la tolerancia,
la libertad en su más amplia acepción y algo escasamente
mencionado, y que sus padres fundadores incluyeron explícitamente
en su texto constitucional: la obtención de la felicidad
pública a través de la asociación de hombres
libres.
Por tanto, el aliento
vital de descendientes de inmigrantes arropados con un manto tejido
por esos valores incentiva un rebrote más lozano y vigoroso
de esa faceta, pues en suma es el resultado natural de una sociedad
integrada por individuos cuyo blasón fue y es remontar adversidades.
Sobre esos cimientos
se produce el montaje de su dinámica económica, lo
cual asegura que las turbulencias presentes sean pasajeras. Es prematuro
aún opinar sobre el corto plazo, a pesar que algunos de esos
acontecimientos afectarán a toda la comunidad internacional.
De todos modos el andar de los países, y en particular el
nuestro no se deciden en ese plano de tiempo. Son otros los desafíos,
ante los cuáles la urgencia que promueven momentos tan particulares
hace imperioso tomar conciencia e ir "a las cosas" como decía
Ortega y Gasset.
EL IMAGINARIO SOCIAL.
En estos momentos de reflexión, y de achicamiento de los
espacios de maniobra es conveniente repasar algunos comportamientos
sociales que nos caracterizan y que son determinantes entre otras
cosas de nuestro desempeño económico y social.
Una primera mención
es nuestra vocación extrema de involucrarnos y opinar sobre
todo el espectro temático, pero con una caída hacia
la retórica, que se entretiene en lo accesorio y desprecia
la acción. La causa quizá se afinque en una comunidad
ciudadana pequeña que adquirió jerarquía de
país, sin la necesidad de administrar grandes territorios
y fusionarse con otras culturas. Esto deja espacio libre para una
especie de regocijo discutidor que posterga la toma de decisiones,
pues en suma los problemas a resolver carecen de urgencia imperiosa,
comparándolos con otras realidades Esta característica,
trasvasada generacionalmente, se convierte en un valor cultural
que se transmite a través del sistema educativo y se plasma
en la acción de los empresarios y el sistema político.
EL ESPIRITU DORMIDO.
Una segunda mención es nuestra tendencia a una especie
de depresión social, lo cual profundiza la inacción.
Mirando en retrospectiva las andanzas, mejor dicho las hazañas
de nuestros antepasados inmigrantes que construyeron un país
con sus manos, vale la pena preguntarse dónde fue a parar
aquel impulso vital cargado de pragmatismo hacedor que les permitió
construir un país modelo de la nada. En aquellos momentos
no había ni seguridad social, ni médica ni laboral.
Expulsados por, o remontando guerras internas o externas, crisis
mundiales, incomunicados, arrancados de sus parajes y seres queridos,
armados solamente con el anhelo vital de salir adelante y acicateados
por las necesidades de una "chorrera" de hijos, fueron constituyendo
el entramado de nuestra sociedad actual. Recuperar ese impulso como
valor básico es fundamental en momentos que los naipes de
la historia mundial vienen mal barajados. No es tampoco una referencia
extra-temporánea, pues esa misma actitud es la imperante
hoy en día en la ciudadanía norteamericana, en particular
en los enormes contingentes de inmigrantes que arriban a Estados
Unidos.
MIEDO AL CAMBIO.
Con ese entorno hemos logrado un récord de diagnósticos,
de cosas sabidas a mejorar pero trabadas en la interna diaria. El
cambio se adopta para quedarse, pero demora. Quizá una buena
imagen es que actuamos como jugamos al fútbol: con tendencia
a la defensiva, tanteando el terreno, para lanzarnos al ataque con
vigor en forma esporádica. Pero sobre todo se resalta el
juego de defensa, de proteger la cancha o lo conseguido, lo cual
cuando se hace con excesos es una fuente de proteger ineficiencias,
no introducir cambios y en definitiva lesionar la capacidad de ganar
el campeonato del crecimiento. Podemos agregar que en algunos temas
nos sentimos menos de lo que somos, cuando en realidad contamos
con un tejido social homogéneo y con alto nivel cultural,
que a pesar de mostrar ciertas fisuras, sigue siendo el mejor de
la región y comparable al de muchos países europeos.
A pesar de episodios aislados, la honradez pública, el bajo
nivel de corrupción y nuestras credenciales impecables como
deudores en la arena internacional, son nuestra marca de fábrica
y realzan nuestro perfil como sociedad. Haber construido un país
con sólo tres millones de habitantes, pobre en recursos,
en una ubicación geográfica que en las últimas
décadas no ha sido de las más favorables, con producciones
básicas que han caído en desgracia en los mercados
como la lana y la carne, con un sistema de seguridad social generoso,
y que a pesar de lo que se diga funciona, es una tarea ímproba
para cualquier sociedad o gobierno.
CAMPEONES DEL MUNDO.
