El silencio de los inocentes
LEONARDO
HABERKORN
Uno
--¡Está
muerta! ¡Está muerta!
Es sábado a primera
hora de la tarde y el sol del verano cae pesadamente sobre Montevideo.
Una joven pareja está detenida frente a una de las piscinas
del zoológico de Villa Dolores. La piscina no tiene agua.
En su lecho, una pequeña foca se achicharra bajo el sol.
Está quieta, dura, inmóvil, tirada arriba de un montón
de hojas secas de eucalipto. Efectivamente parece muerta. La piscina,
además de vacía está despintada, rajada y sucia,
la falta de agua permite ver mejor sus miserias. El animal continúa
sin moverse. Quizás no sea foca y sea un pequeño lobo
de mar: como en tantos otros lugares del zoológico, no hay
ningún cartel que indique de qué animal se trata.
--¡Está
muerta! ¡Está muerta!, insiste la chica.
El muchacho va en busca
de auxilio.
Por fin encuentra a
uno de los empleados del zoológico, sentado, tomando el sol.
--Ahí hay una
foca que se quedó sin agua, parece que está enferma
o muerta.
--No está muerta,
está bien.
--Pero no tiene agua,
con este calor se va a morir...
--No, no se muere. Aguanta.
--¿Y por qué
no tiene agua?
--Le están cambiando
el agua a la piscina...
--¿Y cuánto
va a demorar en tener agua?
--¡Ah! Demora...
es grande la piscina.
--¿Cuánto?
¿De noche va a tener agua?
--No, hasta mañana
no.
--¿Va a tener que
esperar un día?
--Más o menos,
por ahí. Pero mire que aguanta.
Ocurrió el sábado
30 de diciembre. El animal que se achicharraba al sol no era una
foca ni un lobo de mar autóctono. Era una especie de lobo
marino propio de las heladas aguas antárticas. No es de extrañar
que pareciera muerto bajo el calcinante sol de la piscina vacía.
Dos
Uno de las primeras
cosas que Tabaré Vázquez hizo cuando asumió
como intendente, en 1990, fue ir al zoológico. Vázquez
hizo una visita sorpresa y constató que más de la
mitad de los funcionarios había faltado sin aviso, incluyendo
a los 13 veterinarios de entonces. Vázquez se quitó
el saco y la corbata y atendió a la elefanta. Fue todo un
gesto: el nuevo intendente quiso decir que su administración
no toleraría la decadencia del zoológico y el descuido
de sus animales.
Han pasado 11 años.
Pasó toda la administración de Vázquez. Pasó
todo el primer gobierno de su sucesor Mariano Arana. Y ya ha comenzado
otro. Y la decadencia del zoológico no sólo no se
detuvo sino que llegó a límites dolorosos.
Quien dude de esta afirmación
puede ir y verlo con sus propios ojos. La entrada vale apenas ocho
pesos, pero quizás el lector no tenga que pagarla.
A este cronista, 11
años después, le pasó lo mismo que a Vázquez.
Llegó hasta la puerta del zoológico y no había
nadie en la boletería. Tampoco en la entrada. El zoológico
estaba abierto y había un gran cartel que decía: "Entrada
8 pesos". Pero no había nadie que la cobrara ni nadie que
controlara la puerta.
Seguro que los funcionarios
tenían algo importante que hacer.
Sábado 30 de
diciembre del 2000, tres de la tarde.
Tres
Hoy el zoológico
está dirigido por un interventor, Walter Cortazzo. El intendente
Arana tomó la decisión de intervenirlo en noviembre,
luego que varios ediles de la oposición denunciaron que el
parque y sus animales estaban al borde de colapsar debido al grado
de abandono reinante.
El edil nacionalista
Osvaldo Abi Saab señaló entonces que existían
jaulas en estado ruinoso, falta de limpieza y mantenimiento, sectores
invadidos por los yuyos y las ratas, peligro para los visitantes
debido a la existencia de alambrados rotos, focos de aguas servidas.
También dijo que solía no haber funcionarios en la
boletería y en la entrada.
A su vez, los trabajadores
del zoológico nucleados en el sindicato Adeom denunciaron
que los animales habían pasado ocho días sin comida.
"Existe insensibilidad con los animales", dijo en noviembre Abi
Saab.
La directora de entonces,
Araceli Paleo, no concurría a su trabajo desde hacía
varios meses en usufructo de una licencia por enfermedad. Arana
decidió removerla del cargo. El intendente creó una
comisión integrada por representantes de la Intendencia y
técnicos universitarios para hacer un proyecto de reestructura
total. Y nombró interventor a Cortazzo para que rescatara
al zoológico de su degradación.
Cuatro
Viernes 5 de enero,
11 de la mañana. Le están dando de comer a los animales.
