Metrópolis del
futuro. En el Primer Seminario de Infraestructura y Ciudad los
arquitectos imaginaron nuevas rutas, parques gigantescos y una
nueva rambla norte.
El Montevideo soñado
CARINA NOVARESE
Cuando los arquitectos
se reúnen a pensar en la ciudad la imaginación vuela.
Y en la última semana los sueños para el Montevideo
del futuro se multiplicaron. Un nuevo puerto en el que los contenedores
no prohíban la vista del río, un teatro de congresos
monumental, construcciones viales a la altura del futuro, un gran
parque al norte de la ciudad y unos accesos más seguros y
armónicos para quienes habitan en sus costados, fueron algunos
de los proyectos que propusieron los arquitectos e ingenieros viales
reunidos en el Primer seminario internacional Infraestructura y
Ciudad, "Las puertas terrestres de Montevideo".
Los temas sobre los que
se delineó el futuro fueron el puerto y sus accesos, el tramo
de los accesos comprendidos entre la ruta 5 y Millán y la
ruta 5 y la 1 y el colector perimetral que canalizará el
tránsito pesado del norte, entre Lezica y La Paz, por un
lado, y la ruta 8 y la Zona Franca de Montevideo, por otro. Para
Marta Cohen, una de las encargadas del seminario organizado por
la Facultad de Arquitectura y el Ministerio de Transporte, "de estos
eventos salen proyectos que son producto de la imaginación.
No son planes de ejecución ni nada que se le parezca, sino
propuestas. Se podrían llevar a la práctica pero el
objetivo no es hacerlo inmediatamente". Sin embargo, muchos de los
puntos de partida desde los que se inició el trabajo en los
talleres, están actualmente siendo considerados por las autoridades.
Es el caso del puerto y del colector perimetral del norte, un objetivo
que desde hace años forma parte de los planes del Ministerio
de Transporte.
Cohen, como buena arquitecta,
explica los sueños y deja las puertas abiertas: "proponemos
una cartera de alternativas de la cual podrán luego nutrirse
los políticos y los ejecutores, si así lo desean".
CENTRAL PARK. Con la
arquitecta griega Eleni Gigantis al frente, el taller que estudió
las posibilidades para el futuro colector perimetral no solo imaginó
carreteras y nudos viales, sino un enorme parque que en el futuro
podría convertirse en el pulmón de la ciudad, además
de un atractivo turístico y cultural vital.
El objetivo es unir toda
la carga y transporte de mercancías que viene desde el este
y el noreste, fundamentalmente a través de la ruta 8, hacia
el puerto de Montevideo. Actualmente existen accesos directos al
puerto desde la ruta 5 y 1, pero la carga que transita por la ruta
6, 7 y 8, así como la que proviene del este por la Interbalnearia,
atraviesa toda la ciudad de Montevideo, produciendo fricciones e
inconvenientes a su paso por zonas urbanas ya consolidadas.
Tras considerar varias
de las posibilidades que actualmente estudia el ministerio, el taller
de Gigantis propuso una alternativa doble. Por un lado una rambla
urbana casi en los límites de la ciudad. Los arquitectos
la imaginan como la contracara de la rambla costera, una de las
características más fuertes de Montevideo, determinante
del hecho de que la ciudad mire demasiado insistentemente hacia
el mar. Esa rambla norte sería construida al estilo de un
bulevar, con tranvía turístico y tren incluido en
su recorrido y la posibilidad de construir edificios con vista al
parque.
Por encima de ella correría
una segunda vía por la cual transitará la carga pesada
y que se acoplará a la ruta 1 y 5, llegando al puerto.
En medio de ambas rutas
el taller imaginó un gran parque en forma de pez, atravesado
por el Miguelete y planeado como un gran arco que uniría
Punta Espinillo con la Ciudad de la Costa. Dentro de él podrán
convivir espacios para el deporte, amplias zonas para eventos al
aire libre, programas de agroturismo y de visitas de chacras e incluso
una nueva facultad de Veterinaria, que hoy evalúa mudarse.
