Lectura en baja. Uno de cada tres montevideanos encuestados en marzo dijeron estar leyendo un libro. El 49% declaró haber leído alguno en los últimos seis meses.

Valientes pero no ilustrados

Los uruguayos encuentran muchas excusas para no leer. Las editoriales afinan propuestas en busca de clientes.

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ESTRATEGIAS. Los comerciantes y editores intentan innovar a la hora de captar clientes

CARINA NOVARESE

Sólo un 29% de los montevideanos encuestados en marzo de 2001 declararon estar leyendo algún libro, mientras que el porcentaje subió a 49% si el período se extiende a seis meses. La misma encuesta realizada por Datos en marzo de 1997 había dado resultados similares: el 34% de los montevideanos dijeron que estaban leyendo algún libro en ese momento, mientras que ­al igual que en el 2001­ el 49% declaró haber leído alguno en los últimos seis meses. Las cifras, si bien no revelan un descenso abrupto en los hábitos de lectura en los últimos cuatro años, llaman la atención en un país considerado culto y lector.

La vieja y mentada hipótesis, "cada vez se lee menos", sin embargo, no es confirmada desde todas las tiendas. Aunque la televisión, la computadora y los video games hoy son serios competidores en las mentes de niños ­y adultos­ a la hora de decidir cómo ocupar el tiempo libre, los expertos consultados prefieren hablar de cambio de hábitos en lo que a leer se refiere. Así maestros, profesores y editores hablan de aceptar la realidad, es decir la multiplicidad de ofertas atractivas, para intentar acercar a los más chicos a la lectura. Una tarea que, por otro parte, reconocen cada vez más difícil.

EN CASA. Para Catalina Ferrá, directora editorial de textos de Santillana, el verdadero gusto por la lectura se desarrolla en el hogar y ante la falta de incentivo en este ámbito es poco lo que puede hacerse desde otros. "De los hogares donde los padres leen y donde hay libros, revistas y material a la vista, salen niños lectores. Es lo básico", opinó. "Lograr verdaderos lectores, de esos que eligen un libro cuando les preguntan qué se llevarían a una isla desierta, es un logro del hogar. Desde luego que la escuela puede hacer mucho, pero no sola".

Ferrá encuentra razones más que válidas a la hora de analizar por qué "cada vez se lee menos. Hay que mirar hacia el modo de vida actual, que lleva hacia otros intereses. Cuando yo era chica si no leía me repudría, porque no hay otra forma de decirlo. Ese era el gran placer. Hoy en día, desde los bebés y ni hablar de los jóvenes, tienen tantas opciones que elegir la lectura es toda una decisión y de las menos cómodas".

Para la maestra y editora deben diferenciarse dos niveles de lectura y en este sentido considera que lo que se está perdiendo es la lectura por placer. "Pero la lectura para aprender, como instrumento, sigue presente. Lo que pasa es que cada vez hay que leer más y no siempre en los libros; desde la computadora hasta la televisión todo implica lectura".

Mientras que las editoriales intentan realizar textos cada vez más entrentenidos, interactivos y ajustados a las edades, muchas escuelas recurren a diversas técnicas para entusiasmar a los más chicos en los deleites de la lectura, entre ellas la narración y teatralización de cuentos.

A la hora de incentivar la lectura en los hogares, Ferrá aconseja predicar con el ejemplo. "En todo caso, si son padres que no tienen fijado el gusto por leer, pueden creer espacios de lectura conjunta, leerles cuentos o contarles cuentos. Es clave que el niño asocie un momento de placer e intimidad con el libro". Para Ferrá eso lo puede hacer cualquier padre y en cualquier posición económica y el material de lectura puede variar desde un libro hasta un diario viejo.

ANIMADOS. Ana María Larriera, encargada de la sala infantil del Instituto del Libro, no duda en afirmar que ahora se lee menos. "Hay que ubicarse en la realidad para buscar todas las formas y todas las técnicas que permitan estimular el hábito lector". Por eso en la biblioteca infantil ubicada en General Flores se apuesta a las técnicas de animación y promoción de la lectura. "Tenemos que hacerlo porque cada vez es más difícil enganchar a los niños por la propia competencia de los medios audiovisuales y electrónicos", explicó Larriera.

A la hora de incentivar las profesionales que trabajan en la biblioteca no dudan en "animar" los libros: desde la plástica hasta la expresión corporal, todo sirve para acercar a los niños al papel impreso. En la biblioteca que dirige Larriera, donde suelen concurrir unos 160 niños diariamente, entre escuelas y lectores particulares, es común verlos dibujando o haciendo manualidades a raíz de libros leídos o contados allí.

Para Larriera, sin embargo, el trabajo con los niños en la biblioteca o la promoción de la lectura fuera de ella, no es suficiente a la hora de intentar formar hábitos. "Hay que trabajar con los adultos que pueden ser intermediarios. En la biblioteca puedo llegar a un número limitado de niños. Pero si se trabaja con los maestros, con psicólogos infantiles, con escritores e ilustradores, ellos podrán transmitir las nuevas técnicas a los niños", dijo Arriera. Sin embargo, no cree que estas técnicas de promoción sean las que predominan, ni en los hogares ni en las escuelas. "Si tuviéramos un plan nacional de lectura, con apoyo a nivel de los organismos correspondientes, la cosa sería diferente. Acá cada uno pone su hombro pero nada más. Falta coordinación", opinó. En Montevideo sólo hay cuatro bibliotecas infantiles.

