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PILSEN ROCK 2005 | Más de 100.000 mil personas colmaron Durazno y sus alrededores para presenciar el evento rockero más importante del país. Desde todo el Uruguay - y países vecinos - llegaron fanáticos para disfrutar de una fiesta como pocas. Otro
éxito del rock nacional En el corazón del país se volvió a una experiencia musical colectiva que no tiene comparación en la región. Como hace dos años, Durazno volvió a convertirse en la capital del rock uruguayo este pasado fin de semana donde la tercera edición del Pilsen Rock dejó en claro que es un festival que solo tiene lugar para crecer. Y no fue la organización ni las bandas las que apoyan esta afirmación, sino las más de 100.000 personas que colmaron el Parque de la Hispanidad, camping, calles, plazas, veredas, casas, patios y cualquier rincón libre de la ciudad. Estos verdaderos "peregrinos" son los pilares fundamentales para que el rock nacional esté viviendo su mejor época en varias décadas, o tal vez como nunca en su historia. Fueron dos días
de mucho desgaste de una energía que se venía acumulando
desde semanas antes del evento y que quedó demostrada en un aguante
de la gente que no bajó en ningún momento, que hizo que
cada banda bajara del escenario con una sensación de haber dado
uno de sus mejores recitales y en muchos casos fue así. Durante el día la gente se dividía entre aquellos que preparaban el cuerpo para la caminata en la tardecita hasta el predio y aquellos que desde muy temprano ya comenzaban a recorrer la ruta hasta las puertas de entrada o se quedaban sentados a los costados bajando los casilleros de cerveza que los improvisados puestos a ambos lados del camino enfriaban para los sedientos rockeros que llegaban en olas de miles. En la ciudad, bares, almacenes y casas particulares sacaban varios parlantes a la calle, ponían rock (era como una premisa, cualquier otro estilo hubiera sido rápidamente boicoteada, al menos por ese fin de semana) y ofrecían lo que más se vendió en el fin de semana. Cerveza y comidas rápidas (milanesas, empanadas, etc). Algunos duraznenses salían con el mate y el termo abajo del brazo, para disfrutar el clásico paseo del fin de semana por la ciudad y quedaban "totalmente desubicados entre tanta juventud rockera", dijo entre risas Mateo, un veterano que aplaudió la iniciativa de su departamento pero se quejó de que la música tuviera que estar "tan fuerte". Entrada la tardecita
era el momento en que la mayor cantidad de gente comenzaba la larga caminata
al parque. Aunque el domingo el "malón" fue desde más
temprano. Largas filas de autos, ómnibus con carteles que rezaban
"al toque" y desbordados de gente y aquellos que como locomoción
utilizaban sus piernas llenaron de una punta a la otra los casi tres kilómetros
que separan las puertas de la terminal (por tomar un punto de referencia). |
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