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La generación ausente
ANDREA
TUTTÉ
UNO DE CADA DIEZ URUGUAYOS
de entre 12 y 27 años no estudia, ni trabaja, ni busca trabajo.
Sumando a los que sí buscan empleo pero no lo consiguen,
la proporción aumenta al 18,5%, es decir, casi dos de cada
diez.
En total, hay 113.000
jóvenes y adolescentes que se encuentran en esa situación.
Son más que todos los habitantes de Paysandú --el
sexto departamento más poblado del país-- dos veces
más que los de Durazno, y cuatro veces más que los
de Flores. Juntos, no cabrían en el Estadio Centenario; con
los que quedarían afuera bastaría para colmar una
quinta tribuna.
Decir que "no hacen
nada" puede sonar exagerado. Pero lo cierto es que para muchos de
ellos, el día es una sucesión de horas vacías
que van llenando improvisadamente, sin planes previos ni grandes
expectativas. ¿Y el futuro? Una incógnita. "¿Qué
me venís a preguntar del futuro...", protestó Pablo,
de 19 años, mientras tomaba sol en una plazoleta cercana
a General Flores y Propios, "...si todavía no sé lo
que voy a hacer hoy de tarde?"
Diego
Sentado en un banco
de la Plaza del Entrevero, con la mirada perdida, Diego Sanguinetti
fuma un cigarro lentamente. No tiene apuro. No tiene nada urgente
que hacer. El año pasado dejó quinto de liceo para
trabajar en una embotelladora de agua mineral, pero a los pocos
meses renunció. "Era horario partido: salía a las
doce y volvía a entrar a las cuatro. No aguanté",
explica.
Ahora, a los 18 años,
pasa la mayor parte de su tiempo en la casa de Maroñas donde
vive con su madre, mientras trata de decidir qué hacer. No
está seguro. "Capaz que el año que viene vuelvo al
liceo, aunque preferiría trabajar. De última, si no
consigo nada, de milico". Le gustaría un trabajo relacionado
con las computadoras, porque tiene una "desde hace mil años"
e hizo un curso de operador PC. Pero hasta ahora, sus esfuerzos
por conseguir un trabajo así, apelando a "conocidos", no
han dado resultado. Así que se levanta a las 10 o las 11
de la mañana, toma mate, mira televisión, escucha
música --le gustan Rodrigo y Queen-- ayuda con las tareas
de la casa... y poco más. "Vago total", se describe con tristeza.
"Como una planta".
Cada vez más
El porcentaje de adolescentes
y jóvenes que no estudian ni trabajan ni buscan trabajo ha
venido aumentando en la última década: en 1991 eran
el 9,4% del total, en 1995 el 10%, y en 1999 ya alcanzaban el 10,8%,
según una investigación realizada por la Unidad Ejecutora
de los Programas de Educación Media y Formación Docente
de la ANEP.
Las conclusiones del
estudio muestran también que cuanto más bajo es el
nivel educativo de los padres, y más pobre es el hogar, mayores
son las posibilidades de que el joven no estudie ni trabaje ni busque
empleo.
Más del 60% de
los que se encuentran en esa situación pertenecen a familias
en las que el jefe de hogar no pasó de la escuela. Y el 35%
de ellos, además, pertenece al quintil más pobre de
la sociedad. En algunos tramos de edades, este porcentaje aumenta
abruptamente: por ejemplo, entre los jóvenes de 16 a 19 años
que no hacen nada, el 71% corresponde al 20% de los hogares con
menores ingresos.
Estos datos cobran especial
importancia, con miras al futuro, si se tiene en cuenta que en Uruguay
las mayores tasas de natalidad se dan precisamente en los sectores
de menores ingresos y más bajo nivel educativo.
Según la encuesta
continua de hogares realizada por el Instituto Nacional de Estadística
(INE) en 1998, el 32,8% de las mujeres con menos de seis años
de estudios tiene cuatro hijos o más, mientras que el 73,5%
de aquellas con secundaria completa tienen uno o dos hijos. Y las
cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo indican
que, en 1999, el 46,5% de los niños uruguayos menores de
5 años vivía bajo la línea de pobreza.