Los soñadores
advierten que de hacerse realidad, ésta sería la imagen
de Montevideo hacia el 2030. Gigantis, por su parte, no duda en
pensar que en 100 años, cuando la capital llegue a tener
cuatro millones de habitantes, también tendrá un gran
parque del norte: el Central Park montevideano del futuro, una enorme
área de cerca 12 kilómetros por cinco, con usos y
posibilidades casi infinitas. Que para Gigantis también dejará
de ser una zona degradada, con escaso valor comercial, para convertirse
en una área valiosa desde el punto de vista comercial y urbanístico.
GENIAL Y BRUTAL. En el
taller de Rudy Ricciotti, un arquitecto francés responsable
de los últimos cambios en el puerto de Marsella y especialista
en el tema, el puerto de Montevideo fue considerado como una puerta
desaprovechada, en situación "desesperante", según
opinó el propio Ricciotti.
El puerto de Montevideo
necesita urgentemente duplicar su área si pretende prepararse
para el tránsito de madera proveniente de la industria forestal,
un problema que la Administración Nacional de Puertos ya
está estudiando.
A este desafío
se le suma uno aún más complicado: lograr que los
accesos al puerto no sean tan complicados ni produzcan congestiones.
Los arquitectos, además, suman a esta interrogante la incertidumbre
de lo que pasará con la bahía de la ciudad, centro
de numerosos proyectos no del todo conectados, desde el Plan Fénix
hasta un Cerro inconcluso.
Montevideo crece a espaldas
de esa bahía, evaluaron en el taller. Por eso solo se generan
tres o cuatro ventanas al río entre los accesos y el puerto,
un pecado casi imperdonable en una ciudad rodeada de agua; una en
la Rambla Sur, otra en el puerto, que permite colar la mirada entre
las rejas, una tercera frente a Bellavista y la cuarta que se abre
definitivamente en el Cerro. El resto del panorama está tapiado
por los contenedores.
Por eso Riccino plantea
eliminar el extenso puerto que se ubica en la franja en que la bahía
se curva; esa área repleta de contenedores se libera y para
compensar el espacio perdido el taller de Riccino propuso la construcción
de tres inmensos diques que entran en el mar como si se tratara
de un enchufe de tres patas.
Las construcciones, de
unos 120 metros de ancho por 14 de profundidad, tendrán múltiples
usos y entre otras cosas albergarán a los contenedores que
hoy tapan el mar a los montevideanos. En medio de la presentación,
Riccino confesó que uno de sus objetivos fue esconder los
contenedores, "que son el elogio a nuestra ciudad de consumo" y
"la expresión del mercantilismo absoluto".
El proyecto implica dragar
los espacios de mar que quedan entre los diques, para que los barcos
ingresen al nuevo puerto. A diferencia de los planes que ahora se
manejan para la renovación de esta terminal, Riccino no aconseja
el traslado de la Armada ni de los clubes de pescadores.
El y su troupe imaginaron,
además, un nuevo puerto que no solo se quedará en
los megadiques. Entre los sueños a futuro el francés
sugirió, con mucha intensidad, la construcción de
un monumental Palacio de Congresos al estilo de la Opera de Sydney,
aunque con una concha más, para que nadie nos acuse de copiones.
Este debería instalarse en la punta de la ciudad, a la entrada
del puerto; así, opina Riccino, el ingreso al puerto estará
pautado por un evento "genial y brutal". Y como el francés
considera que las ideas son gratis y el pensamiento es por naturaleza
irresponsable, confesó que ni siquiera le preocupa que la
ópera a a la uruguaya le valga la acusación de "colaborador
del capitalismo internacional".
Entre grandiosidades
y tecnicismos, Riccino y su grupo también propusieron la
separación de la carretera de la refinería de Ancap,
en La Teja. Así, suponen, sus efluvios y contaminaciones
quedarían acotados a una especie de isla. Para lograrlo Riccino
pensó en inundar los terrenos que hoy separan a la refinería
de los accesos, de manera que ésta quedaría unida
a la carretera por un puente.
