EL 70% DE LOS LICEALES URUGUAYOS PIERDEN SU EXAMEN DE MATEMATICA

LA PESADILLA de cada febrero

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ANDREA TUTTÉ

ANDRÉS SEVERI abandona el salón con buen humor pero con poco optimismo. "¿Cómo te fue?" le preguntan. "Bien, bien, creo que con un 1 o un 2 lo salvo". Sus compañeras, Vanessa Sosa y Mariana Díaz, sonríen ante la broma: la nota mínima para salvar un examen es 5. Y ellas tampoco tienen muchas esperanzas de alcanzarla.

Los tres cursaron sexto año en el liceo Dámaso Antonio Larrañaga y decidieron estudiar medicina, aunque el examen de matemática que acaban de rendir podría complicar sus planes de ingresar a la facultad este año. Sentados en el pasillo, esperando el resultado, los tres intuyen lo que recién horas después se confirmará: "nos fue mal", dicen a dúo Vanessa y Mariana. "No tenemos ningún ejercicio completo".

Vanessa preparó el examen sola. Mariana y Andrés fueron a un profesor particular todos los días durante un mes. Mariana no se fue de vacaciones. Vanessa se tomó unos días. Pero a pesar de las diferencias, el 7 de febrero todos corrieron la misma suerte. Al igual que un alto porcentaje de estudiantes de bachillerato --entre el 66 y el 70%, según la inspección de Secundaria-- los tres perdieron el examen de matemática.

¿Por qué tantos liceales pierden matemáticas? "Si tuviera la respuesta me haría muy rico, porque es un problema que se da en todas partes del mundo", afirmó Jorge Carbonell, director del Consejo de Educación Secundaria y profesor de matemáticas.

Docentes, estudiantes y autoridades educativas coinciden el que el fenómeno es complejo y tiene muchas causas. Que los alumnos estudian poco, que los profesores saben mucho de matemática pero poco de pedagogía, que hay carencias básicas que se arrastran desde la escuela, que la materia es más difícil que otras...

Lo cierto es que, cada verano, miles de liceales uruguayos sacrifican sus vacaciones para preparar en febrero el examen de matemática que perdieron en diciembre o no pudieron dar por no haber alcanzado la nota mínima durante el curso.

Hay una verdadera industria de profesores particulares dedicada al asunto. Los resultados son más que dudosos: la mayoría volverá a perder.

Industria sin chimenea

Frente a la puerta del liceo Dámaso un cartel ofrece escuetamente "clases de matemáticas". Carteles similares aparecen en las paradas de ómnibus, los árboles y los comercios vecinos a todos los liceos del país.

No se sabe exactamente cuántos son los profesores particulares de matemáticas. En el Libro de los Clasificados de El País del 4 de febrero aparecieron 30 avisos de profesores particulares, además de una docena de institutos que ofrecían preparación de exámenes de todos los cursos liceales.

En general, quienes dan clases particulares de matemáticas son estudiantes del IPA o alumnos avanzados de las facultades de Ingeniería o Ciencias Económicas. Pero también hay profesores que se dedican exclusivamente a esa actividad: durante los períodos de evaluación pueden llegar a dar clases ininterrumpidamente de la mañana a la noche.

Preparar un examen puede costar entre 35 y 90 pesos por hora, aunque hay un profesor que promete en su anuncio que el alumno "paga todo sólo si salva".

Según uno de los profesores consultados, hace falta un mínimo de 30 horas para preparar correctamente un examen de matemáticas de bachillerato. Eso hace un costo de entre 1.050 y 2.700 pesos que, evidentemente, no todos pueden pagar.

"La ineficiencia de la enseñanza empuja a los estudiantes a los profesores particulares. Pagan los que pueden, y los que no pueden no van a profesor o, muchas veces, pagan menos por profesores poco competentes. Por supuesto, hay una industria generada y eso es la prueba irrefutable de que la enseñanza de la matemática tiene un problema grave", dijo Ricardo Vilaró, profesor y coordinador de un grupo creado por el Codicen para mejorar la enseñanza de la matemática.

"En el momento en que el alumno salva el examen, cabe preguntarse ¿quién le enseñó? ¿el profesor del curso o el particular?".