"Toda esa grupo que
hoy está fuera del sistema educativo es uno de los grupos
fundamentales de reproducción de la pobreza y la marginalidad",
afirmó Renato Opertti, director de la Unidad Ejecutora de
los Programas de Formación Docente y coordinador del estudio
de la ANEP. "Hoy es el 10%, pero si no atacamos el problema con
suficiente amplitud y energía, capaz que mañana es
el 15 o el 20%. No darse cuenta a tiempo de estos problemas es hipotecar
el futuro de la sociedad uruguaya".
Daniel, Eduardo
Ocho personas --su madre,
su padrastro, dos hermanos, dos hermanastros y un medio hermano--
comparten con Daniel una pequeña casa de madera en un asentamiento
de la Curva de Maroñas, cerca del local de una fábrica
cerrada. Daniel tiene 17 años y dejó la escuela en
segundo por "problemas familiares" que no especifica. Piensa anotarse
en una escuela nocturna cuando saque la cédula, pero no sabe
cuándo será eso: "hasta ahora no he tenido tiempo
ni plata", explica. Cuando piensa en el futuro se ve casado y trabajando
en un puesto de frutas y verduras: "fue el oficio que aprendí
y me gustó... armar el puesto, tener todo prolijo...". Durante
un tiempo, eso fue lo que hizo, hasta que su patrón decidió
alquilar el puesto. Ahora sueña con trabajar de nuevo, y
la mirada se le ilumina cuando piensa lo que haría con el
dinero. "Y, si es buena plata, comprar championes, un pantalón,
ropa...". Por ahora se conforma con escuchar cumbias en la radio,
y ver a Pettinatti en "Noche de miércoles". A veces sale
con sus amigos por el barrio, pero no mucho. "No tengo ganas. Paso
casi todo el día acostado".
Eduardo, el padrastro
de Daniel, tiene 41 años y trabaja en el Mercado Modelo desde
los 15. "Antes estudiaba secretariado comercial en la UTU, pero
me encajaron el famoso Ciclo Básico --tenía que aprender
cocina y herrería antes de empezar con lo mío-- y
planté bandera. Me puse a trabajar con mi padre y en el 76
ganaba en una semana lo que un obrero de la construcción
ganaba en un mes: me sobraba plata para las pilchas y salir. Ahora
es al revés.
Eduardo sonríe
escéptico al oír que dos de cada 10 jóvenes
no estudian ni trabajan. "Deben ser el doble", dice. "Y de esos,
la mayoría te meten el camelo de que no encuentran trabajo,
pero en realidad no les interesa. En este país no come el
que no quiere. Yo ya estoy medio cansado de los tropezones y no
estoy para andar poniendo el lomo 25 horas por día, pero
acá hambre no pasamos. Yo fumo una caja de cigarros por día,
y no podría hacerlo si en mi casa faltara la comida".
Excluidos
Tradicionalmente, los
sociólogos han definido a la sociedad uruguaya como "integrada";
igualitaria y cohesionada por un conjunto de valores y creencias
compartidos. Pero cuando un gran porcentaje de sus jóvenes
queda al margen del mercado laboral y el sistema educativo, la "integración"
comienza a peligrar.
"Si esta tendencia permaneciera,
en un lapso de 10 o 20 años nos encontraríamos con
una sociedad fracturada, fragmentada en dos", afirmó el sociólogo
Julio Bango, del Foro Juvenil. "Por un lado tendríamos una
sociedad capaz de formar parte del circuito de bienes sociales,
materiales y culturales, y por otro lado otra --sobre la cual recae
la reproducción biológica de la sociedad-- pobre,
sin educación, sin poder de consumo, sin acceso a los bienes
sociales mínimos".