Hay algunos funcionarios que reparten la comida con evidente cariño;
otros la tiran como si fueran piedras.
Están esquilando
una oveja criolla en medio de uno de los senderos. "¿Pasa algo?",
pregunta prepotente el empleado municipal cuando alguien se acerca
a mirar.
Sí, pasan varias
cosas. Hay unos papagayos con un cartel que dicen que son palomas.
Hay una rata comiéndole la comida al jabalí. Sale
de un caño, corre, llega hasta donde hay unas zanahorias,
agarra algo y vuelve corriendo a su caño. Repite la operación
cada dos o tres minutos, a plena luz del día. Hay una caja
de pescado tirada desde hace una semana en el estanque de patos
y cisnes. El agua está muy sucia. Hay hojas y ramas tiradas
en el suelo desde el temporal del 26 de diciembre. Hay bolsas de
portland, nylon y pedazos de bloques tirados en los senderos. Hay
que cortar el pasto. La puerta del cerco que rodea la jaula de los
leopardos está abierta, cualquier niño puede llegar
hasta las rejas y tratar de acariciar a las fieras. Hay una especie
de perro que llora. No tiene cartel así que no se puede saber
exactamente qué es. Parece un lobo, pero está rengo
y tan flaco que parece que cualquier perro de barrio le puede dar
una paliza. El interventor explicaría luego que es una loba
vieja. Está encerrada en una jaula diminuta, de dos por dos.
Se le notan los huesos. Está sola. Va de un lado a otro y
llora. Se queda quieta en un rincón y llora. Se para otra
vez. Llora.
Cinco
Jueves 4 de enero, 18
horas. Hace dos meses que Walter Cortazzo asumió como interventor
del zoológico. "El intendente me pidió que comenzara
a trabajar para recuperar el parque, que está muy deteriorado.
Vine a aprender, pero soy parte del gobierno municipal. No me voy
a fijar objetivos imposibles, pero la responsabilidad que me ha
dado la intendencia voy a llevarla a cabo. Voy a recuperar el parque:
esto es algo que se merecen los montevideanos, es responsabilidad
de la Intendencia de Montevideo y es posible hacerlo".
Cortazzo dice que está
trabajando en dos planos: uno a largo plazo, con la comisión
que ya elaboró un anteproyecto para reformular el zoológico.
Pero pasarán años antes de que ese proyecto pueda
ser realidad. Así que su trabajo en lo inmediato es hacer
que este zoológico recupere su dignidad largamente perdida.
"Estoy tratando de ver
cómo son las cosas, las relaciones con los funcionarios.
Va a llevar un tiempo y no será fácil. Como se puede
ver, hay muchos lugares donde hace mucho tiempo no se realiza ningún
tipo de mantenimiento. Acá parecería que no ha habido
ninguna planificación, que no hubo conciencia de la importancia
que este lugar tiene para la ciudad".
Seis
"En los últimos
cuatro años, el zoológico ha cambiado cinco veces
de director y ha sido cerrado tres veces por cuestiones graves",
recuerda Abi Saab. En ese lapso se constató la muerte de
patos, ñandúes y cisnes de cuello negro devorados
por las ratas, una ñiña fue ataca por un mono, desaparecieron
animales y la tigresa murió tras un desigual combate contra
dos leones: fue un acto de sabotaje criminal, alguien abrió
deliberadamente la reja que separaba a las fieras.
"Los directores se sucedieron
--continúa el edil--pero nunca hubo una mejora ni una solución.
Es un lugar que es visitado por un millón de personas al
año, el paseo más visitado de todo el país.
Vienen todas las escuelas, los liceos, pero cualquiera ve que no
es un lugar adecuado para recibir visitas".
Es cierto: además
del espectáculo deprimente que ofrecen los animales encerrados
en condiciones indecorosas, en el zoológico faltan los bancos,
no hay bebederos ni lugares donde arrojar los residuos, no hay donde
comprar un refresco ni donde sentarse a tomarlo o a descansar.
El lugar destinado a
ser parador está ocupado desde hace años por la Sociedad
de Acuaristas, una institución privada que allí tiene
sus peceras. El público, que perdió el parador, no
gana nada con que los acuaristas estén allí: el lugar
permanece cerrado a las visitas con gruesos candados.
Cortazzo reconoce que
allí tiene otro problema. "Un padre que recorrió todo
el parque llevando a sus niños y quiere sentarse a descansar
unos minutos no puede, no tiene dónde. Si quiere comprar
una coca cola, tiene que salir afuera del zoológico".
Siete
La escena se repite
decenas de veces por día, siempre igual. Los niños
arrastran a los padres hasta el rincón donde están
las jaulas de los osos. Cuando llegan frente a las rejas, los niños
señalan a los animales:
--Mirá papá,
papá. ¡Los osos!
