Recital de los Redondos .Dentro del estadio el concierto de la banda fue una fiesta; afuera hubo decenas de detenidos por disturbios, pero la Policía lo consideró "normal".

El Parque Batlle fue tomado por los fanáticos rioplatenses, munidos de cajas de vino y botellas de cerveza.

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OPERATIVO. La Policía debió trabajar duro anoche pero pudo controlar la situación. De acuerdo a lo indicado por el oficial a cargo, mayor Néstor Artigas, la accón policial fue todo un éxito

Llegaron los Redondos a presentar Momo Sampler y ya empezó el carnaval en Montevideo. El parque Batlle fue una zona tomada por los ricoteros de los dos lados del Río de la Plata. El monumento a la Carreta, de José Belloni, fue anexado y la bandera argentina flameó enarbolada por decenas de patriotas de la vecina orilla.

Los visitantes vieron más policías que otra cosa. Desde que pasaron las fronteras por tierra, mar y aire, hasta que llegaron a las inmediaciones del Estadio.

Los comercios de la zona acabaron con el stock de cajas de vino y el característico olor del humo de marihuana se apreciaba por todo el parque. La Policía había dispuesto un sistema de vallado con tablas de construcción para que pasaran solo los que tenían entrada.

Había dos accesos: por el lado de la Olímpica y Colombes, y por Olímpica y Amsterdam. El de la Colombes fue el más problemático. Un grupo de ricoteros se dedicó sistemáticamente a disparar botellas, piedras y pedazos de baldosas por encima y por debajo de las vallas. Un grupo de policías aguantaba a pie firme al lado de una montaña de botellas rotas, que tiraron los ricoteros.

Sin embargo, la propia Policía consideró que la situación fue "normal". Así lo afirmó el jefe del operativo especial, Néstor Artigas, quien comentó que todo se desarrollaba de acuerdo a lo que sucede en un partido de fútbol importante. La opinión de los periodistas argentinos que llegaron a cubrir el show, es que el de ayer "fue uno de los recitales más tranquilos de los Redondos". Uno de ellos, ante la pregunta de un colega uruguayo, espetó: "En mi casa tengo peores líos que esto".

Aún así hubo decenas de detenidos por disturbios y tenencia de drogas, muchos de los cuales fueron derivados a Narcóticos.

JORNADA. Desde las tres de la tarde se podía ver en 18 de Julio un improvisado desfile de remeras con diseños variadísimos de los Redondos lucidas por jóvenes de entre 22 y 28 años.

Los buzos repetían los nombres de los temas y de los discos: Oktubre, Luzbelito, La mosca en la sopa, y también el del mítico personaje Patricio Rey.

Un grupo de unos 50 jóvenes oficiaban de apoyo al ricotero. Daban información y planos de la ciudad. Además avisaban que iba a haber revisión de ropas y que no se podía entrar mochila, capucha, palos ni caras pintadas. Estaban "contratados" por el INJU y la Intendencia, y como pago les había prometido que iban a poder entrar.

Las puertas abrieron a las 5 de la tarde. Desde una hora antes, cuatro mil personas esperaban que dieran el acceso a las tribunas. Las bombas brasileras explotaban constantemente y cada tanto barras de cientos de fans se juntaban improvisadamente para vocear alguna letra del grupo, o "aguante los redondos", o "el que no salta es un botón".

La presencia policial era constante a caballo, en moto, en grupos de seis o siete apostados en las esquinas, camionetas y camiones bomba de coraceros. Había patrulleros de varias seccionales, además de la Novena, que está en el propio Estadio.

Las bandas se expandían más allá de Avenida Italia y tomaban los alrededores en un radio de por lo menos tres cuadras. Cerveza y vino era el común denominador. Los bares de la zona trabajaron con clima de clásico. Las almacenes atendían a través de las rejas del negocio a las colas de jóvenes que se agolpaban para comprar vino. En esas colas también se cantaban letras de los Redondos.

En los alrededores de Tres Cruces se formó un campamento de argentinos que esperaban la hora en que abrirían las puertas del Estadio Centenario. Vinieron en la madrugada del domingo y primeras horas de la tarde. Alguno todavía dormían tapados con banderas argentinas. No faltaban los picados donde se observaban muchas camisetas de la selección argentina.