En otros áreas actuamos con una cierta especie de geocentrismo
que nos hace pecar de inmodestos. En esos excesos florece la idea
de que el mundo camina a nuestro ritmo, y que la espera innecesaria
no tiene costos. Nuestra pereza por cambiar tiene mucho que ver
con una mirada nostálgica hacia nuestro pasado que nos hace
recaer en razonamientos o situaciones circulares, que convierten
a la historia en una noria de situaciones reiteradas donde el pasado
se hace presente y el futuro desaparece. Si tomamos conciencia que
Estados Unidos está negociando con Vietnam un acuerdo comercial
25 años después de una guerra feroz, y que para China
ese es su principal mercado exportador, vemos las distancias recorridas
por otros y nuestro quietismo relativo. Nuestro localismo pintado
de cosas lindas o que pueden ser todavía es muy acentuado.
¿Cuántos empresarios se movilizan intensivamente en
el exterior buscando clientes? En un país cuyo norte es la
exportación, ¿cuántas son las horas destinadas
por los privados para diseñar estrategias de penetración
de los mercados externos? Ciertamente una componente pequeña
del tiempo total se asigna a esas actividades.
NUESTRA DISTRACCION.
Los cambios que han ocurrido son imperceptibles para los ciudadanos,
pero mirados en lapsos de décadas significan saltos importantes.
Sin embargo, la mayoría fueron inducidos por la fuerza de
las circunstancias o por arrastre, pero no por decisión de
la propia sociedad.
Nuestra matriz productiva
cambió debajo de nuestras narices. Pasamos en menos de tres
décadas de un sector primario montado sobre la lana y la
carne, a uno donde su oferta se diversifica pues se agregan los
lácteos, el arroz, la forestación. Los servicios constituyen
hoy el rubro principal de exportación. Todo eso ocurrió
en un ámbito de distracción que nos impidió
actualizar a nuestro sector educativo --principalmente el universitario--
a las nuevas circunstancias estructurales.
La relación entre
el sector público y el sector privado tiene algo de rechazo,
pero también de afecto que puede llegar al incesto. Rechazo,
pues al Estado se lo visualiza como al hijo que desperdicia recursos
y aplica una carga fiscal elevada. De afecto, pues tampoco es cosa
de tenerlo demasiado lejos, imposibilitando recurrir a su manto
protector y estar juntos en los momentos de emergencia. Y eso es
tanto en un corte transversal de la sociedad, como en su dimensión
vertical que perfila a todos los ciudadanos según su nivel
de ingresos.
DERECHOS DE PROPIEDAD.
Nuestra concepción sobre los derechos de propiedad es interesante,
por decir lo menos. Hernando de Soto, explica que su falencia es
una de las causas de las desigualdades de crecimiento entre las
naciones. Si bien la titulación, regulaciones y normas jurídicas
son en nuestro país suficientes y hasta excesivas, pierden
fuerza ante ciertas circunstancias. Su dimensión visible
es que la evasión fiscal no es delito, el contrabando es
un delito de índole menor, el pago de las deudas de cualquier
especie se puede conversar y estirar, haya justificación
o no. Y esto se filtra, desde los niveles empresariales hasta los
grupos más modestos y tiene serias consecuencias, pues no
es culpa de nadie pero es responsabilidad de todos. Es un valor
cultural que se permea en toda la sociedad, se transmite a través
del sistema educativo y político bajo la presunción
asimétrica de que el deudor ha tenido mala fortuna y el acreedor
goza de un privilegio, resultado de una especie de "suerte" que
debe compartir. En este sentido el instituto de la quiebra es por
agonía lenta, pero de ninguna manera con el sentido de fuego
purificador que desbroza malezas. Si pensamos que hace menos de
diez años uno de los íconos de la aviación
mundial y empresa bandera de Estados Unidos --PAN AM--, fue rematada
en una tarde pues no pudo llegar a un acuerdo con sus acreedores,
se percibe el verdadero sentido del término.
EMPRESAS PUBLICAS.
La gestión de nuestras empresas públicas es parte
de esa agonía, en la que numerosas actividades generan pérdidas
y otras no pasan la prueba de generar ganancias actuando en competencia.
Desmontar esa realidad fue y es difícil, polémico,
pero además en medio de una actitud de indiferencia incomprensible
ante el desperdicio. El punto es hacernos la pregunta correcta de
si no habrá otra manera más productiva de asignar
esos recursos.
Resolver estos temas
corresponde a la dimensión política, pues sus actores
son quienes legítimamente nos representan y tienen el mandato
implícito de buscar soluciones. El tema ya trascendió
el plano de lo económico y de la formulación de diagnósticos.
En este llamado que
nos hacen las circunstancias, tanto externas como domésticas,
es de esperar que retomemos el espíritu hacedor de quienes
nos precedieron, el cual hoy más que nunca campea en el mundo.
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