1955 Elija el año o la decada
Tanques rusos en Budapest
La Unión Sovié tica aplasta el intento demo crático de Hungría

Los tanques soviéticos aplastaron la insurrección húngara entre el 4 y el 12 de noviembre de 1956: Budapest quedó con muchas heridas de metralla, murieron unas 15.000 personas, hubo detenciones masivas y 200.000 húngaros se refugiaron en el exterior. La causa del desastre debe buscarse en el año 1949, cuando se afianzó el régimen comunista pro—soviético en la Hungría de post—guerra, y más cercanamente en los disturbios polacos de Poznan (junio de 1956) contra el régimen stalinista de Varsovia, que motivaron algunas manifestaciones pacíficas de apoyo en Budapest. Esos actos indicaban la creciente inquietud húngara contra un gobierno que aplastaba la libertad de expresión y la actividad política disidente: a fines de octubre ya hubo tiroteos en calles de la capital que permitieron al aperturista Imre Nagy convertirse en Primer Ministro, llamado por el Comité Central del Partido como elemento moderador, quince meses después de haber sido expulsado de él.
Eso provocó una primera oleada de tropas soviéticas, que avanzaron sobre Budapest aunque luego se retiraron. Produjo además el apoyo a Nagy por parte de obreros, estudiantes y fuerzas armadas de Hungría, mientras se libera una gran cantidad de presos políticos (incluido el Cardenal Mindszenty), queda sin efecto la censura a la prensa, entra en el gabinete gente sin filiación política oficialista, se forman consejos obreros y comités revolucionarios, el editorial de los diarios habla de “movimiento democrático nacional” y hasta se permiten viajes al extranjero, se acepta el restablecimiento del multipartidismo y se disuelve el Partido Comunista para fundar una nueva organización. El 2 de noviembre, Nagy anuncia que Hungría se retira del Pacto de Varsovia y forma nuevo gabinete con representantes de los viejos partidos tradicionales.
Es entonces que Kruschev —hasta el momento muy cauto frente a los acontecimientos de Hungría— decide una intervención soviética que se formaliza el 4 de noviembre cuando los tanques entran en Budapest, Nagy se refugia en la Embajada de Yugoslavia y Midszenty en la de Estados Unidos, donde deberá permanecer quince años antes de que se autorice su salida del país. En los días siguientes, Nagy y sus colaboradores son arrestados y conducidos a Rumania, donde el dirigente será ahorcado al cabo de un juicio secreto. En Hungría, los soviéticos colocarán a Janos Kádar en el poder (a pesar de que en 1951 había sido arrestado, torturado, acusado de “titismo” y condenado a muchos años de cárcel). La sublevación de 1956 queda así bañada en sangre: sólo doce años más tarde habría una tímida apertura en la rigidez económica del sistema y treinta y tres años después Hungría lograría abatir el despotismo stalinista, pero eso ya ocurría en 1989 cuando la propia Unión Soviética llegaba al colapso.
El caso húngaro tendría una reiteración en la aplastada “primavera” de Praga (agosto de 1968) y ambos casos demuestran la inflexible actitud soviética ante cualquier intento de alejamiento ideológico por parte de sus satélites. Tanto en el episodio de Budapest como en la crisis checa, los comunistas ortodoxos del resto del mundo encontraron excusas y explicaron benévolamente la intervención soviética, aludiendo al carácter “contrarrevolucionario” de los dirigentes de esos países centroeuropeos y a razones estratégicas del “mundo socialista” frente al imperialismo occidental. A partir de 1991, esos mismos comunistas confesarían que en su momento ignoraban el entretelón de la intolerancia stalinista y los recursos a veces criminales con que Moscú mantuvo su hegemonía en Europa oriental.
Claro que a esa altura las numerosas víctimas que cayeron en calles de Budapest o de Praga no podían escuchar una disculpa tan tardía. En 1980, cuando se producen las huelgas en los astilleros polacos de Gdansk y cuando el sindicato “Solidaridad” lanza su idea de autogestión, comienzan a abrirse las grietas del sistema, a manifestarse sus contradicciones y a descubrirse su desgaste: pero esos ya fueron los umbrales de la “perestroika” y no estaban a la vista cuando los húngaros marcharon valerosamente en 1956.
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