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ELECCIONES NACIONALES |VÁZQUEZ NACIÓ EN UN HOGAR MODESTO PERO NO POBRE Y CON TESÓN SE RECIBIÓ DE MÉDICO De
niño murguista a líder de masas De chico probó talento en carnaval y en fútbol, fundó
el Club Arbolito, e instaló la primera policlínica del barrio MAGDALENA HERRERA Se respira un clima bien de barrio en la calle empinada Benito Riquet, pleno La Teja, donde se encuentra la casa en la que Tabaré Ramón Vázquez Rosas vivió gran parte de su niñez y adolescencia. En esa cuadra, hizo sus primeros pininos futboleros y desentonó junto a la murga Cuiti-Cuiti, en la cual era presentado como el "Cebolla" Vázquez en los platillos. No era un talentoso natural, ni en los picaditos de campo ni sobre los precarios escenarios, pero siempre se las ingenió para ser parte del grupo. Tampoco deslumbró demasiado en la escuela Yugoslavia, y luego en el Liceo 11 del Cerro. Pero a diferencia de la gran mayoría de sus amigos de infancia, mostró tenacidad hasta el cansancio y terminó los ciclos educativos como un estudiante medio. De una barra de más de 30 jóvenes, solo dos llegaron a la Universidad. Tabaré Vázquez fue uno de ellos. En realidad nació el 17 de enero de 1940, hijo del funcionario y sindicalista de Ancap, Héctor Vázquez, y de Elena Rosas, de profesión ama de casa. Vivió hasta los cuatro años en una vivienda muy modesta de la calle Heredia y luego sí se mudó para Riquet, a una casita que hasta el día de hoy conservan su hermana y sobrinos. "Eramos pobres, quizás comíamos un pan con café con leche y mate cocido, pero la verdad que nos divertíamos mucho todos juntos y de una forma muy sana. Me parece estar viendo al "Taba" ahora, jugando en la calle con la pelota de trapo", recuerda su amigo de medio siglo, Daniel Marsicano. La familia de Vázquez, dicen sus allegados, era modesta pero no pobre. Como muchos vecinos de La Teja, vivieron momentos difíciles en los años 50, en una de las mayores huelgas de la historia de Ancap. Con once años, Tabaré y sus amigos de cuadra eran algo ajenos a los momentos de tensión que vivía el barrio obrero, mayoritariamente empleado en el ente público, en Bao y otras fábricas de la zona que hoy no existen. Para la barra infantil, lo importante eran los picaditos en Plaza Lafone y los ensayos murgueros en la puerta de la carnicería. La parranda continuaba con baños en el "rompeolas", como le decían a la playita pegada a Ancap. Ningún gesto de Tabaré insinuaba los rumbos políticos que tomaría tres décadas después. Hasta entonces era un actor más del reparto. PASIONES. Vázquez integraba el cuadro de fútbol formado por ex alumnos del colegio de los Padres Salesianos, más allá que ni él ni muchos de su barra habían asistido nunca al centro educativo. Todo marchó sobre ruedas, hasta que la institución cambió de director y comenzaron las desavenencias. Entre otras cosas, el nuevo sacerdote los obligaba a ir a misa, para luego sí jugar en el equipo. En ese momento nació el Club Arbolito, como sede deportiva y carnavalera. Deseoso de que la murga no ensayara más en su comercio, el carnicero Gó- mez fue garantía para alquilar un galpón. En el Arbolito se reunían entre treinta y cuarenta muchachos a cantar las letras de Araca la Cana y de Los Diablos Verdes, dos pioneras del género murguero. Allí también debatían sobre la estrategia deportiva que llevarían a la cancha. Cuando lo recaudado en el baile del sábado no alcanzaba, también se juntaban para analizar cómo pagar la renta del mes. Entre las tantas anécdotas que cuenta Marsiscano, una se refiere al día en que el carnicero ahuyentó al dueño del local donde funcionaba el Arbolito, quien quería cobrar los alquileres. El hombre salió despavorido de la carnicería gritando "garantía loca, garantía loca, me corrió con un cuchillo". Vázquez y sus amigos de equipo le respondieron: "y vos también ir desarmado a molestarlo por diez meses que te debemos". Para cuando fundó la primera policlínica de La Teja, en la sede Arbolito, Tabaré ya era un estudiante avanzado de medicina. Las camillas y los estetoscopios ingresaron el 5 de diciembre de 1965, y desde entonces atiende entre treinta y cuarenta personas diarias en medicina, odontología y psicología. A instancias de Vázquez cuando presidió el club de La Teja, allí funciona también un comedor para alrededor de 400 chicos de familias carenciadas. Otro, que alimenta a igual cantidad de chicos, fundó en Progreso cuando fue presidente del club de sus amores entre 1979 y 1989. Algunos pacientes, que se han atendido con Vázquez en su clínica Cor, han asegurado que al momento de pagar la cuenta de la consulta médica se les ha solicitado en cambio alguna donación para los comedores. Ni siquiera cuando aceptó la presidencia del Club Progreso, sus allegados vieron a un potencial político entre ellos. Por supuesto que desde hacía tiempo, incluso antes del gobierno de facto, en la reunión de amigos, en los campamentos o en las jornadas de pesca, se pregonaba el socialismo y también el modelo marxista, que contrariamente hoy el propio Vázquez asegura no es aplicable para el Uruguay. Más que ambiciones políticas que podría tenerlas, sus amigos aseguran que el paso por Progreso tiene que ver con todas las frustraciones que Vázquez sufrió cuando vestía pantalón corto en la cancha. "Tabaré fue un futbolista y carnavalero frustrado, así que no me extrañó nada cuando me enteré que algunos socios lo habían convencido para ir primero de vice y luego de presidente del club. Quería desquitarse y lo logró. Durante su presidencia, Progreso pasó de la B a la A, y en el 89 fue campeón uruguayo", comenta José "Pepe Veneno" Alanís, el letrista de la legendaria murga La Soberana. En Progreso, Vázquez pasó por las peores "calenturas" de su vida, por lo menos hasta ese momento. "Era muy apasionado, los jueces de línea nunca se salvaban. A mi me llamaba mucho la atención: era como si se transformara en otra persona", contó hace años el jugador Enrique Casado. Resultaba curioso: ese médico de tranquila mirada y voz pausada, que lograba trasmitir una enorme paz a sus pacientes, en la cancha se convertía en un feroz adversario capaz de rezarle a los jueces el rosario completo. Quizás por eso, quizás porque se le venían los tiempos políticos, dejó de ir a la cancha poco antes de salir electo intendente de Montevideo en 1989. Solo volvió hace poco más de un año, cuando en un acto se denominó "Tabaré Vázquez" a una de las tribunas. VOCACION. Eligió la carrera de médico por la admiración que siempre le despertó el profesional que atendía a su familia. En un reportaje de El País, de 1999, su hijo Alvaro, señaló: "a él le parecía que cuando llegaba aquel doctor, todos los problemas se solucionaban". El día que dio el examen final para recibirse fue todo un acontecimiento en el barrio. "Cuando nos enteramos, alquilamos un camión y nos fuimos al Maciel. Hoy nos jugamos el campeonato, le dijimos al guardia del Hospital y nos dejó entrar", cuenta Marsiscano. Para cuando egresó de la Facultad de Medicina el 6 de diciembre de 1969, Vázquez ya se había casado con María Auxiliadora Delgado y habían comenzado a llegar sus hijos Ignacio, Alvaro y Javier. Recibirse no fue fácil, y en algún momento hasta pensó en abandonar estudios para dedicarse por completo a la manutención de su familia. "Se quemaba las pestañas y trabajaba en Carrau & Cía al mismo tiempo, pero nunca dejó de venir al Arbolito. Acá también experimentaba la medicina con pajaritos, bichitos, que