UNA
COMUNION DE ARTISTAS EXPERIENTES CON OTROS EMERGENTES MUESTRA EL
SALON NACIONAL DE ARTES
Despliegue de talentos
Hay varias obras interesantes
en esta nueva versión del Salón Nacional que permite
encontrarse con varios artistas conocidos y con otros emergentes.
Conviene acercarse al Museo Nacional para ver y evaluar las disímiles
formas expresivas que se exhiben luego de 17 años de ausencia,
con un total de llamativas cifras en premios (59.000 dólares)
y en concurrencia (516 artistas con 1350 obras).
Una de las propuestas
más interesantes del Salón Nacional es la de Fidel
Sclavo. Se trata de un creación conceptual y minimalista,
en la que Sclavo demuestra su ingenio, su inteligencia, su agudeza,
su sentido del humor y su fineza. Lugares donde no hay nada y entonces
aparece todo, es una revelación de aspectos poco llamativos
de la realidad que pueden contener elementos reveladores aunque
siempre sutiles y quedos. La espectacularidad es contraria al espíritu
de Sclavo. De peculiar interés es El estado de las cosas,
con su tomada de pelo a los cuadros de pared de bazar que se venden
a 19.90 pesos y es destacable su inventada historia sobre la relación
insólita entre Mickey Mouse y Vermeer, obra en la que el
artista despliega su capacidad de absurdo. Otro acierto es su manera
de describir el papel que tiene el accidente en la obra de arte
y como una mancha termina siendo motivo de inspiración. En
las carpetas en las que registra aspectos macrominimalistas de muros
de hospital y frontispicios de templos paganos, Sclavo logra una
sutil subjetividad. Fino humor e ironía casi imperceptible
singularizan sus obras.
De esa manera, este
artista que tiene trayectoria como dibujante, ilustrador, pintor,
diseñador gráfico, fotógrafo y creador de intervenciones
urbanas, nacido en 1960 y que comenzó a exponer en 1980,
demuestra nuevamente su talento. Otra vez denota su capacidad para
plasmar una "obra discreta", una expresión escueta y una
peculiar manera de quitar su peso habitual a la realidad.
Cabe destacar asimismo
en una línea de minimalismo, los objetos de cuero de Osvaldo
Cibils, casi imperceptibles por su forma y color, que son además
de reducido tamaño. Otra contribución a tener en cuenta
de Cibils es su inteligente video. De peculiar sutileza es la obra
de Pablo Uribe que obtuvo el Gran Premio del Salón, donde
apenas posa su mirada en un detalle de esos iconos que son los gauchitos
de Juan Manuel Blanes y rescata en forma desvaída con serigrafía
sobre cola vinílica un fragmento que queda borroso como parte
de una memoria que se desvanece.
Dentro de una estética
similar cabe ubicar a Alejandro Turell (segundo premio), un artista
prácticamente desconocido, de sólo 25 años,
que demuestra su capacidad de aunar sutiles grabados con mini instalación
de tierra, pintura con texturas, en colores muy bajos. La sobriedad
prima en las instalaciones delicadas de vestidos blancos de Olga
Bettas y en las esculturas blandas y relieves de Lucía Pittaluga.
TALENTOS. Más
dramático y contundente es el mundo de Cecilia Mattos, otra
figura destacada del Salón Nacional, quien presenta sus vestidos
antiguos intervenidos con color y collage, aludiendo a un mundo
femenino de sufrimientos, a la memoria, al pasado y a los recuerdos.
Otro artista dedicado a rescatar el pasado a través de un
envío muy sensible es Ernesto Vila con su obra de elementos
recogidos de la vida cotidiana y de la calle y colocados en el inusual
soporte de espuma plast.
En el otro extremo se
sitúa Juan Pedro Paz, un pintor de gran intensidad expresiva
que en sus enormes rostros revela una potencia expresionista que
lo vincula al inglés Bacon y al mexicano Cuevas. Con contundencia
cromática Martín Mendizábal se aparta de su
mundo de pequeñas figuras míticas y crea enormes pinturas
de intensa presencia, dándole un giro muy interesante a su
ya conocida trayectoria.
Yamandú Castelar
es otra revelación con sus dos envíos, tanto la versión
irónica de Carlota Ferreira como su peculiar mirada plasmada
en Leonor del proceso 2000, una relectura de famosa pintura renacentista
realizada con procesos digitales.
Particularmente notable
es el envío de Jorge Soto, grabados digitales con backlight
muy bien presentados, de gran refinamiento visual, en el que el
artista juega con su autorretrato intervenido. Eduardo de la Puente
demuestra capacidades pictóricas en sus obras gestuales de
amplia pincelada plasmadas en grises y negros.
Se destacan asimismo
las obras de Fermín Hontou quien ratifica su talento esta
vez expresado en un cromatismo y un grafismo diferente al de su
estética habitual, las instalaciones en madera y metal del
escultor Carlos Guinovart, y las esculturas refinadas de Pablo Damiani.
Las joyas de Nilda Echenique también valen la pena, así
como la abstracción de Fernando López Lage, en un
contexto en el que el visitante puede encontrar otros desafíos.
CRITICA
I ALICIA HABER
49 SALON
NACIONAL DE ARTES VISUALES
Sala.
Museo de Artes Visuales, Parque
Rodó.
Visitas.
De miércoles a domingo, de 15
a 19 horas.
Hasta el 23 de setiembre.
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