19 intendencias y una canilla loca
Las
intendencias piden ayuda al gobierno central mientras exhiben gastos
excesivos, contrataciones injustificadas y un viejo estilo clientelista.
ANDREA
TUTTÉ
LAS 19 INTENDENCIAS
uruguayas administran anualmente un total de 800 millones de dólares:
más que los presupuestos sumados de los ministerios del Interior
y Salud Pública, por poner un ejemplo. Las tres cuartas partes
del dinero se utilizan para pagar sueldos y gastos de funcionamiento.
Uno de cada 86 uruguayos es empleado municipal. Entre 1989 y 1999,
los tributos municipales aumentaron casi 73%, mientras los del gobierno
central crecieron 27%. Medida en dólares, la recaudación
que los municipios toman de la ciudadanía en esa década
aumentó un 280%.
¿Está bien
gastado ese dinero? ¿Es necesaria esa cantidad de funcionarios?
¿Reciben los contribuyentes obras y servicios acordes a semejante
presión tributaria? ¿Necesita Uruguay, un país
con la mitad del tamaño de la provincia de Buenos Aires,
19 gobiernos departamentales con 19 intendentes que ganan entre
3.000 y 6.000 dólares mensuales, decenas de asesores y gabinetes
que incluyen secretarios de Turismo, Medio Ambiente, Deporte, Juventud
y Relaciones Públicas? (Sin olvidarnos que cada intendencia
tiene su secretario general y cada intendente su secretario).
Hay quienes opinan que
no. "Las 19 intendencias, y unas más que otras, están
pésimamente administradas", escribió el productor
rural de Colonia Hugo Fagalde, en una carta publicada por El
País el 7 de julio. "En todas las intendencias se acumulan,
y si no están se crean, departamentos y jefaturas. Y no porque
sean necesarias, sino para colocar en ellas a amigos y familiares".
Y se quejaba: "un 'jefecito' de estos inventos burocráticos
cobra, libres de polvo y paja, mucho más, sin ningún
descuento, que yo con mis 15.000 kilos de lana".
Días atrás,
en el programa En Perspectiva de El Espectador, el
periodista Claudio Paolillo se refirió en términos
similares: "hay gerentes absurdos en las intendencias del interior,
que no tienen sentido y ganan 40, 50 mil pesos mientras un maestro
gana 5.000".
¿Y las obras?
Las intendencias cobran
impuestos a los inmuebles, vehículos, espectáculos
públicos y juegos de azar, entre otros. También cobran
tasas y tarifas por diversos servicios, como la recolección
de residuos o la inspección bromatológica. Además,
reciben fondos del gobierno central: el último presupuesto
prevé distribuir entre ellas 750 millones de dólares
en los próximos cinco años.
¿Qué uso
se le da a este dinero? Del análisis de los presupuestos
municipales se desprende que la mayor parte se destina al pago de
sueldos y gastos de funcionamiento.
Para empezar, las remuneraciones
y aportes previsionales representan casi siempre más de la
mitad del gasto. En Rocha, por ejemplo, este porcentaje llega al
71% de los 26 millones de dólares que se prevé gastar
en el presupuesto de este año (la cifra fue calculada en
base a una cotización de 13,74 pesos por dólar). En
Florida alcanza al 65,4% de un presupuesto de 17 millones y en Río
Negro representa el 61% de 16 millones.
A esto hay que sumar
los gastos de funcionamiento --desde la cuenta de teléfono
hasta el papel para fotocopias-- y en muchos casos, la financiación
del déficit y amortización de deudas contraídas
por las comunas.
En Artigas, todo esto
representa el 90% del presupuesto de 18 millones de dólares
para este año. Queda apenas un 10% para obras e inversiones.
En Tacuarembó, este porcentaje es de 14%. Casos como el de
Salto, que planea invertir el 43% de sus recursos en obras, son
la excepción: el promedio entre todos los departamentos arroja
un 25%.
Un caso emblemático
es el de los 18 Centros Comunales Zonales dependientes de la Intendencia
Municipal de Montevideo. Cada junta tiene un secretario políticamente
designado: estos 18 sueldos le costaron a la intendencia más
de 500.000 dólares al año, según el edil nacionalista
Osvaldo Abi Saab. En el 2000, los sueldos de los CCZ totalizaron
19.629.759 dólares (a la cotización de diciembre).
Los gastos de funcionamiento ascendieron a 1.572.657 dólares.
Y las inversiones alcanzaron a 147.323 dólares.
