VERDUN.
El centenario de la Virgen fue una vez más ocasión
de profesión de fe, además de paseo por un paisaje
magnífico, a pesar de que este año no fue feriado
y muchos no pudieron concurrir
La devoción llegó a la cima
A pie, ayudados por
cañas y hasta con rodilleras, los fieles volvieron a subir
el cerro. Verdún fue una fiesta.
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PIEDAD. Ayer la
lluvia se compadeció de los peregrinos a ultmo momento
y briló un sol magnífico durante toda la jornada
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LUIS ROUX
Fue una fiesta de fe.
Decenas de miles de fieles acudieron a honrar a la Virgen, aunque
los habitués dicen que eran menos que otros años.
Desde que salió el sol, salieron también los peregrinos
a trepar el cerro del Verdún y llegar hasta el Santuario
de María. El centenario complicaba las cosas, según
advertía un sacerdote por los parlantes del santuario. Se
informaba a los peregrinos que no podrían estar tan cómodos
como de costumbre, porque había medidas de seguridad y lugares
reservados en la capilla que estaba en la falda del cerro, pero
los prelados y el vicepresidente de la República no alcanzaron
la cima del Verdún, así que en el santuario de la
virgen no había más incomodidad que el viento, que
hacía flamear las sotanas de los sacerdotes que predicaban
desde allí.
Esta vez la lluvia se
apiadó de los peregrinos a último momento y el día
amaneció despejado, a pesar de la tormenta de la noche anterior.
José Natividad
Moreira (72) vestía un atuendo dominguero de gente de campo.
Llegó desde Minas, ciudad donde vive solo, aunque aclaró:
"Nací en la campaña y en la campaña me voy
a morir". Moreira no tenía intención de pedir nada:
"Vine porque creo en Dios, en la Virgen y cosas de ésas.
En lo que no creo es en los cultos, y con los curas he tenido problemas"
anunció de entrada. Sin embargo cuando llegó hasta
arriba se decidió a pedirle a la Virgen por su rodilla. "Me
la embromé en una estancia, en Marmarajá, jineteando
un caballo que basureó a mucha gente buena".
Gustavo Ferreira llegó
en bicicleta y subió el cerro con la chiva al hombro, como
lo hace desde hace años, por deporte, y también porque
es "algo creyente".
Las devociones se leían
en los ojos y en las manos de muchos fieles. Las miradas debían
elevarse para llegar a la virgen, que está sobre un altísimo
pedestal. Sobre todo mujeres, y especialmente las de mayor edad,
encendían velas y colgaban mensajes de la reja que rodea
el santuario.
Otros miles de peregrinos
disfrutaban del paisaje de sierras que rodea el santuario y se asombraban
de las devociones ajenas. Claudia Rocha (21) iba por primera vez.
Llevaba una camiseta negra del conjunto de rock pesado Metálica.
Ella entiende que el rock and roll y la religión "son cosas
distintas, y hasta opuestas, pero no es problema: Yo igual creo",
se desafió a sí misma.
DESTINOS. Las razones
para estar en el cerro del Verdún el día de la Virgen
son variadas, a pesar del cartel que advierte que es una zona de
peregrinaje y que la persona que esté pensando en otra cosa
debe abstenerse de seguir su camino.
Los mercaderes son personajes
infaltables. La mayoría se ubica al pie del Cerro, en parcelas
reguladas por la Intendencia, pero otros realizan su venta ambulante
en plena ladera: medallitas y cañas para facilitar el ascenso.
Otros se ubican al costado
del camino en busca de la compasión y la caridad cristianas.
José Alberto De León (43) subió hasta casi
la cima del cerro apoyado en su único pie, el izquierdo y
se instaló a pedir monedas: "A quién no le sobra una
monedita una vez al año", decía y convencía.
De León perdió
su pie derecho, luego de que un caballo lo arrastrara por la Rural
del Prado, hace 17 años. Estuvo 14 meses internado y salió
del hospital luego de la amputación. El es de Río
Negro, pero se quedó en Montevideo. "Después me fui
a Buenos Aires y jugué mucho al básquetbol en silla
de ruedas", narró.
De León vive
en un "barrio nuevo, por Santa Catalina", y pide frente al supermercado
de Ejido y Uruguay. Hace ya varios años que sube
al Verdún ayudado
por sus muletas y dice que en ese cerro es donde hay más
caridad.
Adhemar Beluchi (68)
también perdió parte de una pierna y hace ya "demasiados
años" que acude al Verdún. Lo de Adhemar sucedió
jugando al fútbol. Dice que le pusieron mal el yeso y contrajo
gangrena.
José Larraiz
llegó desde Maldonado. Lo que le pidió a la Virgen
es un secreto, "pero esté seguro de que se va a cumplir",
profetizó. Otros pedían en voz alta, amplificada por
los parlantes del santuario, alentados por el sacerdote.
La salud propia y la
de los familiares eran plegarias repetidas. El cura advirtió,
sin embargo: "Pedir por la salud está bien, es un don de
Dios, pero hay que aceptar que no tenemos veinte años y que
hay enfermedades naturales. Y siempre seguir los consejos del médico",
alentó.
