SIRIA
| Por primera vez en la historia un pontífice católico
entró en un templo de los musulmanes, donde está enterrado
San Juan Bautista
El Papa oró en la mezquita
Juan Pablo II dirigió
un llamamiento a cristianos, musulmanes y judíos para que
trabajen por la paz en Medio Oriente.
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EN
LA MEZQUITA. Juan Pablo II con el jeque Ahmad Kuftaro, máxima
autoridad religiosa islámica de Siria
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DAMASCO
| EFE
Por primera vez en la
historia, un Papa, Juan Pablo II, se quitó los zapatos y
entró en una mezquita, el grandioso templo de los Omeyas,
en Damasco, donde según la tradición se conserva la
cabeza de San Juan Bautista.
El anciano Pontífice,
que se apoyaba en un bastón, se calzó unas babuchas
blancas, con las que penetró en la mezquita acompañado
del gran Muftí (máxima autoridad religiosa del Islam)
de Siria, el jeque Ahmad Kuftaro, y del ministro sirio de Asuntos
Religiosos.
Aunque con aspecto cansado
y costándole trabajo caminar (tropezó dos veces, tal
vez debido a no estar acostumbrado a llevar babuchas), Juan Pablo
II recorrió un centenar de metros hasta llegar al lugar donde
se encuentra el mausoleo de Juan el Bautista, a quien los musulmanes
veneran como el profeta Yahia, donde oró en silencio durante
varios minutos.
En un principio estaba
previsto que el Papa y el Muftí recitasen una oración,
común, pero tras las críticas levantadas, sobre todo
en los países del Golfo Pérsico, la idea fue abandonada.
Cada uno oró en solitario.
Una vez fuera del recinto,
en el patio de la mezquita, se reunió con los líderes
religiosos musulmanes de la región, ante quienes dijo que
las dos grandes religiones monoteístas "jamás" deben
ser presentadas "como dos comunidades en conflicto" y que no se
puede usar la religión para justificar o promover odios y
violencia.
Juan Pablo II añadió
que la violencia destruye la imagen del Creador y que jamás
debe ser considerada fruto de las convicciones religiosas.
POR LA PAZ. Horas antes,
durante una multitudinaria misa que celebró en un estadio
de Damasco, el Papa había dirigido un llamamiento a cristianos,
musulmanes y judíos para que trabajen "con audacia" por la
paz en Medio Oriente.
"En esta tierra santa,
cristianos, musulmanes y judíos están llamados a trabajar
juntos con confianza y audacia, y a hacer que llegue pronto el día
en que cada pueblo vea respetados sus derechos legítimos
y pueda vivir en la paz y el acuerdo recíprocos".
El Papa incluyó
a las tres grandes religiones monoteístas en su invocación,
en lo que pareció una respuesta al discurso antisemita y
antiisraelí hecho el sábado por el presidente sirio,
Bashar Al Assad.
El obispo de Roma hizo
un nuevo llamamiento en favor de la paz y dijo que no se deben permitir
que experiencias negativas puedan minar la esperanza.
El gran Muftíi
por su parte resaltó las buenas relaciones que siempre han
mantenido los musulmanes y los cristianos y en un discurso de marcado
carácter político en el que denunció que Tierra
Santa siempre vivió en paz, así como Palestina, pero
que por desgracia hoy esa zona no goza de paz y de seguridad.
Denunció que
Israel no deja en paz a los musulmanes de Tierra Santa y que los
crímenes que comete son vistos con indiferencia en todo el
mundo. "Están echando a las gentes de sus tierras y saqueando
las mezquitas" dijo el Muftí.
Afirmó que los
musulmanes quieren que se ponga fin a "todos estos asesinatos" y
que esperaba que el Papa y todos los Gobiernos cristianos del mundo
"convenzan" a Israel para que "no siga practicando lo que ahora
hace en Tierra Santa".
ACOGIDA. Una muchedumbre
de musulmanes y cristianos, situados incluso en los techos del casco
antiguo de Damasco, acogieron por la tarde al Papa cuando se dirigía
a la mezquita de los Omeyas.
En el viejo mercado
que la circunda, las callejuelas estaban abarrotadas de gente y
un fuerte dispositivo de seguridad controlaba a los asistentes.
Todos los tenderetes
permanecieron abiertos, como de costumbre, pero la actividad comercial
bajó ya que los comerciantes preferían observar los
esfuerzos de las fuerzas de seguridad por controlar el alboroto.
El Papa se dirigió
a los presentes en la mezquita de Omeya con las palabras "mis queridos
hermanos musulmanes", a las que siguió el saludo en árabe
"Salem aleikum" (La paz sea con vosotros).
Un sitio
venerado desde
hace 3.000 años
DAMASCO .La entrada
en la mezquita de los Omeyas ha sido considerada como el momento
más importante del viaje del Papa a Siria.
Juan Pablo II ya había
visitado la explanada de la Mezquita de Al Aqsa en Jerusalén,
durante su visita del pasado año, pero no llegó a
entrar.
El singular momento
de ayer trajo a la memoria otro gesto histórico del Papa
Wojtyla: cuando el 13 de abril de 1986 pisó la Sinagoga de
Roma, la primera vez que un Pontífice entraba en un templo
judío.
La mezquita de los Omeyas
se encuentra en el corazón de la ciudad y fue construida
en el siglo VIII --tras la conquista árabe de Damasco en
el 636-- sobre los restos de una iglesia cristiana.
Pero la historia del
venerado lugar se remonta a hace 3.000 años cuando los arameos,
que entonces poblaban la región, levantaron el primer templo
a su divinidad, Hadad.
En el siglo III de la
era cristiana los romanos edificaron un enorme templo dedicado a
Júpiter que medía 310 metros de largo por 380 de ancho
pero, con la llegada del cristianismo en el siglo siguiente el santuario
romano fue transformado en una catedral bizantina dedicada a San
Juan Bautista.
Ese santo es venerado
como profeta también por los musulmanes con el nombre de
Yahia Ben Zakariyah.
Cuando en el 636 los
árabes conquistaron Damasco convirtieron en mezquita la parte
oriental de la iglesia, pero permitieron a los cristianos que continuaran
usando la parte occidental para sus ritos.
La iglesia dedicada
a San Juan Bautista --de quien hoy queda solamente la tumba donde
según la tradición cristiana se conserva la cabeza--
siguió siendo tal por otros 72 años después
de la conquista de Damasco, hasta que el califa El Walid la expropió
e hizo construir allí la nueva Gran Mezquita, demoliendo
las estructuras romanas y bizantinas.
El interior fue en gran
parte reconstruido a fines del siglo XIX después de ser gravemente
dañado por un incendio en 1893.
Los espléndidos
mosaicos de vidrio y oro, los mármoles preciosos --hoy en
gran parte desaparecidos-- y las proporciones majestuosas han hecho
que en el pasado la Gran Mezquita de Damasco se contara entre las
maravillas del mundo. ANSA y EFE
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