Uno en 35
Desde el retorno de
la democracia, en 1985, los salarios de los municipales crecieron
más que los de los trabajadores privados o de la administración
central.
Entre 1985 y junio del
2000, según la Oficina Nacional del Servicio Civil, el número
de funcionarios públicos disminuyó un 9,3%. Sólo
dos intendencias --Montevideo y Soriano-- ayudaron en algo a esta
reducción: en las otras 17, el número de funcionarios
entre 1985 y diciembre del 2000 aumentó 49%. Al finalizar
el año pasado, según la ONSC, las intendencias y juntas
departamentales tenían en total 38.807 funcionarios. Es decir,
uno cada 86 uruguayos, tomando en cuenta incluso niños y
jubilados.
Todas las intendencias
tienen planteles de más de mil empleados, salvo San José
y Flores, aunque en este último departamento la proporción
es de un funcionario cada 50 habitantes. Durazno, Lavalleja, Maldonado,
Río Negro, Rocha y Tacuarembó también tienen
un funcionario cada 50 habitantes o menos. El caso extremo es el
de Rocha, con un municipal cada 35 habitantes.
¿Se precisan todos
esos funcionarios? El propio intendente de Rocha, Irineu Riet Correa,
ha dicho que la comuna podría prescindir del 20% de sus empleados.
Hasta Ruben Lazo, presidente del sindicato de municipales de Rocha,
concuerda: "Andamos por los 2.000 funcionarios y la intendencia
podría funcionar con 1.250 presupuestados y 200 o 300 zafrales".
En junio, durante el
Congreso Nacional de Ediles, el vicepresidente Luis Hierro criticó
el exceso de empleados de las comunas. También afirmó
que el 73% de aumento en los tributos municipales hubiera estado
justificado "si se hubieran hecho cosas que no se hicieron". Y reclamó
a los curules "eficacia y transparencia" en el manejo de los asuntos
públicos.
El mensaje no cayó
bien. "Si el señor vicepresidente me consigue otras fuentes
de trabajo, dejamos de hacer gastos excesivos en funcionarios",
afirmó sin pudores el edil tacuaremboense Juan Estathiou,
que le reclamó al Ejecutivo más "creatividad" en sus
propuestas.
Es un hecho que hay
departamentos del interior donde el mercado laboral no va más
allá del Ejército, la Policía o la Intendencia.
Pero son los propios contribuyentes, con sus impuestos, los que
solventan esta poco "creativa" política de combate al desempleo;
y la presión tributaria que financia los salarios públicos
no favorece, precisamente, la creación de nuevas fuentes
de trabajo en el sector privado.
"Para ayudar a la gente
del interior hay que hacer que la gente del interior tenga más
plata en el bolsillo", afirmó el dirigente nacionalista Juan
Martín Posadas. "Cuando la intendencia es el principal empleador
es porque no se ha preocupado por atraer otros empleadores al departamento.
Las intendencias no tienen que preocuparse por ser fuentes de empleo,
porque eso termina siendo una cuestión de corruptela, de
colocar amigos o correligionarios".
Casi provincias
Algunos ejemplos al
azar que le resultarían de interés al lector Fagalde:
en la intendencia de Cerro Largo hay un secretario de Deportes y
otro de Juventud (su salario es de 16.727 pesos por mes). Al mismo
tiempo, y también en Cerro Largo, la Junta Local de Río
Branco tiene su propia oficina de Juventud, con secretario incluido
(aunque este cobra menos: 12.463 pesos mensuales). La comuna arachana
también tiene un secretario de "relaciones interinstitucionales",
cuyo salario asciende a 26.885 pesos.
El Departamento de Cultura
de la intendencia de Soriano está compuesto por una División
Artes y Letras, una División Enseñanza y las secciones
de Escuelas Corales, Conservatorio, Escuela del hogar, Talleres,
Museos, Casa de la Cultura, Biblioteca e Inspección Docente.
El Departamento de Cultura
de la Intendencia de Florida tiene 99 funcionarios.
La Intendencia de Canelones,
según denunció el edil blanco José Luis Nuñez,
tiene 39 altos cargos de confianza cada uno de ellos retribuido
con sueldos de 50.000 pesos. Algunos de ellos, agregó el
edil Diego Varela, sos "directores virtuales": "no tienen una función
establecida".