Estudiar o trabajar
son dos actividades fundamentales para evitar que el joven forme
parte de ese segundo grupo. El informe de la ANEP explica así
el proceso: "De prolongarse este período (fuera del mercado
laboral y el sistema educativo) el joven estará sin la presencia
de modelos adultos fuertes y diferentes a los de su ámbito,
en un período crítico de estructuración de
su personalidad, quedando expuesto a otras influencias, como por
ejemplo la de sus grupo de pares, la de subculturas juveniles (eventualmente
anómicas o delictivas) al ámbito empobrecido de la
comunidad (segmentación residencial) y a la reiteración
de una permanente interacción con su familia de origen o
equivalentes, lo que redundará --en la menos grave de las
posibilidades-- en un aislamiento de tipo social".
No se trata, entonces,
de un problema meramente económico. "Cuando hablamos de exclusión
social no estamos hablando solamente de pobreza", explicó
Bango. "También se trata de la incapacidad de ejercer sus
derechos ciudadanos, de protagonizar y de formar parte, con sus
opiniones, del rumbo y el destino de una sociedad".
Para Opertti, también
"tiene que ver con la discusión de los valores que estamos
procesando hoy en día en la sociedad uruguaya. Esos valores
que tienen que ver con la convivencia, el respeto, la honestidad,
la equidad, la tolerancia, son los que pueden empezar a desdibujarse
en la medida en que empiecen a generarse ghettos".
Sergio
Sergio tiene 19 años.
Cuando tenía 7, su padre falleció en un accidente
de tránsito, y como no se llevó bien con la nueva
pareja de su madre --"era muy chico, me costó aceptarlo"--
se fue a vivir con su abuela, destino que luego siguió su
hermano menor. Terminó la escuela y se apuntó en la
UTU, pero abandonó luego de un mes de clases. "Me aburría
mucho", explicó. Tiempo después intentó aprender
tornería. También abandonó. "Era medio vago,
iba a los bailes los domingos y los lunes de mañana, cuando
entraba a clase, me dormía". Hace un tiempo intentó
buscar trabajo, a través del diario. "Fui a varios lugares,
apuntaron mis datos, pero nunca me llamaron".
"En mi casa me dicen
que tengo que trabajar, me dejan como loco, porque además
hay cuentas que pagar, sube la luz, está complicado. Pero
como no tengo experiencia no consigo nada", cuenta. "A veces hago
algunas changuitas en el barrio, como descargar camiones de carbón,
pero nada estable".
La mayor parte del tiempo
la pasa con sus amigos. "Jugamos al fútbol, tocamos el tambor
--yo tenía un chico, pero me lo robaron-- vamos al liceo
a 'hacer puerta', tomamos algo... algún vinito", confiesa
con una sonrisa pícara. "Pero ninguna cosa rara, eso sí".
En el futuro se imagina
trabajando "de lo que salga. De albañil, de repente".
Algo más que
educación
Los jóvenes son
uno de los sectores de la sociedad más golpeados por el desempleo,
que en su caso ronda el 30%, más del doble que el promedio
para el total de la población. Con una economía en
recesión, incorporarse al mercado laboral no es tarea fácil.
"Pero en una segunda
lectura, se podría argumentar que el mercado laboral no los
absorbe porque los muchachos están pobremente preparados:
Uruguay tiene uno de los porcentajes de jóvenes de 20 años
con secundaria completa más bajos de la región", afirmó
el sociólogo Ruben Katzman. "Todo lleva a pensar que una
de las cosas que falla es la capacidad del sistema educativo para
retener a los muchachos, que se incorporan al mercado laboral antes
de estar preparados, y no logran --probablemente nunca lo logren--
insertarse en puestos de trabajo estables".
Opertti coincide. "El
sistema uruguayo tiene un alto grado de accesibilidad, pero una
capacidad de retención muy baja", afirmó. "En la última
década se constata un aumento de la deserción, fundamentalmente
entre los más jóvenes y carenciados".
