El concepto de ejes de integración y desarrollo abarca los transportes, la energía y las telecomunicaciones.
De la Reunión de Presidentes de América del Sur (Brasilia, agosto 31-septiembre 1, 2000), quedó para las tareas integradoras un amplio proyecto que abarca diversos aspectos de la vida de estos países, tales como la garantía del régimen democrático, el comercio y la cooperación científica y tecnológica. Pero del Comunicado de Brasilia surgió también, con perfiles preferenciales y un significativo avance técnico y financiero, la realización de un amplio esfuerzo para integrar las bases infraestructurales de un mercado único sudamericano.
El proyecto alcanza en primer lugar a los transportes en sus diversas formas. El carretero, el ferroviario, el aéreo, el fluvial y el marítimo. Pero también se ocupa de la energía y de las telecomunicaciones. Desde el primer momento, y a pedido del gobierno de Brasil, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se encargó de los estudios previos, del seguimiento y de buena parte de la financiación de las acciones que habrán de llevarse a cabo en ejecución del plan. En un primer estudio, el Banco identificó una docena de "ejes" de integración que revisten interés para aplicar en ellos las inversiones y las acciones coordinadoras e integradoras, en función de la importancia o la potencialidad de los flujos comerciales.
Con base en datos de 1998 y considerando todo tipo de flujos económicos, tales como tráfico de mercancías y de personas, el BID identificó inicialmente 11 ejes de intercambio con un significativo potencial de crecimiento. Dos entre Argentina y Chile, uno al norte y otro al sur. Uno entre Argentina y Bolivia. Uno de Bolivia con Chile y otro con Perú. Uno de Brasil con Paraguay y otro con Venezuela. Uno entre Chile y Perú. Uno de Ecuador con Colombia y otro con Perú. Y el tráfico marítimo por toda la costa del Pacífico.
No obstante, los ejes principales de la región, en términos del volumen actual de flujos de intercambio, fueron identificados en cinco espacios. Un fuerte eje entre Colombia y Venezuela. Un eje transversal meridional, entre Bolivia y la costa atlántica de Brasil. Un eje de norte a sur sobre la Hidrovía de los ríos Paraguay y Paraná. Un eje de navegación marítima a lo largo de toda la costa del Atlántico. Y el más fuerte de todos, el eje central del Mercosur, que describe una curva entre Brasilia-Rio de Janeiro-São Paulo y Santiago de Chile, ensanchándose hasta Asunción, Montevideo y Buenos Aires.
GRANDES EJES. La reunión de ministros de Transportes y Comunicaciones de América del Sur, que tuvo lugar en Montevideo a principios de diciembre de 2000, eligió como prioritarios seis ejes de integración y desarrollo. Primero, el eje central del Mercosur, que incluye la Hidrovía y una red de carreteras. Segundo, el eje Andino, que cubre una ancha faja costera desde Caracas hasta más allá de Lima, siguiendo la Ruta Panamericana. Tercero, el eje carretero Brasil-Bolivia-Perú-Chile, que atraviesa desde el puerto de Santos en el Atlántico hasta el puerto de Arica en el Pacífico, pasando por Campo Grande y Santa Cruz. Cuarto, el eje Multimodal Orinoco-Amazonas-Plata, que se extiende desde Caracas hasta Buenos Aires y comunica a las tres cuencas fluviales además de los sistemas carreteros y ferroviarios. Quinto, el eje Brasil-Guyana-Suriname-Venezuela, que describe una especie de Y invertida entre Caracas, Georgetown, Manaos y la desembocadura del Amazonas. Y sexto, el eje Multimodal del Amazonas, que arranca en la desembocadura atlántica y sigue el curso del río hasta bifurcarse en dos salidas al Pacífico, por el norte de Ecuador y por el norte de Perú.
El eje central del Mercosur contiene la más alta cantidad de flujos de intercambio en la región. También la mayor concentración urbana de América Latina. Incluye múltiples centros de interconexión de medios de infraestructura, tales como São Paulo, Buenos Aires, Montevideo y Santiago. Alrededor de 18 millones de toneladas de carga fueron transportadas en 1998, de las cuales ocho millones consistieron en petróleo a través de oleoductos y los otros 10 millones fueron transportados en su mayor parte por camión. Un 60% del volumen transportado consistió en carga general. Existe una clara tendencia a que el tráfico no quede confinado a un corredor sino que forme una rejilla con numerosos nódulos. El transporte ferroviario internacional sigue siendo marginal (unas 150.000 toneladas al año). No se ha incluido en este cálculo al tráfico fluvial y marítimo, que forma parte de otros ejes.