Los choferes de la Junta
Departamental de Maldonado ganan entre 13.798 y 17.560 pesos, sin
contar las primas adicionales que tienen por hogar constituido,
asignaciones familiares ni la primas especiales por nacimiento,
casamiento y fallecimiento.
Todas las intendencias
tienen oficinas de prensa y relaciones públicas (La de Maldonado
tiene, además, una Secretaría de Comunicaciones).
Todas tienen un director, secretario o asesor en materia de Turismo
salvo San José, donde el cargo existe pero en esta administración
no se ha designado a nadie para ocuparlo. Todas tienen estructuras
que, sin forzar demasiado la imaginación, podrían
compararse con las del gabinete de un gobierno nacional.
Todas estas exageraciones,
incongruencias y duplicaciones del gasto son pocas veces denunciadas
desde ámbitos políticos.
"Circula en ciertos
ambientes con injustificada aceptación un razonamiento político
que reza así: hay que ayudar a las intendencias del interior
porque allí están los votos de los partidos tradicionales,
sobre todo del Partido Nacional", afirmó Posadas, que discrepa
con esta postura. "Si se quiere conservar los votos del interior
es a la gente del interior a la que hay que ayudar, no a las burocracias
del interior".
Para el periodista radial
Eduardo J. Corso, "hay intendentes que se desvelan por su pueblo
y otros que ven la intendencia como el comienzo de una carrera política".
En este momento "de receso electoral, el que está en contacto
con a gente y mantiene viva la idea del partido es el intendente,
que no desperdicia la oportunidad de señalarlo. Un intendente
o un presidente de la Junta Departamental pueden hacer una cantidad
de favores, desde sacar una multa de tránsito hasta dar un
empleo".
19 departamentos 19
¿Cómo reducir
las burocracias municipales? Hay quienes alientan una solución
drástica: reducir el número de gobiernos departamentales.
"La administración en regiones más grandes reduciría
la burocracia", afirmó el vicepresidente de la Federación
Rural, el ex comandante del Ejército, Daniel García.
"Si se analizan las funciones que cumplen las intendencias, se ve
que algunas son duplicaciones de servicios que brinda el gobierno
nacional, como las policlínicas o la construcción
de viviendas. Y en el caso de servicios como la iluminación
o la limpieza, no habría problema en que se encargaran las
juntas locales".
De hecho, Uruguay no
tuvo siempre 19 departamentos. "A partir de los nueve departamentos
originales de 1830 se fueron fundando los demás a lo largo
del tiempo", explicó el historiador Aníbal Barrios
Pintos. En ese proceso influyeron razones prácticas, como
la necesidad de hacer sentir la presencia del Estado en todo el
territorio, en una época en que los medios de comunicación
y transporte no estaban muy desarrollados "Pero en algunos casos
también hubo razones políticas. El caso más
claro es el de Flores, que se creó para darle el nombre del
caudillo Venancio Flores, que había nacido allí".
Y si Flores tenía un departamento, ¿cómo no habría
de tenerlo Fructuoso Rivera? Rivera fue precisamente el último
departamento en ser fundado, en parte del territorio de lo que era
Tacuarembó.
En la escuela, los escolares
aprenden que el país puede dividirse en cinco grandes regiones:
norte, litoral, este, centro y sur. Incluso varias grandes instituciones,
como la OSE y el Ejército se organizan en base a dividir
el país en cuatro o cinco regiones y no en 19 departamentos.
"Que un país
tan pequeño como Uruguay tenga 19 departamentos me parece
un exceso histórico. Si hubiéramos podido concebir
el país ahora, podríamos tener cuatro o cinco grandes
regiones, no más", afirmó Hierro. "Pero esto hoy ya
no lo podemos arreglar. Hay más de 100 años de orgullo
y tradiciones locales que hacen que hoy sea impensable una nueva
división político-administrativa del país".
Como el vicepresidente,
Posadas cree que la división del Uruguay en 19 departamentos
"no es adecuada" a la realidad actual, pero "hay cierto peso histórico
que generó una identidad y podría crear problemas
a la hora de reducir el número de intendencias".
Casi idéntica
es la opinión del general Líber Seregni, que dirige
el Centro de Estudios Estratégicos 1815, una institución
especialmente preocupada por el Estado y sus problemas.
"Desde el punto de vista
administrativo, la regionalización del país, sobre
todo atendiendo a las distintas realidades económicas de
cada región, podría ser beneficiosa", dijo Seregni.
"Pero el principal obstáculo está dado por los localismos,
sentimientos de pertenencia muy fuertes y arraigados en la historia,
que son muy respetables".