DE ACA A LA LUNA. Y si
de sueños se trata, no todo lo propuesto parece imposible.
En el taller de Riccino también se ideó un sistema
de acceso al puerto por el cual los camiones y la carga pesada podrán
ingresar y atravesar los diques. Los autos y el tránsito
liviano, por su parte, a la altura del puerto transitarán
por un paso subterráneo, lo que permitirá que no haya
confusiones con el paso del tren que llegará directamente
a la terminal, cargado de la madera que los uruguayos planean exportar.
Estas ideas se complementan
con un puerto de veleros y yates a la altura de la estación
Carnelli y hasta una irónica obra para enderezar la Torre
de Antel de Ott, porque Riccino cree que Montevideo es una ciudad
"que no deja lugar para lo anguloso".
El objetivo del proyecto
es recuperar para Montevideo un puerto productivo. Riccino en particular
considera que en diez años el puerto de Buenos Aires quedará
inoperante porque el barro de aquella orilla se sedimentará
inevitablemente haciendo imposible el dragado que hoy mantiene a
esta terminal activa. Ante la perspectiva el arquitecto considera
que Montevideo dejaría de ser un puerto de estacionamiento
para pasar a ser una terminal de llegada y salida de productos desde
Argentina y Brasil. Para Riccino, por otra parte, la propia producción
agropecuaria de Uruguay, "no contaminada" por transgénicos
u otros elementos, será cada vez más requerida desde
una Europa invadida por el "pánico". Y el puerto debe estar
preparado para sacarla. Por eso Riccino dijo en la presentación
del proyecto que su propuesta apunta la recuperación para
el puerto del "derecho a la prosperidad económica".
Entre manifestaciones
de deseo, planes no tan descabellados y una gran mente abierta para
imaginar la ciudad, los arquitectos abrieron el juego. El futuro
será otra cosa.
Armonía y naturaleza
en los accesos
Hiroshi Hara, arquitecto
japonés y profesor ad honorem de la Facultad de Arquitectura
de Uruguay, pensó en la magia y la armonía cuando
imaginó las soluciones para un tramo de los acceso a Montevideo
de cerca de siete kilómetros. Partiendo de la base de que
los accesos "están bien trazados y construidos", el arquitecto
planteó ocho pequeñas intervenciones que, en conjunto,
suponen el "gran cambio".
Las soluciones, en este
caso, apunta a los vecinos que viven a los costados de la ruta.
Su propuesta, por lo tanto, no supone convertir a esta puerta de
entrada en un elemento monumental &endash;aquí no hay ni
óperas ni arcos del triunfo&endash; sino en una ruta potenciada
en base a sus elementos naturales. Así el taller delineó
las posibles soluciones para el tramo comprendido entre la ruta
5 y Avenida Millán, por un lado, y los accesos y La Teja,
por otro, donde confluyen la ruta 5 y la 1.
El objetivo central para
Hara, fue solucionar los problemas de los vecinos y por eso planteó
objetivos relativamente sencillos de concretar para evitar cruces
riesgosos o mejorar la calidad de vida. "Creemos que el portal de
cinco minutos para Montevideo solo será posible resolviendo
los problemas de la gente que vive a los lados de la ruta. Si podemos
solucionar esos problemas de los vecinos entonces necesariamente
aparecerá esta hermosa puerta", dijo el arquitecto.
Entre otras soluciones
Hara planteó una combinación de puentes aéreos
y pasajes peatonales subterráneos para disminuir el riesgo
de cruce que hoy se realiza, en la mayoría de los casos,
directamente sobre la carretera. Además propuso elementos
paisajísticos que embellezcan el tramo: molinos de viento,
juegos de luces y sombras, un arroyo Pantanoso que deja atrás
la contaminación, bosques y plazas a la vera de la ruta.