curaba", asegura José "Pepe" Morgade, el director de la murga La Reina de la Teja. Las dificultades para continuar estudios lo llevaron a dejar su trabajo, a instancias de su esposa quien trabajaba en la Caja de Jubilaciones. "Fue un sostén y con dificultades bancó todo hasta que el "Taba" se recibió", dice Marsicano. Las muertes de su madre, su padre y una hermana, luego de padecer las consecuencias del cáncer, lo llevaron a especializarse en oncología. "Fueron años muy dolorosos para Vázquez", agrega su amigo. En 1972 se convirtió en oncólogo, en 1977 se fue a París becado por el gobierno francés y para 1985 lucía el grado cinco en su especialidad. Tenía 45 años y lo esperaba una larga, brillante y también redituable carrera de médico. Llegaría los tiempos de la política, que le restarían horas a la medicina, pero nunca la relegarían por completo. "Cuando seamos presidente, continuaré con mi profesión", ha asegurado el líder frenteamplista. POLiTICO. Aparecía en los diarios como presidente del Club Progreso, o como experto en oncología, que desarrollaba tanto en su clínica Cor como en el Centro de diagnóstico mamario de la Asociación Española. Pero no por su participación política, que hasta 1985 consistía en una afiliación al Partido Socialista y su trabajo como asesor en medicina en ese sector político durante la dictadura. En tiempos democráticos ya, se le cuestionó una asesoría técnica en la Comisión Nacional de Energía Atómica durante el gobierno militar. Pero había llegado el momento de la política para el médico oncólogo. En 1986, ya se lo vio más activo como responsable de las finanzas de la Comisión del voto verde que impulsó el referéndum contra la ley de caducidad, que no prosperó finalmente. Al año siguiente, ya formaba parte del Comité Central del Partido Socialista y en el 88 figuraba en tercer lugar al senado por ese sector, aunque luego fue propuesto como candidato a la intendencia por Mariano Arana. En un reportaje sobre Vázquez realizado por la revista Galería de Búsqueda, Arana señaló que le vio "credibilidad y compromiso con la gente; sensibilidad y autenticidad hacia los más debilitados". Eran tiempos más difíciles para el Frente Amplio, luego de la separación de la lista 99. "Un día me invitó a almorzar a El Fogón y me dijo que iba a aceptar la candidatura. Muy poquito tiempo después, hicimos la primera marcha en el Cerrito de la Victoria. Al principio éramos unos pocos caminando, al par de cuadras se fue sumando gente y gente, y cuando llegamos al lugar del acto, ya eran alrededor de cinco mil personas. Era el primer acto de Tabaré, y ya supe que iba a ser intendente", recuerda Marsiscano. Para ese entonces Vázquez había estrenado una nueva forma de dar discursos, paseándose de un lado al otro del escenario, micrófono en mano, al estilo de los líderes religiosos de una de las tantas iglesias alternativas que pululan en la ciudad. Las referencias médicas también son una constante en sus discursos. "Cuando analiza un problema político se pone en médico. Lo estudia, hace un diagnóstico y después decide el tratamiento. El mismo plan de emergencia del Frente Amplio es como un tratamiento médico", dijo su hijo Alvaro a El País hace unos años. La Plaza Lafone de la Teja, en donde creció jugando con la pelota de trapo, fue el lugar elegido para el acto de su asunción como Intendente de Montevideo el 15 de febrero de 1990. Después de eso, la semblanza ya es pública y notoria: presidente del Encuentro Progresista desde 1994, del Frente Amplio desde 1996 tras la renuncia de Seregni y candidato a la presidencia en 1994, 1999 y 2004. Ayer se plebiscitaron para Vázquez y sus íntimos veinte años de vida política, nada menos. |
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