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Montevideo vive un auge de invasión de terrenos, especialmente en el noreste de la ciudad, donde en los últimos meses se han desarrollado seis nuevos barrios En pos de la tierra prometida Un asentamiento fue desalojado en muy pocos días y otro está a punto de convertirse en pueblo de mil personas
Los terrenos están ahí, solos, sin nada plantado ni gente que aparezca. Resultan tentadores en una zona de gente pobre, con casas chicas, en las que vive más de una familia. Poco a poco se corre la voz de que al dueño de la tierra no le interesa lo que suceda con ella o que tiene grandes deudas que no puede afrontar o que son terrenos fiscales. Crecen los rumores y también la esperanza hasta que los más osados deciden ocupar. Entre las avenidas Belloni e Instrucciones ocurrieron más de media docena de situaciones similares, entre Manga y Toledo Chico, en los últimos meses. Los "agregados" junto a su prole, en casa de padres o suegros, emigran a una tierra prometida por su propia ilusión. Con eso se resuelve una serie de problemas, pero otra serie recién comienza. La peor de las hipótesis es que los rumores sean falsos y que el dueño de la tierra exista y haga valer sus derechos. En ese caso la supervivencia es muy difícil. El barrio Halloween, bautizado así en honor a que fue ocupado el 31 de octubre de 1999, la noche de las brujas (y de las elecciones), tuvo una efímera vida. El asentamiento, ubicado en camino Benito Berges y avenida Belloni, fue denunciado por la abogada del dueño el 2 de noviembre y desalojado totalmente cuatro días después. No obstante esa experiencia fallida, las ocupaciones continuaron. La última de la que se tiene noticia comenzó el 21 de enero de 2000 en camino La Abeja y avenida Mendoza y marcha a muy buen ritmo. Es una ocupación cívico-militar, ya que la mayoría de los colonos pertenecen a cuarteles de esa y otras zonas. El barrio 21 de Enero es el más grande de los asentamientos conocidos, con sus 15 hectáreas, en las que se están afincando 190 familias. Todas las casas son de madera, a excepción de un par que están construidas de bloques. Todavía no son casas, en realidad, sino casetas de centinela, puestas en medio de cada parcela, como para marcar el territorio. Cristina Suárez (40) era la "cuidadora sin sueldo" de ese terreno, desde hace siete años. Hace poco más de un mes vio llegar al primer camión y se dio cuenta de que esa gente llegaba para quedarse. Así se lo dijo a los herederos y le contestaron: "Nosotros no tenemos nada que ver; usted cuide lo suyo". Suárez indicó a El País que el dueño de esas tierras murió y que "no hay derechos sucesorios abiertos".
Nacido un 23 de octubre * El barrio 23 de Octubre nació en esa fecha el año pasado, en Instrucciones y Camino Antares, un predio que según consta en la comisión de fomento del asentamiento, "tiene dueño pero estuvo de acuerdo en todo momento en que podíamos ocupar". Se trata, entonces, de una donación sin papeles, situación que los ocupantes intentan regularizar en breve, con la ayuda de un escribano. Allí se instalaron 125 familias y ya tienen un almacén y dos puestos de verdura. El barrio tiene un perfil distinto que 21 de Enero. Aquí abunda la gente que se quedó sin trabajo y viven de changas, y los ranchos son de chapa y rara vez de madera. Sacan la luz de la calle y tienen una sola canilla, que lograron gracias a caños comprados por ellos y escarbaron hasta encontrar los de OSE, según confiaron a El País. Mirtha Hereu (54) puso un almacén poco después de llegar, con $ 800 como capital y hoy lo tiene muy bien surtido con cigarrillos, vino tinto y clarete, aceite, leche, pan, refrescos, arroz y demás artículos de primera necesidad. Ella pasa allí todo el día, desde la mañana a la medianoche, para lo cual tiene un pequeño televisor, un ventilador, y dos heladeras para guardar los alimentos perecederos. La clientela no es muy consumidora, "pero algo da". |
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