Ganó Estudiantes. Nacional no llegó a las finales. Y... está. No hay nada que reprocharle. Perdió de local; sí, claro. Y perdió, hay que ser sinceros, jugando como venía jugando. No mucho más que contra Defensor Sporting en la primera "semifinal" -¿o final?- del Uruguayo. Tampoco mejor, sobre todo en materia atacante, que era donde anoche tenía que "levantar el muerto" para dar vuelta el 0-1 con el que se vino desde La Plata, que ante Palmeiras en el Centenario.
Entonces, está bien. Es decir, no está bien porque no se alcanzó lo que soñó medio país que casi llenó el estadio. Pero no fue fracaso. Porque se fracasa cuando en las instancias cruciales, justo ahí, se rinde por debajo de lo habitual, de lo acostumbrado.
No fue ese el caso. Otra vez, como en los dos partidos frente a Palmeiras, que le permitieron llegar a las semifinales, Nacional tuvo poco volumen de juego. Elaboró poco y nada. "Fue y fue" en base a su empuje, a ganas, perpendicularmente, repitiéndos con centros frontales que menos una sola vez en toda la noche -en la jugada del gol de Medina- fueron rechazados invariablemente por la justeza defensiva, y por momentos hasta el estoicismo, de Schiavi y Desábato, que se cansaron de sacar pelotas de su área.
Ahora, cuando Nacional "cayó en desgracia", porque quedó eliminado pese a una campaña que hacía 21 años no cumplía un cuadro uruguayo, podría apuntarse -como es habitual en este tipo de circunstancias- a la figura del técnico. Al hecho de que, justo ante una instancia trascendente, Pelusso hizo tres cambios y dos de ellos en el ataque. Así, de golpe. De cuajo.
Incluso, podría argumentarse, viendo el primer tiempo, cuando Nacional tocaba con imprecisión y dificultad o trasladaba hasta morir en las dos líneas de cuatro que le ponía Estudiantes adelante, que fue un error dejar a Lodeiro afuera, pese que el "Matute" a veces tirado casi como puntero izquierdo abrió la cancha y metió algún pase que alentó alguna esperanza, porque el juvenil sanducero era el único capaz de desestabilizar ese bloque defensivo que opuso el contrario con su clásica forma de encarar en base a jugadas personales.
Sin embargo, ya con el segundo tiempo arriba de la mesa, se vio también que la habilidad del "Nico" no pudo cambiar demasiado. Igual que el "Morro", aunque en su caso sí, dio la sensación de que pudo haber metido algo más de "lomo" en apoyo del desgaste que hizo Medina chocando y chocando con los zagueros rivales, si el morocho hubiese entrado antes.
En fin, son suposiciones, al fin y al cabo. Que, si acaso, murieron como pareció "morir" todo Nacional, cuando los "pincharratas" hicieron el primer gol que les regaló un error del botija Coates que, también él, repitió lo que había hecho en partidos anteriores pero que, como se ganó o se empató, como Nacional siguió adelante, algunos le gritaron "¡Manicera!", mientras otros -la mayoría, los más cautos- no dijeron nada.
Así, pues, perdió Nacional. Que luchó. Que dejó el alma en la cancha, como quedó simbolizado en el gol con el cual el "Cacique", guapeando, corajeando -como les gusta decir a los argentinos- marcó el empate. Pero no le alcanzó. Cuando estaban 1-1 tenía que ganar 3-1 para clasificarse, "se regaló" porque no le quedaba otra, y entre Salgueiro y Boselli, lo liquidaron.
Por eso, pues, ya está. Sólo hay que aceptarlo. Como llegó, se fue. Y basta. Estudiantes, con mejor manejo de pelota, al menos hasta tres cuartos de cancha, eliminó a Nacional de la Copa. Para ser crudos: le pinchó los globos rojos, azules y blancos que llenaron la noche tricolor del Centenario.
Las cifras
2
partidos al hilo perdió Nacional, después de ocho que estuvo invicto en la Copa.
800
minutos pasó Estudiantes sin que le hicieran goles en la Copa, hasta que Medina le anotó.
Las estrellas
Rolando Schiavi
Perdió una sola, en el gol de Medina; después, "sacó todo", por arriba, por abajo, adentro y afuera del área.
Mauro Boselli
Implacable. No tuvo más de tres jugadas de gol en todo el partido y mandó dos al fondo del arco adversario.
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