(Fuente: Nuevo Impulso al Desarrollo de la Infraestructura en América del Sur. BID, diciembre de 2000)
El estudio del BID aconsejó que la elección de los ejes de integración y desarrollo del continente no se limite a la consideración de los flujos y de la demanda actuales, sino que también se tengan en cuenta otros criterios. En este sentido, expresó que el concepto de eje de integración y desarrollo supone una forma más moderna de planeamiento, en la cual la infraestructura no esté aislada sino que forme parte de un conjunto de actividades de la misma naturaleza. Este concepto vincula a la inversión física con las dimensiones sociales y ambientales del desarrollo y estimula la sinergia entre las varias clases de infraestructura.
Los gobiernos expresaron que su propósito es utilizar los ejes existentes para convertirlos en amplios ejes de integración y desarrollo de América del Sur, que orienten y organicen las actividades de la integración regional. Esta estratégica, según sugirió el BID, debería basarse en una visión estratégica de largo plazo, capaz de ayudar a definir con mayor cuidado las prioridades de inversión y de políticas que deban ser aplicadas.
ESCENARIO. El BID previó un escenario de mayor integración en América del Sur, basado en la vigencia de diversas políticas y en la realización efectiva de varias hipótesis: que el Mercosur evolucione hacia la creación de un mercado único, que se profundice el proceso de la Comunidad Andina, que se produzca una mayor unión entre la Comunidad Andina y el Mercosur, que Guyana y Suriname se integren con más fuerza a la región, que se establezca la libre circulación de factores de producción y de personas y que progrese en la armonización de la conducción macroeconómica.
No hace más de tres años, una fuerte delegación brasileña del sector del acero, conducida por negociadores del gobierno, regresaba de concluir en Estados Unidos un nuevo acuerdo de exportación de productos siderúrgicos hacia el mercado norteamericano. Y fue digna de mención, en aquel momento, la amargura manifestada por un gran empresario ante la impotencia sentida en aquel trato bilateral y el fracaso cosechado. El primer mercado del mundo les había impuesto un régimen más restrictivo que el anterior, y en lugar de aumentar los cupos de importación los había reducido. El recuerdo viene a cuento por la forma en que últimamente se ambienta y calienta en Uruguay la idea de que este país, con una fuerza productora y consumidora insignificante, podría negociar en solitario con Washington, en condiciones de igualdad, un acuerdo de libre comercio.
En el momento en que se escriben estas líneas, toman asiento en el centro histórico de la amurallada y alambrada ciudad canadiense de Québec los más altos mandatarios de 34 países americanos para poner el cúmplase --junto a un grueso documento político de cooperación-- a la Declaración de Buenos Aires (abril 7), en que sus ministros acordaron un método para crear el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Y si los cuatro países miembros del Mercosur, tanto en su actuación colectiva como en sus entrevistas individuales con el presidente de Estados Unidos, dan muestras de coherencia estratégica, este lunes podrá decirse que se ha reforzado la cohesión del bloque.
En la cita de Buenos Aires, distinguidos voceros comerciales de Estados Unidos ya habían insistido en las ventajas del modelo de negociación separada que están avanzando con Chile para un acuerdo bilateral de libre comercio, que en su opinión facilitará el proyecto del ALCA. Bien mirado el asunto, habría que pensar, en primer lugar, que el adelanto de un pacto con Santiago no hará sino neutralizar a Chile en el proceso hemisférico, apartándolo de cualquier coordinación con los países de América del Sur e incluso del Cono Sur. En segundo término, si aquel modelo resulta "ideal" para la parte contraria, parece elemental pensárselo dos veces antes de correr, con inconsciencia de la historia, a golpear la misma puerta. Un tipo de novelería que, por primera vez desde la recuperación democrática, afecta a la política exterior de Uruguay (en particular a la política de integración) y pone en tela de juicio el consenso que hasta ahora la había sustentado como "política de Estado".
SER O NO SER. El asunto va más allá de un dilema de táctica diplomática, pues en él se juega el destino y la forma de vida que se decida escoger para un pequeño país y para la región que le puede dar identidad en un mundo futuro de grandes unidades económicas y políticas. Si para un brasileño, como se ha afirmado, el Mercosur es "el pasaporte a la historia", habrá que concluir que para un uruguayo la integración regional y subregional equivale a la disyuntiva de ser o no ser. Cuando se tome el ejemplo de Irlanda como modelo de desarrollo (lo mismo podría mencionarse a otros pequeños países como Portugal o Bélgica), nunca podrá olvidarse que aquella isla atlántica optó, antes que nada, por la pertenencia a la Unión Europea, que es su marco y su sustento.