Entre los proyectos, Hara propone plantar árboles que en
50 años generarán un bosque y actuarán a modo
de bóveda vegetal, con el objetivo de apagar los ruidos producidos
por la carretera. Y se entusiasma cuando piensa en crear un lago
artificial a la altura de los accesos y el arroyo Pantanoso; allí
el curso de agua, libre de basura y contaminación, se transformaría
en un espejo de agua siempre limpia gracias a los filtradores que
se instalarían en el lago.
El taller terminó
imaginando el cierre del portal, a la altura de La Teja, con lo
que llamaron un juego de luz y sombra: una serie de puentes peatonales
que atraviesan la carretera, en los que se plantarían árboles
creándose un jardín elevado. El conductor que pase
por debajo de estos puentes, si alguna vez se construyen, se regocijará
con esas luces y sombras que se proyectan en la carretera.
CLOACAS A CIELO ABIERTO,
CON PLOMO INCLUIDO
Chanchos porpatos
MARCOS ROBLEDO
ES UNA TARDE DE MUCHO
calor en Montevideo. En la ribera del Miguelete, una mujer sale
de un rancho de lata y arroja basura al borde del arroyo como si
fuera una volqueta que nunca se llena. Una rata atraviesa la "rambla"
que separa las casas del arroyo. De los ranchos salen caños
o simples canaletas que conducen el agua de los baños o de
las cocinas hasta el lecho del Miguelete. Tres niños descalzos,
semidesnudos, juegan en una de esas canaletas.
El intendente Mariano
Arana prometió hace algunos años que en el Miguelete
iba a haber patos nadando. Los años han pasado y si alguien
ve un pato en el Miguelete solo cabe la posibilidad de que se trate
de uno de plástico arrastrado por la corriente.
Al igual que los demás
arroyos capitalinos, el Miguelete está contaminado, no tanto
por las industrias sino por los asentamientos que en los últimos
años se han construido en sus márgenes. Esta cercanía
no es buena para nadie. Quienes viven en asentamientos contraen
todo tipo de enfermedades y a los arroyos no les va mucho mejor.
"Hace 10 ó 15
años, en Montevideo no se evacuaba gente por inundación
cuando llovía mucho. Eso lo escuchábamos de ciudades
de interior, pero no de acá", sostuvo un técnico consultado.
La razón: por entonces quienes ocupaban terrenos en otros
departamentos solían preferir tierras inundables porque se
sentían menos expuestos a ser expulsados.
En la capital la táctica
era distinta: los ocupantes preferían terrenos públicos
que el Estado casi nunca defendía como propietario.
Pero los tiempos han
cambiado. Los asentamientos irregulares surgen y crecen como hongos.
Cada año su población aumenta un 10%.
En la búsqueda
de nuevas ubicaciones, ahora en Montevideo se rellenan terrenos
inundables en las costas de los arroyos para crear nuevos cantegriles.
Hoy se estima que cerca de 180.000 personas viven en estos barrios
precarios.
Además, para quienes
viven de hurgar y reclasificar la basura, los arroyos les permiten
"deshacerse" rápidamente de los desechos.
Para Carlos Anido, militante
ambiental y docente de la Facultad de Ingeniería, los arroyos
padecen por los problemas sociales del país: "el hurgador
es el obrero expulsado de las fábricas que cerraron y el
que vino del interior y no consiguió otra ocupación.
Por eso decimos que la pobreza es un factor de contaminación
ambiental. Si no hay políticas de empleo, es difícil
que pueda bajar el número de hurgadores".
El aspecto que ofrece
el arroyo Miguelete desde el puente sobre la avenida Millán
es un buen ejemplo de esta situación. Una breve recorrida
por sus riberas deja ver mugre y más mugre, en buena parte
producto de la labor diaria de muchos clasificadores de residuos.
