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Se nos ha ido nuestro querido amigo, Jorge Rohr, convocado por el Señor de los Cielos, tras haber culminado una exitosa carrera en la industria marítima como empresario, destacándose en esta actividad como un creativo impulsor de innovadoras operativas, un trabajador sin fatigas, asumiendo siempre desafíos, con su característica sobriedad. Pero ha sido para nosotros un hombre de buenas entrañas, un buen amigo del que hemos disfrutado de su firme amistad a lo largo de nuestra vida y un ejemplo de integridad y probidad. A mediados de los años 40 comenzamos la crónica marítima y nuestro primer contacto fue con don Ernesto J. Rohr, representante de la Delta Line, unos barcos deslumbrantes de carga y pasaje que en la posguerra asombraron a Montevideo. Tres o cuatro años después llegó Jorge con 17 años, siendo estudiante de Comercio Exterior en Estados Unidos, que se incorporaría a la oficina para aliviar las tareas de su padre, muy enfermo. Antes a Don Ernesto, pero después a Jorge, no faltaron los reportajes valiosos en un tiempo de nuevas experiencias, grandes dificultades políticas y calamitosas situaciones portuarias que con inteligencia supo sortear. Fueron los suyos, el testimonio de años de grandes cambios en el puerto, desaparición de líneas navieras, agrandamiento y modernización de los barcos, los revolucionarios barcos lash, los contenedores, informática, logística. Abrió nuevas operativas como llevar un tren de AFE completo desde el costado de un barco de Ivaran con miles de toneladas de carga en tránsito directo a la ciudad de Asunción en el que viajó controlando el embarque con total éxito, en aquellos tiempos una proeza. Vivió su vocación y su mundo portuario y de los barcos con intensidad, estudio, dedicación e incluso lo hemos visto manejar sofisticadas grúas y guinches de a bordo, desbordando voluntad de solucionar problemas. Era poco lo que ignoraba de su actividad.
Sin duda se convirtió en un hombre de consulta y fue presidente del Centro de Navegación pero también estuvo cerca de otras instituciones técnicas. Estos fueron hombres marítimos con valores personales de otro tiempo, una prolongación de los armadores, que abrían puertos y desarrollaban los negocios entre las naciones. Fue un hombre de espíritu y alma bien conformado, bienes que a Dios pertenecen y una buena mente, que desarrolló constructivamente, cuidando de las tres por igual con responsabilidad a lo largo de su vida. Construyó una bella familia moldeada por sus ancestros y no se extravió en sus éxitos mundanos, así que con la austeridad y modestia que le caracterizaba, trasmitió conocimientos, dio amistad y tendió la mano, sin aguardar halagos ni rendimientos. Siempre estuvo a nuestro lado, hoy sentimos su falta. A su extensa y querida familia nuestro pesar.
E.C.
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