EL CONCIERTO DE JAIME ROOS EN MONTEVIDEO FUE UN EMOTIVO Y EUFORICO REENCUENTRO ENTRE EL CANTAUTOR Y SU PUBLICO

El regreso de un cacique

CRITICA I FABIAN MURO

RECITAL DE JAIME ROOS Artista invitada. Adriana Varela Lugar. Velódromo Municipal Fecha. 17 de marzo

3-1   CORREA

IDOLO. Roos dirige una banda con un coro que brilló con sus aportes en el Velódromo Municipal

¡Grande Jefe!. No, no se trata de un concierto de Bruce Springsteen --que generalmente lleva ese mote-- pero eso fue lo que le gritó un hombre a Jaime Roos luego de que éste le diera el acorde final a una de sus canciones.

Parado con la autoridad y experiencia de un cacique en la agradable noche del sábado frente a una multitud en el Velódromo, Roos hizo un emotivo y eufórico recorrido por los hitos de su discografía, además de estrenar en vivo algunas canciones de Contraseña y Cuando el río suena, el álbum que produjo para la cantante argentina Adriana Varela, artista invitada en esta ocasión. Roos dejó bien claro que fue necesario que vinieran a Montevideo artistas como Manu Chao o Chavela Vargas para que su ausencia no se sintiera en demasía durante los tres años en los que no pisó las tablas.

Es complicado en las líneas aquí disponibles sintetizar tres horas de música ejecutada brillantemente por Roos y su banda. En primer término porque Roos en sí mismo es un artista inasible. Por más que en su música figuren géneros fácilmente reconocibles y populares, la mezcla que Roos hace de ellos es propia y plantea dificultades a la hora de etiquetarlo. Una propuesta estética original que a su vez abarca rock progresivo de los setenta --en Tal vez Cheché, Contraseña parecía una reencarnación uruguaya de Emerson, Lake & Palmer o Yes--, milonga, funk, candombe, arreglos tipo Santana, murga, tango y pop; todo amalgamado por un músico que en vivo siempre rinde. Bah, el verbo rendir tampoco alcanza a fin de describir su maestría para dirigir una banda sobre el escenario. El que firma recuerda el desempeño del guitarrista Nicolás Ibarburu en el excelente concierto que dio Fito Páez en el Estadio Centario. Si aquella vez fue solvente, en esta oportunidad fue deslumbrante, aún cuando Páez le ofreció un espacio mucho mayor para su lucimiento.

Aunque Roos, como alguien apuntaba desde las páginas de un semanario, no es un descubridor de músicos, es un maravilloso "potenciador". Guiados por su rigurosa mano, los músicos de Contraseña brillaron con un sonido denso, compacto y potente. Solo el coro --integrado por Ney Perazza, Pedro Takorián, Emiliano Muñoz, Alvaro Fontes y Freddy Bessio--merece una reseña aparte. En medio de esa densidad sonora --con muchos matices, eso sí-- creada por los hermanos Ibarburu (guitarra, batería y bajo) y el resto de los músicos, el aporte de los vocalistas era como bellas flechas que la penetraban y la descomprimían con una afinación y armonización electrizante.

Otra particularidad de un concierto de Roos es oír cómo un compositor que ofrece canciones nada simples --complejas en su estructura y con un alto grado de elaboración en sus arreglos--, obtiene la misma respuesta generalmente reservada para música más sintetizada y con una mayor presencia de 'ganchos' dirigidos a la tribuna.

La expectativa de verlo y oírlo en vivo en Montevideo luego de tres años de ausencia por supuesto ayudó para convertir a su presentación en un concierto memorable, pero tampoco es suficiente para explicar la euforia durante el recital y la satisfacción luego de finalizado. La nostalgia puede haber jugado a favor de Roos, pero su propuesta no se agota en la actualización de una época particularmente efervescente de la música popular uruguaya. Si no se es músico es muy difícil desentrañar los métodos empleados por Roos para, como hizo en el recital, dar saltos de décadas en lo que hace a la edición de canciones y aún así lograr que éstas suenen no solo frescas, sino homogéneas si se las considera en su conjunto. Un misterio.

Desde el vamos, Roos pisó fuerte. Abrió con Cuando juega Uruguay, uno de sus tantos clásicos y siguió con Amor profundo, su más reciente éxito. Cuando todas las perillas de la consola de sonido fueron ajustadas --hay que reconocer el destacado aporte del sonidista Daniel Romano--, Roos, con un telón de fondo pintado por Fermín Hontou (Ombú), prosiguió con 180 minutos de música en las que figuraron algunas de las mejores canciones de la música popular uruguaya jamás compuestas, tanto de su autoría como ajenas: Durazno y Convención, Aquello, Quince abriles, Milonga de pelo largo, Los olímpicos, Milonga de Gauna, Milongón del Guruyú y un largo etcétera. La participación de Adriana Varela también fue destacable, sobre todo cuando entonó De la canilla, el precioso tango compuesto por Roos y Raúl Castro y que figura en Cuando el río suena. Ni siquiera un pequeño problema con un micrófono que no sonaba, rompió el clima cuando Roos y Varela hicieron Don Carlos, del mismo disco.

"No se van a librar tan fácilmente de nosotros. Seguimos tocando" dijo Roos en medio de los bises. "Todo bien Jaime, nosotros seguimos escuchando" decían las caras del Velódromo.

La gira sigue en varias ciudades del interior

El viernes Jaime Roos se presentó en la Plaza de Avellaneda de Buenos Aires, en un festival recordando los 25 años del golpe militar de ese país, organizado por las Madres de la Plaza de Mayo. Compartió escenario con Milanés, Serrat y Heredia, entre otros. El cantante dijo al diario Página 12 que era "un honor" participar en ese recital porque "las Madres de Mayo representan un bastión de dignidad y son un símbolo de resistencia ante la injusticia que ha mantenido su vigencia, su credibilidad y su lucha a través de todos estos años". El sábado, Roos ofreció un concierto en el Hotel Conrad de Punta del Este, y la gira continuará el 7 de abril en Parque del Plata, el 8 estará en Fray Bentos y el 10 ofrecerá un recital en Salto.