NO TAN CAROS. La decisión de comprar un libro es hoy en día cuestión de prioridades. "Aunque se diga que ahora los libros son más caros, yo creo que antes era más difícil conseguirlos y eran más caros. Pero lo que han cambiado son las prioridades. Ahora hay mucha variedad y muchos precios pero la decisión de comprarlos no siempre es prioritaria en los hogares", considera Ferrá.

Aunque la Cámara del Libro no dispone de cifras exactas a la hora de evaluar el mercado uruguayo, las estimaciones para el año 2000 apunta a los 50 millones de dólares. De esta cifra la producción nacional representa unos cinco millones de dólares, cerca del 10% del total.

Recesiones, contracciones y crisis aparte, los libros de autores uruguayos, que cada vez son más editados, han venido a llenar un espacio que los lectores reclamaban. Así lo considera Fernando Rama, director de Alfaguara, sello que desde 1996 edita libros de autores nacionales a un promedio de 20 cada año, entre textos para adultos y niños. "La venta ha crecido continuamente, a pesar de los problemas generales en la venta de libros. A los uruguayos nos gusta mucho leer a nuestros propios autores. Lo que es importante también es la difusión de estos libros, porque muchos autores ya habían publicado antes sin tanto éxito, tal vez por falta de promoción".

Las cifras de venta de cada autor dependen de circunstancias variadas, entre ellas el contexto económico del país y el propio renombre del autor. A pesar de la recesión, sin embargo, títulos como "Las cartas que no llegaron" de Mauricio Rosencof, alcanzaron las cinco ediciones, cada una de las cuales es como mínimo de 1.000 ejemplares. "Vender 2000 ejemplares de un autor nacional en un año es una muy buena venta", explicó Rama.

En el caso de la literatura infantil, Rama cree que se trata de una "tarea militante: hay que hacer un trabajo de siembra grande, de promoción en las escuelas, con representaciones teatrales o con los propios autores que se acercan".

CONSECUENCIAS. También es optimista el profesor de Idioma Español y ex inspector de esta materia, Eloy Machado. En su experiencia "hay un pequeño repunte en la lectura que hacen los muchachos", aunque acotado a ciertos temas y ciertos formatos. Internet, revistas, artículos recortados y textos cortos son los que ahora leen los liceales. "Hay que adaptar la lectura a los gustos. No hay que exigirles que lean El Quijote a los 14 años", dice. "Ni a los 20, por lo pronto", agrega.

El interés, en la mayoría de los casos, depende del tema: humor, aventuras, algo de suspenso. "Nunca libros extensos", dice Machado a partir de su experiencia con adolescentes. El profesor detecta además interés por temas tales como los fenómenos climáticos, los problemas sexuales, la discriminación racial y hasta las medicinas alternativas.

En sus clases, además, percibe que los adolescentes aceptan de buena gana que les lean, una actividad que suele captar su atención.

Sin embargo, Machado también considera que el hábito de la lectura no se está inculcando. Y en los pocos casos en que detecta jóvenes lectores, todos provienen de casas en las que sus hermanos, padres y hasta abuelos, son grandes lectores.

Las consecuencias de la escasa lectura se hacen notar, concuerdan los expertos. Una de las principales son las carencias ortográficas y sintácticas que los estudiantes demuestran cada vez más.

"Más allá de actividades que pueden ayudar, es la lectura la que da una ortografía adecuada. Aparte de que se le da cada vez menos importancia a nivel social a la ortografía", opina Ferrá.

A pesar del panorama aparentemente negativo, Ferrá también considera que se está volviendo a leer "un poco más". "Hay que entender que los otros medios terminan también obligando a la lectura: en la computadora hay que leer, una película de cine incentiva la lectura del libro. Todo lo que conduzca a la lectura es bueno. Descartemos los prejuicios".

Sin tiempo, sin ganas y sin plata

Según una encuesta realizada a pedido de la Cámara del Libro en mayo de 1999, un 65% de los consultados declaró no haber leído un libro desde las fiestas de fin de año. Sólo el 10% dijo que había leído un solo libro, el 6% se refirió a dos, el 5% a tres y el 14% a cuatro publicaciones.

En este caso también las mujeres se manifestaron como las más lectoras: un 72% de los que declararon no leer eran hombres frente a un 59% de mujeres. Mientras que en Montevideo los que no leyeron fueron el 60%, en el interior subieron a 72%. Y si de edades se trata, los más jóvenes, menores de 29 años, fueron los que más leyeron, al igual que los individuos con educación terciaria y nivel socioeconómico medio/alto.

Ante la misma pregunta, un 62% de los encuestados en julio de 1993 había manifestado no haber leído ningún libro, cifra que bajó al 56% en noviembre de 1995.

Entre los géneros señalados por quienes declararon haber leído algún libro, un 31% señaló a las novelas, un 19% a los textos de estudio, un 15% a los manuales técnicos, un 10% a los cuentos y poesía, un 10% a los libros de autoayuda y un 10% a los referidos a religión.

Entre quienes leyeron algún libro, además, un 39% dijo haberlo comprado, un 30% declaró que se lo habían prestado, un 17% que se lo habían regalado, un 7% que lo había sacado de una biblioteca, un 2% que lo había fotocopiado y un 5% manifestó otras opciones.

Por su parte, quienes manifestaron no haber leído ningún libro, el 40% esgrimió como razón la falta de tiempo, un 21% dijo que no le gusta leer, un 11% manifestó que la actividad le cansa. Un 8% de los encuestados manifestó preferir la televisión o los videos, un 7% dijo que los libros son muy caros y un 4% declaró leer diarios y revistas.