Para revertir esa tendencia,
según Opertti, es fundamental extender a todos los liceos
del país el plan 96 de ciclo básico, contenido en
la reforma educativa, que actualmente se emplea en el 50% de los
liceos del país e implica "a grandes rasgos, más horas
de clase, más horas de permanencia del docente en el centro
educativo, la enseñanza en áreas, la introducción
del inglés y la informática, el desarrollo de todo
un proyecto de centro educativo desde el punto de vista de su relacionamiento
con la comunidad".
"Si uno compara los
indicadores del plan nuevo con los del anterior --eso se puede hacer
porque hay liceos con uno y otro-- lo que impacta más es
el abatimiento de la deserción de entre el 40 y el 50% con
el plan nuevo", aseguró Opertti.
En el caso de la deserción
en el segundo ciclo liceal, a su juicio, la solución debería
pasar por un sistema educativo más flexible, "en función
de los ritmos de cada estudiante: que si tiene que dejar de estudiar
pueda hacerlo y después volver. O que pueda optar por una
vía menos exigente --en currícula y carga horaria--
para después pasar a otra más exigente", afirmó.
"Hoy en día tenemos
un sistema muy rígido, y eso provoca que cuando uno toma
una decisión en determinada línea y se equivoca tiene
que retroceder, y termina engrosando la cantidad de abandonos que
se dan en la educación media superior".
Pero con mejorar el
sistema educativo, para Opertti, no basta. "Las políticas
educativas no pueden ir divorciadas de políticas de ordenamiento
del espacio, de planes de apoyo a las familias para atender sus
necesidades, de planes de trabajo y de mejores oportunidades de
formación y capacitación", afirmó.
Silvia
Silvia Martínez
dejó de estudiar al terminar la escuela. "No pude seguir,
no me daba el tiempo". Trabajó en una tienda hasta los 21
años, cuando nació la primera de sus dos hijas. Ahora,
con 25 años, dedica la mayor parte de su tiempo a atenderlas.
"Me levanto temprano, a eso de las ocho y media, hago las cosas
de la casa, me ocupo de las nenas y tá... hago las compras,
salgo a la plaza con ellas... El resto del tiempo miro televisión,
toda clase de programas". De vez en cuando, además, sale
con sus amigas.
Separada, vive sola
con sus hijas en Colón y se mantiene con el dinero que le
pasan el padre de las niñas y su propia familia. Por ahora,
no se plantea volver a estudiar o trabajar. Tal vez cuando las nenas
crezcan. "Me hubiera gustado estudiar...", dice, y demora unos segundos
en completar la frase, con tono inseguro: "secretaría y computación.
Pero bueno". En el futuro, le gustaría "encontrar una pareja".
O mejor, volver con el padre de sus hijas. "Pero eso es imposible,
él no quiere... Y sí, tendría que encontrar
otro", dice. Pero no suena muy convencida.
La reforma social
La investigación
de la ANEP intentó cuantificar la aproximadamente la incidencia
de diversos factores en la mayor o menor probabilidad de que un
joven uruguayo no estudie ni trabaje ni busque empleo. He aquí
un ejemplo:
--En promedio, las probabilidades
de estar en esta situación son de un 6,56%.
--Si se es una mujer
"emancipada" (que ya ha constituido una pareja, aunque no se haya
ido de la casa de sus padres) las probabilidades aumentan al 16,58%.
--Si además hay
niños menores de 10 años en su hogar, las probabilidades
ascenderán al al 20,82%.
--Si esta mujer vive
en un hogar de bajos ingresos, las probabilidades trepan al 24,88%.
--Y si ese hogar se
encuentra en el interior del país, llegarán al 27,23%
--Si el jefe de ese
hogar trabaja en tareas manuales o de servicio doméstico,
segurán aumentando hasta llegar al 28,57%.
--Y si el jefe de hogar
tiene, como máximo, primaria completa, alcanzarán
el 31,4%; en cambio, si tuviera estudios terciarios, las probabilidades
de que esa joven no estudiase ni trabajase ni buscase empleo caerían
al 25,4%.