Peligro sanitario
El Miguelete no sólo
luce y huele mal, sino que también afecta la salud de miles
de personas que viven en los asentamientos que lo rodean. La doctora
Graciela Varín trabaja a cuatro cuadras del arroyo en la
Policlínica Lavalleja, ubicada en el barrio del mismo nombre.
Según Varín,
en esos asentamientos, donde se vive hacinado y rodeado de moscas
y roedores, "el índice de parasitosis es altísimo,
hay parásitos de todos los tamaños que a uno se le
puedan ocurrir". También hay valores más altos de
los normales de pediculosis, sarna, oxiuros (lombrices) y una tenia
del perro.
Contra lo que podría
suponerse no hay más hepatitis que en otros lados, aunque
sí se dan mucho las mordidas por roedores.
Lo que sucede en el Miguelete,
no es muy distinto de lo que sucede en los arroyos Pantanoso y Carrasco:
todos están muy contaminados, debido a la vida humana que
los acompaña. Según Hernán Méndez, de
la Unidad de Efluentes Industriales de la Intendencia de Montevideo,
"el problema más grande es la contaminación por residuos
sólidos, proveniente de los asentamientos y los criaderos
de chanchos" establecidos en las márgenes de arroyos y cañadas.
Si bien la red de saneamiento
de Montevideo abarca a casi un millón de personas (70% de
los capitalinos), el restante 30% desagota sus aguas servidas donde
puede o donde le complica menos.
La contaminación
industrial no es la más preocupante porque es notoria la
desindustrialización que padece la zona. De todos modos,
muchos vertidos químicos todavía hoy superan los límites
sanitarios internacionales.
Lo intocable
El problema de la contaminación
por parte de asentamientos es común a todo arroyo o cañada
montevideano. El arroyo Las Piedras, límite con Canelones,
según lo informado por el Departamento de Calidad de Aguas
de la Dirección Nacional de Medio Ambiente, "está
sufriendo un deterioro importante debido a la modificación
de su cauce a raíz de los asentamientos que en sus márgenes
se instalan".
También en el
arroyo Carrasco el principal foco de contaminación son los
asentamientos, con sus clasificadores de residuos y los criaderos
de chanchos. La basura de la basura, es decir lo que no sirve para
rescatar ninguna moneda ni para alimentar a los animales, suele
tener como destino las aguas del Carrasco.
Si bien para Méndez,
este arroyo "no es el que está peor", eso no significa ni
por asomo que esté bien.
La evaluación
hecha por el Departamento de Calidad de Aguas de la Dinama muestra
un contraste: señala que el Carrasco "es un curso que está
en lenta recuperación debido a un descenso en el número
de industrias de la cuenca" pero que a la vez padece "un incremento
en la contaminación derivada de los asentamientos en sus
márgenes".
El secretario de la Asociación
Pro Recuperación del Arroyo Carrasco (Aprac), Fernando Fernández,
sabe que no será fácil recuperar el arroyo. "Para
solucionar este problema hay que tocar algo que ningún partido
político quiere tocar: los asentamientos. Nadie se tira contra
ellos".
Datos proporcionados
por esta organización señalan que 1.600 familias viven
en viviendas precarias en los márgenes de la cuenca.
Para solucionar este
problema, Aprac tiene para este año un proyecto experimental
de construir 22 viviendas. Para ello pretende obtener fondos del
Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente
y que los predios sean aportados por las intendencias de Montevideo
y Canelones.
Como complemento a la
erradicación de los asentamientos, es necesario buscarle
un nuevo destino a esos predios. Las opciones pueden ser la parquización,
como ya se hizo en algunos tramos, u otorgarlo a organizaciones
sociales que le den algún uso favorable a su recuperación.
Pero el arroyo Carrasco
tiene una característica que lo hace diferente de sus colegas
Miguelete y Pantanoso: es limítrofe entre dos departamentos,
Montevideo y Canelones.
La mayor parte de las
industrias que se ubican en su cuenca están en tierras canarias,
por lo que dependen del control que allí haga dicho municipio.
