Si el nivel de aceptación de la selección se midiera con un aplausómetro, este instrumento tendría que estar instalado en el Estadio Centenario o en el Aeropuerto de Carrasco. No hay otra.
El primer domingo de vacaciones de julio, el Aeropuerto lucía abarrotado de quinceañeras que viajaban a Estados Unidos y emigrantes en busca de un futuro mejor. Entre toda esa gente, casi inadvertida, la selección enfiló para la sala de embarque.
En ese entonces, el conflicto por los premios estaba más vigente que nunca y, además, fresco era el recuerdo de los papelones por las Eliminatorias. ¿Quién iba a suplicarle a Darío Silva que no se retirara de la selección? ¿Quién iba a corear su nombre como ayer lo hicieron los 200 hinchas que esperaron estoicamente en la sala de arribos?
Pues bien, en tres semanas el cambio fue posible. El tercer puesto de la selección en la Copa América cambió la imagen del plantel que ahora vuelve a tener ídolos. Darío Silva es uno de ellos, pero también fueron recibidos como tales el resto de los celestes.
Quizá el olimareño fue el más mimado de todos porque en Perú anunció su retiro. Sin embargo, el propio jugador dio a entender que habrá más Darío con la selección. "Este grupo tira bastante", dijo antes de retirarse del aeropuerto.
Algo similar sucedió con Richard Morales. El "Chengue", ayer pidió tiempo antes que se conozca su decisión definitiva. "Tengo que hablarlo con la familia. Necesito tiempo y después te cuento", explicó el delantero celeste. A propósito de la familia Morales, el padre se encontraba en la sala arribos y adelantó que su intención es convencerlo para que continúe. "La celeste no es una camiseta que se tira así nomás", dijo papá Morales.