Todo tiempo pasado...

Ceyser Olivera es profesor particular de matemática desde hace 47 años. Generaciones y generaciones de uruguayos han conocido su nombre a través de los volantes y tablas de algoritmos que ha repartido durante años en las puertas de los liceos. Según sus cálculos más de 100.000 alumnos pasaron por sus manos. La lista incluye al ministro del Interior, Guillermo Stirling ("era muy buen estudiante") y a Jaime Roos, ("Un día me dijo 'tengo que tomar una decisión, el estudio o la guitarra'. Y yo le dije 'elegí la guitarra, la música es tu vida'").

Para Olivera, "los estudiantes tienen carencias que se arrastran desde la escuela. Hay algunos que no saben operar con fracciones, por ejemplo".

A su juicio, las deficiencias presupuestales de la enseñanza inciden en los problemas con las matemáticas, al empujar a los docentes más brillantes hacia otras profesiones. Pero de todos modos, el profesor advirtió que la situación ya era parecida hace 50 años, cuando "un director de liceo ganaba casi lo mismo que un diputado".

Pero ahora cree que es peor porque muy pocos aprueban a pesar que, en su opinión, la exigencia ha disminuido considerablemente. En una habitación de su instituto, cubiertas de polvo, montañas de hojas de ejercicios de hace dos o tres décadas esperan en vano la oportunidad de desafiar a un estudiante una vez más. "¡Esos sí que eran difíciles!", recordó el profesor, con nostalgia. "Si les pongo un ejercicio de esos ahora, se mueren".

Carbonell también considera que "los exámenes de hace unas décadas eran más difíciles". Aún así, el director de Secundaria considera que hay algo positivo a recalcar. "La situación de hoy es muy similar a la de hace 50 años, pero en aquella época el número de personas que llegaban al bachillerato era muchísimo menor", afirmó. "Creo que es un logro el haber podido tender a la universalización y mantener el porcentaje de aprobados más o menos en la misma cifra".

"Soy medio vago"

Pierre Paredes tiene 18 años y quiere estudiar ingeniería de sistemas. Sebastián Fernández tiene 19, trabaja como mecánico y quiere terminar el liceo para estudiar ingeniería mecánica.

El 6 de febrero, ambos perdieron el examen de matemática A de quinto científico, en el liceo Miranda.

Tanto Sebastián como Pierre admitieron no haberle prestado demasiada atención a la materia durante el año. "Soy medio vago", admitió Pierre, que en 1999 perdió quinto "por amor" y volvió a cursarlo en el 2000. ("Parece que no, pero los problemas personales te influyen", aseguró).

"Yo tengo un problema de concentración terrible: me siento con el cuaderno y no puedo, no puedo...", confesó Sebastián, que lleva tres años en quinto (le falta aprobar matemáticas A y B, física y química).

Ambos parecen ser el tipo de alumnos al que aluden los profesores cuando dicen que "los muchachos no estudian". Carla Fernández, una profesora de matemática que también da clases particulares, afirma que "cada vez hay más alumnos de bachillerato que dicen '¿para qué voy a estudiar si después igual tengo examen?' Es común que lleguen a preparar el examen sin tener idea de lo que se dio durante el curso".

Para Alberto Castro, responsable de la inspección de matemática de Secundaria, "el régimen de evaluación es bastante permisivo: a aquellos alumnos que tienen notas muy bajas igual se les permite dar examen, aunque se sepa de antemano que va a ser muy difícil remontar la situación de no haber estudiado durante todo el año".

"Creo que habría que tener una categoría de inhabilitados para rendir examen, que tendrían que recursar. En matemáticas, si no se sigue el curso es muy difícil aprobar", agregó. Preparar el examen en un mes, con un profesor particular, a su juicio, no es lo más aconsejable. "Se podrán aprender determinadas recetas, pero eso no es aprender matemáticas".

¿Quién quiere ser profesor?

Carla Baccino dice que quiere ser profesora de matemática y espera, acostumbrada, la cara de asombro de su interlocutor.

En noviembre de 1999, Carla formó parte del grupo de 30 alumnos del liceo Zorrilla que perdieron en masa un examen de matemáticas de quinto científico.

