CAROLINA DISEGNI y PAULA LEIGHTON
| EL MERCURIO (GDA)
Frente al Hospital Militar había lágrimas
y carteles en homenaje al fallecido general (r)
Augusto Pinochet. Cinco estaciones de Metro más
allá, su muerte se celebraba con abrazos
y champaña.
Las escenas del domingo parecieran una pequeña
muestra de un proceso que -según el análisis
de psiquiatras y sociólogos- aún
no hemos concluido como sociedad.
En su libro "Chile: un duelo pendiente",
el psiquiatra Ricardo Capponi lo plantea como
el duelo "por la profunda y traumática
experiencia que se vivió en el país
a partir de los 70".
¿Puede la muerte de Augusto Pinochet ayudarnos
como sociedad a avanzar en el cierre de ese duelo?
Para el psiquiatra León Cohen, miembro
de la Asociación Psicoanalítica
Chilena, su muerte da inicio a una serie de duelos
paralelos que tienen tiempos de elaboración
diferentes.
El duelo simbólico
Primero hay un duelo personal, que atañe
más a la familia y su círculo íntimo;
luego hay un duelo institucional, que para el
Ejército implica dejar atrás a una
figura que modificó su historia íntima
y organizacional.
También hay un duelo político,
que según el experto no se va a realizar,
"ya que formalizarlo es algo moralmente inaceptable
para la administración vigente".
Por último, está el duelo simbólico,
que se remonta al triunfo del No. "Su muerte
física es un paso para cerrarlo, pero no
pone término al duelo, ya que él
sigue estando vivo en una serie de aspectos que
tienen que ver con la herencia de su régimen".
El sociólogo Jorge Larraín, vicerrector
de la U. Alberto Hurtado, concuerda con este análisis
y afirma que "su régimen produjo una
división tan profunda, que se puede hablar
de una ruptura en la identidad nacional, que se
da cuando una parte de los chilenos son excluidos".
"Para estas personas -dice el sociólogo
Eugenio Tironi-, la mera presencia de Pinochet
les agregaba dolor y quizás por lo mismo
impedía una reflexión más
sana o tranquila. Ahora tal vez ellos podrán
pasar a una nueva etapa de su duelo".
Según Cohen, para toda la sociedad "éstos
son duelos tan largos, que incluso creo que es
probable que nunca sea elaborado completamente".
Sin embargo, las nuevas generaciones pueden contribuir.
El doctor Niels Biedermann, psiquiatra y profesor
de la U. de Chile, lo ejemplifica con la Alemania
de la II Guerra. "Eso se está resolviendo
ahora, con el recambio generacional, porque los
jóvenes son más libres para iniciar
nuevos proyectos".
Para Tironi, "el tiempo -que fue el que
terminó con la vida de Pinochet y terminará
con la de quienes fuimos protagonistas y testigos
directos de ese período- irá también
mitigando ciertas diferencias que existen respecto
de lo que ocurrió".
De hecho, el tiempo ya ha ido cerrando muchas
grietas. "Hoy ya no tenemos una sociedad
quebrada, no somos una sociedad segmentada en
anti o pro Pinochet. Tenemos interpretaciones
distintas respecto de lo que él hizo, pero
coincidimos en ciertos consensos básicos
que nos permiten convivir bien en lo privado y
lo público".
Se acabó el pretexto
Sin embargo, no todo hay que dejárselo
al tiempo.
"La muerte de Pinochet nos permite hacer
una introspección para encontrar en nosotros
los recursos para convivir con más libertad,
dialogar más", dice Tironi, quien
considera que la figura de Pinochet "era
un poco un pretexto para proyectar todos los problemas
que arrastramos como sociedad en los últimos
30 a 35 años".
Para Biedermann, seguir avanzando depende de
que como sociedad nos hagamos cargo de esos problemas,
en vez de evadirlos, actitud que él asocia
a la idiosincrasia del chileno, que teme y rehúye
el conflicto.
"Al desaparecer Pinochet como símbolo
al que culpábamos de todo, ahora como sociedad
tenemos que ver cómo enfrentar y resolver
lo que aún está pendiente: la desigualdad
en los ingresos, la marginación de sectores
importantes de la sociedad y la sensación
de ausencia de justicia", concluye el experto.
De cara al Bicentenario
Para Eugenio Tironi, lo que falta como sociedad
es "avanzar en lo que tenemos en común,
revisar esa zona más purulenta o traumática
de nuestro pasado reciente, ir buscando interpretaciones
más convergentes y construir un relato
común sobre nosotros mismos". Para
esto, dice, el Bicentenario es un símbolo
aglutinante que debiera ser aprovechado. "Una
figura como Pinochet no nos ayuda en esa tarea,
por lo que sin él podríamos acercarnos
a esa meta". Para León Cohen, también
es necesario un debate cultural. "Faltan
obras de teatro, novelas y cine que puedan entregarnos
una visión que salga del enfoque partidista".
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