EEUU
refuerza su papel de superpotencia hegemónica
Washington
| EFE
Estados Unidos ha reforzado
desde septiembre su papel de superpotencia hegemónica al establecer
la lucha contra el terrorismo como prioridad número uno y generar
con ello un nuevo orden internacional.
La nueva alianza de EEUU
con Pakistán, la instalación de bases militares norteamericanas
en países de la ex Unión Soviética, el acercamiento a Irán o Siria
y los efectos de todo ello en las relaciones con Rusia o China son
factores inesperados que se han sucedido en los últimos tres meses.
La presencia en días
pasados del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en Afganistán,
en Georgia o la promesa a Armenia y Azebaiyán del final de las sanciones
a estos países, siguiendo el ejemplo con Pakistán, es una prueba
del vuelco provocado en el orden internacional con el que había
comenzado el siglo XXI.
Aunque la diplomacia
norteamericana ha gestado una coalición de más de un centenar de
países contra el terror es Washington el pivote central con inesperadas
alianzas y matrimonios de conveniencia con países hasta ahora adversarios.
Es lo que el politólogo
ruso Vyascheslav Nikonov denomina ``un multilateralismo unilateral''
del presidente George W. Bush. Ese unilateralismo se manifiesta
en la participación casi en solitario de EEUU en la guerra en Afganistán.
Donald Rumsfeld dirige
la guerra con una sola voz hasta que sea destruida la red terrorista
de Al Qaeda en Afganistán, a partir de ese momento las fuerzas de
paz de la ONU asumirán el control. Con ese unilateralismo en las
operaciones militares, el Pentágono quiere evitar a toda costa el
caos generado durante los bombardeos de Kosovo con 18 países opinando
en la selección de objetivos. ``No hay alternativa. Estados Unidos
está obligado a actuar en solitario, pero con alianzas puntuales.
El nuevo orden internacional
estará dictado por Washington'', afirma David Halberstam, autor
del libro de reciente publicación ``Guerra en los tiempos de paz''.
El impacto de los terroríficos atentados de septiembre generó tal
respaldo y simpatía que algunos países han aprovechado la coyuntura
en beneficio de sus propios intereses.
Este es el caso del conflicto
de Chechenia o en la menor atención que ya desde ahora Estados Unidos
dedica a la defensa de los derechos humanos en China y otras naciones.
El cambio en las relaciones con Pakistán ha sido radical, al igual
que con las repúblicas asiáticas de Uzbekistán o Tayikistán que
han permitido por primera vez que el Pentágono use su territorio
como base en la guerra contra Al Qaeda.
No es menor la trascendencia
del acercamiento de EEUU con Irán, Siria o Sudán o el claro enfriamiento
con Arabia Saudí por las suspicacias generadas en la implicación
de saudíes en los atentados suicidas del 11 de septiembre.
Aunque los halcones del
Pentágono no ocultan su satisfacción por la forma hegemónica y unilateral
de actuar de Bush, lo que algunos han bautizado como una presidencia
imperial, otros conservadores advierten de los riesgos futuros de
estas alianzas tácticas.
El senador republicano
Jesse Helms ha mostrado su alarma ante la posibilidad de dejar hacer
a Rusia en Chechenia u obviar ``la represión'' china como pago al
apoyo contra el terrorismo. Los amigos de ahora pueden convertirse
en fieros adversarios en el futuro y no hay mejor ejemplo que el
del propio Osama Bin Laden, respaldado y protegido por la CIA durante
la guerra de Afganistán contra la Union Soviética en la década de
los 80.
El presidente Bush, y
mucho más su secretario de Estado, Colin Powell, es consciente de
la trascendencia de mantener viva la coalición multinacional, aunque
la mayoría de las decisiones sean unilaterales. Porque además de
dirigir unilateralmente la guerra, unilateral ha sido también la
decisión de abandonar el tratado ABM o fue la denuncia del tratado
de Kyoto, en un reflejo de la influencia de las huestes más conservadoras
de la Administración Bush.
La incógnita para muchos
analistas y senadores es si se van a sacrificar en exceso determinados
intereses estratégicos por objetivos a corto plazo, o si Washington
va a abandonar pronto sus relaciones privilegiadas con Pakistán
u otros países que ahora colaboran contra el terrorismo.
Tampoco está claro hasta
donde irá la determinación de EEUU en perseguir el terrorismo. Una
vez acabado con Al Qaeda en Afganistán, EEUU está decidido a seguir
adelante y no se sabe muy bien hasta dónde.
``Una vez sea destruida
Al Qaeda en Afganistán, tenemos que destruir lo que quede en otras
partes del mundo'', afirmó el domingo el secretario de Estado, Colin
Powell. Rumsfeld y muchos conservadores apuestan por aprovechar
la situación actual para ir decididamente contra Itrak.
Powell se opone y sobre
esa diferencia sustancial girará en gran parte el debate de la política
internacional norteamericana del próximo año.
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