Hoy, un año después, sólo cinco de aquellos 30 estudiantes han podido egresar de Secundaria. Los demás siguen tratando de salvar matematicas.

Carla fue una de las pocas que logró sortear el obstáculo y ahora se inscribió en el Instituto de Profesores Artigas (IPA) para estudiar para ser profesora de matemática.

No son pocos los que comparten su vocación. En el 2000, cerca de 200 estudiantes cursaron primer año de profesorado de matemática en el IPA. Pero pocos de ellos llegaran a recibirse --dos de cada tres alumnos del IPA abandona, según la ANEP.

Claro que eso no significa que los que no terminan la carrera docente no vayan a dar clases. Apenas el 20% de los profesores de matemática de los liceos uruguayos está titulado. De hecho, hay alumnos que ya en primer año de profesorado de matemática dan clase en los liceos. Y pueden seguir haciéndolo incluso si dejan la carrera.

"Entonces, la probabilidad de que un alumno haya tenido algún docente que no este debidamente formado aumenta", reconoció Carbonell. "Y también aumenta la posibilidad de que haya algún tema que no le fue bien enseñado".

La escasa disponibilidad de docentes titulados hace inevitable recurrir a estudiantes de profesorado, ingeniería o ciencias económicas. "Hay muchos más profesores disponibles para dar clases de historia, por ejemplo, que de matemática, física y las llamadas ciencias duras", explicó Carbonell. "Pero no sólo los egresados están en condiciones de dar clases de matemáticas. Hay quienes no son egresados y lo hacen con éxito".

Muchos estudiantes, sin embargo, se quejan de que sus profesores parecen saber mucho de la materia pero no logran transmitirlo. Materias como pedagogía o didáctica, que se dictan en el IPA, no garantizan la capacidad de enseñar, pero sin duda ayudan.

Cambio de enfoque

Justamente sus conocimientos de didáctica son los que diferencian a Alicia Villar de otros profesores de matemáticas. Doctorada en didáctica, es presidenta de la Sociedad de Educación Matemática. Para enseñar a sus alumnos se vale de recursos poco comunes: cuando enseña geometría, por ejemplo, les pide que vayan a la plaza Independencia a sacar fotos que contengan alguna simetría.

Villar cree que gran parte del problema es un sistema de enseñanza que obliga al alumno a memorizar fórmulas o recetas, sin importar si entiende lo que esta haciendo o no.

"En el mundo, ya nadie da la clase típica uruguaya: teorema-demostración. El chico tiene que investigar por sí mismo, ir deduciendo las cosas", afirmó Villar.

El inspector Castro reconoció que existen serios problemas de metodología en muchos docentes.

"Si un profesor tiene sistemáticamente un porcentaje de aprobación del cinco o 10%, tiene que revisar su metodología, porque evidentemente algo está fallando", afirmó. "No puede ser que un profesor tenga índices de aprobación tan bajos".

Pero esos docentes existen, afirmó Castro. "En otros países los profesores tienen libertad de enseñar como quieran, pero como las pruebas son nacionales --algo muy importante, a lo que habría que llegar en Uruguay-- se pueden comparar los resultados. Y si el profesor falla, no vuelve a ser contratado".

Con la convicción de que es necesario un cambio en el modo de enseñar matemática, la inspección realizó el año pasado, en varios liceos de todo el país, una experiencia que abarcó a 155 grupos de matemáticas de quinto año. "Trabajamos con los profesores durante todo el año, visitándolos, enviándoles material y dándoles sugerencias sobre cómo encarar los temas", explicó la inspectora Graciela Delfino.

"Apuntábamos a una clase en la que el alumno fuese el protagonista, reflexionando y conjeturando en clase, dejando de lado aquella clase donde el docente recitaba teoremas que el estudiante aprendía de memoria y olvidaba a los 15 días".

Al principio, según la inspectora, a los profesores les costó cambiar. "Luego se entusiasmaron tanto que hasta daban clases extra".

Las evaluaciones finales mostraron porcentajes de aprobación de entre 60 y 62% entre aquellos alumnos con rendimiento aceptable (con notas de entre 7 y 12) y cayeron a menos del 30% entre los alumnos de rendimiento insuficiente.