PERSONAJES. El recital convocó a muchos más de los que podían entrar. Los que tenían entrada, tanto para el domingo como para el lunes estaban ahí. Pero también había vecinos curiosos y hasta gente como Robert Barboza (28), que llegó desde Rivera y se volvía hoy a las 6.30 de la mañana, aunque no tenía entrada. Barboza explico, caja de vino en mano, que había ido a las cercanías del estadio "para escuchar desde afuera".

La fiesta daba también para otros rebusques. Una pareja había conseguido llenar una bolsa de arpillera con botellas de cerveza, que ya no servirían como proyectiles, sino que serían transformadas en dinero.

Los vendedores de pañuelos y camisetas hicieron una jornada redonda. Las camisetas salían 70 pesos y los pañuelos 25. Eduardo Fontana vendió cien remeras y 300 pañuelos. Un policía admitió, durante la tarde, que todavía estaba todo tranquilo, pero advirtió: "Esperá a que empiece a bajar la merca y el vino". De hecho los problemas más importantes empezaron a darse en la noche, con las frecuentes pedreas a los efectivos policiales y a los patrulleros.

Poco después de las 10 de la noche, la Policia comenzó un operativo de despeje y pudo disipar a los grupos que arrojaban piedras. Hubo no menos de 50 detenidos.

Un grupo de cordobeses que ya participó de seis recitales de los Redondos se encaminaba hacia el estadio con gran algarabía. "Acá no va a pasar nada", conjeturaban: "El problema es allá, que los canas están zarpados".

En un edificio sobre Ricaldoni, frente a la Amsterdam, se instaló un grupo muy numeroso de fanáticos. Susana Vázquez (62) los vio con buena cara: "No pasa nada, ningún problema".

Guillermo (46) llevaba a sus dos hijos de 8 y 6 años al recital. "Vos ves que acá todo el mundo está fumando y no pasa nada. En la Amsterdam todo el mundo fuma; yo me corro porque no me gusta el olor, pero no pasa nada con la marihuana".

Otros padres llevaban a su hijos hasta la puerta. Uno de ellos iba con su hija de 18 años: "Lo que no me gusta es hay pocas mujeres y demasiado vino", se preocupó.

Adentro, mientras tanto, era una fiesta perfecta. Con el fervor intacto y sin enfrentamientos. A las 10 y media de la noche se terminó el concierto y se abrieron las puertas.

A la salida se daba todo lo contrario que a la entrada. La presencia policial era invisible en las puertas no había ningún efectivo y sí los había más lejos, casi en las sombras.

Los ricoteros salieron como sedados, con una tranquilidad pasmosa, casi en silencio. El primer round de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en Montevideo terminó. El segundo recital será hoy.


EL RECITAL DEL GRUPO ARGENTINO EN EL CENTENARIO NO LOGRO COLMAR DEL TODO LAS EXPECTATIVAS GENERADAS

Errática fiesta Redonda

CRITICA I FABIAN MURO

PATRICIO REY Y SUS REDONDITOS DE RICOTA

Lugar. Estadio Centenario Fecha. 22 de abril

La primera presentación de Los Redondos en Montevideo fue despareja. Si bien muchos expresaron que había sido un concierto buenísimo, no se vio tanto "agite" como se podría esperar. Aunque afuera hubo líos y detenidos, adentro del estadio predominaba un clima de relativa tranquilidad. Hubo momentos de zozobra en uno de los pasillos --gente que estuvo muy cerca de caer por las gradas y darse un buen porrazo--pero por lo general todo fluía. Hay que destacar el acierto de la organización de permitir que la gente circulara libremente para que cada uno encontrara el lugar deseado.

A las 18.50 comenzó la Tribu Mandril, que actuó durante 15 minutos con insuficiente amplificación y un público bastante distraído. Otra larga espera hasta las ocho, cuando apareció una camioneta blanca que traía a los seis músicos. Arrancaron puntualmente con El pibe de los astilleros, de La mosca y la sopa. Las bengalas rojas, los fuegos artificiales y bombas brasileñas se sumaron a los encendedores prendidos y el cemento de la tribuna Olímpica temblaba al ritmo de los 20.000 fanáticos que saltaban y gritaban. Todo parecía augurar una fiesta y un recital que cumpliría con las expectativas de un público que estaba esperando al grupo desde hace más de diez años.