Poco tienen que ver
con las "identidades regionales" los motivos que llevan a García
a hacerse pocas ilusiones con la posibilidad de crear una nueva
división administrativa. "Ya hubo proyectos de regionalización
y no prosperaron, porque todo lo que apunte a disminuir los cargos
políticos disponibles --tanto electivos como designados--
provoca una gran desazón en la gente que ocupa esos cargos
o aspira a ocuparlos algún día".
Peaje no
Si reducir el número
de gobiernos municipales es tan difícil como se dice, entonces
se podría comenzar con conseguir una mayor eficiencia comunal
recortando la burocracia y los gastos. Y como las intendencias tienen
autonomía para contratar y para elaborar sus presupuestos,
dicho recorte sólo parece posible si las propias autoridades
departamentales lo disponen.
"Se han aumentado los
impuestos municipales pero en muchos casos sigue habiendo un gran
déficit en las intendencias", afirmó Hierro. "Entonces,
la primera cuestión es que las intendencias, en aquellos
departamentos donde hay déficit, terminen con él.
Tendrán que hacer una enorme reestructura de los funcionarios
y del gasto".
Pero los intendentes
tienen otras preocupaciones en mente, como abatir las altas tasas
de morosidad de sus contribuyentes, que han dejado a muchas comunas
al borde de la cesación de pagos. Entre las soluciones que
maneja el Congreso de Intendentes está la venta de sus carteras
de morosos, para que sean privados quienes se encarguen de cobrar
las deudas.
Y las deudas de las
intendencias ¿quién las paga? El 12 de diciembre, El
País informó que la Intendencia de Florida había
firmado un convenio con el Banco República con motivo de
una deuda que mantiene con esta institución. La deuda estaba
originada en préstamos que habían pedido los funcionarios
municipales de Florida al BROU. Para que los funcionarios fueran
pagando, la Intendencia de Florida les descontaba parte del sueldo.
pero ese dinero nunca llegó al banco.
Tal situación
motivó la siguiente carta de un lector identificado con el
número de cédula 3.153.511-3: "Leo con sorpresa que
la deuda surge de créditos de funcionarios con el banco,
funcionarios a los cuales 'puntualmente les habían sido descontados
de sus haberes los importes correspondientes para el pago de sus
deudas': o sea que la intendencia se quedó con ese dinero
en forma indebida y nadie resultó procesado ni investigado
ni nada".
"A todo esto hay que
agregar que el banco 'le perdona' un 25% de la deuda, pasando ésta
de cuatro a tres millones de dólares", continuó el
lector. "Todo esto me llena de indignación e impotencia,
ya que los particulares seguimos pagando las aberraciones administrativas
de los gobernantes, que siempre salen airosos de sus pésimas
administraciones".
¿Dónde están
las Juntas Departamentales cuando suceden "aberraciones administrativas"
tan groseras?
Es sabido que el hecho
que el partido ganador reciba automáticamente la mayoría
de las bancas no es algo que favorezca precisamente la función
de control.
Además, las preocupaciones
de muchos ediles parecen pasar más por defender sus propias
prerrogativas que los dineros del ciudadano. En el Congreso de Ediles,
Estathiou reclamó revisar la norma constitucional que establece
que los ediles deben ser honorarios. "¿De qué sirve
identificar al edil con una chapa si en las rutas nacionales no
tiene otro valor que el de la exoneración de la patente de
rodados?", se quejó. "Los ediles pagamos peaje como cualquier
hijo de vecino", protestó.
En realidad, el único
departamento donde los ediles son verdaderamente honorarios es Flores.
En los demás, en mayor o menor grado, los curules reciben
diversas compensaciones que van desde la exoneración del
pago de tributos hasta el pago de "gastos de secretaría",
viáticos, pago de combustible (hasta 250 litros mensuales
por edil, en algunos departamentos), etcétera.
El año pasado,
el Tribunal de Cuentas estableció controles más estrictos
para el pago de viáticos a los ediles, por considerar que
"algunas juntas departamentales y locales han dictado reglamentaciones
para el pago de viáticos y compensaciones por gastos de combustibles
que, en ciertos casos, si bien formalmente se ajustan a las disposiciones,
en la práctica configuran excesos apartándose del
concepto de viático y en otros casos directamente las contravienen".
También el año
pasado, la publicación de un artículo con los beneficios
que perciben los ediles generó en la Junta Departamental
de Montevideo un infrecuente consenso... para criticar la difusión
de la información.