Carmelo Matto (47) tiene
la costumbre de ir a caballo, como lo hizo ayer. El vive en campaña,
a unos 40 kilómetros del cerro, y va "porque es lindo, nomás,
por hacer el viaje. De paso le pide a la virgen que lo ayude siempre,
y no tiene de qué quejarse.
En cambio, Maura Arellano
(81) llegó desde Cerro Largo "por amor a la Santísima
Virgen" y pidió por toda su familia, "que es grande. Ella
quiere "que se acerquen más al verdadero amor de Dios".
VIA CRUCIS. Una procesión
de Via Crucis subió el cerro a las 11 de la mañana.
Era una peregrinación parlante, con un altavoz llevado como
estandarte por el cura Rodolfo Bonci, de la parroquia de la Virgen
de Lourdes, de Montevideo. Pasaron por las catorce estaciones del
Vía Crucis, representadas por el camino con sendas esculturas,
hasta la última, después del martirio, la resurrección,
casi en la cima.
"Reconozcan que son
pecadores", ordenaba un sacerdote desde el santuario. "Adiós,
virgencita; hasta el año que viene, si Dios quiere", se despedía
una de las fieles. "La virgen está celeste como el cielo",
redundaba otra peregrina. "No pequen contra la esperanza", exhortaba
un sacerdote.
Eduardo Umpiérrez
(34) tenía un pañuelo atado a la cabeza y una bandera
de los Treinta y Tres a la espalda. El no cree en Dios, pero llegó
por los cien años de la Virgen. "A mí me gusta todo
esto, porque tiene algo de patriótico. Traje la bandera porque
es la de Lavalleja, que es el dueño del departamento ¿no?".
Había algo, sin
embargo, que Umpiérrez tenía claro: "Me gusta la gente,
y entre todos los que están acá no vas a encontrar
a nadie que tenga mala leche". A la Virgen no le pidió nada:
"Al contrario, si tengo algo para darle, le doy".
Un grupo de gitanas
subía con una sonrisa en cada cara. Iban descalzas, con zapatos
de taco alto en las manos, decididas a encender las velas blancas
y azules. Sin detenerse, la más veterana declaró:
"Católicas, ayuda para nosotros, que venga salud y felicidad".
Muchos iban descalzos,
pero Nibia Da Rosa (43) iba de rodillas. Así subió
el cerro entero, en una hora y media, ataviada de ropa deportiva
oscura y gorro de exploradora. Ella estaba pagando una promesa.
Había pedido tres cosas: terminar la casa, comprar un auto
y que sanara su madre. Se habían cumplido las tres, aunque
todavía queda pendiente una operación quirúrgica.
Da Rosa es ama de casa,
esposa de un camionero cuyos negocios fueron bendecidos por intercesión
de la madre de Jesús. Viven en Barros Blancos, a la altura
del kilómetro 26 de la Ruta 8, y desde allí deberá
volver y repetir la escalada de rodillas dos años más,
según prometió a la Virgen.
Al llegar al santuario,
ofrendó a la virgen un foco del auto nuevo, con una carta
de agradecimiento que escribió en el acto. El texto no se
conoce, así que no se sabe si admitió que había
usado rodilleras.
Una
misa con mensaje papal
MINAS
| EDGAR MARTINEZ LUCERO.
El nuncio apostólico
Janusz Bolonek y el obispo de Minas Víctor Gil, encabezaron
la misa en la capilla del Verdún. Al oficio religioso acudieron
las jerarquías de la Conferencia Episcopal Uruguay, encabezadas
por su flamante presidente, el obispo de Mercedes Carlos Collazi.
También participaron la mayoría de los obispos del
país, aunque no estuvo presente el arzobispo Nicolás
Cotugno. A la misa asistió el intendente de Lavalleja, Hermán
Vergara Olazábal, así como el diputado Raúl
Argencio y el senador Francisco Gallinal.
En la ceremonia se destacó
la lectura del mensaje enviado por el papa Juan Pablo II, en el
que saludó al obispo minuano y a los fieles "reunidos con
motivo del primer centenario de la colocación de la imagen
de la Inmaculada en la colina del Verdún". El Papa también
alentó a "hacer de este gozoso acontecimiento un momento
propicio de renovación y compromiso en el seguimiento evangélico
de Jesús y de imitación de la Santísima Virgen
María, modelo de fidelidad". Instó además a
"ser apóstoles de la Nueva Evangelización haciéndose
con ella portadores de esperanza y contribuyendo desde el testimonio
personal, la coherencia debida y la colaboración en los diversos
apostolados eclesiales, a la instauración del Reino de Dios".
Por su parte el obispo
Gil recordó pasajes importantes en la historia de Verdún,
pero puso énfasis en la nueva evangelización propuesta
por Juan Pablo II, que tiene a "Cristo como centro de nuestra vida
y también a la Virgen María, que quiere a través
de su Hijo nos encaminemos hacia el Padre". Finalizado el ritual
católico, el nuncio Bolonek dirigió un mensaje a los
sacerdotes, obispos y fieles.
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