"Eso demuestra que además del trabajo del profesor, es fundamental el compromiso del estudiante", aseguró Delfino. Este año, la experiencia se extenderá a grupos de cuarto año.

 

Matemáticas para todos

 

Inquieto y curioso, Emiliano Pereira tiene dificultades para pasar más de 15 minutos seguidos frente a un cuaderno, y su bronceado sugiere que estas vacaciones el estudio no le robó muchas horas al sol.

De todos modos, durante casi un mes, este flamante liceal de 13 años tomó clases particulares, porque se fue a examen de matemáticas. Finalmente, en febrero, lo salvó con 7. "Ahora que entiendo, me gusta, pero en clase me embolaba", afirmó. "La escuela era más fácil".

Sin embargo, los problemas con las matemáticas están lejos de ser un problema exclusivo de los liceales. Por el contrario, las cifras muestran que ya los escolares tienen dificultades. Según un estudio realizado en 1996 por la ANEP, el 65,4% de los escolares del país tenía un rendimiento insatisfactorio en matemáticas.

La situación mejora un poco en el ciclo básico liceal. Según un estudio de 1999, el 56% de los alumnos de tercer año tiene un rendimiento satisfactorio. Pero años después, tras dejar atrás el liceo para ingresar a facultad, muchos estudiantes descubren que sus problemas con las matemáticas no han quedado atrás.

Fue por eso que, el año pasado, el Codicen decidió crear un grupo para mejorar la enseñanza de la matemática. El grupo está integrado por representantes de Primaria, Secundaria y de las facultades de Ciencias e Ingeniería y es coordinado por el profesor Vilaró.

"Estamos considerando todo el trayecto del niño y el joven por el sistema educativo, viendo cómo se procesa la enseñanza de la materia en cada etapa, y además pensamos revisar planes y programas, y ver qué pasa en el mundo", explicó Vilaró. "Es una tarea de muy largo aliento, y por lo tanto no tenemos conclusiones todavía".

Para Vilaró, además de tener en cuenta los problemas derivados de las deficiencias presupuestales de la enseñanza, es necesario atacar el problema desde dos ángulos, analizando tanto los programas como la metodología empleada para enseñarlos.

"Hay que ver si la enseñanza de la matemática se concibe como algo dado, que hay que transmitir al alumno o si se concibe como algo que se hace, como una experiencia propia y personal a través de la cual los estudiantes hacen sus propios descubrimientos con el maestro o profesor como facilitador".

Para Vilaró se debe asumir que "desde el punto de vista de su desarrollo cognitivo e intelectual, cada niño es diferente, y hay que encontrar una forma de enseñar que no trabaje sólo con una parte de la clase y deje a los demás por el camino, pues se atenta contra sus derechos y posibilidades ciudadanas y de trabajo".

El profesor señaló también la necesidad de actualizar los programas. "Hace 30 o 40 años, el bachillerato era totalmente selectivo, llegaban los 'mejores' y con ellos se formaban los cuadros profesionales del país. Hoy a Secundaria llegan muchos más y, con la revolución científico-tecnológica, quienes no tengan educación post-media (no necesariamente universitaria) van a ser unos marginados".

"Entonces", continuó, "hay que tratar de que todos los jóvenes puedan acceder a estudios post-secundarios".

Trancados

Justamente, los exámenes perdidos de matemática están impidiendo que muchos uruguayos puedan hacer los estudios posteriores al liceo que Vilaró reclama.

Lorena Bello, de 26 años, salvó todos los exámenes de sexto año humanístico en noviembre de 1992, pero aún debe matemática de quinto.

Probó reglamentarse nuevamente en el mismo liceo --el 31 de Malvín--pero seguía sacando malas notas en todos los parciales. Al año siguiente se inscribió en un liceo del Centro, pero abandonó a mitad de año. Después, se anotó en el nocturno 34, pero no tuvo suerte: las horas estaban distribuidas de tal forma que hubiera debido ir cinco noches por semana, para cursar una sola materia.

Por todo esto, Bello no ha podido aún cumplir su sueño de estudiar profesorado de literatura. Todavía hoy, la palabra matemática le provoca pavor y también una gran frustración: "Si lo que yo quiero es enseñar literatura, ¿para qué tengo que saber matemáticas?".