La nota de El País
señalaba que dentro del amplio abanico de compensaciones
que reciben los ediles, los de Montevideo resultan más favorecidos
que ninguno. No pagan patente, pueden estacionar gratis y entrar
sin pagar a espectáculos públicos, reciben vales de
nafta y dinero para gastos de secretaría que al momento de
publicarse la nota llegaban a 15.600 pesos mensuales por edil.
En el último
proyecto de presupuesto de la Junta capitalina se reservaba una
partida anual de 10.771.880 pesos "a los efectos de resarcir los
gastos de personal que entienda necesario contratar cada edil para
el mejor cumplimiento de sus funciones". Es decir, unos 28.956 pesos
por edil y por mes.
Vistas estas realidades,
modificar la Constitución para eliminar el carácter
honorario de los ediles constituiría, si no un ahorro, al
menos un sinceramiento. La idea no es nueva. Era una de las propuestas
contenidas en la "minirreforma" constitucional de 1994, acordada
por consenso entre todos los partidos. Y rechazada por el 62,83%
de la ciudadanía.
Responsabilidad
"Las intendencias son
un tema sobre el cual tenemos que hacer una profunda reflexión",
afirmó Hierro. "Que nos obliga por un lado a los partidos
políticos, que en definitiva somos los responsables, a promover
los mejores elencos posibles a la administración comunal.
Y en segundo término, a responsabilizar a los gerentes y
políticos respectivos acerca de que el manejo de los recursos
públicos tiene que ser muy cuidadoso".
Paradojalmente, un intendente
perteneciente al mismo sector político que el vicepresidente
es uno de los más cuestionados por la forma en que ordena
sus gastos.
El intendente de Canelones,
Tabaré Hackenbruch, ha solicitado a la Junta Departamental
que le autorice a pedir un préstamos de 1,5 millones de dólares
al Banco República para poderle pagar el aguinaldo a sus
funcionarios. Pero, al mismo tiempo se informó que entre
enero y junio, la Intendencia de Canelones gastó casi un
millón de dólares en publicidad, casi 200.000 de ellos
destinados al diario La República.
O, como se dijo en la
Junta Departamental de Canelones, por parte del edil Juan Ripoll
(Asamblea Uruguay), en la Junta Local de Las Piedras se gastan 300.000
dólares de agua al año.
¿Cómo señalar
esas responsabilidades? Cuando un intendente elabora su proyecto
de presupuesto, debe aprobarlo la Junta Departamental. Pero a diferencia
de lo que ocurre en el Parlamento, en las juntas departamentales
la representación no es enteramente proporcional: el partido
del intendente obtiene una mayoría automática.
"Las intendencias reciben
mucho dinero, incluso del gobierno central, lo que es totalmente
legítimo. Pero tiene que haber algún tipo de control
en el destino que se da a los dineros", afirmó Corso, para
quien "el sistema de mayorías relativas, que se adjudican
por el solo hecho de haber ganado, en el fondo impide un análisis
minucioso del destino de los fondos".
Algo similar planteaba
el lector C.S.R.R. en una carta publicada el 11 de julio. "¿Por
qué esos malos administradores no son llamados a rendir cuentas
de su gestión por un tribunal que no sea la propia Junta
Departamental, en vez de ser premiados con cargos en algún
ente autónomo?", preguntó. "La autonomía de
las intendencias no debería ser tan irrestricta. Así
no hay plata que les alcance".
El Tribunal de Cuentas
puede observar los presupuestos y advertir, por ejemplo, que no
hay fondos para financiar determinado contrato de obra o servicios.
La intendencia o la Junta Departamental pueden prestarle atención
y hacer las correcciones necesarias. O pueden --y a menudo lo hacen--
ignorar la observación y volver a ordenar el mismo gasto.
La Constitución prevé ese mecanismo (no sólo
para las Intendencias, sino para todos los organismos del Estado).
Las discrepancias, supuestamente, deben ser dirimidas por la Asamblea
General, pero los informes del Tribunal de Cuentas generalmente
acumulan polvo en el Parlamento hasta que el plazo límite
previsto se vence y el gasto se da por aprobado.
Y entonces ¿qué
pasa? Nada. "Si el gasto no es conveniente --dijo un contador del
Tribunal de Cuentas-- en todo caso, los responsables serán
juzgados luego por la ciudadanía".
Y eso con suerte.
Producción:
corresponsales de El País
|