EEUU se adapta a nuevos tiempos

Estados Unidos ha cambiado dramáticamente desde el 11 de septiembre. Muchos quisieran tener una varita mágica y volver a los días en que los aviones de pasajeros no se transformaban en bombas o el ántrax venía por correo.

El país ha tenido que enfrentar toda una suerte de circunstancias propiciadas por el terrorismo y la guerra. Los estadounidenses han empleado diversas formas para adaptarse. Hay quienes solamente se suben a un avión cuando se hace verdaderamente necesario. Muchos rezan más. Es cuestión de orgullo patriótico desplegar la bandera nacional. Con el paso de los días, los estadounidenses se han dado cuenta que no fue solo el mundo el que cambió, sino ellos también, y mucho.

El miedo a nuevos atentados transformó la rutina de la ciudadanía. Muchos corrieron a comprar lámparas de gas, generadores portátiles y libros de sobrevivencia que habían pasado al olvido tras los temores causados por el cambio de fechas en las computadoras al llegar el año 2000.

La venta de armas de fuego se incrementó. Soldados de la Guardia Nacional, armados con fusiles, patrullan los corredores de los aeropuertos. Guardias armados vigilan las refinerías de combustible. Botes del Servicio de Guardacostas escoltan a los cruceros cuando zarpan de puerto. La Casa Blanca y el Capitolio cancelaron los recorridos para turistas en sus instalaciones.

Las interminables demoras en los aeropuertos ahora son mayores, mientras que en los cruces fronterizos la espera puede resultar una eternidad. De cualquier forma, no era el momento propicio para ir de paseo. Se vive una época de estar con los suyos, en familia.

Las vacaciones soñadas pueden esperar. En Hawai, la actividad turística se desplomó más de un 30% en octubre con respecto al año previo. En el resto del país, muchos se olvidaron de sus dietas. El chocolate y otras golosinas pasaron a ser un antídoto para la ansiedad. Lo normal es atesorar las cosas más sencillas. Reconocer las cosas que son más importantes en la vida: la familia, los amigos, el amor. ``Hablo con mis hijos más que nunca'', declaró John Crowther, jubilado de 72 años residente en Sun City, Florida. ``Queremos estar cerca, a pesar de que viven lejos, en el norte''.

Para algunos, la nueva norma significa ser desafiante y seguir con las rutinas de antes. ``Vivan sus vidas'', suele instar el presidente George W. Bush. Muchos han cumplido con ese pedido, acudiendo a partidos de béisbol o siguiendo adelante con sus viajes de negocios.

El no hacerlo sería ceder al propósito de los terroristas. Los sueños, no obstante, traicionan los temores más ocultos. Kelly Bulkeley, investigadora de patrones de sueño, en Berkeley, California, dice que tras los atentados, ha atendido numerosos casos de pesadillas. ``Los atentados golpearon en lo más profundo de nuestras ansiedades y temores: el miedo a volar, a las bombas, los edificios altos, el terrorismo'', explicó Bulkeley. ``Literalmente, el 11 de septiembre fue una pesadilla hecha realidad''.

En medio de las nuevas circunstancias, no faltaron héroes, como los cientos de bomberos y policías que perecieron tras los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York. En todo rincón de Estados Unidos, un bombero o policía es visto con una renovada admiración y respeto. Los últimos meses del año se caracterizaron por la certeza de que cualquier cosa podía pasar.

Sentirse vulnerable es algo normal, como pescar una gripe y sospechar que se contagió de ántrax. Los siquiatras tuvieron semanas ocupadísimas. Las recetas de píldoras para dormir y antidepresivos se dispararon. A la siquiatra Kathleen McCarty, en Tampa, Florida, le tocó responder todo tipo de consultas sobre fobias y pánicos. Gente que no conciliaba el sueño. Gente temerosa a los aviones surcando en el cielo.

En la mayoría de los casos, McCarty recetó paciencia en lugar de un medicamento. ``Lo normal no necesariamente implica ser indiferentes a un acontecimiento trágico y sobrecogedor'', comentó. ``Lo que le digo a la gente es que no hay otra opción que enfrentar la realidad''. Usted sigue siendo la misma persona, les dice como consuelo. A fin de cuentas, ha sido el mundo a su alrededor lo que cambió.