Datos como estos dan
una idea aproximada de la multiplicidad de factores que inciden
en la situación de los jóvenes que no estudian ni
trabajan."El desafío no es sólo del sistema educativo",
afirmó Bango. "El esfuerzo por reconstruir los puentes de
integración social requiere una coordinación de políticas
sociales, de salud y de familia, porque lo importante es operar
no sólo sobre los adolescentes y jóvenes sino sobre
sus familias".
Para Bango, "hay un
trabajo que articular entre autoridades estatales y municipales
--que son cruciales para llegar a donde esos jóvenes están--
y organizaciones no gubernamentales, para aprovechar todos los recursos
que hay en la sociedad e integrarlos de modo de hacerlos más
eficaces y eficientes".
No es tarea fácil.
"Lo que nos está faltando es darnos cuenta de que esto requiere
de un enfoque social integrado, que no es simplemente la suma de
más salud, más educación, más trabajo",
afirmó Opertti. "Y eso requiere mucha voluntad política,
mucha capacidad de movilizar recursos y mucha madurez de los sectores
sociales y políticos para ponerse de acuerdo en políticas
que superen los plazos de gobierno, porque esto no se puede hacer
en cinco años".
"Hoy en día existe
una preocupación necesaria sobre cómo reformar el
Estado en aspectos vinculados a su nivel de eficiencia, a mejorar
la competitividad de la economía", prosiguió Opertti.
"Sin embargo, no existe el mismo grado de preocupación y
reflexión para entender que esas mejoras orientadas a mejorar
la competitividad tienen que sustentarse en reformas sociales que
garanticen que el conjunto de la sociedad acceda a niveles mínimos
de calificación y bienestar que le permitan al país
avanzar. Tenemos que ensanchar la mirada de las reformas estructurales:
pongámonos a discutir la reforma social".
ENTRE
30 Y 40% DE LOS PRESOS JOVENES NO TRABAJO NUNCA
Destino
final: la cárcel
¿DONDE VAN A PARAR
LOS JOVENES que no hacen nada, que no estudian ni trabajan? Muchos
van a la cárcel. Los presos uruguayos son cada vez más
jóvenes, y un alto porcentaje de ellos dejó de estudiar
tempranamente y nunca trabajó.
"El analfabetismo más
grande, en el Uruguay de hoy, debe estar dentro de las prisiones",
afirmó el inspector principal retirado Carlos de Avila, director
nacional de Cárceles. Según un censo de 1998, un 7%
de los presos son analfabetos, y un 27% no terminó la escuela.
Y según los funcionarios, estas cifras van en aumento, especialmente
entre los más jóvenes.
En las cinco cárceles
que dependen de la Dirección Nacional hay actualmente 2643
presos, de los cuales 870 (el 33%) tienen entre 18 y 25 años.
Dentro de este grupo, hay 264 (un 30%) que dicen no haber trabajado
nunca, aunque De Avila sospecha que la verdadera cantidad podría
ser mayor. "Lo que pasa es que cuando les hacemos esa pregunta,
ven la perspectiva de que los dejemos salir a trabajar, y entonces
algunos dicen que trabajaron cuando en realidad nunca lo hicieron",
afirmó. "Yo creo que el verdadero pocentaje de los que nunca
trabajaron, entre los presos de hasta 25 años, debe ser del
40%".
En algunas cárceles,
el porcentaje es aún mayor, según las cifras que proporcionó
de Avila. En Libertad, de 194 presos menores de 25 años,
hay 100 que trabajaron y 94 que no lo hicieron nunca. Y en la cárcel
de mujeres, de 25 reclusas menores de 25 años, sólo
cuatro tienen experiencia laboral.
