[EDITORIAL]
Carlos
Gardel es uruguayo
PARA
el Uruguay, oficialmente, Carlos Gardel es de nacionalidad uruguayo.
Por eso, llama la atención la demora del Poder Ejecutivo
y del Ministerio de Relaciones Exteriores en considerar la Minuta
de Comunicación que el 23 de abril pasado le dirigiera la
Cámara de Representantes solicitando se promovieran las gestiones
necesarias para la realización de un examen de ADN sobre
los restos mortales de dos ciudadanos sepultados en el Cementerio
de Tacuarembó y sobre los de Carlos Gardel.
Además
de significar una falta de consideración con el órgano
legislativo, ante una resolución votada por unanimidad, implica
el desconocimiento de los antecedentes documentales de la política
oficial del país sobre el tema.
Es así
como la ley Nº16.742 de 2 de mayo de 1996 declara el 24 de
junio de cada año "Día de Carlos Gardel"
imponiendo a la vez que los actos centrales de carácter conmemorativo
deberán realizarse en la ciudad de Tacuarembó.
"Le hace
bien al Parlamento y sobre todo al sistema institucional, que es
base de la nacionalidad, reverenciar por esta vía la memoria
de un artista popular de características excepcionales"
decía el Informe de la Comisión de Constitución
y Legislación de la Cámara de Senadores, recordando
los términos de un reportaje a Juan Carlos Onetti, publicado
en El País, donde expresó que Carlos Gardel era "la
más alta expresión artística de que ha sido
testigo el Uruguay".
Y agrega el
informe: "El orgullo nacional ganará significativamente
el día en que el sitio de nacimiento del gran cantor quede
probado en definitiva".
A concretar
ese propósito es que tiende, precisamente, la Comunicación
que promovieran ahora en la Cámara de Representantes los
diputados Arturo Heber y Beatriz Argimón.
En ella se establece
la aspiración de que "a través del Ministerio
de Salud Pública y con la anuencia de la Intendencia Municipal
de Tacuarembó se disponga lo necesario para que se practique
un examen de ácido desoxirribonucleico (ADN) sobre los restos
de Carlos Escayola y María Lelia Oliva", no "María
Celia" como se dice en alguna documentación que está
circulando, "radicados en el Cementerio de Tacuarembó";
y que a través del Ministerio de Relaciones Exteriores se
gestione ante el Gobierno de la República Argentina la autorización
para realizar el mismo examen sobre los restos de Carlos Gardel,
radicados en el Cementerio de la Chacarita de Buenos Aires.
SE recogen así
los términos de una iniciativa similar del ex diputado Agapo
Luis Palomeque, presentada en el año 1999, remitiéndose
a documentados trabajos de numerosos especialistas en la materia,
donde se sostiene, con razón, que es incongruente seguir
polemizando sobre su verdadera nacionalidad cuando ahora se dispone
de los mecanismos científicos que pueden solucionar, clara
y rápidamente, una cuestión tan largamente debatida.
Los que se oponen,
pareciera que no están muy convencidos de la razón
que eventualmente les asiste, ya que deberían ser los primeros
en apoyarla.
Con el agregado
de que quienes defienden la tesis de la nacionalidad uruguaya de
Gardel, lo único que pretenden es probar su filiación
mientras que los que se niegan al ADN, no se arriesgan ni a averiguarla.
Para complicar
más el panorama, y mientras sigue asombrando que los argentinos
prefieran que Gardel sea francés con tal de que no sea uruguayo,
una jueza del vecino país ha incurrido en el disparate jurídico
de proclamar que es indiscutible "el origen francés
de El Mago".
SALVO, tal vez,
un solo hecho, lo inexorable de la muerte ni en la vida
ni en el derecho hay nada indiscutible. Y si no lo cree, que lea
a Karl Popper y trate de sacar una conclusión de su vieja
sentencia en la cual sostiene que "Todo es conjetura".
Se ha informado
así que, ante una solicitud del Centro de Estudios Gardelianos
de Buenos Aires que certifique que era hijo de Berta Gardés
y nació en la localidad francesa de Toulouse, para descartar
la posibilidad de que hubiera nacido en Tacuarembó, la Magistrada
sentenció que "la cuestión supuestamente atacada
ya ha sido resuelta en sede judicial".
Ese juicio cae
en el pecado de ignorar dos extremos: que la cuestión no
es "supuestamente" sino realmente atacada, como lo prueba
el hecho de que todavía continúa discutiéndose,
y que lo que ha sido resuelto en las sedes judiciales, son asuntos
sucesorios y hereditarios, de acuerdo a lo que surge de una documentación
presentada tardíamente, pero que no hace cosa juzgada ni
de perención de instancia trasladada a otra hipótesis,
como lo es la de la nacionalidad.
Hacer valer
también en ese terreno los términos de un archipolémico
testamento hológrafo y desconoce de una plumada numerosos
documentos oficiales emanados del propio Gardel, agrega dos errores
de hecho al otro error de derecho que se ha configurado.
POR eso es que
llama la atención que teniendo el gobierno uruguayo la posibilidad
de solucionar un viejo pleito que lleva ya más de sesenta
y nueve años de instaurado, deseche, por omisión,
esa posibilidad, ignorando los términos del reciente petitorio
de la Cámara de Diputados.
En el último
tomo de "El Libro de los linajes", publicado pocos meses
antes de su lamentado fallecimiento y estudiando la genealogía
de la familia Escayola, expresa Ricardo Goldaracena que "El
Zorzal Oriental", en su vida histórica y real, más
allá de la jurídica posmortem, fue "oriental
y tacuaremboense".
Que los argentinos
se nieguen a reconocerlo, tiene su aparente explicación,
pero que el Gobierno uruguayo no se interese en confirmarlo, carece
de todo justificativo.
Hay que dar
trámite, entonces, a la Minuta de la Cámara.
(*)
Nota publicada el lunes 5 de julio de 2004 en El País
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