En América Latina, y en particular en América del Sur, el siglo XX estuvo jalonado por una sucesión de esfuerzos políticos que Alberto Methol Ferré caracteriza en un trípode de apoyos inseparables: democratización, industrialización e integración. Fuera de esa trilogía, según este pensador, no hay futuro. Es decir, no hay perspectivas de auténtico desarrollo y de bienestar social. Y tampoco, en consecuencia, de una existencia política digna, en un mundo donde sólo importarán las entidades continentales.
El modelo "ideal" para Estados Unidos, naturalmente, no puede ser otro que lo que está haciendo con Chile. Tiene milenios la premisa imperial de "divide y vencerás". El sistema chileno se basa en la opción minero-exportadora y agro-exportadora, entregando las posibilidades de industrialización. Las bases fundadoras del Mercosur, no sólo por su conformación real sino también por sus antecedentes históricos, apuntan a un desarrollo integral, capaz de sustentar una economía continental. La producción uruguaya podrá ser colocada en China y Japón, y capitales de aquellas potencias podrán asentarse en el país, pero Argentina, Brasil y Paraguay, lo mismo que los demás países y pueblos sudamericanos, seguirán estando siempre al lado, atravesados por los mismos ríos y hablando las mismas lenguas.
De regreso de Québec, seguramente casi todos los presidentes y primeros ministros blasonarán el triunfo de su política, afirmando que van a salir ganando. Si desde ahora hasta enero de 2005, la negociación logra ser culminada en un acuerdo único y aceptable para todas las partes, un año después comenzará un proceso gradual de liberación comercial que durará por lo menos un decenio. En eso consistirá el ALCA, y nada más. No se debe confundir a una zona de libre comercio, aunque sea la mayor del mundo, con un verdadero proyecto de integración, tal como está en la vocación del Mercosur pese al desaguisado que los intereses coyunturales han hecho en los últimos tiempos con él.
La Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay (Ucudal) realizará los días 24 y 25de abril el foro de política "Uruguay y el Mercosur a 10 años del Tratado de Asunción", que tendrá lugar en el edificio Mercosur (Luis Piera 1992).
La apertura estará a cargo de Roberto Horta Berro, decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Ucudal; Juan José Taccone, director del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe; Héctor Di Biase, Director de la Licenciatura en Negocios Internacionales e Integración de la Ucudal; y palabras de Alberto Bensión, Ministro de Economía y Finanzas de Uruguay.
Abierto a todo público, el foro se desarrollará en paneles y espacios de debate. Participarán como panelistas: Ma. Dolores Benavente, asesora de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios de Uruguay; Gustavo Michelin, asesor del Ministerio de Economía y Finanzas de Uruguay; Roberto Bouzas, investigador de Flacso, Argentina; Juan José Taccone (BID-Intal); Ma. Angélica Peña, directora de política comercial de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de Uruguay; Sergio Abreu, ministro de Industria, Energía y Minería de Uruguay; Renato Márques, cónsul general de Brasil en Barcelona; Juan Ignacio García Peluffo, presidente del Banco de la República Oriental del Uruguay; José Ma. Fanelli de Cedes, Argentina; Guillermo Valles, subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay; Félix Peña, Fundación Banco de Boston, Argentina.
El foro culminará con una mesa redonda de conclusiones sobre la "Evolución futura y perspectivas del Mercosur en los escenarios subregional, hemisférico y multilateral".
El gobierno chileno ha calculado que la medida Argentina de aplicar un arancel de 35% a los bienes de consumo afecta a 34% de los productos que se exportan a ese país. Los más afectados son los de línea blanca, vino y agroindustrias.
Sin embargo, el presidente Ricardo Lagos manifestó que "la estabilidad financiera de Argentina es más importante para Chile que el aumento arancelario". Reunido con empresarios en la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Lagos afirmó "el ministro Cavallo está haciendo lo correcto". En relación a los problemas ocasionados por la subida de aranceles, señaló: "estamos tratando de resolverlos por canales diplomáticos".
Según el mandatario, "Chile no podrá ingresar al Mercosur mientras la unión aduanera no baje sus aranceles a los niveles chilenos, cuyo promedio es 8% y caerá a 6% a comienzos de 2003, comparado con el actual 14% del Mercosur".
Osvaldo Rosales, director general de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería chilena informó que en próximos días viajará a Buenos Aires una delegación de autoridades para buscar una solución al tema.
Chile sostiene que "el equilibrio global alcanzado en 1996 con el Mercosur ha sido alterado porque nuestros productos no sólo enfrentan condiciones más adversas con los productos argentinos, sino también con los productos del Mercosur", dijo Rosales. "Apelamos a una restitución del equilibrio global alcanzado en el acuerdo de 1996".