A partir de su experiencia, el secretario de Aprac observa que "mientras
la Intendencia de Montevideo colabora un 100%, la de Canelones es
totalmente indiferente a todo el proceso de recuperación
del arroyo Carrasco".
Pintado de rojo
Como ya fue dicho, la
contaminación industrial hoy es menos importante que la que
generan los desechos domiciliarios. Sumado a esto, el préstamo
otorgado por el BID --Banco Interamericano de Desarrollo-- para
el Plan de Saneamiento III incluye algunas cláusulas referidas
al descenso que debe haber en la contaminación industrial.
Según lo establecido
en el convenio firmado entre la Intendencia y el BID, el parque
industrial de Montevideo puede contaminar cada día con hasta
40 toneladas de DBO (Demanda Bioquímica de Oxígeno),
y actualmente se está por la mitad, según la IMM.
En cambio, están
permitidos 82 kilogramos diarios de cromo y hoy se arrojan más
de 100. Pero Méndez dice que "se ha mejorado mucho, porque
antes se arrojaban 500".
Según la Intendencia,
son pocas las industrias que están vertiendo directamente
al cauce de algún arroyo de Montevideo, sin tratar sus desechos.
Sucede que para quien pretenda competir en el mercado internacional
es fundamental disponer del certificado ISO 14.000 que se refiere
al tratamiento de los residuos que la propia industria genera.
Ocurre además
que algunas empresas multinacionales son muy severas para otorgar
sus licencias. Por esto, en ocasiones exigen a sus representantes
locales plantas de tratamiento que exceden lo que solicitado por
la legislación uruguaya.
De todos modos, del centenar
aproximado de industrias que operan en Montevideo, 21 desagotan
en arroyos.
De esas 21, diez se ubican
en la cuenca del Pantanoso, seis en la del Miguelete, una en el
Carrasco y otras cuatro en el arroyo Las Piedras. Se trata de mataderos,
curtiembres, chacinerías, fábricas de alimentos, de
envasado de alimentos y de lácteos. Según las últimas
mediciones publicadas por el Departamento de Desarrollo Ambiental
de la Intendencia, casi la mitad de las industrias superan los límites
permitidos.
El arroyo que más
acusa la contaminación industrial es el Pantanoso, que padece
por el sulfuro y el cromo vertidos por las curtiembres de Nuevo
París, sostuvo Méndez.
También en el
Carrasco las industrias aportan lo suyo en materia de contaminación.
Según Méndez la parte más complicada es "de
French hacia abajo. Allí hay industrias que tiran DBO, grasas,
sólidos, y además es donde están los vertimientos
de la zona de Paso Carrasco".
Por el convenio con el
BID se contrató una consultora para controlar la calidad
de las aguas. Esta consultora estableció un índice
de calidad de agua para los arroyos capitalinos.
Dicho índice,
de origen catalán y llamado Isqa, es bastante benévolo
en comparación, por ejemplo, con el utilizado en Estados
Unidos. De usarse el método estadounidense, que considera
fauna, flora, y la aptitud para baños de inmersión,
"acá lo pintarías todo de rojo y chau", señaló
Méndez.
La justificación
de un índice menos exigente es que este permite ver evoluciones
que con otra medición pasarían inadvertidas.
Este índice varía
de cero a 100. El promedio de las aguas montevideanas es 60, lo
que según la benévola clasificación catalana
sería un agua apta para usos náuticos, es decir que
se le puede dar un "uso recreativo sin contacto directo".
Tanto el Miguelete como
el Pantanoso son los que tienen los peores registros de Isqa, con
aguas apenas aptas para riego. El arroyo Las Piedras tiene tramos
aptos para baños o actividades naúticas. En el Carrasco,
el índice catalán señala que su mejor tramo
es apto para baños y el peor, para actividades náuticas.
Solo falta encontrar
el valiente que se anime.
