AUTODESTRUCCION | La estación espacial dio un show de luces antes de morir en el Pacífico Sur; una nube de amargura recorrió Rusia

Espectacular funeral de la Mir

Los científicos sintieron pena ante la irreparable pérdida de la mayor gloria de la era espacial rusa.

2-2   AP

FINAL FELIZ. Los fragmentos de la Mir dejaron una estela luminosa luego de atravesar la atmósfera, culminando un proceso de autodestrucción que fue seguido con enorme expectativa desde el centro de control de la misión, en Korolev, Rusia

MOSCU | AP y AFP

La estación espacial rusa Mir se desintegró ayer en la atmósfera y sus restos en llamas encendieron el cielo de las Islas Fiji con una lluvia de fuegos artificiales, antes de caer en el Océano Pacífico a 3.800 km al este de Nueva Zelanda.

La operación de retorno fue exitosa, de acuerdo con lo previsto en el programa de la Agencia Espacial Rusa.

Según los funcionarios australianos, la Mir cayó en la zona conocida como "el cementerio" por el gran número de restos espaciales que los rusos "sepultaron" en el curso de los años.

Frente al triunfo del operativo, la nota dominante fue, sin embargo, de amargura en buena parte de los funcionarios rusos dedicados al programa espacial, ingenieros y cosmonautas incluidos.

Los restos en llamas de la Mir atravesaron la atmósfera, pasaron por las islas Fiji e iluminaron el cielo del Pacífico Sur con una larga estela de color naranja.

Quienes vieron el espectáculo lo describieron como una luz muy brillante que caía con gran velocidad seguida por un rastro de humo.

La gente quedó extasiada. "Fue increíble", dijo el corresponsal de la cadena de TV CNN Hugh Williams, en Nadi, Islas Fiji. "La luz de cielo era fenomenal", agregó.

Los habitantes de la isla de Pascua, el territorio chileno más próximo al área de caída de la estación, esperaron en vano para observar su incineración en la atmósfera, bajo un cielo cubierto de nubes. Pero, al mismo tiempo, la precipitación de los restos a más de 1.000 kilómetros al sur oeste de Pascua provocó suspiros de alivio y acabó con el indisimulado nerviosismo que se apoderó de la población en los días previos.

El anuncio de la destrucción de la Mir, una estación que fue el orgullo del programa espacial ruso, fue recibido en silencio en el centro espacial de Koroliov, en las afueras de la capital rusa.

"El fin del uso de la estación espacial se celebrará de acuerdo con las tradiciones rusas, con una generosa ración de vodka", dijo Alexandre Lazutkin.

Al mar con la Biblia y el Corán

MOSCU .La veterana estación espacial rusa cayó ayer al océano llevando en su interior un ejemplar de la Biblia, otro del Corán y una variada diversidad de mutaciones cósmicas de hongos.

Al reingresar en la atmósfera terrestre, 11 toneladas de equipo científico, una biblioteca de 100 libros, entre ellos sendos ejemplares de la Biblia y el Corán, y una foto del primer hombre en viajar al espacio, Yuri Gagarin, también se incineraron.

Las temperaturas a bordo de la Mir iban a llegar hasta unos 1.500 grados Celsios durante la reentrada, lo cual debería ser lo bastante caliente como para destruir agresivas formas de hongos en la estación, algunas de las cuales datan de una antecesora de la Mir, la rusa Salut-7.

Ninguno de los microorganismos han perjudicado a los miembros de las distintas tripulaciones de la Mir a lo largo de los años, pero si llegaran a sobrevivir a la reentrada (un extremo del que dudan muchos expertos) podrían mutar en la Tierra, con consecuencias imprevisibles. AP


EL LEGADO DE LA MIR, O COMO SOBREVIVIR A SOLAS EN EL ESPACIO

Algo más que un montón de chatarra

A pesar de su mala reputación, la vetusta estación espacial rusa fue uno de los mayores logros tecnológicos de la humanidad.

FRED GUTERL, NEWSWEEK

QUIENES PASARON algún tiempo en la estación espacial MIR dicen que las cosas parecían particularmente tridimensionales allá arriba. Las habitaciones principales, del tamaño de un ómnibus, tenían alfombras en el piso y luces en el techo, pero esos detalles perdían sentido por la falta de gravedad: cuando se puede dormir cómodamente suspendido cabeza abajo, las nociones de "piso" y "techo" dejan de tener significado.

Allí, una mirada por la ventana mostraba un inmenso globo azul blancuzco alrededor del cual orbitaba la nave. Sergei Krikalev se encontró a sí mismo contemplando este desolador paisaje cuando la Unión Soviética se desmoronó, en 1991. Tuvo que posponer seis meses su regreso a la Tierra, mientras Rusia y Ucrania se disputaban el derecho a enviar a su sucesor.

Desde entonces, la MIR se volvió un lugar aún más solitario. En junio de 2000, sus tres últimos tripulantes se fueron. Dejaron atrás una mole desierta que esta semana, finalmente, cruzó la atmósfera para caer en el Pacífico, convertida en una masa de chatarra.

Para muchas personas, eso era la MIR desde hacía años: chatarra. Y a juzgar por las apariencias, no están muy lejos de la verdad. Quince años de funcionamiento contínuo --mucho más que niguna otra nave espacial-- dejaron sus marcas. Sufrió accidentes de todo tipo: incendios, filtraciones, abolladuras y apagones. Como las paredes interiores nunca fueron correctamente limpiadas --por una falla en el diseño, no en la higiene--una especie de fango de origen incierto las recubría, exudando un olor como de medias sucias.

