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La
tragedia de los Andes Lo que se conoce como la tragedia o el milagro de los Andes comenzó a gestarse el 22 de octubre de 1972, fecha en que llegó a Montevideo la noticia de la desaparición de un avión Fairchild de la Fuerza Aérea Uruguaya en el que viajaba el equipo de rugby del Old Christians y varias personas más rumbo a Chile. El avión se perdió en la cordillera, la que, desde el día siguiente, fue recorrida por aire en una búsqueda que con el correr de las horas se hizo más dramática, ya que las inhóspitas condiciones de la montaña no permitían alentar esperanzas de encontrar a los accidentados con vida. Pero gracias a la fe, la solidaridad, la lucha contra la adversidad y el espíritu de grupo, un apretado grupo de sobrevivientes se aferró a la vida durante 71 días. Estaban a casi 5 mil metros de altura, sin buen abrigo, sin adecuados alimentos, en medio de un frío aterrador y de la agresividad del entorno montañoso y nevado. En el accidente murieron casi veinte personas, mientras el resto esperaba una ayuda externa que a los diez días se transformó en un imposible al enterarse que se había suspendido la búsqueda. Dos días antes de escuchar esa noticia por la única pequeña radio que encontraron entre los restos del avión, la lucha por la supervivencia los había llevado a recurrir a una dolorosa forma de alimentación. Luego, para colmo, tuvieron que enfrentar un alud que acabó con otras ocho vidas y redujo el grupo a 19 personas, tres de las cuales fallecieron en los días sucesivos por las heridas y el debilitamiento. A los 60 días, cuando las condiciones climáticas mejoraron levemente, el grupo decidió que Parrado y Canessa salieran a buscar ayuda. Fue una extenuante caminata de 10 días que a la postre significaría su salvación. La frase escrita por Parrado en el mensaje que a través de un río le lanzó a un arriero chileno pasó a la historia: Vengo de un avión que cayó en las montañas, somos uruguayos, decía. El 23 de diciembre de 1972 los sobrevivientes se reencontraron con su familia y con todo el Uruguay. Más allá del anecdotario, lo que sobre todo quedó fue la entereza de un grupo de jovencísimos uruguayos que asombraron al mundo, que dejaron un mítico mensaje de esperanza y fe y que fueron la mismísima esencia del ser uruguayo, de su fuerza interior para sobreponerse a todas las adversidades. Veinte años después, la odisea se convirtió en un film norteamericano (¡Viven!). |
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