Un barrio al margen
.La Boyada quedó del otro lado de la ruta a partir de que
se construyeron los accesos.No hay saneamiento y sólo un
ómnibus pasa por el lugar.
La isla de la realidad
Una maestra de la escuela
95 murió atropellada al cruzar la ruta y los vecinos creen
que volverá a suceder.
LUIS ROUX
El barrio quedó
del otro lado de todo. Cuando se construyeron los accesos a Montevideo
de la Ruta 1, el barrio que se llamaba La Paloma quedó partido
en dos. A los que quedaron contra el Pantanoso se los conoce como
los de La Isla. El saneamiento no llega, la recolección de
basura pasa rápidamente, el Centro Comunal mira para el otro
lado y si los vecinos quieren salir deben esquivar los bólidos
de la Ruta 1 o atravesar un puente alto y angosto, tomado por los
vándalos.
La Isla está bordeada
por camino La Boyada, el arroyo Pantanoso, la avenida Santín
Carlos Rossi y los accesos. El lunes pasado murió una maestra
de la escuela 95, que está en la Isla, al cruzar la ruta
para ir a trabajar. Los vecinos entendieron que era el momento de
protestar.
Quieren que los autos
deban andar a menos de los 90 kilómetros por hora permitidos
en la ruta, quieren que el único ómnibus que llega
hasta ahí, el L 4, tenga horarios confiables, quieren que
a los lugares donde no llegan los camiones de recolección
por lo menos pasen a buscar las volquetas más a menudo, quieren
tener la oportunidad de que el saneamiento llegue hasta sus casas,
quieren un puente sobre el Pantanoso para continuar el camino La
Boyada y que pueda pasar algún otro ómnibus. Quieren
dejar de ser "La Isla".
Desde que se fundó,
en 1940, es un barrio pobre. Hay casas de bloques y otras de chapa,
callecitas internas y viviendas cooperativas. Muy cerca hay un enorme
cuartel militar.
Marlene González
(45) puso un merendero infantil en su casa. Calienta la leche en
una estufa a querosén y consigue dinero para el azúcar
y la cocoa vendiendo ropa usada y pidiéndole colaboraciones
a quien pueda. Ella quiere que el lugar deje de ser un barrio olvidado:
"Lo único que tenemos es el L4, que va hasta la Curva de
Tabárez, y después se hace transbordo, pero no se
puede saber a qué hora va a pasar", expuso.
Gloria Ríos (68)
entiende que el ómnibus y el puente conspiraron contra la
vida de la maestra: "Ella había perdido el L 4 y por eso
venía a pie: al cruzar la ruta la atropellaron", se resignó.
El puente, en el cruce
de la ruta con Santín Carlos Rossi, es de hormigón,
y tiene una escalera muy empinada. "Una mamá con cochecito
no puede subirse, y un anciano tampoco puede", afirmó Rios.
Lo cierto es que prácticamente nadie lo cruza, según
el testimonio unánime de los vecinos; ni siquiera los niños
por curiosidad.
Hay una barra que sí
habita el puente, al caer el sol, y que a veces aprovechan agazapados
en la escalera a algún peatón que cruza la ruta por
abajo.
Según María
del Carmen Rodríguez hay una anciana que cruza por el puente
a pesar de que le toma unos veinte minutos: "es porque la señora
ya fue atropellada dos veces en la ruta", sostuvo la vecina.
Elsa fue otra que se
atrevió a cruzar por el puente: "Iba con el nieto y uno que
estaba drogado se lo quiso sacar; empezaron a tironear, Elsa grito
y salieron de una casita que hay al borde de la ruta, y el tipo
aflojó. Para mejor Elsa sufre del corazón", narró
Gloria Ríos.
Lo que quieren los vecinos
es que el Ministerio de transporte tenga en cuenta que ahí
hay un lugar poblado, y "ya que no se puede poner semáforos
porque es una ruta nacional, que por lo menos no permitan que se
ande a 90 kilómetros por hora", exhortó Gloria Ríos.
