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Un
eco que aun no se apagó La guerra de los seis días En 1948, la creación del Estado de Israel provocó en la región una serie intermitente de guerras (una en 1948-49, otra en 1956) cuya culminación más espectacular ocurrió en junio de 1967. En mayo de ese año, Israel había informado al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que respondería con las armas a las agresiones de Siria, que se reiteraban en la frontera noreste del país. Una semana después de aquel informe Egipto pidió a la UN el retiro de los 3.400 cascos azules estacionados en Gaza y el Sinaí desde el conflicto de 1956, medida que fue aceptada al día siguiente por U Thant, el birmano que era en el momento Secretario General del organismo internacional. Pero el 22 de mayo, Egipto impuso un virtual bloqueo del Golfo de Akaba, impidiendo el paso de los navíos cargados de material estratégico destinado a Israel: ese acto abrió el proceso de endurecimiento de las posiciones, acentuado el 31 de mayo con un acuerdo de defensa firmado entre Jordania y Egipto luego de la visita del rey Hussein a El Cairo, documento al que adhirió Irak cuatro días más tarde. Entonces, el 5 de junio los ejércitos israelíes comandados por el general Rabin (Moshe Dayan era en ese momento ministro de Defensa) invaden a los vecinos en el comienzo de una guerra relámpago que pasaría a la historia como la Guerra de los Seis Días. Para el gobierno de Israel, esa movilización respondía al bloqueo de Acaba, que consideraba un casus belli. En una ofensiva sobre tres frentes simultáneos (Siria, Jordania, Egipto) la fuerza israelí destruyó en tierra 400 aviones enemigos, capturó 700 tanques egipcios, 110 tanques jordanos, 3 submarinos egipcios y ocupó militarmente algunos territorios que luego permanecerían en litigio durante largo tiempo. Entre esas zonas figuraron la franja de Gaza junto a la costa egipcia, la amplia península del Sinaí (hasta la orilla misma del Canal de Suez) con sus yacimientos de petróleo, las alturas de Golan (sobre territorio sirio) y la Cisjordania, perteneciente hasta entonces a Jordania, incluyendo la zona Este de la ciudad de Jerusalem, que desde 1948 también era administrada por los jordanos y que permitió a Israel unificar una capital hasta entonces dividida. El 8 de mayo hubo un cese del fuego, demostrando que la victoria israelí se logró en sólo cuatro días, aunque esa orden fue obedecida por todas las partes en conflicto recién el 10 de mayo, fecha que cerró oficialmente la Guerra de los Seis Días. Jordania sufrió la pérdida de 6.000 hombres muertos o desaparecidos, Siria tuvo 445 muertos y 2.000 heridos, Egipto sufrió 20.000 bajas y el propio Israel perdió 870 hombres. El 28 de junio, el Parlamento israelí votó la anexión del sector jordano de Jerusalem, ciudad histórica a la que convirtió en capital del Estado (rango que hasta entonces tenía Tel Aviv). El 22 de noviembre, la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pidió el retiro de las fuerzas israelíes de los territorios ocupados, aunque no especificó de cuáles. Ese mismo documento pidió el respeto y el reconocimiento de la soberanía, de la integridad territorial, de la independencia y del derecho a la vida en paz y en seguridad de todos los países de la región. Pero las resoluciones de los organismos internacionales tienen más formalidad que eficacia. El texto de noviembre de 1967 no impidió que en los años siguientes se mantuviera el estado de crispación entre Israel y sus vecinos: entre 1968 y 1970 murieron 700 israelíes en esas escaramuzas. De todas maneras, Israel mantuvo la ocupación de los territorios ganados en 1967, lo que permitió conformar el mapa del Gran Israel con el Sinaí incluido. Una nueva guerra, empero, estallaría frente a Egipto en 1973 y tendría consecuencias mundiales indirectas (embargo de petróleo árabe a los países aliados de Israel). Aunque este último país evacuó el Sinaí en 1976, todavía hoy se negocia la situación de las alturas del Golan y de la propia Cisjordania, en disputa con la Autoridad Nacional Palestina. La tensión en Medio Oriente nunca se apaciguó, a pesar de tratados de paz que establecieron treguas pasajeras. El eco de la Guerra de los Seis Días todavía no se apagó. |
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