Para de Avila, el hecho
de que muchos de los presos no hayan trabajado nunca contribuye
a explicar sus antecedentes delictivos. "Hay un viejo refrán
que dice: 'árbol que nace torcido...'. Evidentemente, quien
de niño aprendió a trabajar, de grande tiene apego
y amor al trabajo. Si nunca trabajó en la vida, no. Cuando
a los presos les damos la opción de trabajar todos dicen
que sí, porque lo que buscan es salir de la celda. Pero después
que salen de la celda resulta que la mayoría no quiere hacer
nada, o si lo que hacen lo hacen mal: se le paga un peculio a uno
para que haga tareas de fajina, y anda jugando con el trapo de piso".
MUCHAS
RAZONES Y UN RESULTADO
La mujer,
en casa
DE LOS 66.000 JOVENES
que no estudian ni trabajan ni buscan empleo, la gran mayoría
(47.000) son mujeres. Y mientras que la población masculina
en esta situación se reparte más o menos equitativamente
entre Montevideo y el interior urbano, el número de mujeres
que no hacen nada es casi el doble en el interior que en Montevideo.
El fenómeno tiene
varias causas. Una de ellas es que la incorporación de las
mujeres al mercado laboral es un fenómeno relativamente reciente,
y aún hoy la mayoría de quienes trabajan o buscan
trabajo son hombres. En el interior urbano, esta disparidad se acentúa.
En enero, según
el Instituto Nacional de Estadística, el 72,6% de los hombres
montevideanos mayores de 14 años trabajaba o lo intentaba
frente al 53,2% de las mujeres. En el interior urbano, los hombres
en esa situación representan el 71,8% del total, frente al
47,4% de las mujeres.
El desempleo también
afecta más a las mujeres del interior. Según el INE,
en enero, la tasa de desempleo entre los hombres montevideanos era
del 11,1%, y de 17,7% entre las mujeres. En el interior urbano,
mientras tanto, afectaba al 10, 9% de los hombres, y al 19,2% de
las mujeres.
Otra causa tiene que
ver con que las mujeres constituyen una pareja a edades más
tempranas que los hombres, y con la persistencia de la asignación
tradicional de roles masculinos y femeninos. Por ejemplo, de las
adolescentes mujeres de entre 16 y 19 años que ya han constituido
una pareja (aunque no estén legalmente casadas), el 54,5%
no estudia ni trabaja ni busca empleo. En cambio, entre los varones
de esa edad que ya formaron una pareja, sólo el 6,4% está
en esa situación.
Esta situación
se da sobre todo en el quintil de la sociedad con menores ingresos,
donde el 50% de las jóvenes con pareja constituida no trabaja
ni estudia, porcentaje que se reduce a la tercera parte en la franja
de mayores ingresos. "Las diferencias por género se incrementan
debido a una integración del hombre al mercado laboral, en
tanto una importante proporción de las mujeres permanece
dedicada al cuidado de la familia", constata el informe de ANEP.
"Esto plantea una clara división de roles según el
género --roles privados en la mujer, públicos en el
hombre-- el cual estaría afectando a un importante sector
de la población, en general asociado con bajos recursos,
y con escaso capital humano y social. Está claro en esos
casos que el modelo de familia tipo bread winner (el hombre que
'gana el pan' para mantener a los suyos) mantiene plenamente su
vigencia".
Finalmente, también
influye el considerable índice de maternidad adolescente,
una tendencia creciente en Uruguay. Según el libro Maternidad
adolescente y reproducción intergeneracional de la pobreza,
de la socióloga María Elena Laurnaga, una de cada
cinco jóvenes montevideanas tiene su primer hijo antes de
cumplir los 20 años. En el interior, eso sucede con una de
cada tres.
Según las cifras
compiladas por Laurnaga (el libro es de 1996) el 63% de las madres
menores de 20 no estudian ni trabajan, mientras que sólo
el 8% de las jóvenes sin hijos se encuentra en esa situación.
"Esto hace posible afirmar que la expulsión del sistema educativo
y del mercado laboral no es consecuencia exclusivamente de patrones
y opciones de vida vinculados a la maternidad, sino que la precocidad
de la maternidad cercena las posibilidades de optar por la permanencia
en alguno de estos dos sistemas".
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