La inmensa mayoría
de los padres y las madres se quedan invariablemente unos segundos
en silencio: intentan asimilar lo que están viendo. Después,
cuando recuperan la voz, le responden a sus hijos, hablando bajito:
--Pobres osos.
Ocho
El interventor informa
que las ratas dejaron de ser un problema grave. "Ahora hay pocas",
dice.
Pero las ratas se ven
a plena luz del día, robándole la comida a los huéspedes
del zoológico. Uno se pregunta cómo será de
noche.
De todos modos, los
animales de Villa Dolores mueren por causas más fáciles
de prever y de combatir que los ataques de las ratas.
El temporal del 26 de
diciembre dejó un reguero de muertes de animales aplastados
por el granizo. "La tormenta nos mató cuatro espátulas
rosadas, varias garzas y un lobito de río. Los mató
el granizo. Eran animales nuevos en el zoológico, recién
habían venido de Tacuarembó y todavía no se
habían acostumbrado, no supieron encontrar refugio cuando
empezó a granizar", explicó Cortazzo.
Peor todavía:
días después otros animales murieron al explotarle
literalmente el corazón debido al excesivo calor.
"El jueves 4 se nos
murieron tres ovejas criollas. Estaban sin esquilar, con toda la
lana, y cuando les hicimos la autopsia resultó que habían
tenido un infarto: no habían aguantado el calor y se murieron.
Según me dijeron, hasta ahora las ovejas no eran esquiladas
en verano porque nunca había pasado nada", afirmó
Cortazzo.
Usando el lenguaje de
los empleados del zoológico: hasta este verano las ovejas
sufrían, pero "aguantaban".
Tras la autopsia, Cortazzo
mandó esquilar a las ovejas criollas sobrevivientes. Ahora
mismo están esquilando una.
"¿Pasa algo?",
pregunta prepotente el funcionario.
Nueve
Lo que pasa, según
el edil Abi Saab, es que "la Intendencia no ha sabido cómo
hacer trabajar a los funcionarios. Algunos transpiran la camiseta,
pero otros no".
Uno de los integrantes
de la comisión que está proyectando el zoo del futuro,
fue más drástico aun: "esto está en un estado
lamentable porque es la Siberia de la Intendencia. Todo el que no
sirve, lo mandan aquí".
Pero el interventor
Cortazzo es cuidadoso cuando se le pregunta por sus funcionarios:
--Suele decirse que
los funcionarios del zoológico no sirven, que son todos los
que han sido descartados por otras dependencias de la Intendencia.
¿Usted está de acuerdo?
--Esa es una opinión
generalizada, pero yo todavía no sé... yo no comulgo
con la idea de que las cosas no se pueden cambiar. Yo he visto funcionarios
que son muy buenos cuidando animales y otros que no. En el caso
de los que no están preparados, ahora van a tener que hacer
cursos para capacitarse como deben. Si son necesarias observaciones
fuertes se harán. Si los cursos tienen que generalizarse,
también se hará. Pero yo creo que el zoológico
se puede recuperar con sus actuales trabajadores.
--Usted defiende la
capacidad de los funcionarios. Eso hace pensar que los principales
responsables del deterioro fueron los últimos directores.
--Es probable. No sé
qué circunstancias impidieron que ellos hicieran bien las
cosas.
Diez
Felipe lleva más
de 21 años encerrado en una celda muy pequeña, en
la que apenas puede moverse. Con apenas dar unos pasos, llega de
un extremo a otro. Felipe es inocente de todo crimen o pecado, pero
la vida se la ha ido tras las rejas. Tiene 22 años y está
en Villa Dolores desde los seis meses. Es uno de los tres osos del
zoológico. Felipe, el oso baribal; Gallega, la osa parda
y el oso tibetano, que no tiene nombre.
Cada uno tiene su jaula,
las tres diminutas, desaseadas, despintadas, deprimentes. Cada una
con su pileta, sucia, apretada, en la que apenas cabe el cuerpo
del animal. Verlos da pena. "Ese es el comentario generalizado",
reconoce Cortazzo.
Por algún extraño
motivo, las jaulas de los osos son una de las pocas en todo el zoológico
que tienen un cartel indicando la especie a la que pertenece el
animal y algunas de sus características.
Pero cuando uno lee
lo que dicen los carteles de Felipe, Gallega y el oso tibetano,
preferiría que no existieran.
Once
El sindicato Adeom responsabiliza
de la decadencia de Villa Dolores a los intendentes: "La responsabilidad
es política, es de la cabeza. Si las cosas no se hacen bien,
ellos tiene la responsabilidad de corregirlas", señaló
el dirigente Hugo Belli.