Luego del primer tema, el Indio Solari se dirigió por primera vez a la gente para decir: "Vamos a tratar de que esta noche no haya locatarios ni visitantes, hoy somos todos redondos. Los uruguayos son buena gente, muy hospitalarios, yo los conozco". Aplausos, gritos y el clima seguía en ascenso. Sin embargo, ya se notaban algunos problemas que no dejarían que las expectativas se cumpliesen.

El sonido que emanaba del escenario no era el mejor, al menos para los que estaban más arriba. Había por momentos un desequilibrio entre los instrumentos y en algunos solos de saxo, el volumen del instrumento subía y bajaba sin que se entendiera muy bien por qué. A esto hay que sumarle que a más o menos a una media hora de transcurrido el recital, Los Redondos abandonaron el escenario, se subieron a la camioneta blanca y se fueron. No volvieron hasta 20 minutos después. Sin dar ningún tipo de explicación, entraron al escenario y ejecutaron Vamos las bandas, Mi perro dinamita y Ñam fri frufi fali fru. Tres "hits" al hilo y nuevamente un subidón en los ánimos de la audiencia, que volvió a saltar y agitar. La voz oscura y dramática del Indio Solari, un excelente cantante, y la guitarra llena de colores de Skay Beilinson entraron en esos momentos en una perfecta sintonía y el sonido mejoró considerablemente. Durante esos momentos, Los Redondos demostraron por qué su música y su despliegue escénico seducen a grandes cantidades de público. Aunque Solari no hable ni arengue a su audiencia, tiene un férreo control sobre la misma y su carisma es casi invertido, negativo: cuanto más callado y menos comunicativo, más crece en los ojos del público. Su figura se acrecenta no por lo que dice y hace sino porque no dice ni hace.

Lo único que tiene el público como referencia son las letras: "¿Y cuánto valen tus ojos maquillados?...¿y cuánto vale sale ser la banda nueva/y trepar radares militares?" cantaba Solari en Vamos las bandas. Por supuesto que se escucharon viejos cánticos enfrentando al Indio con Cerati, reviviendo el antiguo antagonismo entre el público de Soda Stereo y Los Redondos. Solari ya dejó atrás esa enemistad, si es que alguna vez la sintió, pero su público sigue en la misma.

Buena parte del recital estuvo, comprensiblemente, dedicado al repertorio del disco más reciente, Momo sampler. Y ahí se calmaron los ánimos. La murga de los renegados, Las murga de la virgencita, Sheriff y otras canciones de Momo sampler no lograron la enérgica respuesta que sí tuvieron temas más antiguos del grupo, aunque las texturas electrónicas y los climas más serenos de esas canciones son muy atractivos. Sobre todo en Sheriff, con su estribillo martillante y contundente, en donde la guitarra pesada de Beilinson crea una interesante tensión con los teclados.

Los gritos de "Vamo' Lo Redondo" sonaban, en boca de varios fanáticos, más a compromiso que a verdadero entusiasmo a medida que avanzaba el recital. Para peor, hubo otras pausas prolongadas. Los músicos tocaban cuatro, cinco canciones y se iban. Diez minutos y volvían. Un poco más de música y nueva pausa. Otros diez minutos y de vuelta al escenario. Así no hay público que se entusiasme, por más que la banda intercalaba temas canciones como Tarea fina, con mucha aceptación. "Hoy se cumplen diez años y los asesinos siguen sueltos" dijo el Indio a propósito de Walter Bulacio, el ricotero muerto hace una década. "Este tema se lo dedicamos a él", dijo antes de tocar la última canción de Luzbelito, Juguetes perdidos. Fue el momento más emotivo del recital. Quedaba poco tiempo para la comunión entre público y músicos y antes de Ji ji ji, el cantante volvió a hablarle a la audiencia: "¿Qué más puedo decir que gracias?". Podría haber dicho por qué hicieron tantas pausas, pero la audiencia ni se molestó en pedirle siquiera un bis. A él todo se le perdona y todo lo que hace está bien. "Los Redondos son un sentimiento/no se explica/se lleva bien adentro".