"Había trastos viejos flotando por ahí", afirmó Jerry Linenger, que tuvo la mala suerte de estar a bordo cuando se produjo un incendio, en 1997. "Estar ahí era como bucear entre una masa de algas. Había un módulo diseñado para el estudio de la astrofísica, pero al entrar uno se daba cuenta de que sólo se usaba para guardar basura".

Para Linenger, ya era tiempo de bajar a la MIR. "No se puede ser sentimental con respecto a la tecnología", afirmó. Y no es el único en pensar así. Durante años, la Agencia espacial Estadounidense (NASA) presionó a los rusos para que jubilaran a la MIR y concentraran sus esfuerzos y sus escasos recursos en contribuir a la construcción de la nueva --y mucho más cara-- estación espacial internacional.

Pero la MIR no se merece su mala fama. Sobrevivió largamente su vida útil de tres años, y muchos de sus recientes problemas fueron culpa de la falta de fondos en Rusia, y no de su edad o su tecnología.

Cuando la Unión Soviética la colocó en órbita, en 1986, la MIR fue motivo de orgullo nacional. Fue el punto más alto de tres décadas de investigación espacial soviética, y la mayor estructura jamás ensamblada en el espacio.

La reputación de la MIR como una estación propensa a los accidentes es injusta. En realidad, mostró una extraordinaria capacidad de resistencia. Soportó la exposición directa a los rayos solares sin el filtro protector de la atmósfera, el bombardeo de pequeños meteoritos y el frío mas crudo.

En sus primeros años, resistió sin problemas. Pero el colapso de los presupuestos de investigación de la era soviética, a comienzos de los 90, cobraron su precio. Para el momento en que los estadounidenses comenzaron a visitarla en su flamante transbordador espacial, la MIR ya llevaba años de mantenimiento salteado.

Con astronautas estadounidenses residiendo en la estación, y medios de prensa estadounidenses vigilándola de cerca, las tribulaciones de la MIR cobraron un matiz tragicómico. A fines de los 90, Rusia ya tenía problemas hasta para mandar sus naves para abastecer de combustible a la estación. Muchas veces, la estación se acercó peligrosamente a la capa superior de la atmósfera, antes de que llegara la nave a corregir su órbita y salvarle la vida. El dinero necesario aparecía siempre a último momento.

"Los rusos la mantuvieron funcionando con una economía tercermundista", afirmó Gregory Benett, ex ingeniero de diseño de la estación espacial internacional. "Es un logro impresionante".

Improvisación

Probablemente, el no tener que pagar a sus trabajadores un salario decente ayudó a Rusia a mantener a la MIR en el espacio, pero una ingeniería inteligente y una filosofía pragmática tambien jugaron un gran rol. Los técnicos rusos nunca pudieron darse el lujo de usar la mejor tecnología posible, lo que hizo a la MIR parecer torpe y anticuada, pero les permitió ahorrar costos. Las unidades que alojaban a la tripulación, por ejemplo, eran grandes tanques de acero, mucho más pesados que los materiales modernos usados por la NASA, pero también más baratos.

Mientras la industria espacial estadounidense gasta millones en desarrollar mejores naves, Rusia ha estado usando los mismos cohetes desde los años 60.

La estructura es el menor de los aportes de la MIR. En lo que se refiere a la experiencia humana de lidiar con las visicitudes de largos viajes espaciales, la estación convirtió a los rusos en los primeros de la clase.

Desde 1978, sus astronautas han batido todos los récords de permanencia en el espacio. La mayor estadía, de 438 días, fue de Valery Polyakov. Los viajes de la NASA suelen durar una quincena, y están guionados y ensayados hasta el más mínimo detalle.

Para sobrevivir a lo inesperado, los rusos han desarrollado una cultura espacial instintiva e improvisada, que a los occidentales les puede parecer desprolija. "A los rusos les gusta ir haciendo las cosas sobre la marcha", afirmó Bennett. "Hasta ahora no mataron a nadie. O funciona, o son la gente más suertuda del mundo".

Con los años, este enfoque ha servido a los cosmonautas, especialmente cuando las cosas se rompen, como inevitablemente sucede en vuelos de alta duración, y como sucederá tambien en la nueva estación espacial. Una vez, cuando la estación se salió de órbita y sus paneles solares quedaron mal orientados, la tripulación, en una decisión poco ortodoxa, disparó manualmente los cohetes de ajuste para acomodarlos.

Por supuesto, no todos fueron éxitos. Para todo el tiempo que pasaron en el espacio, los cosmonautas rusos recogieron pocos datos fisiológicos. Esto se debe en parte a la falta de aparatos médicos en la MIR, y en parte a la actitud de los tripulantes.

En cambio, la experiencia de la MIR resultó crucial para la construcción y el ensamblaje de la estación espacial internacional. Sergei Krikalev, el cosmonauta que quedó varado en el espacio cuando cayó la Unión Soviética, fue seleccionado para integrar la primera tripulación. El módulo ruso Zarya, lanzado en julio, fue el primer componente de la nueva estación, y otro módulo ruso, el Zvezda, oficia como centro de controles. Se trata de versiones mejoradas de los de la MIR, que conservan incluso las pesadas paredes de acero. Y en los últimos meses, fue Moscú quien llevó la iniciativa.

Para los cosmonautas rusos, la MIR no recibe todo el mérito que realmente merece, y se quejan del lobby de la NASA para deshacerse de ella, sin conservar siquiera parte del valioso equipamiento que podría haber sido llevado a la nueva estación. Si bien reconoce la necesidad de deshacerse de ella, Vasily Tsbiliev, comandante de la tripulación durante el desastroso año 1997, afrima que "de todos modos es muy triste. El hecho de que la MIR funcionara durante 15 años, y no sólo tres, es a mi juicio uno de los mayores logros tecnológicos del siglo XX".