La última directora
antes de la intervención, Araceli Paleo es ahora la subdirectora
de la Escuela de Jardinería de la Intendencia. Fue imposible
ubicarla para que explicara cómo su gestión desembocó
en la actual crisis.
"Ella salió,
se fue a la Intendencia, al centro, a hacer unos trámites
para ella. Hoy no vuelve", dijo un día uno de sus funcionarios.
Otro día, el
teléfono de la Escuela de Jardinería daba siempre
"fuera de servicio", desde primera hora de la mañana hasta
última la tarde. De mañana, también el teléfono
del vecino Jardín Botánico daba "fuera de servicio".
Pero pasado el mediodía alguien atendió allí.
--¿No sabe qué
pasa con la Escuela de Jardinería que el teléfono
da siempre "fuera de servicio?"
--Lo que pasa es que
hoy tuvimos paro y asamblea hasta las 12. Descolgaron el teléfono
y no deben haberlo vuelto a colgar.
Por fin un día,
a las 10 de la mañana, una funcionaria atendió el
teléfono en la Escuela de Jardinería. "La subdirectora
no va a llegar hasta las 10 y media, pero deje su mensaje".
--Queremos hablar con
ella sobre su gestión en el zoológico.
Araceli Paleo nunca
respondió la llamada.
Doce
El zoológico
tiene 90 funcionarios: 12 oficinistas (cantidad que parece más
que suficiente para que siempre haya alguien en la boletería),
cuatro maestros, cinco veterinarios y el resto obreros (cuidadores,
carpinteros, herreros). "Quizás sí sea algo desproporcionada
la cantidad de administrativos", admite Cortazzo.
Es tarde de sábado
y hay muchos funcionarios, pero ninguno barre, corta el pasto o
pinta las jaulas, todo lo que haría mucha falta. "Los que
trabajan de tarde se dedican a la vigilancia", explica el interventor.
Varios de los empleados
municipales están sentados en los bancos, tomando el sol,
dejando que el tiempo pase. Ahora uno de ellos y el vendedor de
pop mueven juntos el banco ubicado en la puerta del reptilario para
ubicarlo bien bajo el sol:
--Parece que no, pero
está fresco, che.
Trece
Que fresco ni fresco,
podría decir Gallega, si hablara. Porque el habitat propio
de Gallega es la nieve y no este verano tropical, explica el cartel
que la osa parda tiene frente a su celda. El letrero también
dice que los osos pardos son muy amantes del agua y Gallega tiene
apenas su mísera pileta. Agrega que los osos pardos son "fuertemente
monógamos" y Gallega está sola.
El oso tibetano también
debe sufrir mucho. Su cartel dice que come pescado, pero le dan
pan y manzanas. Agrega que "sus cualidades para escalar y nadar
son notables". Pero en su celda no hay nada que pueda escalarse
--ni siquiera un tronco viejo-- ni tiene donde nadar tampoco.
Felipe también
debe sufrir mucho. Su cartel dice que "es muy juguetón".
Pero Felipe vive solo y en su jaula no hay nada --ni un tronco,
ni una pelota, ni un palo o una rama. No tiene nadie ni nada para
jugar.
Felipe se acerca a la
reja y saca sus manos para afuera. Un niño grita:
--Mirá, mamá,
¡el oso!
La madre se queda callada
unos segundos y luego con cara de tristeza murmura:
--Pobre oso...
Catorce
"Sí, nos hacen
falta juegos. Todos los animales juegan, ahora pusimos una persona
que está estudiando cuáles son los juegos mas adecuados
para cada especie", reconoce Cortazo.
El interventor admite
que existen muchas situaciones a corregir, reconoce su gravedad,
pero pide tiempo y reclama que la prensa vuelva regularmente al
zoológico para ver cómo van las cosas. "Estamos tratando
de ir mejorando la situación de los animales, pero no se
puede hacer todo a la vez. Comida no les falta. Y ya se notan algunas
mejoras, estamos recuperando la estatuaria. Pintamos el cubo de
la entrada. No sé hace cuántos años que no
lo pintaban, era todo una mugre..."
Antes de despedirse
el interventor señala un banco de plaza, ubicado cerca de
la entrada. Está recién pintado y luce espectacular
al lado de los bancos vecinos, que están decrépitos.
"Mire ese banco cómo quedó. Yo sé que es poco,
que con esto todavía no demuestro nada. Pero sí demuestro
una cosa: que es posible mejorar el zoológico y que es posible
hacerlo con sus trabajadores".
Salgo. Ahora hay un
empleado en la boletería.
Me gustaría saber
qué piensan Felipe, Gallega, la loba que llora y las ovejas
criollas de todo esto.
Sí, las ovejas
sobrevivientes, claro.
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