En cuanto al único
ómnibus que entra en la zona lo que pretenden los vecinos
es que se sepa el horario en el que pasa. "Yo vivo desde siempre
acá y nunca vi un inspector en el L 4", afirmó Angela
Soria (27).
El ómnibus pasa
cada veinte minutos, hasta las 10 de la noche. El boleto sale $
4,50 hasta el Cerro, y si hay transbordo cuesta los $ 9 normales.
SALIDA. Los vecinos pretenden,
también, que haya otra salida para el barrio, por el lado
de camino La Boyada, por un puente que atraviese el Pantanoso. El
camino termina en un rancho y más allá está
el arroyo. Para hacer el puente se necesitaría una inversión
de un millón de dólares, según dice María
del Carmen Rodríguez que le dijeron en el Ministerio de Transporte.
Si se hiciera el puente
el barrio tendría comunicación con el "continente",
hacia la zona de Tres Ombúes. La comunicación tendría
la ventaja de que facilitaría el acceso a servicios que son
comunes en otros barrios, como más líneas de ómnibus
y mayor patrullaje de la Policía.
"El comisario Varela
vino, habló, se formó la comisión de seguridad,
se puso el cartelito, pero nada más", comentó Angela
Soria.
Otro de los problemas
del aislamiento tiene que ver con la educación, porque no
hay liceo. La escuela está dentro del barrio, y en ese sentido
el problema es para los niños que vienen del otro lado y
deben cruzar la ruta, así como para los maestros.
Los niños lo toman
con humor, que en este caso es humor negro. Uno que confesaba 9
años hizo de guía a El País por el lugar: "Estamos
entrando a La Boyada, barrio de malandros, y nos dirigimos al Pantanoso
para ver a los cocodrilos", relataba, mientras acusaba a diestra
y siniestra a los lugareños de vender "merca".
Los vecinos dejan constancia,
entre tantas quejas, de un buen síntoma este año:
la directora de la escuela es nueva y es "muy buena", y las maestras
también. Por eso Gloria Ríos entiende que "lo que
hay que evitar es que haya más accidentes".
El problema visto desde
otra isla
Los llamados accesos
a Montevideo fueron materia de discusión en la presentación
de los proyectos que se realizó ayer en la Facultad de Arquitectura,
como corolario del Primer Seminario Internacional de Infraestructura
y Ciudad, cuyo tema central fueron las puertas terrestres de Montevideo.
Bajo la conducción del arquitecto japonés Hiroshi
Hara, un grupo de docentes y estudiantes delineó las posibles
soluciones para el tramo comprendido entre la ruta 5 y Avenida Millán,
por un lado, y los accesos y La Teja, por otro.
El objetivo central para
Hara, fue solucionar los problemas de los vecinos y por eso planteó
objetivos relativamente sencillos de concretar para evitar cruces
riesgosos o mejorar la calidad de vida. "Creemos que el portal de
cinco minutos para Montevideo solo será posible resolviendo
los problemas de la gente que vive a los lados de la ruta. Si podemos
solucionar los problemas de los vecinos entonces necesariamente
aparecerá esta hermosa puerta", dijo el arquitecto.
Entre otras soluciones
Hara planteó una combinación de puentes aéreos
y pasajes peatonales subterráneos para disminuir el riesgo
de cruce que hoy se realiza, en la mayoría de los casos,
directamente sobre la carretera.
Además propuso
molinos de viento, juegos de luces y sombras, un arroyo Pantanoso
que deja atrás la contaminación, bosques y plazas
a la vera de la ruta fueron algunos de los proyectos. El taller
terminó imaginando el cierre del portal, a la altura de La
Teja, con lo que llamaron un juego de luz y sombra: una serie de
puentes peatonales que atraviesan la carretera, en los que se plantarían
árboles creándose un jardín elevado. El conductor
que pase por debajo de estos puentes, si alguna vez se construyen,
se regocijará con esas luces y sombras que se proyectan en
la carretera.
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